La mala suerte de los diez intentos de paz que ha tenido Colombia
Un estudio dice que hay una paz engañosa que nunca toca las causas verdaderas del conflicto.
Los colombianos recuerdan el fallido intento de paz con las Farc en el Caguán, hace más de diez años. Muchos también tienen presente el esfuerzo hecho durante el gobierno de Belisario Betancur, que fracasó posteriormente por la persecución sufrida por los desmovilizados. Incluso saben de la paz alcanzada con el M-19, pues varios de sus exmilitantes son líderes políticos en la actualidad.
Pero, ¿se imaginarán los ciudadanos que no sólo ha habido esos tres esfuerzos por lograr la pacificación nacional en los últimos 65 años? ¿Sabrán que hubo otros siete intentos que tampoco tuvieron resultado favorable pues repetían siempre los mismos errores?
Este revelador planteamiento es hecho por el docente e investigador colombiano Mario Ramírez-Orozco, doctor en estudios latinoamericanos y autor del libro ‘La paz sin engaños’, el documento en el que le cuenta a los colombianos que antes de la mesa de La Habana, y desde mediados del siglo pasado, ha habido diez intentos que no han traído la paz.
“El título La paz sin engaños lleva a plantear que hay una paz engañosa, y es la que nunca toca las causas verdaderas que origina un conflicto, que no es solo armado, sino político y social. En Colombia siempre ha habido conflicto y siempre ha habido procesos de paz, pero nunca se ha tocado algo fundamental: las causas estructurales del conflicto”, dice en conversación conKienyKe.com el experto Ramírez-Orozco, quien describirá a continuación cada una de las diez oportunidades que trataron de acabar con la guerra, y las lecciones que dejaron para que esta, la undécima, sea la vencida.
Primer intento de paz, tras el Bogotazo
Sin duda uno de los puntos de quiebre en la historia de Colombia fue el Bogotazo. El hecho de suma violencia e ira, tras el asesinato el 9 de abril de 1948 del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, generó una nueva oleada de confrontaciones y polarización que, para muchos como el experto Ramírez-Orozco, implicó especialmente el cambio del tipo de guerra conocida hasta entonces.
“La gente no ha entendido que siempre hemos estado en guerra, pero la percepción de la guerra es lo que cambia. Cuando se firma una ‘paz’, usualmente esta involucra a muy poca gente”, anticipó.
“Tras la muerte de Gaitán, se crea todo un movimiento de pacificación pero que se expresa de manera violenta”, expone el docente sobre la que sería la estrategia gubernamental adoptada entonces tanto por Mariano Ospina (Presidente 1946-1950) como por Laureano Gómez (1950-1951), para ahogar las violencias regionales.
A través del Estado se crean grupos paramilitares, relacionados con agentes gubernamentales y las fuerzas policiales. Estos agentes tratarían de apaciguar la sangrienta división entre ‘godos y cachiporros’ acentuada en provincia, al tiempo que desde las jerarquías conservadoras y liberales se trataba de calmar a las bases, dedicadas a la guerra.
El ‘Bogotazo’. Sanear la ira popular implicó un intento de proceso de paz con grupos armados partidistas.
“Durante Laureano Gómez, las élites partidistas deciden llamar a las fuerzas militares para que tomen el poder de manera transitoria y concretar la pacificación del país. Esa paz incluye pedir a las guerrillas liberales del llano que se desmovilicen, pero sólo una parte lo acepta. La jerarquía que les hace ese pedido queda como traicionera y se quiebran sus relaciones con las bases. Persisten pequeños grupos armados que se meten llano adentro y se apoderan de terrenos sin control del Estado”. Esos imperios regionales se conocerían por los conservadores a ultranza como ‘repúblicas independientes’.
-A propósito de este desenlace, ¿acaso no se piensa lo mismo respecto a la guerrilla raza con sus jerarquías? ¿Las bases guerrilleras no podrían llegar a dar la espalda a las élites o mandos altos que negocian en Cuba?
-Es que en las Farc sí ha habido consecuencia de grupo. Las Farc, en todo este proceso, ha demostrado control entre las bases y la jerarquía.
-¿Para usted no hay fricciones dentro de la guerrilla?
-Las Farc tuvieron un cambio importante. Al ser derrotada la parte militar, los cuadros altos como ‘Mono Jojoy’ y ‘Raúl Reyes’, volvió a tener peso la línea política. Por eso es más fácil negociar hoy que hace cinco años, porque la mesa del Caguán era la línea militar, mientras que la de hoy en La Habana es la política. ‘Timochenko’ es cuadro político, ‘Iván Márquez’ también; ‘Pablo Catatumbo’, aunque tenga mando militar, es de cuadro político. La parte militar en el Caguán, por desgracia, degradó la parte política.
Segundo intento de paz, la dictadura
Este proceso no fue exactamente negociado. El gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla, a partir de 1953, trataba de frenar la ola de terror auspiciada por bandas tanto conservadoras como liberales en las regiones. Entonces promulgó un plan de pacificación que pretendía la desmovilización de grupos guerrilleros, sin que se obtuviera efectivo resultado. En las negociaciones de entonces con el gobierno, grupos armados de Antioquia y Tolima emitieron una circular con las exigencias para su desmovilización, la cual tuvo beneplácito de la dictadura. Fue una de las más grandes desmovilizaciones armadas del siglo pasado: más de seis mil quinientos hombres hicieron entrega de armamentos. Sin embargo muchos insurgentes que se negaron a rendirse, se internaron en las selvas o se dedicaron al bandolerismo.
Mario Ramírez-Orozco, autor de ‘La paz sin engaños’, investigó diez procesos de paz en Colombia en los últimos 65 años.
Tercer intento de paz, la excluyente
“Este periodo partió y agudizó el conflicto”, advierte el profesor Mario Ramírez-Orozco. El Frente Nacional es también considerado un “proceso de paz”; entre 1958 y 1974 liberales y conservadores pactaron dividirse el poder como supuesta estrategia para frenar el baño de sangre por las diferentes partidistas. “Es una paz que por decreto decía que los cargos públicos eran bipartidistas, es decir, era excluyente. Se exigía por ley que quien asumiera el cargo debía firmar su afiliación política. Entonces excluían al resto. El país se acostumbró a ver una repartición de poderes que además dividió al país”.
Cuarto intento de paz, la represiva
El siguiente intento de paz consistió en la criminalización de la disidencia, tal como expone el autor de ‘La paz sin engaños’. “Los paros, movimientos cívicos y movimientos sociales empiezan a reprimirse. Paralelo a esa ‘paz’ represiva, que trata de evitar brotes de violencia, se crea un sistema jurídico de represión, con estatutos de seguridad. Se criminaliza la protesta en un sistema democrático”. Este escenario habría abarcado los gobiernos de López Michelsen (1974-1978) y Julio César Turbay (1978-1982).
Quinto intento de paz, la objetiva
Es la primera vez que el gobierno se sienta en condición de igual negociador frente a un grupo armado ilegal. Lo hizo entonces Belisario Betancur, en 1982, y consiguió sentarse en la mesa con las Farc, que entonces llevaban menos de dos décadas de operación. “Por primera vez, un presidente consideró las cusas objetivas de la violencia en Colombia: el tema de la tierra, desigualdad… Hasta entonces incluso políticos conservadores llegaron a decir que en el país no había lucha de clases, sino envidia. Belisario reconoció las causas estructurales del conflicto”, explica el doctor en estudios latinoamericano.
-Entonces ¿por qué fracasó?
-El incumplimiento. Dentro de la jerarquía de poderes, dejaron solo a Belisario con su retórica y no hubo cambios. Hubo guerra sucia. Las Farc plantearon una movilización parcial y se creó la Unión Patriótica. Cuando entraban al escenario político, sucedió el exterminio.
-¿Cuál lección nos deja ese proceso?, para cuidar que el error no se repita en este
-Firmaron cosas que no cumplieron. Se firmó que iba a haber garantías políticas para un sector que se desmovilizaba, y que en sus zonas de confluencia entrarían a ganar espacios por acción política y no armada. Pero sucedió una guerra sucia. Es más, creo que no toda Colombia aún sea consciente de lo que fue esa guerra sucia, que dañó el proceso de paz.
-¿Quizá por eso hubo tanto énfasis en el punto de participación política en la agenda de La Habana?
-Por eso ellos se demoran en entregar un resultado concreto: buscan asegurarse que hoy tendrían todas las garantías.
Sexto intento de paz, sin tregua
Este se da cuando se negocia con grupos armados diferentes a las Farc, que tienen interés en realizar una negociación. Especialmente los esfuerzos se dieron durante el gobierno de Virgilio Barco Vargas y César Gaviria. “Se abre un espacio de paz y se desmovilizan grupos como el M-19, el movimiento armado Quintín Lame, una parte del EPL y el PRT. Muchos de ellos piden inclusión social y política; es la apertura para una paz que origine la Constituyente de 1991. Aunque dicha constitución nace viciada, pues siguen las acciones de las Farc y el ELN”, explica.
(Archivo) Carlos Pizarro Leongómez en la desmovilización del M-19. Fue uno de los candidatos presidenciales asesinados por la extrema derecha.
Séptimo intento de paz, la Constitución
La investigación de Mario Ramírez-Orozco se refiere en este intento al periodo entre 1990 y 1998. “Entramos en algo paradójico: Tuvimos una Constitución muy avanzada, que sirvió como carta de paz, pero que de inmediato continúan las modificaciones que la desvirtúan. En el papel, la constitución es linda, pero las reglamentaciones van quitándole y quitándole belleza”.
En este escenario, el intento de paz consistió en que había unas fuerzas que habían decidido dejar la lucha armada y trataron de incluirse en el escenario político mediante garantías otorgadas por una nueva carta Magna. Pero no les queda fácil: siguen las persecuciones contra los desmovilizados y se encuentran con pocas garantías de participación. “Muchos de ellos quisieron seguir insistiendo en la legalidad; si lo hubieran preferido, habrían vuelto al monte a tomar las armas”.
Octavo intento de paz, “el plan garrote”
En el libro La paz sin engaños, el “plan garrote” hace referencia al Plan Colombia, el acuerdo bilateral entre Bogotá y Washington suscrito al inicio del gobierno de Andrés Pastrana que pretendía terminar con el conflicto armado interno a través de la guerra contra los grupos ilegales que se habían vuelto organizaciones del narcotráfico. “Argumentan que esto es un problema de narcotráfico y que las Farc ya no son guerrilla ideológica sino narcotraficante. Eso da todo un giro al conflicto”, asevera Ramírez-Orozco.
Al ver el insuficiente resultado de este proceso, Andrés Pastrana emprende la búsqueda del que sería el siguiente paso hacia la paz, que en el imaginario nacional quedaría como el último gran intento para obtener una salida negociada a la guerra con un grupo sumamente fortalecido en la nación: la guerrilla de las Farc.
Noveno intento de paz, El Caguán
“Justo cuando inicia Pastrana, llega el Plan Colombia. Al tiempo que Pastrana va y se reúne con ‘Manuel Marulanda, Titorfijo’, le planteó iniciar un proceso con doble discurso: habló de paz con las Farc, pero al tiempo hacían Plan Colombia. Con esto, las dos partes no estaban convencidas del proceso. La guerrilla veía con mucha desconfianza lo que pasaría que ellos por el Plan Colombia”, introduce el experto.
El famoso episodio de ‘La silla vacía’ dejó ver que los diálogos de paz en el Caguán no empezaban con pie derecho.
El desenlace de este intento el país lo recuerda claramente. Una amplia zona de distensión que sirvió a los subversivos para fortalecerse militarmente, y debilitarse al mismo tiempo en sus motivaciones ideológicas. Perdieron legitimidad y se convirtieron en organización de terror en gran parte del país. Entonces estaban dispuestos a llegar al poder por vía militar y tenían motivos para creer que lo harían. Tras el fracaso de las mesas del Caguán, fue elegido durante dos periodos el expresidente Álvaro Uribe quien implantó una estrategia de lucha frontal contra los rebeldes que los volvió a debilitar, especialmente por el cerco o la baja a sus principales cabecillas.
Décimo intento de paz, “las paces entre amigos”
Mientras que avanzaba con fuerza la maquinaria de la seguridad democrática y las Farc se encontraban arrinconadas por el poder estatal, el gobierno decidió avanzar en el desmantelamiento de un engendro que también generaba violencia: el paramilitarismo.
El proceso que puso fin a las Autodefensas Unidas de Colombia dejó un sinsabor sobre el fin de los grupos armados contrainsurgentes y para muchos este resultado, aunque haya sido acordado, no puede llamarse un proceso de paz. “Es paradójico porque en el caso de las AUC no sería un ‘enemigo’ con quién va a entrar en paz. Nunca aparecía el paramilitarismo como enemigo del Estado. ¿Por qué iba a entrar en paz con el que no es enemigo? Sería diferente si el paramilitarismo hubiera entrado en paz con la guerrilla. Por eso, con una precisión teórica, se dice que las AUC se desmovilizaron pero no bajo consideraciones de un proceso de paz”.
Un aparente mal resultado en el proceso de transición a la vida civil hizo que muchos de los que fueron miembros de las AUC conformaran nuevos grupos armados emergentes, conocidos como bandas criminales.
Y estamos en el undécimo, ¿la vencida?
Para el especialista Mario Ramírez-Orozco, en este nuevo intento de paz hay consideraciones de las últimas décadas que impregnan de buen viento el propósito de poner fin al conflicto. “Ahora es totalmente diferente ya que por parte de las Farc encontramos que su línea militar fue sacudida por las muertes de sus jefes; ‘Tirofijo’, ‘Raúl Reyes’, el ‘Mono Jojoy’ e incluso ‘Alfonso Cano’”. En otras palabras, la línea ideológica que está sentada en Cuba tendría voluntad para acabar con la lucha armada.
La historia ha enseñado a los colombianos a pensar soluciones de fondo al contrario de lo que se conoce como ‘la paz posible’, que se refiere a la única firma de un papel que sugiera el fin de un conflicto, pero sin evaluar el mejor postconflicto.
“El reto es que no se quede en esa ‘paz posible’. Pero en este proceso (en Cuba) hemos visto que hay buenos avances. Por ejemplo la forma como se ha planteado el tema agrario en la negociación, ya sería casi una revolución agraria en Colombia más que una reforma”, opinó el escritor.
Los actores en conflicto tienen que cumplir el principal esfuerzo de paz. La sociedad colombiana también tiene su tarea en ese propósito, como lo tuvieron muchas poblaciones que salieron de la guerra. “Alemania pasó dos guerras mundiales. Y hoy muchos son hijos y nietos de nazis. Al hacerse la postguerra, a esos descendientes no los desaparecieron, sino que les dieron espacios políticos y sociales para que cambiaran. Tenemos generaciones nuevas para crear nuevos perfiles de colombianos”, concluye Ramírez-Orozco.
La paz con engaños es la que deja un sabor de frustración cuando, luego de firmar un papel y publicar una foto con el apretón de manos, no existe plan de reinserción social y política. ¿Querrá Colombia darse la oportunidad para que esta vez, la undécima en más de medio siglo, sí sea la vencida?
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