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sábado, marzo 30, 2013

El Clientelismo


LA PÁGINA CUARTA

La enfermedad del clientelismo

En sociedades con frágiles mecanismos democráticos, al individuo sin capital social no le queda más remedio que conectarse a redes de influencia buscando atajos para superar sus carencias. Y se impone la corrupción


en http://elpais.com/elpais/2013/02/27/opinion/1361989271_390184.html
Si según Karl Popper una sociedad abierta se caracteriza por ser “una asociación de individuos libres que respetan los derechos el uno del otro dentro del marco de la mutua protección proporcionada por el Estado y que logra, mediante la toma responsable y racional de decisiones, una vida más humana y rica para todos”, entonces España ha fracasado estrepitosamente.
Dejando de lado lo engorroso de la definición (incluida quizá la traducción del propio articulista), lo que ponen de manifiesto los últimos acontecimientos de presunta corrupción que han indignado hasta el límite a la opinión pública española (empezando con Iñaki Urdangarin, pasando por Amy Martin y Carlos Mulas y acabando con Luis Bárcenas) es que vivimos en un coto cerrado en el que los mayores enemigos de las sociedades abiertas, los Gobiernos, las partitocracias y las oligarquías económicas, han sabido sacar provecho de un viejo patrón organizativo de las sociedades mediterráneas llamado clientelismo, o caciquismo en su versión más castiza.
El clientelismo es, no nos engañemos, una variante o sucedáneo de la corrupción. Es una forma de organización social que se salta las fronteras geográficas, llamado rousfeti en Grecia y de la misma forma en Italia y Portugal, y une en un mismo destino a los países del sur de Europa y a los latinoamericanos. La principal consecuencia que el clientelismo tiene en la vida de los ciudadanos es que el acceso a determinados recursos es controlado por una serie de patrones, cuya condición viene determinada por tratarse de políticos, detentadores de poder económico o ambas cosas a la vez, que reparten dádivas a sus clientes a cambio de su apoyo. Es un fenómeno social con raíces profundas en nuestro país, heredado de los tiempos feudales en que una mayoría de la población campesina dependía de los latifundistas.
La pertenencia o proximidad a un partido facilita en España llegar a determinados puestos
La longevidad del fenómeno clientelista en una sociedad como la española solo puede explicarse como una carencia de capital social (usando el término del sociólogo francés Pierre Bourdieu, referido a la suma de los recursos con los que cuenta cada individuo en virtud de sus relaciones personales) de una mayoría de la población que carece de acceso a los centros de poder mediante un mercado libre, unas instituciones políticas representativas o un sistema legal igual para todos. Al individuo sin capital social no le queda más remedio que conectarse a redes de influencia buscando un atajo que le permita saltarse las barreras sociales. Este atajo puede consistir en entrar a formar parte de un partido político o, si se ofrece la posibilidad, aprovechar las conexiones familiares que uno tiene a mano.
El clientelismo, en suma, vendría a ser una respuesta a la persistencia de tradicionales estructuras sociales jerárquicas que alienan al individuo y caracterizan a las sociedades cerradas. Esta cruda naturaleza de las desigualdades sociales se expresa incluso en Norteamérica, paradigma de las sociedades abiertas, con el famoso dicho It is not what you know, it is who you know (“No es lo que uno sabe, sino a quién conoce”) que en román paladino vendría a equivaler que un buen enchufe vale más que una carrera.
En las sociedades regidas por una lógica clientelista los niveles de protesta tienden a ser más bien escasos. El individuo acepta las situaciones injustas, tiende a desconfiar del Estado y de las instituciones y a buscar la solución individual renunciando a la lógica, la racionalidad o la aplicación de las leyes. La lógica clientelista salpica a la sociedad en su conjunto y no solamente a los políticos o los empresarios. De la misma forma que determinadas empresas que querían beneficiarse de subvenciones o fondos públicos se aliaron con uno de los “patronos”, por ejemplo Iñaki Urdangarin o Luis Bárcenas and company, para compartir juntos el botín, el resto de los ciudadanos también tratan de saltarse las reglas del sistema. Que tire la primera piedra, por ejemplo, quien no ha conocido a alguien en lista de espera que, tras ponerse en contacto con un familiar o un conocido, ha logrado ser operado antes, pasando por encima de aquellos que se encontraban por delante de él en la misma lista desde la absoluta comprensión de sus allegados.
Lo cierto es que la vida de las empresas y cualquier organización en nuestra sociedad depende en gran medida de sus relaciones con el Gobierno o los partidos políticos que han asumido muchas de las funciones de los patrones individuales en el pasado. De hecho, los partidos políticos que, no olvidemos, se financian en buena parte con el dinero de los ciudadanos, son la piedra angular del clientelismo. No dejan de ser el equivalente contemporáneo, en términos de movilidad social, de lo que era el clero y la milicia en tiempos pasados al estar en muchos casos integrados por personas de escasa formación que ven en la política una posibilidad de progreso social en ausencia de otro tipo de méritos.
La pertenencia a Europa no ha significado que se impongan sus estándares de razón y legalidad
No era este necesariamente el caso de Carlos Mulas y Irene Zoe Alameda. Muy al contrario, ambos tienen doctorados en universidades de prestigio y son beneficiarios directos del célebre cierre de clase weberiano, es decir, del afán de las clases privilegiadas de subir los requisitos para poder pertenecer a ellas que en España hoy día se traduce, debido al descrédito de la universidad local, a que las familias pudientes manden a estudiar a sus chicos a universidades de élite generalmente norteamericanas para seguir manteniendo las distancias sociales. Para qué engañarse, cualquiera mínimamente versado en el mundo académico norteamericano sabe que obtener un doctorado en una universidad de prestigio, sobre todo si se viene del extranjero, depende tanto de los méritos académicos como de la solvencia económica. Pero incluso teniendo en cuenta sus favorables circunstancias de partida, Mulas y Alameda entendieron que la pertenencia o proximidad a un partido era un camino mucho más corto de acceder a determinados puestos adjudicados por criterios más políticos que profesionales (como por ejemplo el de director de la sede del Instituto Cervantes en Estocolmo o el de asesor del FMI). En lo que su caso no se distingue en absoluto de muchos otros es en la lógica cínica (alguno de los artículos de Amy Martin versaba sobre el hambre en Somalia) y familiarista (enchufar a la mujer) típica de las maniobras clientelares.
La indignación creciente de la opinión pública española no es solo un suceso puntual como respuesta a unos acontecimientos de corrupción y nepotismo que se acumulan en tiempo de crisis acuciante. Es sobre todo una reacción de hartazgo y de decepción ante una realidad indubitable: España sigue siendo una sociedad cerrada y dual como siempre ha sido aunque de vez en cuando se den algunos Antonios Alcántara (el personaje de Imanol Arias en Cuéntame lo que pasó). Si alguna vez hubo un ascensor que permitía el ascenso (y se supone que la caída también) social de los individuos, este se averió hace mucho tiempo. España sigue pareciéndose al reino en el que, parafraseando a la reina del relato Alicia en el País de las Maravillas, da igual que uno corra lo más rápido que pueda, ya que hay muchas posibilidades de permanecer en el mismo lugar.
El viejo sueño de que la pertenencia a Europa impondría unos estándares en los que regiría la razón y la legalidad en nuestra sociedad parece haberse desvanecido. Ni siquiera la dictadura de la eficacia que parecía traer aparejada la globalización ha logrado alterar el sistema de relaciones que rige en nuestras instituciones. Desafortunadamente, como afirma el politólogo italiano Caciagli, el clientelismo tiene raíces profundas. Implica “un lenguaje, unos ritos, unos valores y símbolos, pautas de comportamiento y redes de relaciones aceptadas por una comunidad que comparte una mentalidad”. Se adapta bien a la mentalidad posmoderna siempre en búsqueda de soluciones flexibles orientadas a satisfacer las necesidades individuales, al declive de las ideologías, a la fuerza de lo local y a la personalización de la política. El cerrojo está bien echado y sus beneficiarios lo saben.
César García es profesor en la Universidad Pública del Estado de Washington. Es autor de American psique (Editorial Lo Que No Existe).

jueves, enero 11, 2007

En África, inventando el futuro

foto de nudesartgallery.com

Notas sobre
HISTORIOGRAFIA, SOCIEDADES Y CONCIENCIA HISTORICA EN AFRICA.
Yoro Fall.
En África, inventando el futuro, C. Aguero Dona Coord, Centro de estudios de Asia y África, El Colegio de México, 1992. (El texto de Fall es de 1990).

El objetivo del texto del profesor Fall, era mostrar las tendencias que se daban en la historiografía Africana al iniciar la última década del siglo pasado. Desde allí va a dar un repaso por la crítica al “eurocentrismo” que ya se había puesto en el pináculo desde los momentos de las luchas por la independencia africana.

Posteriormente, en el aparte, Historia, técnicas y fuentes, aborda la propuesta de “oralitura” enmarcada en las diversas modalidades de comunicación (que existen en el mundo entero), que se ve enfrentado a los diversos enfoques genealógicos y especialmente a que en la comunicación de diversas comunidades africanas se tenga separado lo implícito de lo explicito. Su concusión es diciente: “En la historia estamos obligados a ver en los textos muchas más las lógicas extrínsecas, es decir, la ligazón del texto con los acontecimientos, y prestar atención a la internalizaciòn del acontecimiento” (25), lo cual hace referencia también a la metodología y a las dificultades para mirar a la gente, de mirar otras culturas…

En Tiempo Histórico y espacios, concluye “Los sincronismos, las combinaciones y los encadenamientos de las tecnologías, de los símbolos, y de los materiales son más importantes que las rupturas” (34).[1]

Para el tema en sí de nuestro seminario el autor anota: “En el caso de la esclavitud”…”como la historia de las relaciones de poder, del estado y de la sociedad”…y algo que, no tengo argumentos para rebatir pero que parece complejo: “…dentro de las sociedades africanas no había esclavos”…luego el autor se contradice con el manejo de la relación siglo XIX-Esclavitud-Sociedades Africanas (35) lo cual aumenta mis dudas.

En general, resalto del texto su esfuerzo por mostrar, en medio de la “crisis de la historia” que se vivía (vive?) en aquellos años, las peripecias que se tienen para crear una lectura africana propia de su historia.

Notas sobre
PACIENCIA DE LA FILOSOFIA.
V.Y. Mudimbe
En Idem…

A diferencia del anterior texto, este es en esencia un artículo (más que un breve ensayo)…

El autor comienza por acoger el cuestionamiento que se hizo a la antigua visión colonial sobre “los dos distintos tipos de mentalidad” y paulatinamente se dirige al centro de su texto que es un repaso de la historia del conocimiento en África y sobre África.

Ya entrado en materia, lo que se nota es que Mudimbe resalta el aporte del marxismo (¿Con el que simpatiza?), se acerca a los postulados estructuralistas así como aborda el funcionalismo de Malinovski y concluye “El nuevo conocimiento africano ha originado nuevas normas para la colectivización y la democratización de la razón histórica y ha reformulado cuestiones residuales concernientes al poder ideológico y la ortodoxia científica” (50).


[1] Me llama la atención que este autor plantea que, al igual que en las comunidades indígenas nuestras, “sabemos históricamente que los africanos si bien tenían recursos auríferos, no apetecían el oro”…pero sin embargo lo ve como producto de exportación (34) …es poco claro.