domingo, febrero 26, 2017

#Memoria Necesidad Urgente!


 | 2017/02/24 21:39 http://www.semana.com/cultura/articulo/museos-de-la-memoria-en-el-mundo/516618

11 templos que guardan la memoria de hechos atroces

Los museos de la memoria son espacios que buscan reconfigurar la historia de una sociedad, reparar a las víctimas y darle un nuevo significado a la violencia. Semana.com presenta un recorrido por los más simbólicos de Colombia y el mundo.
 Yad Vashem complejo de museos del Holocausto en Israel. Foto: EFE

En países marcados por una historia de conflictos armados, violencia y violación a los Derechos Humanos (DDHH), los museos de la memoria surgieron para no permitir que estos hechos atroces queden en el olvido. Son espacios que buscan reconfigurar la historia de una sociedad, reparar a las víctimas y resignificar la violencia. El conflicto armado y la violencia en Colombia tienen su correlato en otros países del mundo que han optado por poner su memoria al servicio de la sociedad. Semana.com les trae un recuento de estos espacios.
Museo de la memoria y los Derechos Humanos en Santiago de Chile
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Foto: (EFE)
Este espacio busca visibilizar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado Chileno entre 1973 y 1990. En el hall de acceso se expone la siguiente frase: “no podemos cambiar nuestro pasado; sólo nos queda aprender de lo vivido. Esa es nuestra responsabilidad y nuestro desafío”.
Espacio de Memoria y Derechos Humanos en Argentina
 La imagen puede contener: una o varias personas, multitud, cielo, árbol y exterior
Foto: (EFE)
La Esma (Escuela Mecánica de la Armada) durante el golpe de Estado en Argentina funcionó como centro clandestino de reclutamiento, detención, tortura y exterminio. Ahora este lugar se conoce como el Espacio de Memoria y Derechos Humanos, donde funcionan un conjunto de instituciones que buscan reivindicar la memoria, la verdad y la justicia, y promover los derechos humanos. Néstor Kirchner, presidente de Argentina durante la creación del Museo de la Memoria, en su discurso sostuvo que: “no es rencor ni odio lo que nos guía y me guía; es justicia y lucha contra la impunidad”.
Museo del Apartheid en Sudáfrica
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Foto: (EFE)
Apartheid significa separación. Se refiere al sistema político de segregación racial y división de la Nación que culminó con la llegada de Nelson Mandela al poder. Este museo surgió como intento para contrarrestar la versión racializada que se institucionalizó en Sudáfrica, para que la memoria de ciertos incidentes no quedara en el olvido ya que es parte de la historia de la lucha contra el régimen. En la página del museo se expone la siguiente frase de Nelson Mandela: “ser libre no es meramente despojarse de las cadenas sino vivir de una manera que respete y realce la libertad de los demás”.
Museo de la Paz de Sierra Leona
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Foto: (EFE)
Se encuentra ubicado dentro de los terrenos del Tribunal Espacial. Éste alberga archivos y artefactos relacionados a los procesos de violencia que vivió el país, durante las guerras civiles. Este espacio se creó como monumento conmemorativo a la guerra, testimonio del sufrimiento de las víctimas y busca proporcionar un espacio físico para cuestionar las causas del conflicto. En la página web del museo se expone: “somos un testimonio del sufrimiento de las víctimas de la guerra y aspiramos a reconocerla públicamente”.
Hiroshima Peace Memorial Museum en Japón
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Foto: (EFE)
Hiroshima fue el escenario del primer bombardeo atómico durante la Segunda Guerra Mundial, ordenado por Harry S. Truman presidente de los Estados Unidos en 1945. El gobernador estadounidense ordenó un segundo ataque a Nagasaki tres días después. El Museo Memorial de la Paz de Hiroshima revive la memoria de los alrededor de 260.000 japoneses que murieron tras el bombardeo atómico, la gran mayoría  de ellos falleció días después por causa de envenenamiento radioactivo. El museo cuenta con objetos de las víctimas, fotografías y recuerdos de la ciudad antes y después del ataque.  
Yad Vashem complejo de museos del Holocausto en Israel
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Foto: (EFE)
El Yad Vashem fue construido en 1953. Los judíos decidieron construir un monumento a los seis millones de judíos que murieron durante el Holocausto y a quienes sobrevivieron. El museo se caracteriza por mantener una voz compuesta por testimonios, diarios, artefactos y obras de documentación. El presidente del comité directivo del museo sostiene que el propósito de este es: “educar a las generaciones más jóvenes sobre el Holocausto desde una perspectiva judía. Yad Vashem está respondiendo a esta necesidad desarrollando las herramientas necesarias para perpetuar el diálogo entre pasado, presente y futuro”.
Museo del Genocidio Armenio en Armenia
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Foto: (EFE)
Este museo forma parte del Complejo Memorial de las Víctimas del Genocidio Armenio. Tiene como misión el estudio académico y científico y análisis del genocidio, así como, la exposición de documentación textual y visual relacionada. Narra desde la voz de los supervivientes la tragedia por la cual murieron más de un millón de personas. El director del museo sostiene que: “este lugar sagrado abraza y refleja los recuerdos y valores de los armenios en todo el mundo”.
Whitney Plantation en Estados Unidos
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Foto: EFE.
El Whitney Plantation es el único museo en Estados Unidos dedicado a contar la historia de la esclavitud, como se argumenta en la página The New York Times Magazine. Esta institución busca que queden en el olvido los relatos que no son contemplados en la historia oficial, se trata de contar una historia más compleja sobre la esclavitud. El historiador senegalés Dr. Ibrahima Seck, a su vez director de la investigación en Whitney Plantation, afirma que es importante que las personas comprendan que “nadie nace racista, pero se puede crecer en un ambiente que conforman estas ideas racistas en la mente de las personas”.
Museo Casa de la Memoria en Medellín
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Foto: Efe.
Este museo fue el primer espacio en Colombia que busco darle un lugar a la memoria. Se construyó a partir de la contribución directa de las víctimas de dibujos, fotos y relatos hablados. El museo se conformó alrededor de procesos de construcción y circulación de las memorias del conflicto armado, la construcción de expresiones culturales, la realización de conmemoraciones, entre otros. “Este espacio es una casa de diálogo y encuentro para entender lo que ocurrió y está ocurriendo en nuestra sociedad, reencontrar la esperanza y pensar en otros futuros posibles”, se lee en su página web.
Museo etnográfico en Leticia
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Foto: Render Museo. 
Las culturas de la amazonia colombiana aún recuerdan la barbarie de la masacre de las caucherías o de la Casa Arana. Se trata de un exterminio de más de 30.000 indígenas de las diferentes etnias que habitan el amazonas por la ambición de los comerciantes del caucho. Por eso, este espacio se construyó con la participación de las comunidades indígenas. Argumenta José Darío Uribe, director del Banco de la República, que los indígenas apropian este lugar “como un centro de estudio de sus identidades, como lugar de encuentro entre las numerosas etnias que confluyen en la región y como un lugar de diálogo”.
Museo Nacional de la Memoria en Bogotá
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Foto: Render Museo. 
Para finalizar, en Colombia, tras más de medio siglo de conflicto y en medio de un proceso de paz, está en proceso el Museo Nacional de la Memoria, que entrará en funcionamiento en el 2018. El museo se propone esclarecer lo sucedido en el país, reparar al reconocer y dignificar a las víctimas y contribuir en la construcción de una cultura de respeto por la diferencia. Martha Nubia Bello, directora del museo, sostiene que el lugar será “un espacio donde la sociedad colombiana pueda enfocar su labor en transformar la historia de violencia en una historia de paz y se interrogue sobre su compromiso como ciudadanos en la transformación de esa historia de violencia”.
Por Juanita Franky

domingo, febrero 19, 2017

El exterminio de los Huitotos... y un Irlandes..

La historia del irlandés al que los huitotos rinden tributo

El trabajo de Roger Casement fue clave para detener la matanza que diezmó la población indígena.

Por:  ARMANDO NEIRA | 
 
Casement llegó al país en 1910, con la misión de reportar a Gran Bretaña los abusos de la explotación cauchera.
Foto: Archivo particular
Casement llegó al país en 1910, con la misión de reportar a Gran Bretaña los abusos de la explotación cauchera.
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En algún lugar de Inglaterra, lejos, muy lejos, de las sofocantes selvas de la Amazonia donde los indígenas huitotos lo veneraban como el mejor de los hombres blancos, ‘sir’ Roger Casement fue enterrado sin lápida ni cruz con la intención de borrar cualquier recuerdo suyo para siempre.
Las razones de la Corona británica eran poderosas. Para esta, Casement era un traidor independentista y, por si fuera poco, un “promiscuo y homosexual”, según enfatizaban las autoridades de la época. Por eso fue condenado a muerte. Lo ahorcaron en la prisión de Pentonville, en Londres, el 3 de agosto de 1916.

El martes pasado, un grupo de indígenas de esta etnia provenientes del Putumayo se reunió con el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, en un exclusivo hotel del norte de Bogotá, para agradecerle de corazón ya que, según recordaron, si Casement no hubiera sido el valiente que se la jugó por ellos, por allá en 1910, habrían sido exterminados sin contemplación.
El presidente Higgins se emocionó. No solo por el testimonio, sino porque para él también Casement forma parte de la historia de Irlanda. En 1965, cuando por fin el Gobierno británico autorizó la repatriación de su cadáver, fue llevado en un avión militar y su féretro expuesto durante cuatro días en capilla, adonde acudió una romería para despedirlo como héroe. Allí, en el cementerio de Glasnevin, en Dublín, reposan sus restos.
‘El sueño del celta’
Casement había nacido en Sandycove, cerca de esta capital, el primero de septiembre de 1864. Y aunque su nombre y su vida son desconocidos para la gran mayoría de colombianos, fue una figura trascendental. Sacó a la luz los violentos métodos de las compañías londinenses mientras amasaban sus fortunas en lugares tan apartados como el Congo, en África, o el Putumayo, en Colombia. Su biografía es materia de estudio y sirvió de inspiración para el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien lo hizo protagonista de ‘El sueño del celta’.
En esta novela, Vargas Llosa recrea las pesadillas de Casement al conocer el drama de los nativos durante la ‘fiebre del caucho’, un periodo que arrancó en Colombia en 1879. Ese año llegaron los colonizadores a enriquecerse, arrasar selvas y segar miles de vidas en su intento por satisfacer el apetito de las urbes europeas y estadounidenses provocado por la naciente industria automotriz.
Irrumpieron con la misma barbarie usada en Perú, Ecuador y Brasil, donde también se daban silvestres los árboles de caucho de los que se extraía el látex, materia prima para las llantas y otras partes de los vehículos. Allá también fueron autores de genocidios vergonzosos y levantaron ciudades que en su momento fueron símbolos de prosperidad, como Iquitos, Belem y Manaos.
Toda esta historia, sin embargo, no es tan conocida en nuestro país. Como ha sido siempre, para la gran mayoría es indiferente lo que ocurra en esas vastas tierras de la cordillera Oriental hacia el sur, selva adentro. Las pocas veces que han sido puestas bajo el foco de la atención han sido por el arte. La más reciente muestra la dio Ciro Guerra, quien se internó con su cámara y en su relato cinematográfico ‘El abrazo de la serpiente’ mostró una faceta de ese encuentro entre el hombre blanco y los nativos. Muchos años atrás fue José Eustasio Rivera quien, en la primera línea de su novela ‘La vorágine’, sintetizó la tragedia: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”.
La obra de Rivera habla de la Casa Arana, el escenario del horror que desvelaba a Casement. Él era un humanista que desde muy joven se movía como pez en el agua entre las letras y la política. A los 19 años, por ejemplo, ya había viajado a África, donde fue nombrado cónsul británico, y trabó amistad con el marinero Joseph Conrad. Ambos, cuenta la historia, compartieron una cabaña. Los relatos de Casement le sirvieron de inspiración a su contertulio para escribir ‘El corazón de las tinieblas’.
Allí, en el Congo, Casement, en su condición de cónsul británico, obtuvo reputación por sus informes sobre la brutal represión, cercana al esclavismo, en la explotación cauchera por la empresa del rey Leopoldo II de Bélgica. Por esto, tiempo después fue nombrado cónsul en São Paulo (Brasil) y comisionado para venir hasta La Chorrera (hoy departamento de Amazonas) para verificar las denuncias de violaciones de derechos humanos por la Peruvian Amazon Company. Si bien era una empresa dirigida por el peruano Julio César Arana, Casement tenía licencia para auditarla porque esta tenía su sede en Londres.
Vargas Llosa se pregunta si Casement había ido en persona adonde se escenificaba semejante infierno. “¿Habría estado allá, en el Putumayo, en la gigantesca región donde operaba la compañía de Julio C. Arana? ¿Se habría ido a meter él mismo en la boca del lobo?”. En ‘El sueño del celta’ responde: “Cerró los ojos y vio la inmensa región, dividida en estaciones, las principales de las cuales eran La Chorrera y El Encanto, cada una de ellas con su jefe. O, mejor dicho, su monstruo. Eso y solo eso podían ser gentes como Víctor Macedo y Miguel Loaysa, por ejemplo”.
¿Por qué el calificativo? Por la brutalidad para quien no cumpliera con las cuotas exigidas. En 1903, “cerca de ochocientos ocaimas llegaron a La Chorrera a entregar las canastas con las bolas de caucho recogido en los bosques”, de los cuales, relata el premio nobel, separaron a 25 “porque no habían traído la cuota mínima de jebe –látex o caucho– a que estaban obligados”. Luego, dice el relato, exigieron a sus capataces envolver a los nativos en “costales empapados de petróleo. Entonces les prendieron fuego. Dando alaridos, convertidos en antorchas humanas, algunos consiguieron apagar las llamas revolcándose sobre la tierra, pero quedaron con terribles quemaduras. Los que se arrojaron al río como bólidos llameantes se ahogaron”. Los heridos fueron muertos a balazos. “Cada vez que evocaba aquella escena, Roger sentía vértigo”, dice la novela.
Casement sabía que “los administradores hacían aquello como escarmiento, pero también por diversión. Les gustaba. Hacer sufrir, rivalizar en crueldades, era un vicio que habían contraído de tanto practicar las flagelaciones, los golpes, las torturas”.
Escándalos del Putumayo
Un siglo después, en octubre del 2012, Marcelo Buinaje, un cacique huitoto de la comunidad de La Chorrera, relató lo que ocurrió durante esa época en un artículo en EL TIEMPO. Esa explotación del caucho fue una “masacre. Fueron más de 80.000 los indígenas asesinados durante la explotación del caucho” en menos de 20 años.
¿Cómo pudo ser que asesinaran cada día durante tanto tiempo a por los menos diez indígenas colombianos y en la capital nadie reaccionara? Para los nativos, tristemente, no quedó siquiera un cementerio que dé cuenta de lo que ocurrió. Sin embargo, de acuerdo con el relato de Buinaje, hay noches, especialmente en las de tormenta, en las que, en medio de la selva, se escuchan extraños gritos y el llanto de hombres y niños.
Ese fue el dolor que conmovió al irlandés. Escribe Vargas Llosa: “En el Putumayo corre mucha sangre. La gente termina por acostumbrarse. Allá la vida es matar y morir”.
Era 1910 cuando Casement llegó al Putumayo. Tomó nota de lo que ocurría y con una narración impecable y de excelente cronista para fijarse hasta en los mínimos detalles, elaboró el informe conocido como ‘Libro azul del Putumayo’, texto que, como ocurrió con el informe del Congo, causó vergüenza: se exterminaba a poblaciones nativas para arrebatarles su riqueza.
Por eso, los huitotos lo consideran un héroe. Para esta y otras comunidades indígenas de la región, Casement representa lo que para los demás colombianos el Libertador Simón Bolívar. Sus denuncias sirvieron para parar ese horror y mostrar la fuerza de las instituciones de la Gran Bretaña, donde se inclinaron ante la honestidad de su cónsul. Sin embargo, este afecto duró poco porque él se sumó a la causa nacionalista irlandesa.
En Colombia, su impacto fue enorme. La divulgación de los llamados ‘Escándalos del Putumayo’ hizo voltear la mirada a una región que entonces era considerada tierra de nadie y donde no había una claridad siquiera de cuáles eran las fronteras. Esta situación tuvo su desenlace en la guerra con el Perú (1932-1934), país al que había regresado Arana y donde murió, sin haber pagado cárcel, de muerte natural y con el aura de una gran figura para muchos nacionalistas.
El genocidio contra los huitotos fue, posteriormente, recogido en otras investigaciones como la hecha por el Centro de Memoria Histórica, en dos volúmenes, titulada ‘Putumayo: la vorágine de las caucherías’. En esta se recoge el testimonio de un indígena de nombre Marcelo Huitoto: “Estando en el Cuemañi, llegaban frecuentemente a donde vivíamos muchos indios de los de mi tribu que venían huidos del Putumayo, y me contaron que se habían venido porque los empleados de la Casa Arana los trataban muy mal y no les pagaban nada, que los extendían en el suelo, boca abajo, les amarraban cada pie y cada mano a una estaca y les daban azotes con un látigo grueso, hecho de cuero de danta, hasta dejarles casi los huesos en descubierto, y en este estado les echaban aguasal caliente. A los que morían de los azotes les echaban petróleo y les prendían fuego”.
El dolor del cónsul
Pero ¿por qué los indígenas aceptaron esto? José Eustasio Rivera lo cuenta en ‘La vorágine’. Describe la figura del “patrón” que trabajaba para la Casa Arana, quien a su vez podía delegar en otro “patrón” y así sucesivamente, hasta que llegaban a la base, que eran los indígenas. Ellos tenían otra noción del comercio basada en el trueque, y a punta de baratijas los enganchaban hasta hacerlos suyos en su sistema de esclavitud.
“Cuando la bola de caucho que traían del trabajo les parecía pequeña a los empleados encargados de recibirla, les daban tres azotes tan fuertes que de cada uno les hacían saltar del cuerpo los pedazos de carne”, describe Marcelo Huitoto.
En su informe, Casement cuenta que la sumisión de los indígenas llegó al extremo de que cuando entregaban el látex y veían que la aguja de la balanza no marcaba los 10 kilogramos, él mismo estiraba las manos y se extendía en el suelo para recibir el castigo. “Entonces, el jefe o un subordinado avanza, se inclina, coge al indígena por su cabello, lo golpea, levanta su cabeza, la tira contra el suelo, y luego de que su cara ha sido golpeada, pateada y cubierta de sangre, lo azota”.
Los nativos cuentan que llegaron a odiar su propia selva por haberles dado esos árboles que sangraban ese caucho. La selva es vasta, profunda. ¿Por qué no escapar? Porque eran cazados como animales. “Si los fugitivos eran capturados, eran torturados hasta darles muerte mediante los brutales azotes, ya que la fuga era considerada una ofensa capital. Se organizaban expediciones cuidadosamente planeadas para seguir la pista y recuperar a los fugitivos por más lejanos que se encontraran”, detalló el irlandés.
Pero ¿es posible que toda esta crueldad, este exterminio, haya ocurrido sin que el Gobierno Nacional lo supiera? “La noticia la sabían, por supuesto, pero todos pasaban de agache porque a nadie le importaba la Amazonia, menos los indígenas”, dice el historiador y profesor de la Universidad Nacional Fabio Zambrano. “Por eso es tan importante reivindicar hoy la figura de Casement”. Un hombre épico que denunció la explotación del colonialismo en África y América.
Antes de marcharse de Colombia, cuando revisaba los informes de lo que aquí vio, escribió: “Estos diarios me siguen poniendo enfermo, literalmente enfermo cada vez que los releo, y vuelve a surgir ante mis ojos esa selva infernal y toda aquella gente sufriendo”.
Fue tal el impacto que dejó en la conciencia de la gente que el poeta irlandés W. B. Yeats escribió: “El fantasma de Roger Casement / está golpeando la puerta”.
Este horror que escribió y fotografió Casement ocurrió aquí, en Colombia, en territorios donde crecen silvestres plantas que se han convertido en su perdición. Luego del caucho se descubrió otra planta, la coca, que llegó con una nueva violencia. Pero esa es otra historia.
ARMANDO NEIRA
Redactor de EL TIEMPO
@armandoneira

miércoles, febrero 08, 2017

El Papa ha pedido PERDÓN varias veces por abusos sexuales de curas

'El celibato no es la causa de los abusos sexuales de curas'

Lo dice Stephen Rossetti, investigador de casos de violencia contra niños en la Iglesia católica.

 
Rossetti nació hace 66 años en Nueva York. Trabaja con el cardenal Sean O'Malley, de Boston.
Foto: Mauricio Moreno / EL TIEMPO
Rossetti nació hace 66 años en Nueva York. Trabaja con el cardenal Sean O'Malley, de Boston.
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El estadounidense Stephen Rossetti lleva 30 años tratando de barrer lo que Benedicto XVI llamó “la mugre en el interior de la institución” eclesiástica y a lo que el papa Francisco se refiere llanamente como sacrilegio: los abusos sexuales de menores de edad por parte de sacerdotes.
Este clérigo estadounidense es miembro del Comité Pontificio para la Protección de Menores, presidido por el cardenal Sean O’Malley, de la ciudad de Boston. Su misión es viajar por el mundo para conocer las acciones de cada país para prevenir esta problemática, que mancha la imagen de la Iglesia católica.

Antes de hacerse religioso, Rossetti pasó por la Fuerza Aérea de su país, donde obtuvo, con grado distinguido, su título como profesional en ciencias políticas y asuntos internacionales. Posteriormente hizo maestrías en ciencia política y teología, y se doctoró en ministerio. Además, es magíster y doctor en psicología clínica de la Universidad de Boston.
Fue gracias a esa última formación como Rossetti, de 66 años y nacido en Nueva York, empezó a investigar los casos de sacerdotes acusados de abusar de menores. “Fue una designación de Dios”, dice.
Entre los cargos que ha ocupado desde entonces se cuentan el de presidente emérito del instituto Saint Luke, en Silver Spring, donde se da tratamiento y supervisión a sacerdotes denunciados por abuso sexual de niños y se desarrollan políticas que promueven la prevención de estos hechos, y el de consultor para el comité ‘ad hoc’ sobre el abuso sexual de los obispos de Estados Unidos.
Rossetti está de visita en Colombia, donde se reunió con representantes de la Iglesia en Bogotá, Cali y Villavicencio, y espera aprender sobre lo que se hace en el país en la lucha contra este flagelo.
“Una de las funciones de la comisión es tomar ese conocimiento y compartirlo con otros países. Sería un error que cada país empezara de ceros una política completa, cuando todo el mundo sabe cada vez más acerca de esto”, asegura el religioso. En su opinión, es de vital importancia visibilizar el problema para que la sociedad hable de lo que él llama un cáncer.
Además, se declara convencido de lo necesaria que es la educación sexual. “Como padre católico, creo que debemos enseñar valores apropiados. La Iglesia debe apoyar la educación sexual, pero una que reafirme los valores cristianos, que crean entornos positivos. La sexualidad en el mundo es un desastre, y el abuso de menores es solo una manifestación de eso. Quizás la Iglesia deba crear su propio programa de educación sexual, porque la sexualidad es buena, toda vez que fue creada por Dios y, como tal, debe ser respetada y valorada. La Iglesia debe enfatizar que la sexualidad en los matrimonios es una cosa sagrada”, insiste.
¿Cuáles han sido sus principales hallazgos?
Lo principal ha sido la importancia de la prevención. Hemos visto que en las décadas de los 70 y 80, en Estados Unidos, la tasa de abusos de menores por sacerdotes era del 4 por ciento y luego cayó a menos del 1, gracias a nuestras medidas de educación, protección y prevención, que consisten en tener una buena selección y formación de los candidatos al sacerdocio y en aumentar la consciencia de la gente. Estamos tratando de construir un ambiente en la Iglesia basado en la seguridad de los niños.
¿Por qué los sacerdotes abusan de los niños?
El abuso sexual es un comportamiento, no un diagnóstico. Si hay diez abusadores de menores, habrá diez diferentes razones por las que lo hicieron. Quien abusa de 100 o 60 niños de 6 años será clínicamente muy diferente del hombre que comete incesto con su sobrina de 6 años. Ambos han cometido abuso sexual infantil y son terribles, pero clínicamente los manejamos de formas diferentes y, para prevenirlos, hay que utilizar estrategias diferentes. La sociedad debe prestar atención a un pequeño grupo de acosadores de menores muy peligroso. En el caso de los curas, el cardenal O’Malley, al igual que el Papa, ha promovido la política de cero tolerancia.
¿Usted cree que los curas que cometen abusos sexuales deberían poder volver al ministerio?
Yo creo que un cura que ha sido encontrado abusando de menores no debe volver a la Iglesia. Muchos disienten, pero nos tomó 20 años llegar a esta conclusión en Estados Unidos. Yo cambié mi posición cuando un obispo me dijo: “Debe pararse en frente de las personas y asegurarles que no hay ningún cura en su diócesis, que usted sepa, que abusa de niños”.
Aunque usted dice que todos los casos son diferentes, ¿ha encontrado algún patrón de comportamiento?
Hay algunos grupos de casos con similitudes. Está el clásico pedófilo que se siente atraído por prepúberes. Hay un tipo de personas –en el que también hay curas– que son muy narcisistas y utilizan a las personas, a cualquiera que esté en frente. Otras son las personas inmaduras mental y emocionalmente. Por estas razones tenemos que mejorar la selección de los seminaristas, incluyendo en el proceso su historial psicosexual. El estudio de la Universidad John Jay (comisionada por los obispos de Estados Unidos para investigar el abuso sexual en ese país, en el 2002) muestra que en los seminarios con una buena formación humana tienen menos curas con problemas.
¿Qué consecuencias psicológicas sufren los niños víctimas de abuso?
Hay un amplio rango. Algunos quedan devastados de por vida. Un factor que influye es el momento en que ocurrió, es decir, cuán joven era la persona, porque cuanto más joven, peor; también, si hay mucha violencia involucrada y si el abusador era un adulto en el que se confiaba, como un familiar o un maestro, porque mientras más cercana la relación, mas traumático. Lo último es cómo reaccionaron las otras personas cuando se enteraron, porque hay quienes culpan a la víctima. Hay ciertos tipos de heridas emocionales por culpa de esto: traumas a la autoestima, a la sexualidad, problemas con las relaciones y con la espiritualidad, depresión, ansiedad, alcoholismo, tendencias suicidas.
¿Por qué, en el caso de los curas, la mayoría de las víctimas son varones?
Hay una preponderancia de víctimas masculinas, pero no una exclusividad. Es difícil saber, y pueden ser varias las razones. Una vez conocí a un par de sacerdotes que me dijeron, y esto es difícil de creer, que sabían que era prohibido tener sexo con una mujer, pero no con un hombre. Es absurdo. Otra razón puede ser el hecho de que hay más niños varones alrededor de los curas, como los monaguillos. Toda la pregunta sobre la homosexualidad es muy compleja. Cuando se tiene un alto número de niños víctimas de abuso, la homosexualidad es un factor de riesgo, pero no una causa: la mayoría de los homosexuales no abusan de menores y la mayoría de las víctimas de abuso son mujeres.
Existe la creencia de que muchos curas abusan de menores...
Sí, pero no es cierta, porque el porcentaje de sacerdotes que han abusado de menores es bajo. Por supuesto, un caso es demasiado y no podemos justificarnos. Pero el porcentaje de curas que acosan a menores probablemente no sea mayor que el de hombres en general que lo hacen. De lo que quizás no nos hemos dado cuenta es de qué tan a menudo los niños son sometidos a abusos por distintos actores de la sociedad.
Algunos han sugerido que el celibato es un detonante...
No tiene sentido y no hay investigaciones serias al respecto. Hay toda una teoría de la frustración sexual, pero no hay razón para pensar que porque un adulto escoge a un niño es porque está sexualmente frustrado. ¿Por qué no otro adulto? No es el celibato, es que hay algo mal desde el punto de vista psicológico.
¿Cuál es la política del Vaticano para los casos de abuso y cuál es el protocolo de investigación?
El santo padre ha dicho muy claramente que la Iglesia debe trabajar con las autoridades civiles, y esa es una de las guías que sigue la comisión papal.
¿Cree que la Iglesia católica debe pedir perdón por este flagelo?
Claro. De hecho, en el mensaje de Año Nuevo, en la carta del santo padre a los obispos del mundo, lo hizo. El Papa lo ha pedido varias veces.
NICOLÁS BUSTAMANTE H.
Redactor de EL TIEMPO