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viernes, julio 24, 2020

CARTA DE PEREIRANOS POR LA PAZ AL PRESIDENTE ANDRÉS PASTRANA (2000) LAS OTRAS VIOLENCIAS LA OTRA PAZ

Pereira, Martes 30 de Mayo de 2000

Doctor
ANDRÉS PASTRANA ARANGO
Presidente de la República.

Reciba un cordial saludo.

La importancia dada por usted al tema de la construcción de la paz es seguida con suma atención por esta iniciativa ciudadana. Somos conscientes de que la construcción de la paz requiere espacios integrales que se fundamentan en situaciones tales como el impacto y el porcentaje que la violencia urbana alcanza en los items nacionales.

Nuestra ciudad hace parte de dicha problemática, tan sólo el año anterior, para únicamente tomar el índice de homicidios y según estadísticas de una investigación histórica en curso y de la misma policía nacional: 477 PERSONAS FUERON ASESINADAS y 82 perecieron en accidentes de transito. Estas cifras de por si concluyen el carácter atípico del comportamiento de la ciudad, lo cual requiere, sin duda alguna, una intervención especial

Señor Presidente, Pereiranos por la Paz desde el inició de sus actividades tiene claro que la violencia es un fenómeno complejo y multifasético cuyas causas y consecuencias interrelacionadas implican un enfoque multisectorial, integrado y participativo para el diseño de intervenciones. Es por esto que por medio de la presente nos permitimos solicitarle muy amablemente el que usted oriente poner en marcha las áreas pertinentes de su Estrategia Nacional para la Convivencia y la Seguridad Ciudadana en Pereira (y su área metropolitana).

1.Buen Ciudadano
2.Sistema de Información
3.Policia para la Convivencia
4.Por un país sin secuestro
5.El ciudadano y la justicia
6. Seguridad Privada y fundamentalmente
7. Derecho a la vida

De manera concreta solicitamos que la ciudad de Pereira sea escogida para desarrollar una experiencia piloto integral en el tratamiento de las situaciones de violencia tanto en su fase preventiva como correctiva, aprovechando entre otros, los esfuerzos que la sociedad civil de nuestra ciudad esta haciendo así como nuestro compromiso institucional y personal.

Señor presidente, si usted lo considera pertinente, estamos dispuestos a exponerle personalmente el fundamento de la presente solicitud.

De usted,

Atentamente:

Mesa Directiva Pereiranos por la Paz



Ciudadanos Miembros
Por las Iglesias:

FABIO SUESCUN MUTIS
Obispo Diócesis de Pereira
Presidente Pereiranos por la Paz

Por los Empresarios:

 

CÉSAR CASTILLO

FERNANDO VALLEJO

MAURIER VALENCIA

 

P.te Comité Intergremial

P.te Cámara de Comercio

Director COMFAMILIAR

Por los Medios:

 

FABIO CASTAÑO MOLINA

JAVIER I. RAMIREZ M.

URIEL HURTADO M.

 

Director Club de Prensa

Director EL Diario

Director La Tarde

Por el Estado:

 

LUIS ALBERTO DUQUE TORRES

ISRAEL LONDOÑO

JHON JAIRO SANTA

 

Alcalde de Pereira

Concejal

Concejal

Por la Academia:

LUIS ENRIQUE ARANGO JIMENEZ
Rector Universidad Tecnológica de Pereira

Por las Comunidades:

 

EVELIO VARELA

PAULINA IVONNE GIRALDO

 

Pre. UTRAR-CUT

Pre. Juntas Administradoras Locales

Coordinación Permanente

ORLANDO PARRA

 


sábado, marzo 30, 2013

El Clientelismo


LA PÁGINA CUARTA

La enfermedad del clientelismo

En sociedades con frágiles mecanismos democráticos, al individuo sin capital social no le queda más remedio que conectarse a redes de influencia buscando atajos para superar sus carencias. Y se impone la corrupción


en http://elpais.com/elpais/2013/02/27/opinion/1361989271_390184.html
Si según Karl Popper una sociedad abierta se caracteriza por ser “una asociación de individuos libres que respetan los derechos el uno del otro dentro del marco de la mutua protección proporcionada por el Estado y que logra, mediante la toma responsable y racional de decisiones, una vida más humana y rica para todos”, entonces España ha fracasado estrepitosamente.
Dejando de lado lo engorroso de la definición (incluida quizá la traducción del propio articulista), lo que ponen de manifiesto los últimos acontecimientos de presunta corrupción que han indignado hasta el límite a la opinión pública española (empezando con Iñaki Urdangarin, pasando por Amy Martin y Carlos Mulas y acabando con Luis Bárcenas) es que vivimos en un coto cerrado en el que los mayores enemigos de las sociedades abiertas, los Gobiernos, las partitocracias y las oligarquías económicas, han sabido sacar provecho de un viejo patrón organizativo de las sociedades mediterráneas llamado clientelismo, o caciquismo en su versión más castiza.
El clientelismo es, no nos engañemos, una variante o sucedáneo de la corrupción. Es una forma de organización social que se salta las fronteras geográficas, llamado rousfeti en Grecia y de la misma forma en Italia y Portugal, y une en un mismo destino a los países del sur de Europa y a los latinoamericanos. La principal consecuencia que el clientelismo tiene en la vida de los ciudadanos es que el acceso a determinados recursos es controlado por una serie de patrones, cuya condición viene determinada por tratarse de políticos, detentadores de poder económico o ambas cosas a la vez, que reparten dádivas a sus clientes a cambio de su apoyo. Es un fenómeno social con raíces profundas en nuestro país, heredado de los tiempos feudales en que una mayoría de la población campesina dependía de los latifundistas.
La pertenencia o proximidad a un partido facilita en España llegar a determinados puestos
La longevidad del fenómeno clientelista en una sociedad como la española solo puede explicarse como una carencia de capital social (usando el término del sociólogo francés Pierre Bourdieu, referido a la suma de los recursos con los que cuenta cada individuo en virtud de sus relaciones personales) de una mayoría de la población que carece de acceso a los centros de poder mediante un mercado libre, unas instituciones políticas representativas o un sistema legal igual para todos. Al individuo sin capital social no le queda más remedio que conectarse a redes de influencia buscando un atajo que le permita saltarse las barreras sociales. Este atajo puede consistir en entrar a formar parte de un partido político o, si se ofrece la posibilidad, aprovechar las conexiones familiares que uno tiene a mano.
El clientelismo, en suma, vendría a ser una respuesta a la persistencia de tradicionales estructuras sociales jerárquicas que alienan al individuo y caracterizan a las sociedades cerradas. Esta cruda naturaleza de las desigualdades sociales se expresa incluso en Norteamérica, paradigma de las sociedades abiertas, con el famoso dicho It is not what you know, it is who you know (“No es lo que uno sabe, sino a quién conoce”) que en román paladino vendría a equivaler que un buen enchufe vale más que una carrera.
En las sociedades regidas por una lógica clientelista los niveles de protesta tienden a ser más bien escasos. El individuo acepta las situaciones injustas, tiende a desconfiar del Estado y de las instituciones y a buscar la solución individual renunciando a la lógica, la racionalidad o la aplicación de las leyes. La lógica clientelista salpica a la sociedad en su conjunto y no solamente a los políticos o los empresarios. De la misma forma que determinadas empresas que querían beneficiarse de subvenciones o fondos públicos se aliaron con uno de los “patronos”, por ejemplo Iñaki Urdangarin o Luis Bárcenas and company, para compartir juntos el botín, el resto de los ciudadanos también tratan de saltarse las reglas del sistema. Que tire la primera piedra, por ejemplo, quien no ha conocido a alguien en lista de espera que, tras ponerse en contacto con un familiar o un conocido, ha logrado ser operado antes, pasando por encima de aquellos que se encontraban por delante de él en la misma lista desde la absoluta comprensión de sus allegados.
Lo cierto es que la vida de las empresas y cualquier organización en nuestra sociedad depende en gran medida de sus relaciones con el Gobierno o los partidos políticos que han asumido muchas de las funciones de los patrones individuales en el pasado. De hecho, los partidos políticos que, no olvidemos, se financian en buena parte con el dinero de los ciudadanos, son la piedra angular del clientelismo. No dejan de ser el equivalente contemporáneo, en términos de movilidad social, de lo que era el clero y la milicia en tiempos pasados al estar en muchos casos integrados por personas de escasa formación que ven en la política una posibilidad de progreso social en ausencia de otro tipo de méritos.
La pertenencia a Europa no ha significado que se impongan sus estándares de razón y legalidad
No era este necesariamente el caso de Carlos Mulas y Irene Zoe Alameda. Muy al contrario, ambos tienen doctorados en universidades de prestigio y son beneficiarios directos del célebre cierre de clase weberiano, es decir, del afán de las clases privilegiadas de subir los requisitos para poder pertenecer a ellas que en España hoy día se traduce, debido al descrédito de la universidad local, a que las familias pudientes manden a estudiar a sus chicos a universidades de élite generalmente norteamericanas para seguir manteniendo las distancias sociales. Para qué engañarse, cualquiera mínimamente versado en el mundo académico norteamericano sabe que obtener un doctorado en una universidad de prestigio, sobre todo si se viene del extranjero, depende tanto de los méritos académicos como de la solvencia económica. Pero incluso teniendo en cuenta sus favorables circunstancias de partida, Mulas y Alameda entendieron que la pertenencia o proximidad a un partido era un camino mucho más corto de acceder a determinados puestos adjudicados por criterios más políticos que profesionales (como por ejemplo el de director de la sede del Instituto Cervantes en Estocolmo o el de asesor del FMI). En lo que su caso no se distingue en absoluto de muchos otros es en la lógica cínica (alguno de los artículos de Amy Martin versaba sobre el hambre en Somalia) y familiarista (enchufar a la mujer) típica de las maniobras clientelares.
La indignación creciente de la opinión pública española no es solo un suceso puntual como respuesta a unos acontecimientos de corrupción y nepotismo que se acumulan en tiempo de crisis acuciante. Es sobre todo una reacción de hartazgo y de decepción ante una realidad indubitable: España sigue siendo una sociedad cerrada y dual como siempre ha sido aunque de vez en cuando se den algunos Antonios Alcántara (el personaje de Imanol Arias en Cuéntame lo que pasó). Si alguna vez hubo un ascensor que permitía el ascenso (y se supone que la caída también) social de los individuos, este se averió hace mucho tiempo. España sigue pareciéndose al reino en el que, parafraseando a la reina del relato Alicia en el País de las Maravillas, da igual que uno corra lo más rápido que pueda, ya que hay muchas posibilidades de permanecer en el mismo lugar.
El viejo sueño de que la pertenencia a Europa impondría unos estándares en los que regiría la razón y la legalidad en nuestra sociedad parece haberse desvanecido. Ni siquiera la dictadura de la eficacia que parecía traer aparejada la globalización ha logrado alterar el sistema de relaciones que rige en nuestras instituciones. Desafortunadamente, como afirma el politólogo italiano Caciagli, el clientelismo tiene raíces profundas. Implica “un lenguaje, unos ritos, unos valores y símbolos, pautas de comportamiento y redes de relaciones aceptadas por una comunidad que comparte una mentalidad”. Se adapta bien a la mentalidad posmoderna siempre en búsqueda de soluciones flexibles orientadas a satisfacer las necesidades individuales, al declive de las ideologías, a la fuerza de lo local y a la personalización de la política. El cerrojo está bien echado y sus beneficiarios lo saben.
César García es profesor en la Universidad Pública del Estado de Washington. Es autor de American psique (Editorial Lo Que No Existe).