sábado, marzo 30, 2013

El Clientelismo


LA PÁGINA CUARTA

La enfermedad del clientelismo

En sociedades con frágiles mecanismos democráticos, al individuo sin capital social no le queda más remedio que conectarse a redes de influencia buscando atajos para superar sus carencias. Y se impone la corrupción


en http://elpais.com/elpais/2013/02/27/opinion/1361989271_390184.html
Si según Karl Popper una sociedad abierta se caracteriza por ser “una asociación de individuos libres que respetan los derechos el uno del otro dentro del marco de la mutua protección proporcionada por el Estado y que logra, mediante la toma responsable y racional de decisiones, una vida más humana y rica para todos”, entonces España ha fracasado estrepitosamente.
Dejando de lado lo engorroso de la definición (incluida quizá la traducción del propio articulista), lo que ponen de manifiesto los últimos acontecimientos de presunta corrupción que han indignado hasta el límite a la opinión pública española (empezando con Iñaki Urdangarin, pasando por Amy Martin y Carlos Mulas y acabando con Luis Bárcenas) es que vivimos en un coto cerrado en el que los mayores enemigos de las sociedades abiertas, los Gobiernos, las partitocracias y las oligarquías económicas, han sabido sacar provecho de un viejo patrón organizativo de las sociedades mediterráneas llamado clientelismo, o caciquismo en su versión más castiza.
El clientelismo es, no nos engañemos, una variante o sucedáneo de la corrupción. Es una forma de organización social que se salta las fronteras geográficas, llamado rousfeti en Grecia y de la misma forma en Italia y Portugal, y une en un mismo destino a los países del sur de Europa y a los latinoamericanos. La principal consecuencia que el clientelismo tiene en la vida de los ciudadanos es que el acceso a determinados recursos es controlado por una serie de patrones, cuya condición viene determinada por tratarse de políticos, detentadores de poder económico o ambas cosas a la vez, que reparten dádivas a sus clientes a cambio de su apoyo. Es un fenómeno social con raíces profundas en nuestro país, heredado de los tiempos feudales en que una mayoría de la población campesina dependía de los latifundistas.
La pertenencia o proximidad a un partido facilita en España llegar a determinados puestos
La longevidad del fenómeno clientelista en una sociedad como la española solo puede explicarse como una carencia de capital social (usando el término del sociólogo francés Pierre Bourdieu, referido a la suma de los recursos con los que cuenta cada individuo en virtud de sus relaciones personales) de una mayoría de la población que carece de acceso a los centros de poder mediante un mercado libre, unas instituciones políticas representativas o un sistema legal igual para todos. Al individuo sin capital social no le queda más remedio que conectarse a redes de influencia buscando un atajo que le permita saltarse las barreras sociales. Este atajo puede consistir en entrar a formar parte de un partido político o, si se ofrece la posibilidad, aprovechar las conexiones familiares que uno tiene a mano.
El clientelismo, en suma, vendría a ser una respuesta a la persistencia de tradicionales estructuras sociales jerárquicas que alienan al individuo y caracterizan a las sociedades cerradas. Esta cruda naturaleza de las desigualdades sociales se expresa incluso en Norteamérica, paradigma de las sociedades abiertas, con el famoso dicho It is not what you know, it is who you know (“No es lo que uno sabe, sino a quién conoce”) que en román paladino vendría a equivaler que un buen enchufe vale más que una carrera.
En las sociedades regidas por una lógica clientelista los niveles de protesta tienden a ser más bien escasos. El individuo acepta las situaciones injustas, tiende a desconfiar del Estado y de las instituciones y a buscar la solución individual renunciando a la lógica, la racionalidad o la aplicación de las leyes. La lógica clientelista salpica a la sociedad en su conjunto y no solamente a los políticos o los empresarios. De la misma forma que determinadas empresas que querían beneficiarse de subvenciones o fondos públicos se aliaron con uno de los “patronos”, por ejemplo Iñaki Urdangarin o Luis Bárcenas and company, para compartir juntos el botín, el resto de los ciudadanos también tratan de saltarse las reglas del sistema. Que tire la primera piedra, por ejemplo, quien no ha conocido a alguien en lista de espera que, tras ponerse en contacto con un familiar o un conocido, ha logrado ser operado antes, pasando por encima de aquellos que se encontraban por delante de él en la misma lista desde la absoluta comprensión de sus allegados.
Lo cierto es que la vida de las empresas y cualquier organización en nuestra sociedad depende en gran medida de sus relaciones con el Gobierno o los partidos políticos que han asumido muchas de las funciones de los patrones individuales en el pasado. De hecho, los partidos políticos que, no olvidemos, se financian en buena parte con el dinero de los ciudadanos, son la piedra angular del clientelismo. No dejan de ser el equivalente contemporáneo, en términos de movilidad social, de lo que era el clero y la milicia en tiempos pasados al estar en muchos casos integrados por personas de escasa formación que ven en la política una posibilidad de progreso social en ausencia de otro tipo de méritos.
La pertenencia a Europa no ha significado que se impongan sus estándares de razón y legalidad
No era este necesariamente el caso de Carlos Mulas y Irene Zoe Alameda. Muy al contrario, ambos tienen doctorados en universidades de prestigio y son beneficiarios directos del célebre cierre de clase weberiano, es decir, del afán de las clases privilegiadas de subir los requisitos para poder pertenecer a ellas que en España hoy día se traduce, debido al descrédito de la universidad local, a que las familias pudientes manden a estudiar a sus chicos a universidades de élite generalmente norteamericanas para seguir manteniendo las distancias sociales. Para qué engañarse, cualquiera mínimamente versado en el mundo académico norteamericano sabe que obtener un doctorado en una universidad de prestigio, sobre todo si se viene del extranjero, depende tanto de los méritos académicos como de la solvencia económica. Pero incluso teniendo en cuenta sus favorables circunstancias de partida, Mulas y Alameda entendieron que la pertenencia o proximidad a un partido era un camino mucho más corto de acceder a determinados puestos adjudicados por criterios más políticos que profesionales (como por ejemplo el de director de la sede del Instituto Cervantes en Estocolmo o el de asesor del FMI). En lo que su caso no se distingue en absoluto de muchos otros es en la lógica cínica (alguno de los artículos de Amy Martin versaba sobre el hambre en Somalia) y familiarista (enchufar a la mujer) típica de las maniobras clientelares.
La indignación creciente de la opinión pública española no es solo un suceso puntual como respuesta a unos acontecimientos de corrupción y nepotismo que se acumulan en tiempo de crisis acuciante. Es sobre todo una reacción de hartazgo y de decepción ante una realidad indubitable: España sigue siendo una sociedad cerrada y dual como siempre ha sido aunque de vez en cuando se den algunos Antonios Alcántara (el personaje de Imanol Arias en Cuéntame lo que pasó). Si alguna vez hubo un ascensor que permitía el ascenso (y se supone que la caída también) social de los individuos, este se averió hace mucho tiempo. España sigue pareciéndose al reino en el que, parafraseando a la reina del relato Alicia en el País de las Maravillas, da igual que uno corra lo más rápido que pueda, ya que hay muchas posibilidades de permanecer en el mismo lugar.
El viejo sueño de que la pertenencia a Europa impondría unos estándares en los que regiría la razón y la legalidad en nuestra sociedad parece haberse desvanecido. Ni siquiera la dictadura de la eficacia que parecía traer aparejada la globalización ha logrado alterar el sistema de relaciones que rige en nuestras instituciones. Desafortunadamente, como afirma el politólogo italiano Caciagli, el clientelismo tiene raíces profundas. Implica “un lenguaje, unos ritos, unos valores y símbolos, pautas de comportamiento y redes de relaciones aceptadas por una comunidad que comparte una mentalidad”. Se adapta bien a la mentalidad posmoderna siempre en búsqueda de soluciones flexibles orientadas a satisfacer las necesidades individuales, al declive de las ideologías, a la fuerza de lo local y a la personalización de la política. El cerrojo está bien echado y sus beneficiarios lo saben.
César García es profesor en la Universidad Pública del Estado de Washington. Es autor de American psique (Editorial Lo Que No Existe).

martes, febrero 12, 2013

Cifras+datos+confrontación+verificación+academia+periodismo


08 febrero 2013

13 sonoras cifras difíciles de creer

ANÁLISISA veces los colombianos son sorprendidos con datos que se vuelven noticia. Pero, ¿sí son verdad?

13 sonoras cifras difíciles de creer. .
SEMANA
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La ausencia de estadísticas, la falta de proyecciones y la distorsión de trascendentales números marcan el subdesarrollo del país.

Sin estas herramientas es difícil para cualquier gobernante, al margen de su ideología o de su propuesta política, cumplir sus propósitos. De ahí su importancia. 

En Colombia, sin embargo, a diario se dan impactantes datos que con el paso de los días se quedan en simple anécdota. ¿Por qué? ¿No son ciertos? 

Semana.com presenta 13 ejemplos, un número que a propósito es el que más poder le atribuyen los colombianos.


El presidente Juan Manuel Santos ya cumplió en el 64 por ciento sus promesas de campaña. Ni un punto más ni uno menos. El 64 por ciento de todo lo que prometió como candidato ya está ejecutado, según su propia voz. Así lo dijo y así se publicó. Sin una sola duda. “Lo que prometimos en la campaña, que además lo resumimos en una serie de documentos, y nos pusimos en la tarea, gracias a esa conversación que tuve con usted (en referencia a Bruce Mac Master, director de la Agencia de Prosperidad Social), de ver cuánto hemos cumplido y le confieso que salimos nosotros mismos sorprendidos del porcentaje de promesas que habíamos hecho para los cuatro años, que ya cumplimos; el 64 por ciento ya se ha cumplido”.



En menos de dos años, el gobierno de Santos sacó de la pobreza a 1.218.000 colombianos y a otros 674.000 los sacó de la indigencia. Un dato preciso en boca del propio jefe del Estado. ¿Dónde? ¿Quién? ¿De qué familia? ¿Cómo se llaman? No hubo mayor información, pero las dos cifras también fueron noticia de primera plana y están en la página oficial de la Presidencia de la República.



Quien gane más de más de 190.000 pesos al mes ya no clasifica como pobre, según determinación del Departamento Nacional de Planeación. Los expertos de esta entidad, algunos de ellos con varias maestrías y doctorados, concluyeron que si por ejemplo un colombiano gana 500 pesos más, 191.500, al mes, ya no es pobre. ¡Sin comentarios!



El himno de Colombia es el segundo más bello del mundo. Esta afirmación, que es hecha con orgullo especialmente en las escuelas y los colegios cuando los niños empiezan a aprenderse las notas de nuestro himno, precisa además que en calidad sólo es superado por La Marsellesa, de Francia.



El Himno de Colombia es el sexto más feo del mundo. En efecto, para The Telegraph, el sexto más ‘horrible’ de las 207 naciones que participaron en los Juegos Olímpicos. En tan deshonrosa lista sólo nos superan Corea del Norte, Uruguay, Grecia, España y Argelia. El rotativo británico incluso ironizó sobre una de las estrofas de nuestro himno: “La Virgen sus cabellos arranca en agonía y de su amor viuda los cuelga del ciprés”. La lista se hizo a propósito de las notas nacionales que se pusieron en la entrega de las medallas. En la nota, el periódico informó que este feo himno suena todos los días en las radioemisoras a las 6:00 de la mañana y a las 6:00 de la tarde.



“En seis meses acabo con las FARC”. Los colombianos llevaron a Álvaro Uribe Vélez a la Presidencia por primera vez en el año 2002 convencidos de que era el hombre que podía cumplir un reto al que le fijó una cifra exacta, una y otra vez, durante la campaña: “Es seis meses acabo con esos bandidos de las FARC”. En total gobernó ocho años continuos.



“Ni uno solo”. Dijeron con precisión los voceros de las FARC en el inicio de las conversaciones de paz cuando se les preguntó si tenían secuestrados. ¡Sin comentarios! Hasta ahora tampoco ha reconocido el despojo de una sola hectárea de tierra ni que ellos en 50 años de estar alzados en armas hayan causado una sola, al menos una sola, víctima por la que tengan que pedir perdón.



Colombia es la quinta mejor selección de fútbol del Mundo. La fuente de esta cifra es la mismísima FIFA, que considera que en este momento en el planeta sólo hay cuatro equipos mejores que nosotros, que en su orden son: España, Alemania, Argentina e Italia (todos ellos con mínimo una Copa del Mundo en sus vitrinas).



Colombia es el número 1 en felicidad. No hay habitantes más alegres en el planeta que los colombianos. No lo decimos nosotros, sino el Barómetro Global de Felicidad y Esperanza de Gallup Internacional. Este escaño lo ganamos, según Gallup, con bastante frecuencia.



Ni una sola mata de coca en el departamento de Putumayo. Ese fue el pronóstico que hizo el entonces superministro del Interior y de Justicia, Fernando Londoño, al anunciar que la política contra los narcocultivos iba tan bien, que al finalizar el 2005 retaba a cualquier colombiano a que fuera capaz de encontrar una sola mata de coca en ese departamento.



Colombia es el país del mundo donde más universitarios consumen marihuana. Otro titular que se leyó en varias ocasiones en las más influyentes emisoras del país, que citaban como fuente un estudio realizado por la Unión Europea y la Comunidad Andina de Naciones.



“Uno de cada tres universitarios consume drogas” es textual el titular de algunos de los más importantes periódicos del país, que está relacionado con el anterior punto. ¿Es así? En Colombia hay 1.954.0000 alumnos en instituciones de Educación Superior, según la cifra del Ministerio de Educación. ¿Quiere decir que 651.000 jóvenes consumen marihuana, cocaína, hongos, LSD, entre otras sustancias?




en http://www.semana.com//nacion/articulo/13-sonoras-cifras-dificiles-creer/332393-3

lunes, enero 28, 2013

Poder+Sociopatía+Manipulación+inteligencia egoista


“A Uribe se le ve angustiado”: Daniel Gutiérrez, psiquiatra


Por JORGE GÓMEZ PINILLA

Al médico y psiquiatra Daniel Gutiérrez lo vimos el miércoles 23 de enero en Caracol TV, hablando con propiedad sobre cómo identificar el perfil de un abusador de menores. De inmediato nos hizo pensar en los abusos de poder que cometen algunos gobernantes, y nos despertó el interés de entrevistarlo, tanto sobre ese tema como sobre la salud mental de los colombianos.

Lo que no sabíamos era que tuviera tan clara su visión de la política desde una perspectiva psiquiátrica, y ello hizo aún más interesante esta entrevista, que compartimos con los lectores de Ola Política.

Daniel Gutiérrez es doctor en Medicina y Cirugía de la Universidad Javeriana, y especialista en psiquiatría de esa misma universidad. Fue jefe del departamento de Psiquiatría del Instituto Nacional de Cancerología durante varios lustros, y desde hace más de 20 años dirige el Centro Integral de Atención en Salud Mental, que presta atención a toda clase de público.

OLA POLITICA: ¿Es posible desde un punto de vista psiquiátrico determinar el estado de salud mental de los colombianos?
DANIEL GUTIÉRREZ: Su pregunta remite a un tema de psicología social y psiquiatría cultural. Los colombianos a pesar de la violencia, la inseguridad, la parapolítica y la mala salud (a nivel hospitalario, de consulta y de prevención) han sido resistentes a todos estos embates. Entonces, a pesar del maltrato, Colombia es un país sano. Acaban de decir incluso que somos el país más feliz del mundo, según una encuesta. Ahora bien, yo creo que esto es más el deseo que la realidad de los colombianos. Porque lo cierto es que somos un país cansado, sin optimismo, frustrado; un país donde no tenemos líderes serios, que nos permitan seguir sus valores y generar de verdad una actitud de confianza y seguridad en el país.

OP: ¿En lo referente a jefes de Estado, conoce usted casos de gobernantes cuyo manejo o usufructo del poder los haya desequilibrado mentalmente?
DG: Bueno, está el caso del presidente Abdalá Bucaram en Ecuador, que tenía un trastorno bipolar y el Congreso de ese país lo destituyó, no por falta de capacidad política sino por insania mental. Y está el señor Hugo Chávez, que sufre de un trastorno delirante paranoide bastante marcado.

OP: ¿En qué se basa para decir que Chávez presenta ese trastorno delirante paranoide?
DG: Chávez siempre se ha sentido perseguido por los Estados Unidos y cree que lo quieren matar. De pronto sus razones tiene, pero él ha llegado a tal grado de despersonalización que se cree la reencarnación de Simón Bolívar. Esto hace que dentro de él se muevan ideas de megalomanía, de desmedida grandeza. Chávez no confía ni en sus propios médicos, y por eso se va a que lo traten a Cuba. Hugo Chávez es entonces una persona bastante enferma, no sólo en lo somático, sino también con trastornos paranoides que se remontan hasta 1830, cuando sugiere que Simón Bolívar fue envenenado y para demostrarlo saca su cadáver y le hace una exhumación, y después de esto muestra una foto de quien supuestamente era Bolívar, donde aparecen combinados los rasgos del Libertador con los suyos propios.  En síntesis, es un caso totalmente paranoide.

OP: Usted menciona dos casos, Bucaram en Ecuador y Chávez en Venezuela. En Colombia, ¿sabe de algún gobernante que también presente o haya presentado una condición mental inestable?
DG: En el manejo del poder se presentan conductas sociopáticas o manipuladoras, que ponen la inteligencia al servicio del egoísmo. Pero así loquitos, lo que se dice loquitos, no podría mencionar ninguno.

OP: Desde una óptica psiquiátrica, ¿qué apreciaciones puede hacer sobre los temperamentos de dos gobernantes en apariencia tan disímiles como Hugo Chávez y Álvaro Uribe?
DG: La diferencia entre los dos no es mucha, con las debidas proporciones. El señor Uribe es un hombre bastante narcisista, egocéntrico, megalómano y resentido. Pretende utilizar el poder y a la gente que lo rodea, según se vio en su gobierno, para sus fines personales. Él  gobernó al país, en lo doméstico y en lo internacional, como si fuera El Ubérrimo. Fue así como no tuvo ningún reato en traspasar una frontera, en invadir a otro país. Y sigue convencido de que si no es él el que va a redimir a Colombia, nadie lo va a hacer. En coincidencia con Chávez, Uribe tiene también un delirio paranoide, lo que se conoce como delirio mesiánico reivindicativo.

OP: Eso en cristiano, ¿qué significa?
DG: Significa que tiene una mente totalmente narcisista y egocéntrica.

OP: ¿Una personalidad como la que usted describe en Uribe, puede influir en su forma de gobernar?
DG: En sus primeros cuatro años de gobierno, durante su primer periodo, a Uribe le fue muy bien.  Yo lo escuché en la fraternidad masónica número 8, y en ese momento las encuestas le daban algo así como el 0,01 por ciento de los votos. Allá nos convenció a todos los presentes con un discurso de lucha, de dignidad, de respeto, de energía, así que decidimos votar por él. Y luego vino su primer periodo presidencial, durante el cual no fueron evidentes los desmanes del segundo periodo. Al señor Uribe se le olvidó que el poder como todo en la vida es transitorio, que nada es eterno, y se quiso mantener para un segundo y un tercer periodo, y vinieron los desbarajustes. ¿Cómo es posible que haya respaldado y ascendido a general a Mauricio Santoyo, al que según dice no escogió, pero sí lo mantuvo varios años en la Casa de Nariño, sabiendo que el tipo había sido denunciado como colaborador de grupos criminales en Medellín? Y en el camino dejó encartados a los doctores Diego Palacio y Sabas Pretelt con lo de la Yidispolítica, y a su secretario general Bernardo Moreno con lo de las ‘chuzadas’ del DAS, y a Mario Aranguren con lo de la UIAF. Es increíble la cantidad de alfiles suyos que se han quemado o han ido a parar a la cárcel, mientras que él, en su bastión, permanece libre y tranquilo.

OP: Esos “quemados” que usted menciona, no será que en ese estado psicológico, recluidos en una cárcel o presionados por la justicia, ¿pudieran llegar a traicionar a su jefe?
DG: Yo no diría que traicionar, sino dejar en evidencia que a ellos les tocó hacer lo que les mandaba el jefe. Porque, quién manda: ¿el secretario o el presidente? Quién manda: ¿la directora del DAS o el presidente? Quién manda: ¿Pretelt, Palacio, Aranguren o el presidente? El que mandaba era el presidente, así que ellos tendrían que poner eso en evidencia. Otro aspecto psicológico a considerar es el miedo: la gente le tiene miedo a Uribe.  No sé sé quién será el representante de la Comisión de Acusación que actúa como el juez natural del Presidente, pero yo creo que en parte le tiene miedo a Uribe. Puede existir temor, y no sin razón, por aquello del ‘todo vale’.

OP: Y a usted, con esto que está diciendo… ¿no le da miedo?
DG: Yo estuve revisando lo que pasó con los periodistas de Cambio, que se quedaron sin su revista, y compruebo que lo que digo no es nada nuevo. Y claro, me da miedo. Pero no soy periodista, no soy político, y mi pensamiento no es político. Yo hablo como un ciudadano común y corriente. Ahora, desde el punto de vista psiquiátrico, no puedo decir que el señor Uribe sea un enfermo. No es mi paciente, y no estaría interesado en tenerlo entre mi distinguida clientela. Pero en mi condición de ciudadano me abriga el derecho a tener mis creencias, y como psiquiatra tengo una ventaja: no trabajo para el Estado, así que no me pueden despedir de ninguna parte. No me voy a quedar sin puestos públicos, no soy candidato a nada, no pertenezco a La U, y no comulgo con el Puro Centro Democrático.

OP: Por último: en su condición de psiquiatra, ¿qué le recomendaría usted al expresidente Uribe?
DG: Al señor Uribe se le ve ansioso, se le ve irritable, se le ve angustiado, y esas goticas de valeriana que toma no le han servido mucho. No es para menos, porque de todas partes lo están bombardeando, y tiene que estar todos los días repeliendo ataques, defendiendo a la gente que involucró en problemas jurídicos, y eso tiene que generar un estado de ansiedad y tensión. Como las goticas no le están funcionando, debería tomar algún sedante o ansiolítico que le permita disminuir la angustia y apreciar su entorno con más serenidad.

martes, enero 15, 2013

Ciencia y Romanticismo


HISTORIA DE LA CIENCIA

La era de los prodigios

La ciencia británica del Romanticismo preparó al mundo para la revolución que estallaría en la segunda mitad del siglo XIX. Un paseo por uno de los periodos más fecundos en la historia de los descubrimientos

Miguel A. Delgado - 10/10/2012
La era de los prodigios'Newton' (1795), de William Blake.
John Keats nunca perdonó a Newton que descompusiera la luz del Sol con un prisma y, como relata Richard Dawkins en su clásico "Destejiendo el arcoíris" (Tusquets Fábula, 2012), le arrebatara cualquier profundidad o significado espiritual. Más o menos por los mismos años, William Blake trabajaba en su impactante "Newton" (1795-1805), una obra en la que el científico inglés aparece como un gigante inquietante que encarna el racionalismo que asfixiará cualquier afán del humano por trascender. Y, sin embargo, simultáneamente, lord Byron cantaba sobre la pluralidad de mundos teorizada por William Herschel, mientras que un anciano Coleridge acudía entusiasmado a las primeras reuniones de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia.
¿Qué había pasado para que un ámbito en teoría tan alejado de lo científico como el de la poesía británica romántica se empapara de una polémica que sigue reapareciendo de manera habitual en la prensa, especialmente cuando se toca algún avance determinante que otorga un plus de comprensión a lo que nos rodea? Pues, como cuenta el experto en esa época Richard Holmes en el apasionante volumen "La edad de los prodigios. Terror y belleza en la ciencia del Romanticismo" (Turner Noema, 2012), la irrupción de uno de los períodos más fecundos en la historia de los descubrimientos, no solo por su importancia intrínseca, sino también por lo que supuso de inicio de un cambio de paradigma que, en cierta manera, preparó al mundo para la verdadera revolución que estallaría a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Para Holmes, la figura vertebradora de este cambio es la de Joseph Banks (1743-1820), un rico botánico que acompañó a Cook en su primer viaje a bordo del "Endeavour" (1768-71) y que, entre otros destinos, se detuvo en Tahití con el fin de observar el tránsito de Venus. Aquella experiencia fue crucial para Banks, que la pasó en una especie de zona fronteriza entre los acuartelados británicos, comandados por un Cook que deseaba evitar la excesiva confraternización, y unos nativos con los que no tuvo problema en compartir sus liberalísimas costumbres. Tal fue el impacto que, de hecho, a la vuelta de la expedición, Tahití se convirtió en una especie de metáfora en la Tierra de los buenos salvajes preconizados por Rousseau, y lo tahitiano se transformó en una moda que recorrió los salones de las cortes europeas.
Sed de conocimiento
Pero, sobre todo, de aquella experiencia -aparte de un impresionante bagaje de descubrimientos botánicos que fue alabado por el mismísimo Linneo-, Banks se trajo de vuelta una profunda sed de conocimiento y descubrimiento. Sin embargo, pronto su salud le impidió participar en más expediciones, y todo su ímpetu tuvo que buscar otros caminos para expresarse. Convertido en uno de los consejeros de cabecera de Jorge III, el futuro rey loco, consiguió acceder a la presidencia de la Royal Society en 1768, un cargo que ocuparía durante 42 años, hasta su muerte.
Desde esa atalaya privilegiada, Banks puso en marcha todos sus sensores para descubrir y apoyar a los jóvenes que fueran prometedores en cualquiera de los campos en los que trabajaban. En esos años, Reino Unido se estaba convirtiendo en un Imperio, y la ciencia debía contribuir, como cualquier otro ámbito del reino, a su grandeza, lo que redundó en un decidido apoyo a las expediciones científicas que se convirtieron en tradición y prepararon la decisiva del "Beagle" que llevaría a Charles Darwin a las Galápagos en 1835. Además, el estallido de la Revolución Francesa y las posteriores guerras napoleónicas trajeron consigo una rivalidad en el progreso científico que nada tendría que envidiar a la de los soviéticos y los estadounidenses en el siglo XX.
Así, Banks cobijó y promocionó bajo su ala a desconocidos, e incluso excéntricos, científicos a los que su olfato reconoció como poseedores de un gran potencial. De esta forma, cuando le comenzaron a llegar los informes de que un inmigrante alemán de Bath, un tal William Herschel, que se ganaba la vida con composiciones y clases de música clásica, había desarrollado un nuevo tipo de telescopio con el que, afirmaba, podía descubrir nuevas estrellas y demostrar que la Luna estaba habitada, no dudó en conseguirle la protección real para que pudiera dedicarse de lleno a su trabajo.
El resultado aún está escrito con letras de oro en la historia de la ciencia. Herschel, con la ayuda de su hermana Caroline, un fascinante personaje que sería definido como la "pequeña cazadora de cometas" por los numerosos que llegó a catalogar, no solo descubrió Urano en 1781, sino que también empezó a desplegar un universo lleno de nebulosas y galaxias, en constante evolución y transformación, sin que fuera detectable una presencia divina ni, mucho menos, una posición privilegiada para la Humanidad. La obra de Herschel tuvo un profundísimo impacto en la época, y sobre todo sorprende por la forma en la que, armado con su arsenal de telescopios, con la estrella del gran tubo de doce metros al frente, llegó a entrever lo que la ciencia astronómica aún tardaría dos siglos en demostrar fehacientemente.
Junto a Herschel, Banks protegió a Humphry Davy, un atrevido químico que, hacia 1800, se sumía en arriesgados experimentos con gases como el óxido nitroso, o gas de la risa, que llegaba a inhalar personalmente, y a hacer inhalar a otros voluntarios, en un procedimiento que, como cuenta Michael Brooks en "Radicales libres" (Ariel, 2012), tendría una problemática homologación en nuestros días. Promovido por Banks a la Royal Society, donde ingresó en 1803, pronto demostró un enorme interés por el camino abierto por los avances sobre la electricidad del italiano Alessandro Volta, y utilizó la pila descubierta por éste para poner en marcha una nueva disciplina científica, la electroquímica. Entre otros muchos avances, además, descubrió en 1815 una lámpara de seguridad que ahorró muchas vidas entre los mineros de todo el mundo, y tuvo como ayudante a un joven llamado Michael Faraday. En 1820, sucedió a Banks al frente de la Royal Society.
Ciencia y sociedad
Son los ejemplos más señeros, pero desde luego no los únicos. Banks promocionó una gran variedad de aventuras científicas, como las expediciones de Mungo Park a África, las de William Parry al Ártico -que llegó a poner el nombre de Banks a una de las islas más grandes de la región-, los primeros aeronautas británicos y la labor del joven matemático Charles Babbage, que nunca llegaría a terminar una máquina de calcular plenamente operativa y que funcionaría mediante tarjetas perforadas.
Pero quizás su herencia más trascendente no fue esta, sino la de insertar la ciencia en el centro de la vida social de la época. Por primera vez, en los salones se discutía, incluso acaloradamente, sobre los nuevos hallazgos científicos y tecnológicos, y las conferencias de muchos de los mencionados tenían un éxito de público comparable al de una estrella de música de nuestros días. Incluso, el arduo debate sobre la existencia o no de un fluido vital, despertado por los impactantes experimentos de Galvani, llevó a cuestionarse si el hombre no estaba adentrándose excesivamente en terrenos reservados a Dios. Fruto de aquel temor fue la obra "Frankenstein o el moderno Prometeo" (1818), de Mary Shelley, que fijaría el aún recurrente temor a que la Humanidad fuese castigada por su soberbia al usurpar potestades divinas.
La ciencia se convirtió en un asunto de orgullo nacional, aunque Banks se preocupó en todo momento de mantener abierta la comunicación con el resto de Europa, hasta el punto de que, incluso en medio de una escalada bélica, era posible que un científico británico fuese recibido por Napoleón en una audiencia personal. Por supuesto, tuvo también otras consecuencias, como preparar la conciencia colectiva para el advenimiento del giro copernicano que supondría la irrupción del darwinismo. Pero quizá la lección más importante, desde la España de nuestros días, fue la visión banksiana de que ningún país podía aspirar a ser verdaderamente grande sin un liderazgo científico.
Junto a los barcos y los ejércitos, la hegemonía se comenzó a jugar en los laboratorios y las cátedras, y ni siquiera la rebelión posterior de los más jóvenes, que echaron en cara a la Royal Society su anquilosamiento y fundaron en su lugar la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia (1831), mucho más abierta, puede empañar ese impresionante legado del hombre que hizo posible que siguiéramos destejiendo el arcoíris.