Por Sebastián Piñera
Echenique
30 años, y con la firme voluntad
de nuestro pueblo, recuperamos nuestra democracia en forma pacífica y dimos
vida a una nueva y moderna república, basada en tres principios básicos: un
profundo compromiso con la democracia y el Estado de derecho, una economía de
mercado libre —abierta y competitiva— y una firme determinación para derrotar
la pobreza y una mayor igualdad de oportunidades.
Los hechos hablan por sí solos:
el ingreso per cápita se multiplicó por cinco y Chile pasó del sexto lugar en
ingreso per cápita e Índice de Desarrollo Humano a encabezar la lista en
América Latina. La pobreza cayó de casi un 69 por ciento a un prometedor 8,6 por ciento: ocho millones de chilenos superaron la
pobreza. Entre 1990 y 2015, los ingresos del 10 por ciento más pobre de
los chilenos aumentaron en un 439 por ciento, mientras que los ingresos del 10
por ciento más rico aumentaron en un 208 por ciento. Surgió una clase media
amplia y pujante, y nos propusimos transformar a Chile en un país desarrollado
y sin pobreza antes de que termine la década que comienza.
Hoy, la desigualdad de ingresos
en Chile es menor que el promedio latinoamericano. Pero no supimos aprovechar
lo suficiente el poder del crecimiento para reducir la brecha de ingresos. Muchos sintieron que quedaron atrás,
inundados por un sentimiento legítimo de injusticias que desencadenó en una ola
de protestas sociales. Para responder a ese llamado y luchar contra las
desigualdades, necesitamos una agenda social ambiciosa, mantener un crecimiento
sano de la economía y lograr un acuerdo
constitucional con participación amplia e inclusiva, que refleje los
valores y principios que han forjado nuestra nación.
En las últimas semanas hemos
experimentado un enorme e inesperado estallido de violencia,
incendios, disturbios, destrucción y delincuencia, que ha causado un grave
daño al cuerpo y alma de Chile.
Durante estos tiempos difíciles y
violentos, mientras ejercimos nuestro deber de restaurar el orden público y la
seguridad ciudadana, nuestro gobierno tomó todas las medidas y precauciones
necesarias para garantizar el máximo respeto de los derechos humanos de todos.
Aplicamos las normas más
estrictas para regular el uso de la fuerza por parte de las policías, adoptamos
una política de plena transparencia en toda la información de los derechos
humanos y reforzamos el sistema de defensores públicos. Concedimos a
nuestro Instituto Nacional de Derechos Humanos pleno acceso a
todas las instalaciones policiales y hospitalarias para realizar su tarea de
protección de los derechos humanos en forma autónoma. Dimos la bienvenida a la
alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y a Human
Rights Watch para que observaran de primera mano la situación del país. Hay
evidencias que dan cuenta de abusos y uso excesivo de la fuerza. Todos estos
casos están siendo investigados por la fiscalía y serán juzgados por los
tribunales de justicia, como corresponde en una democracia y un Estado de Derecho.
En estos tiempos difíciles,
nuestro mejor aliado ha sido nuestra democracia, nuestras instituciones y
nuestro Estado de derecho, que permanecieron intactos y desempeñaron un papel
esencial durante la emergencia.
En medio de esta ola de
violencia, surgió en Chile un proceso de naturaleza totalmente diferente: el
mayor movimiento social de nuestra historia reciente. Los chilenos de todas las
edades y sectores salieron a las calles a protestar legítimamente contra las
desigualdades excesivas, las bajas pensiones, la calidad y el costo de los
servicios públicos, los abusos en el suministro de bienes y servicios y otros
problemas que se venían acumulando desde hace décadas. En un día en
particular, más de un millón de personas se expresaron en las
calles.
Esta protesta social se convirtió
en una gran oportunidad para construir un nuevo futuro para Chile. Es la
expresión legítima de una democracia viva y vital, que nos dio la oportunidad
de conectarnos mejor con nuestros ciudadanos y liderar una transición hacia una
sociedad más justa y con mayor igualdad de oportunidades, donde el progreso y
el desarrollo sean más inclusivos y sostenibles.
Ahora necesitamos una nueva
transición, inspirada por una nueva visión, escuchando a nuestros ciudadanos y
encontrando juntos las soluciones a corto y largo plazo que cimentarán el
camino hacia una sociedad más libre, justa y próspera. Para lograr este
objetivo, debemos actuar con un fuerte sentido de unidad, urgencia y
responsabilidad.
Un Estado no puede alcanzar el
pleno desarrollo si una parte significativa de su población o territorio no
están participando de la generación y los beneficios del crecimiento.
Nuestro primer paso fue lanzar
una Nueva
Agenda Social con un conjunto de medidas muy concretas que abordan
algunas de las principales preocupaciones cotidianas de los chilenos, dando
alivio y mayor dignidad a sus vidas. Esta agenda incluye un aumento en las
pensiones y la creación del ingreso mínimo garantizado; mejores condiciones
para las micro, pequeñas y medianas empresas; una reducción en el precio de los
medicamentos y mayor financiamiento para la salud pública; la estabilización de
los precios del transporte, el agua, la electricidad y los peajes; el aumento
de los impuestos para los más ricos, y una reducción a los históricos altos
salarios de los parlamentarios y de otros funcionarios del sector público.
Esta agenda requiere importantes
recursos públicos que estamos financiando con una reforma tributaria y la
disciplina fiscal necesaria.
No tenemos tiempo que perder,
porque no habrá justicia social sin crecimiento y desarrollo, y no habrá
crecimiento y desarrollo sin justicia social.
Por estas razones, nuestro
segundo paso fue poner en marcha un proceso nacional de diálogos ciudadanos,
que permitirá a nuestros compatriotas expresar sus principales preocupaciones,
demandas y aspiraciones, en espacios sin preguntas excluidas y donde los
chilenos puedan discutir y debatir libremente sus ideas.
Pero hay una condición
indispensable: no podemos tolerar ninguna forma de violencia, ni ningún tipo de
abuso de los derechos humanos. De lo contrario, nuestra democracia se
debilitará. Debemos poner fin a toda la violencia, recuperar la paz social y
concentrarnos en los enormes desafíos y oportunidades del futuro.
Además de recuperar el orden
público y la paz social, y ejecutar poderosas políticas sociales para derrotar
la pobreza, reducir las desigualdades excesivas y crear una mayor igualdad de
oportunidades, necesitamos forjar en Chile un nuevo pacto social. Por eso hemos
acordado una hoja de ruta que nos permitirá, por primera vez en plena
democracia y con participación ciudadana efectiva, acordar una constitución que
nos brinde un marco de unidad, legitimidad y estabilidad, con el que podamos
enfrentar los grandes retos y oportunidades del futuro. Después de todo, una
casa dividida no puede prevalecer.
Estoy seguro de que los chilenos
demostrarán una vez más el alma noble y solidaria de nuestro país. Juntos
construiremos un país más libre, más justo, más fraterno y más próspero, un
país que podemos llamar nuestro hogar común, la casa de todos los chilenos,
donde podamos pensar de manera diferente, pero respetar nuestras diferencias y
juntos construir un futuro mejor para todos.
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DATO CLAVE, Piñera es uno de los 10 billonarios de Chile, está en el top de las 1000 personas más ricas del planeta. https://es.wikipedia.org/wiki/Sebasti%C3%A1n_Pi%C3%B1era
original en https://www.nytimes.com/es/2019/12/18/espanol/opinion/sebastian-pinera-chile.html
original en https://www.nytimes.com/es/2019/12/18/espanol/opinion/sebastian-pinera-chile.html
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