lunes, julio 03, 2017

#Colombia #2017 #Politica #Politiqueria #Vanidad #Ego

‘El Centro Democrático desinforma y, en algunos casos, miente’

Óscar Naranjo, vicepresidente de la República, asegura estar 'aterrado' de la política colombiana.
 
02 de julio 2017 , 12:46 a.m. en http://www.eltiempo.com/politica/gobierno/entrevista-de-yamid-amat-al-vicepresidente-oscar-naranjo-sobre-el-posconflicto-104770
Hablé varias horas con el vicepresidente de la República, el general (r) Óscar Naranjo, para realizar esta entrevista. Cuando revisé su transcripción para reducirla al espacio asignado por EL TIEMPO, y la repasé luego para escribir su presentación, tuve varias impresiones que podrían indicar, en un breve resumen, lo que quiere mostrar ante la opinión pública el general Naranjo, sin duda uno de los líderes nacionales con mayor favorabilidad y prestigio del país. 
Sus críticas a ciertas formas de oposición que él mismo llama “política perversa”, su “aterradora” sorpresa ante la “vanidad y el personalismo” de la política partidista, su dolor por el abandono del campo y del campesinado. Sus temores ante el riesgo de perder la defensa de la institucionalidad.

El vicepresidente transmite en la entrevista el mismo hastío que, según él, se advierte en la población de las regiones, por las discusiones de mecánica política electoral, cuando “son otras las grandes preocupaciones de la nación”. Además, releyendo la entrevista, no cabe duda de que sus pensamientos son toda una concepción ideológica y pragmática que podría conducir a la opinión pública a considerarlo seriamente para el cuatrienio 2018- 2022, como opción presidencial, así él niegue con absoluta energía que esa sea una posibilidad futura. El diálogo se inicia con la entrega de armas de las Farc.

“Cuando las Farc entregaron las armas, lo que era un sueño se hizo realidad. Recordé a los 260.000 muertos que dejó el conflicto durante 53 años, en 8 millones de víctimas de la guerra, y me repetía: ¡siquiera terminó esta tragedia! El 27 de junio de 2017, nuestra historia se partió en dos. Es una historia llena de muerte y de dolor que quedó atrás. Ahora comienza una historia llena de esperanza”. 

Por qué, por lo menos en Bogotá, la población no ha recibido en su dimensión lo que significa la entrega de armas y la desaparición de las Farc como guerrilla?

Creo que los años de la negociación fueron marcando un desescalamiento fuerte del conflicto y hubo una disminución aceleradísima de la violencia; tanto que antes de la firma del acuerdo en noviembre del año pasado ya registrábamos la tasa más baja de los últimos 37 años en homicidios, y ahora registramos la tasa más baja en 40 años. El secuestro, que a finales de los años 90 llegó a ser de 3.800 personas, se fue desvaneciendo; es que los colombianos urbanos sienten hace varios años que el conflicto armado era un problema entre soldados, policías y guerrilleros en la profundidad de la selva, y realmente las muertes no llegaron a sentirlas. Les he dicho a algunos líderes muy críticos de este proceso que mientras fui director de la Policía me asesinaban un policía cada 36 horas, y a esos líderes que hoy reclaman con tanta rabia por tener un acuerdo, yo, francamente, no los vi acompañándome en las exequias de mis policías en esos años de guerra que ya pasaron. 

¿Por qué cree usted que reclaman esos líderes contra el acuerdo? 

Dicen que ese acuerdo es imperfecto y que no significa la paz. A ellos, yo lo que les digo es: ¿dónde estaban cuando se producían al año 350 policías asesinados? Dónde estaban ellos cuando en el año 2016, por ejemplo, se producían 1.300 víctimas fatales por minas antipersona. Honestamente, no entiendo por qué la rabia.

¿Usted a quién o quiénes se refiere concretamente?

A todos los voceros que han exacerbado, confundido y desinformado al país alrededor del tema de lo que significa poner fin al conflicto con las Farc.
En otros escenarios ha dicho que soy el candidato de Pablo Escobar
En su opinión, ¿el Centro Democrático, que es partido de oposición, desinforma?

Tengo que decir que no solamente desinforma, sino que en algunos casos, y me refiero a una alusión directa a mí, mienten. Mienten, como cuando un vocero del Centro Democrático, en plena convención de su partido, dijo que yo era el vicepresidente de las Farc, y en otros escenarios ha dicho que soy el candidato de Pablo Escobar. No me queda duda de que no solamente desinforman, como varias veces se ha demostrado. También mienten. 

¿Quién fue?

Fernando Londoño Hoyos. 

¿Usted le reclamó?

No me voy a desgastar defendiéndome de mentiras.

¿Y qué opina de las posiciones de ese sector político en general?

Es el sector del escepticismo, de la desconfianza que se alimenta del odio. Lo que yo espero es que los hechos de paz destruyan esa desconfianza y ese escepticismo. 

Si el presidente Santos buscara la reelección, uno podría entender que la paz podría formar parte de la campaña. Pero, como eso ya no es posible, ¿cómo se explica que su nivel de aceptación popular sea tan bajo?

Él está gobernando para la historia y no para la coyuntura, y paga un costo enorme, pero al final será reconocido como el estadista de la paz. 

Su vida activa está muy lejos de terminar. ¿Usted hará política luego de que termine la vicepresidencia?

No, Yamid; es más, debo decir lo siguiente: si hubiese querido hacerla, si estuviera pensando en mí, estaría por fuera de la Vicepresidencia para no inhabilitarme y poder participar en la contienda política. Yo lo que espero es que después de más de 40 años de servicio público pueda, sin triunfalismos, celebrar desde mi hogar que pusimos fin al conflicto. 

¿Por qué no le gusta la política?

Porque no estoy hecho para la transacción. Me parece que la política electoral, como decían los griegos, es agonal (en el DLE de la Real Academia, agonal es ‘perteneciente o relativo a certámenes, luchas y juegos públicos’). Siempre hay un conflicto que dirimir a través de una transacción, de una concesión. Las zonas grises son muy amplias, y para mí en la política hay demasiados grises. La política no puede girar alrededor de 2 o 3 nombres; tiene que ser más amplia, más profunda, y debe estar centrada en la discusión de ideas, el debate propositivo, sensible. Esto de estar discutiendo siempre en política y viendo una política tan polarizada y radicalizada tiene hastiados a los colombianos. 

¿A qué atribuye la polarización tan radical que hay en Colombia?

Yo no tengo origen militante ni partidista, y me cuesta mucho entender la llamada dinámica de la política, pero veo que muchas veces se mueve por intereses personales y de coyuntura; lo que sí rechazo es que la política sea perversa y esté sellada con la marca del resentimiento, del odio o de la descalificación.

¿Quién o quiénes la están marcando así?

Yo veo francamente una dosis muy alta de desinformación, y veo una actitud muy rabiosa que busca mantener el miedo en el centro de la movilización política. Hacer política basada en el miedo erosiona la institucionalidad porque muchos colombianos no creen en nada, y uno necesita mínimos de confianza y credibilidad en el sistema, en el Estado y en los partidos.
La política tiene que ser más amplia, más profunda, y debe estar centrada en la discusión de ideas, el debate propositivo, sensible
En su opinión, ¿qué origina la rabia que usted denuncia?

Me temo mucho que los celos, los protagonismos, las vanidades. Ahora que estamos preparando la visita del santo padre, he recordado mucho algo que mencioné cuando el papa Francisco asumió el pontificado y es que él cambió los zapatos para usar sus botines viejos como señal de que en él no caben vanidades. Yo creo que a la política colombiana la está matando hoy la vanidad. 

Y ¿cómo invitar al fin de esos egoísmos que usted advierte?

Mire: la entrega de armas que acaban de hacer las Farc significa que la muerte dejó de ser parte de una solución a una guerra de 53 años. El gran tema de fondo ya no es hoy cómo ganar la guerra sino cómo construir la paz. 

¿Cuántos meses lleva usted en la política?

En la vida institucional pública llevo 40 años, y en política, yo no hago política desde la Vicepresidencia, yo hago gestión pública. 

Quiero decir, ya ha visto en estos tres meses de vicepresidente cómo funciona la política. ¿Qué le ha parecido?


Estoy aterrado.

¿Aterrado?

Sí. Aterrado porque la coherencia es reemplazada por la oportunidad, por la coyuntura, por las ganas de unos votos. La verdad es que lo que más reclama el ciudadano es que los líderes seamos coherentes, consistentes y leales a una causa. Lo que el ciudadano está reclamando es que no haya más discusiones sobre mecánica política electoral; la gente está hastiada de ese debate y me dan las gracias por estar allá, en las regiones, escuchándolos y ser sensible a lo que reclaman, a lo que piden, a lo que dicen. La gente hoy ya no tiene miedos, pero uno ve que hay la intención de unos sectores de alimentar el miedo para tener una base política que movilizar; francamente, yo creo que se equivocan, porque a medida que avanzamos, la muerte va desapareciendo, el secuestro va desapareciendo; los ataques a los pueblos desaparecieron, el miedo ya no puede ser factor de movilización política.

El expresidente Álvaro Uribe alcanzó la Presidencia cuando combatió francamente el despeje del Caguán siendo presidente Andrés Pastrana, y ahora están unidos en la política, ¿qué le parece? 

¡Qué paradoja! Francamente no entiendo. Yo trabajé con los dos y los acompañé en sus esfuerzos por la paz. El esfuerzo del presidente Pastrana fue genuino en la negociación para conseguir la paz, pero al final las Farc defraudaron; acompañé al presidente Uribe porque en el manifiesto democrático que lo llevó a la Presidencia estaba consignada una premisa muy importante: uno va al combate a luchar contra el adversario tratando de crear condiciones para la salida política; la guerra no es un fin en sí misma, es un instrumento para alcanzar la paz, y así estaba consignado en el manifiesto democrático del presidente Uribe. Ahora francamente no entiendo. Alrededor de esa unión yo creo que habrá un juicio, y ese juicio lo harán los colombianos. Yo no soy quien para valorarlo. 

El Centro Democrático ha dicho y reiterado que ni el expresidente Uribe ni el partido que orienta se han opuesto a la paz, sino a la forma como se hizo la paz, como se pactó y como, afirman, se cedió en estos acuerdos… 

La diferencia de fondo es esta: el presidente Uribe y el Centro Democrático no reconocieron y no reconocen hoy la existencia del conflicto armado en el país. Si uno no reconoce el conflicto, pues no hay solución política negociada ni posible ni aceptable, porque la única salida posible es la derrota militar del adversario. Hay quienes creemos que el conflicto armado sí fue una realidad y que la paz solo era posible alcanzarla con una solución política negociada. Como el Centro Democrático no reconoce el conflicto, cualquier acuerdo de paz le será insuficiente, imperfecto e innecesario. 

¿Habría podido lograrse la derrota militar de las Farc?

Pues, salvo que el país hubiera determinado exterminar hasta el último guerrillero sobre la faz del territorio colombiano. Y, a mí, eso me parece no solamente imposible sino una opción inmoral. Cuando se abatió a su comandante ‘Alfonso Cano’, yo pensé que había llegado la hora de buscar una salida política porque lo que quedaba de ahí hacia adelante hubiese sido la opción de eliminar hasta el último guerrillero en una operación de exterminio que en una sociedad democrática liberal realmente es impensable. 

¿Usted cree que la paz firmada y en ejecución es frágil?

Creo que la dejación de las armas ya hizo de este proceso un hecho irreversible; no creo que nadie, por radical que sea, va a tomar decisiones que lleven a que la guerrilla regrese al monte a armarse para volver a la guerra. Hoy, este proceso es irreversible y habrá que consolidarlo con la transformación del campo, que es un tema central; los proyectos de desarrollo con enfoque territorial tienen que comenzar a ser una realidad. 

¿Descarta que el próximo presidente, sea quien sea, regrese a la guerra?

Los colombianos no lo permitirían. Hoy hay cierta indiferencia con la dejación de armas, pero es evidente que la recuperación de la vida se impone sobre la muerte.

En la convención que hizo el Centro Democrático, uno de los dirigentes tomó un papel y lo hizo pedazos para señalar que esa sería la suerte de los acuerdos de paz...

Hacer trizas el acuerdo, que fue una de las expresiones, no es posible porque el acuerdo ha dejado de ser un papel, letra inane, para convertirse en una realidad, y esa realidad ha silenciado los fusiles y ha creado un marco de oportunidades para eliminar brechas de desigualdad e injusticia, porque no hay duda de que el campo vive una situación de inequidad.

¿Y la acusación de que se claudicó ante la guerrilla?

El acuerdo fortaleció la institucionalidad, el Estado colombiano no claudicó valores ni principios democráticos, ni mucho menos sacrificó instituciones para alcanzar la paz; aquí, el Ejército, la Policía, la Fuerza Pública salieron fortalecidos. 

¿Cuáles son los riesgos que trae el posconflicto?

Varios. Pero nos preocupa que se repita la historia de la UP; sobre este tema estamos avanzando con un conjunto de medidas para dar garantías de seguridad. 

¿Qué se va a hacer para que el país perdone?

Escuchar con más atención y con mayor apertura de corazón y de mente a las víctimas; las víctimas han dado un mensaje formidable desde que este proceso comenzó; nos dejaron un mandato para que no nos levantáramos de la mesa hasta que hubiese un acuerdo porque no estaban dispuestos a permitir que hubiese otras víctimas; quienes más demostraciones de reconciliación y de perdón hicieron fueron las víctimas del conflicto armado.

¿Qué viene ahora?

La obligación de imprimirle velocidad a la implementación; hay que salir de la discusión política y jurídica; hay que pasar del debate a los hechos, y ahora lo que nos corresponde es ponernos manos a la obra para que lleguemos a los territorios, particularmente con un Estado que haga presencia permanente e integral. La paz hay que construirla y eso no se logra de la noche a la mañana.

¿Usted cree que el debate presidencial debe ser sobre la paz?

Para allá ha ido girando, pero los colombianos nos quejamos en todos los ámbitos de lo que significa la tragedia de la corrupción pero tenemos que asegurarnos de cuál es la arquitectura institucional, el comportamiento y las responsabilidades, y la capacidad de fiscalización de una sociedad para que la corrupción realmente desaparezca. Este no es un tema simplemente de ‘métalos a la cárcel’. No, hay que cambiar las condiciones que hoy facilitan y apalancan la corrupción. Ese debate de esa transformación hay que darlo. Los colombianos necesitan propuestas de transformación y de seguridad de implementación de la paz. 

¿Cuáles, según usted, deben ser los grandes temas de todos los candidatos?

Que la paz sea irreversible; avanzar en el cierre de brechas de inequidad; combatir los orígenes que son conocidos de la corrupción. Y trabajar intensamente por la seguridad y el bienestar de todos los colombianos.

YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO

domingo, julio 02, 2017

¡No me crean tan marica! #Colombia #2017 #SigloXXI

de http://www.semana.com/nacion/articulo/polemica-entre-matador-y-oscar-ivan-zuluaga-por-publicacion-de-caricatura-alterada/530539
Durante la mañana de este viernes uno de los temas más comentados en redes sociales fue la publicación de una caricatura en la página de Facebook y el perfil de Twitter del excandidato presidencial por el Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga.
Se trata de una caricatura de Julio César González, Matador, que El Tiempo publicó inicialmente el pasado jueves 29 de junio. La polémica se disparó porque el mensaje estaba alterado, sin crédito y sin la aclaración de que estaba modificado.
Hora después el político caldense rectificó
Pedimos excusas por publicar caricatura de autoría de @matadoreltiempo, la cual tenía información adulterada. Publicamos caricatura original
SEMANA le consultó al dirigente uribista lo sucedido y él explicó que una persona de su equipo, encargada de ese tipo de publicaciones en redes, y de su total confianza, compartió esa imagen que vio inicialmente en una página web.
“A las tres horas me llamó una persona de El Tiempo y me dijo que si sabía que el trino que había puesto no correspondía a la caricatura de Matador”, explicó Zuluaga a SEMANA.
Según él, fue una “metida de pata” de una persona que es cuidadosa, a quien se le “fueron las luces”. “Cualquiera se puede equivocar”, agregó.
Imagen original 
Imagen modificada 
SEMANA entrevistó al reconocido caricaturista a propósito del tema.
SEMANA: ¿Qué le parece la publicación de una caricatura suya alterada en las redes sociales de Óscar Iván Zuluaga?
Matador: Ese es el mundo que nos tocó vivir. Uno no se debe dejar escandalizar por ese tipo de bobadas, pero es una completa estupidez lo que hizo este señor.
SEMANA: Nosotros conversamos con Óscar Iván Zuluaga y él aceptó el error."Cualquiera se puede equivocar", nos dijo. ¿Qué opina?
M: ¡No me crean tan marica! La sola caricatura con el mensaje que ellos querían mandar obviamente se sabe que no es mía porque mi posición política es diferente.
SEMANA: Justamente eso le dijimos al doctor Zuluaga, que una caricatura suya se reconoce per se
M: ¿Y qué le dijo?
SEMANA: Aceptó que fue una persona de su confianza que maneja ese tipo de temas quien no verificó la fuente de la caricatura y la publicó, pero señaló que ya rectificaron.
M: Es tan falso lo que dice Zuluaga que él ofrece excusas, pero no borra la caricatura falsa en sus redes sociales. Entonces, si usted hila más delgado eso hace parte de una estrategia de ellos. Vamos a hacer un recuento que son como unos ‘fakecartoons’. Pastrana publica en Twitter que él y Uribe se reunieron con Trump. Eso no fue así. Después Uribe menciona la palabra "caletas" y eso fue una polémica en redes. Luego, sale María Fernanda Cabal esta semana con la cagada de la Unión Soviética y ahora Óscar Iván Zuluaga, que estaba escondido en el anaquel del olvido, resucita mal copiando una caricatura mía. Eso es para mantenerse vigentes porque a sus seguidores no les interesa si es verdad o no, ellos pueden mentir, mentir y mentir y su selecta clientela aplaude este tipo de cosas. Lo vienen haciendo siempre la mayoría de los políticos, solo que el uribismo es más descarado. Ahora solo falta que Zuluaga diga que le hackearon el computador y le metieron la caricatura.
SEMANA: Para resumir, Julio, ¿su teoría es que todo eso obedece a una estrategia política del uribismo para desinformar?
M: ¡Sí! Yo me pregunto, ¿quién los asesora? Tiene que ser Cantinflas o el Chavo porque ese tipo de güevonadas no las hacen sino ellos. No son mínimamente inteligentes porque son estupideces y cada día caen más bajo. La imagen favorable de Álvaro Uribe, que siempre ha estado en 70 por ciento, cayó 11 puntos. Yo creo que es una medida desesperada del uribismo para repuntar. Es que coger y cambiarle el sentido a una caricatura es lo más bajo que han podido caer y no me sorprendería que cayeran más.
SEMANA: ¿Y por eso su línea política de casi todas sus caricaturas con una fuerte crítica al uribismo?
M: Alguien me preguntaba en estos días si yo odio a Uribe o al uribismo. Yo no los odio, ni odio a nadie, odio a lo que representan. Esa derecha terrateniente y recalcitrante, esa derecha paramilitar. Yo en otros tiempos le tiré a esa guerrilla sanguinaria, pero ya estamos viviendo un proceso de dejación de armas que no lo había logrado nadie en el país. En un momento histórico tan crucial (...) distraer la atención del público se hace solo para quitarle el foco a lo que realmente importa. Es una estrategia pusilánime y repudiable.
SEMANA: Entonces, ¿no acepta las excusas de Zuluaga?
M: Si no borran la caricatura de las redes sociales jamás las aceptaré. Yo no puedo seguirle el juego a la mentira. Pero esta lleva como 20 horas y no la ha quitado y ni la va a quitar, porque ellos tienen ética pero muy poquita. No estoy dispuesto a aceptar disculpas de un mentiroso, porque cogió lo que yo quería decir, pero lo tergiversó.
SEMANA: Pero no es la primera vez que le pasa...
M: Pues, muchas personas cogen caricaturas mías y le hacen modificaciones en PhotoShop y por lo general son uribistas, las montan en redes sociales y me dicen que ‘esto sí es una caricatura, que aprenda‘. Que eso lo haga una persona del común amparada en un anónimo, vaya y venga, pero es que acá estamos hablando de un excandidato presidencial que se presta para ese tipo de cosas. Eso me parece terrible.
SEMANA: Hablando de eso: hay una gran cantidad de personas que siguen su trabajo y otro grupo que no está de acuerdo con su línea política. Una vez leí un trino dirigido a usted que decía que ser tan reiterativo en las críticas contra el uribismo agrava más la polarización y degrada mucho más el debate político, que bien degrado está en el país. ¿No cree eso?
M: Los caricaturistas terminaron siendo unos cronistas históricos de lo que pasa en el país. Yo no me inventé que Uribe saliera en crocs, él salió así. El político hace de sí mismo una caricatura porque ya lo es, pero yo no tengo la culpa de que Uribe esté gravitando permanentemente todos los días en este país. Yo dibujaba mucho a Pastrana cuando era presidente, a Santos le he dado palo, pero reconozco el momento histórico que logró y que nadie había alcanzado.
SEMANA: ¿Cuándo Matador le hará una caricatura halagadora a Uribe?
M: Yo he hecho algunas, no muchas, pero he hecho. Es que en mi experiencia de haber entrevistado a muchos políticos para la Revista Soho me di cuenta de que lo que nosotros vemos como maquiavélico -como que los políticos se reúnen para confabularse- yo pude notar en ellos que muchos son muy idiotas. Es increíble. Son seres comunes y corrientes. El hecho de que tengan poder no los hace diferentes. Estamos gobernados por una clase dirigente que no lee. Se ve en el Congreso que uno que otro tendrá maestría, pero los demás son gamonales políticos de su región y aparte de eso son corruptos y ladrones en un país en el que el fiscal anticorrupción es el más corrupto de todos. ¡Esto es Colombia!
SEMANA: ¿Por qué al expresidente Pastrana lo dibuja como un perro?
M: Porque es el perrito faldero de Uribe. No lo bajaba de paramilitar y de narcotraficante, pero ahora están de pipí cogido. La gente dice que la política es dinámica. ¡No! La política es una porquería porque se venden al mejor postor. Uribe políticamente es un tipo muy sagaz, es el gran comunicador de masas que tiene Colombia. El tipo tiene vibrando al país solo con Twitter, que habla muy mal de la sociedad, pero esa es la realidad.
SEMANA: Cuál es la caricatura que más desea dibujar?

M: Hay dos personajes que son muy recurrentes en mis caricaturas, uno la muerte y la otra la paloma de la paz. Entonces, cuando Santos la caga la paloma se tapa la cara porque le da pena, y así. Me siento muy afortunado de vivir un momento como este, de transición. Somos un país polarizado porque históricamente siempre ha sido así, ricos contra pobres, liberales contra conservadores, pero ahí vamos

sábado, mayo 27, 2017

James Robinson #Paz #PostConflicto



Discurso de James Robinson, coautor de "Por Qué Fracasan Los Países"


Cuando vine por primera vez a Colombia, en julio de 1992, Pablo Escobar se había escapado de La Catedral, la electricidad era errática, los carros no se detenían en los semáforos en Bogotá durante la noche, y por poco soy testigo de primera mano de la toma de Pitalito por parte de las Farc en mi camino hacia las ruinas de San Agustín.

Hoy quiero compartir con ustedes lo que he aprendido sobre Colombia durante los últimos 23 años, y en particular una interpretación del conflicto que fue evidente desde mi primera visita. Este es el momento propicio para hacerlo, dadas las negociaciones exitosas con las Farc. Muchos colombianos, a pesar de sus reservas con el Acuerdo de Paz, anhelan con ansia que una nueva Colombia emerja, una más pacífica y próspera. La pregunta es si esto sucederá.

Para responder esta pregunta es útil saber dos cosas: primera, es natural preguntarse qué causa el conflicto colombiano; segunda, debemos preguntar si el acuerdo que firmó el Gobierno con las Farc va a lidiar con las causas del conflicto, suponiendo que esto es necesario para la paz.

Voy a examinar estas preguntas a través de los lentes de un reporte que fue preparado por un grupo de académicos llamado La Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas. Este texto fue comisionado por el Gobierno y las Farc durante las negociaciones en La Habana. Los académicos fueron invitados a reflexionar sobre las causas del conflicto en Colombia. Entonces, no soy yo hablando, son ellos. 

¿Qué pensaron ellos que era importante? Les voy a ilustrar esto con una imagen que muestra la frecuencia relativa de diferentes palabras que fueron usadas por los 14 académicos en sus ensayos. Al hacer esto NO he contado las palabras como guerra, lucha, masacre, desplazamiento o violencia, porque estos fenómenos SON el conflicto, mas no la causa.


La Figura 1 muestra una “nube de palabras” con las frecuencias relativas de algunas palabras claves. El tamaño de las palabras es proporcional a su frecuencia. Entre más común la palabra, más grande. Pueden ver que las palabras más usadas son Estado y guerrilla. Tal vez no es tan sorprendente dado que son los principales combatientes del conflicto. Les siguen en importancia las palabras tierra y paramilitarismo, seguidas por élites y Frente Nacional. También vemos las palabras Gaitán y coca. Pablo Escobar está también ahí.

La frecuencia con que estas palabras son usadas reproduce una narrativa familiar del conflicto colombiano. Este comenzó por eventos históricos específicos como el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, por el conflicto sobre la tierra y la política elitista excluyente del acuerdo del Frente Nacional. El conflicto explotó en los años ochenta por la coca y Pablo Escobar.

Es natural pensar que para ponerle fin al conflicto se deben corregir estas causas. No podemos traer de vuelta a la vida a Gaitán y tampoco a Pablo Escobar (¡afortunadamente!), pero el conflicto sobre la tierra puede ser resuelto, la exclusión política reversada y la coca erradicada. Todos estos temas figuran en el acuerdo con las Farc.

Antes de discutir si el Acuerdo de Paz necesita o debe alcanzar estas metas, déjenme debatir algo más profundo que yace en el uso de la palabra Estado. Resulta muy significativo ver cuáles palabras son usadas en la misma frase junto a la palabra Estado. Esto lo muestro en la Figura 2. Hay diferentes formas de hacer esto, pero esta nube muestra las parejas de palabras más frecuentes en frases donde aparece la palabra Estado. La pareja más usada es “derrumbe parcial” y muchas otras parejas similares aparecen como debilidad-crónica, crisis-legitimidad, imperfecciones-deficiencias, relaciones paternalistas, agresión armada, recurre-represión e incumplimiento-deberes.


La preponderancia de los usos de la palabra Estado en estos ensayos es muy negativa y se concentra en la incompetencia, ilegitimidad, falta de capacidad y el comportamiento arbitrario del Estado colombiano. No es sólo que el Estado colombiano sea un participante inevitable de la guerra civil; es su estructura y comportamiento los que aparecen como los factores claves que prolongan la guerra y tal vez, al menos según la perspectiva de estos académicos, la causa de la guerra.

Con esto en mente, déjenme retornar a la primera figura y revisar nuestras conclusiones iniciales sobre las causas del conflicto en Colombia. Imaginen, como nuestros académicos parecen creer, que el Estado colombiano carece de capacidad y competencia. ¿Es entonces sorprendente que los políticos sean asesinados? ¿Es sorprendente que si el Gobierno no les da títulos de propiedad a muchos colombianos y tampoco protege sus derechos de propiedad, se den disputas de tierra y expropiaciones? ¿Es sorprendente que la democracia esté capturada por élites de políticos tradicionales que crean acuerdos excluyentes como el Frente Nacional asegurándose de que nadie más tenga acceso al poder? ¿Es sorprendente que la ilegalidad florezca, sin un Estado que la detenga, y que Colombia se convierta en la capital del mundo de la coca o que Pablo Escobar sea elegido al Congreso en una alianza con uno de los partidos políticos tradicionales?

Entonces, el panorama general que surge de este análisis es que el “elefante en la habitación” del conflicto colombiano es la forma como el Estado se organiza y funciona -o no funciona-. La mayoría de las palabras que parecen relevantes en la Figura 1 son realmente síntomas de esto. Los colombianos ven el conflicto como el resultado histórico de eventos específicos como el asesinato de Gaitán, el Frente Nacional o Marquetalia y la formación de las Farc en 1964. En la Figura 1 encontramos las palabras “exclusión política”, pero éstas son usadas con menor frecuencia que “Frente Nacional”. Con todo, el hecho es que el Frente Nacional es sólo un ejemplo de un problema general de exclusión política que es una característica normal del tipo de Estado que tiene Colombia.

El hecho de que el conflicto sobre la tierra, por ejemplo, sea un síntoma del conflicto y no una de sus reales causas, no significa que no sería útil resolverlo, pues una vez iniciado el conflicto éste sólo perpetúa los agravios y esta es la razón por la cual era un tema principal en las conversaciones en La Habana. Pero pregúntense ustedes esto: dadas las imperfecciones y deficiencias del Estado colombiano, ¿deberíamos realmente esperar que este acuerdo sea capaz de resolver tales conflictos? Y, ¿por qué un Estado colombiano caracterizado por una “presencia diferenciada” en el país sería capaz de implementar un “desarrollo rural comprehensivo” cuando ha fallado en hacerlo por décadas? ¿Lo logrará sólo pasando más leyes?

El lugar en donde el acuerdo en La Habana se acerca más a las causas del conflicto es en la sección de participación política. Mucho de esto lidia con crear una representación garantizada para las Farc, que es una característica muy común en los acuerdos de paz firmados anteriormente: los liberales obtuvieron representación al final de la Guerra de los Mil Días con el voto incompleto que les garantizaba un tercio del Congreso. El M-19 obtuvo representación también.

De mayor importancia son las medidas que tratan de hacer al sistema político más incluyente al promover movimientos sociales, transparencia y rendición de cuentas, dando recursos a nuevos partidos políticos y la posibilidad de introducir mayor supervisión popular de las instituciones estatales. Sin embargo, reflexionen sobre el hecho de que el mismo partido del presidente Santos violó las reglas del financiamiento durante su campaña de reelección con completa impunidad. Esto muestra que el hecho de que la política sea o no más excluyente depende de cómo se comporta el Estado y si el Estado realmente va a hacer cumplir las leyes.

Hay una gran ironía en esto. El Gobierno y las Farc escogieron un grupo de académicos expertos para que analizaran las causas del conflicto colombiano. Los académicos identificaron correctamente lo que considero es la causa real del conflicto, el “derrumbe parcial” del Estado colombiano. Pero el Gobierno y las Farc los ignoraron. Aún peor, el Gobierno y las Farc parecerían creer que la paz puede ser alcanzada confiando en las capacidades y buena voluntad del “derrumbe parcial” para implementar el acuerdo. Pues no se puede confiar.

¿Qué debió haber pasado en Cuba? Dos cosas. Primera, el acuerdo se debió haber concentrado en tratar de arreglar el “derrumbe parcial”. Segunda, se debió tomar una visión realista de lo que el Estado que realmente existe en Colombia puede lograr. No se trata de lo que es deseable, sino de lo que es posible. En este caso la parcialidad de lo parcial es importante. ¡Nos da esperanza que los académicos no usaron la expresión “derrumbe total”!

Arreglar el “derrumbe parcial” no es fácil. Es un reto político. Volvamos a la Figura 1. Anteriormente no enfaticé la presencia de las palabras élites, clientelismo o corrupción. Aunque es un desastre para el país, mucha gente en Colombia se beneficia del “derrumbe parcial”. Por esto es tan difícil que cambie.

Tratar de entender qué es posible tampoco es fácil, pero la historia colombiana nos ayuda, así como la parcialidad del derrumbe. No todo es un derrumbe en Colombia; el truco es tratar de identificar qué no lo es y tratar de ampliarlo y difundirlo.

Sin embargo, un obvio “derrumbe total” es la tierra. Mientras que los colombianos han pasado innumerables leyes para hacer la distribución de la tierra más equitativa durante 50 años, lo opuesto ha ocurrido y ahora su distribución es más desigual. Al mismo tiempo han pasado leyes que expanden dramáticamente el acceso a la educación.

Esto es ciencias sociales básicas. El conflicto sobre la tierra es de suma cero. Si usted tiene un pedazo de tierra, yo no lo puedo tener. Si yo lo tengo, usted no lo puede tener. Las leyes no se implementan porque la gente poderosa no quiere que esto suceda. Pero si yo tengo educación, eso no impide que usted tenga educación. Es por esto que una institución como la Universidad de los Andes es tan importante para el futuro de este país. La palabra educación está en la Figura 1, pero es mucho más pequeña que la palabra Tierra.

¿Por qué el Gobierno y las Farc firmaron semejante acuerdo que ignoró el elefante en la habitación? Creo que es porque el Gobierno no está interesado en cambiar a Colombia. Las élites políticas colombianas tienen la narrativa de que Colombia es un país exitoso y que han tenido mala suerte. Mala suerte con la Revolución Cubana, mala suerte con la coca, mala suerte con Pablo Escobar (pudo haber sido venezolano). Si no hay nada mal, no hay nada que arreglar y, por eso, el “fortalecimiento selectivo” del Estado en la Figura 2. Y miren qué tan pequeña es la palabra “impuestos”, no hay necesidad de pagar impuestos si no es necesario transformar el Estado. De hecho, Juan Ricardo Ortega trató de hacer su trabajo y recolectar impuestos como director de la DIAN y tuvo tantas amenazas de muerte que fue obligado al exilio en Estados Unidos con su familia.

En lugar de esto, el Gobierno cedió lo mínimo para llegar a un acuerdo (si hubieran pensado que un desarrollo rural comprehensivo era una buena idea, ¿por qué no lo implementaron desde un principio?). Lo hicieron de forma brillante y nadie está más feliz que yo porque esto se haya alcanzado. Las Farc han causado una cantidad de miseria incontable en este país desde 1964 y sería algo magnífico si se pueden reintegrar a la sociedad.

El problema es que sin una solución al “derrumbe parcial” todo puede renacer nuevamente como ha sucedido en el pasado. Siempre habrá agravios y conflictos sin resolver y los “emprendedores políticos” estarán dispuestos a explotarlos. ¿Quiénes van a ser estos emprendedores? No lo sé, pero probablemente ya hay potenciales candidatos en los Rastrojos, los Urabeños, la Oficina de Envigado y de pronto los desmovilizados de las Farc. Miren a su alrededor la animosidad hacia el capitalismo y la desigualdad hoy en día, y pregúntense si esta animosidad no puede tornarse violenta en el futuro.
¿Por qué las Farc firmaron este acuerdo? ¿No hubieran podido usar su poder de negociación para poner el elefante en la mesa? De pronto. Pero tal vez ellos sólo quieren tener “su turno para comer”, como dicen en África. Espero que me demuestren lo contrario.

¿Qué significa todo esto para ustedes, quienes se gradúan? Ustedes han estudiado en una institución maravillosa: incluyente, meritocrática, que no es clientelista o corrupta. Ok es un poco elitista, pero representa muchas de las cosas que Colombia no es y que Colombia debería aspirar a ser. Están acá presentes en la parte exitosa del derrumbe parcial, pero deberían salir de esta burbuja rola y explorar el resto del derrumbe. Este país los necesita y necesita todas sus capacidades. No sean como Miguel Antonio Caro, quien nunca abandonó la sabana de Bogotá. Si trabajan en el sector público o privado lo importante es dar soluciones al derrumbe y no beneficiarse de éste. Estos derrumbes no pasan por accidente, pasan porque la gente común toma acciones todos los días que los crean y los reproducen. Todo lo que necesitan hacer es aplicar en sus vidas los mismos principios que han aprendido en esta gran universidad y así pueden desmantelar el derrumbe. Entonces, ¡qué país tan maravilloso que sería este!

* Discurso pronunciado durante el otorgamiento del Doctorado Honoris Causa en la Universidad de los Andes, en Bogotá.




jueves, mayo 11, 2017

¿y la memoria sobre el "Conflicto armado en Risaralda" ?

PHD
Jhon Jaime Correa
Director
Maestría en Historia
UTP

CARTA ABIERTA

Liberales y Conservadores se mataban los unos a los otros. Y los gallinazos de ambos lados se quedaban con las propiedades de los muertos.

Por décadas se nos quiso esconder lo primero, que se mataban; por siempre se nos ha querido esconder lo segundo, que cuando hay sangre en las calles y los campos, siempre hay quien compra propiedades: a veces ni las compran, simplemente se apoderan de ellas.

PhD Jhon Jaime, en los 50, 60, cuando estas tierras fueron anegadas de sangre, ni siquiera existía la Universidad Tecnológica, menos la Facultad de Educación y ni pensar de postgrados en Historia. Es decir, hablar de “memoria histórica” era una ilusión. Y ello sucedía en casi toda Colombia. Por ello el gesto de Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña, de escribir “La Violencia en Colombia” fue una afrenta para muchos que –como hoy- nunca han querido que se tenga memoria y para otros un acto heroico tal cual lo atestigua la existencia de ese libro, marco teórico de muchas tesis de grado que abordaron -luego del nacimiento de la UTP y de sus programas de ciencias sociales- tan necesaria memoria.

Nuestros pueblos nunca olvidan: así sus dirigentes quieran que lo hagan. Pretender negar desde la institucionalidad pública y privada esa violencia atroz lo que generó fue un ambiente, unos imaginarios de impunidad, de que se puede hacer lo que se quiere y nada pasa, los cuales nos pasaron de abuelos, a hijos a nietos y ha hecho mucho, muchísimo, daño a la moral y a la ética de éste país.

Lamentablemente, cincuenta y cinco años después de aquel libro, la historia tiende a repetirse… si en esa época muchos liberales se oponían a que se supiera lo que le habían hecho a los conservadores y demasiados godos se oponían a que se supiera lo que le habían hecho a los cachiporros  (por cierto, muchas veces no por serlo: liberal o conservador, sino en pro de quedarse con sus fincas y propiedades)  sin importar que las víctimas hubieran sido niños, mujeres, ancianos, etcétera; hoy, profesor, nos encontramos en lo mismo, sólo que con otros nombres. Hoy son sus promotores y muchos paras los que se oponen a que se sepa lo que le hicieron a los presuntos, simpatizantes o ciertos guerrilleros, y, sus promotores y muchos guerrilleros  se oponen a que se conozca lo que le hicieron a los paras, presuntos, simpatizantes o ciertos. Ello sin olvidar todo lo que les hicieron ambos lados a miembros de todos los aparatos de seguridad del estado. Y los que muchos miembros de estos aparatos les hicieron a sus rivales de la guerra: guerreros o civiles inermes.

Empero hay algo nuevo. Por primera vez en la historia de éste país de fratricidas, donde nos venimos matando desde los indígenas, pasando por la conquista, la colonia, la independencia, las guerras civiles del siglo pasado, la violencia liberal conservadora, etcétera, y donde siempre se le ha dado importancia es a los combatientes –a los victimarios-  por primera vez se le da valor a las VICTIMAS. Ya dejamos los 50, 60 donde las víctimas, los desplazados, etcétera tenía la orden expresa de sus dirigentes políticos de NO hablar de lo que le había pasado en sus veredas. Estamos en otro momento.

Algunos seguirán aduciendo que tenían la razón. Que se estaban defendiendo. O mejor decir “contra-atacando”. Vale la pena aclararles que la memoria histórica NO es sobre “la razón”: es sobre la memoria. Y especialmente es sobre la memoria que necesitamos para entender que aún en la guerra hay  (y debe haber) derecho humanitario, que aún en la guerra hay (y debe haber) respeto por el otro ser humano.  

Y es aquí donde su maestría, su escuela, su facultad, cobra un valor esencial. Es hora que todos ustedes (nosotros) hagan (hagamos) un gran esfuerzo por recoger la memoria de todas las víctimas, de todos los bandos, de todos los lados sin excepción alguna, en éste departamento - para ni hablar de todo el eje cafetero como tal-  donde la guerra se ha querido esconder pero se ha vivido intensa y dolorosamente: es hora qué se aborden con la importancia debida todas las afrentas que han sufrido los afros, los indígenas, el campesinado y los pueblerinos risaraldenses,  y se haga así un aporte claro y decidido a la reconciliación nacional, pues sólo la verdad, nos puede llevar a la justicia y a la reparación que nos conduzca a construir una verdadera reconciliación para construir –¡POR PRIMERA VEZ EN SIGLOS!- una cultura de la paz.

Si una de las causas de ésta guerra ha sido la ausencia del Estado de “las periferias de las periferias” (ejemplo las veredas periféricas, de los municipios periféricos: alejados de las capitales o centros departamentales) es hora que los procesos académicos locales contribuyan para afianzar la presencia y formación del Estado en esas zonas.

La academia, mi estimado, también necesita ir al rastrojo pues la paz nunca se construirá sólo desde los escritorios o los auditorios y si va, necesita trascender su micromundo, de nada valen tesis, proyectos, libros, conferencias, que se quedan entre decenas y tal vez centenas de personas (porque ni en https://scholar.google.es están): la paz es una cultura que exige y exigirá un ejercicio permanente y, muy, pero muy masivo.

Un abrazo

Orlando Parra G

Mg. Historia