miércoles, julio 09, 2014

derecha en Colombia

06 julio 2014

La derecha es la nueva fuerza política del país

NACIÓNPor primera vez en muchos años la derecha se destapa y se convierte en una verdadera fuerza política. ¿Llegó para quedarse?

La derecha es la nueva fuerza política del país. Álvaro Uribe Vélez, expresidente y senador electo por el Centro Democrático.

Álvaro Uribe Vélez, expresidente y senador electo por el Centro Democrático.

“En  Colombia hay más conservatismo que Partido Conservador”, solía repetir Álvaro Gómez Hurtado. El inmolado líder explicaba así la paradoja de una sociedad más tradicional que otras naciones latinoamericanas pero donde nunca ese sentimiento de derecha se expresaba en las urnas. Eso está cambi
ando. Las últimas tres jornadas electorales –las parlamentarias y las dos vueltas presidenciales– reflejaron un importante respaldo a las ideas del lado derecho del espectro político. Y la novedad es que mientras históricamente la derecha se disfrazaba de centro para buscar votos, en este año se destapó y puso sus verdaderas cartas sobre la mesa. La pregunta que dejan las urnas es si el fenómeno del Centro Democrático constituye una irrupción duradera de esa tendencia ideológica o simplemente una moda pasajera que se diluirá en pocos años.

El principal protagonista de esas victorias es el expresidente Álvaro Uribe y el Centro Democrático, partido creado alrededor de su liderazgo. Si bien surgido del liberalismo, Uribe convirtió al Partido Conservador en el principal apoyo de sus dos gobiernos. A la bandera de la seguridad democrática y su política económica se sumaron los liberales de derecha y muchos empresarios. Esta fusión desembocó en lo que hoy es el Centro Democrático.  

Aunque durante los ocho años del gobierno Uribe ese nuevo conglomerado no se clasificó como de derecha, fue la pelea con el presidente Santos la que forzó a salir del closet y a convertirse en lo que es hoy. La fractura entre el hoy senador electo y el primer mandatario marcó la campaña y literalmente partió en dos a Colombia. El 45 por ciento de los votantes en la segunda vuelta con casi 7 millones de votos  apoyó a Óscar Iván Zuluaga, el candidato uribista, quien ganó en 14 de los 32 departamentos del territorio nacional. El propio Uribe se bajó del pedestal a la trinchera como cabeza de su propia lista al Congreso que hoy es la segunda fuerza política del país, con 20 senadores y 16 representantes.   


El próximo 20 de julio el exmandatario trasladará sus críticas al gobierno Santos de las redes sociales a los escaños parlamentarios. En un país donde la oposición siempre se asociaba a la izquierda, el surgimiento de una oposición real de derecha constituye una novedad por decirlo menos interesante. ¿Qué tan efectiva será esa oposición, qué ideas promoverán y con quiénes y a qué regiones representará? 
Caudillo e ideas
Por más de una generación la única oposición que la opinión pública había conocido era alrededor de temas como los derechos humanos, apertura política, denuncias contra el paramilitarismo, falsos positivos y escándalos financieros. Y los nombres que los encarnaban eran Robledos, Petros, Luchos, Cepedas, entre otros. De ahora en adelante, esa franja tendrá que competir con José Obdulios, Palomas, Cabales y Rangeles. 

Con la llegada del furibismo al parlamento, los temas de la agenda de la oposición van a cambiar. El principal frente de batalla va a ser apretarle las tuercas al máximo a cualquier acuerdo de paz. De ahí en adelante las prioridades van a pasar de la justicia transicional a la no impunidad, de encarcelar militares a sacarlos de estas, de reglamentar la mermelada, reducir el Estado y ponerle ‘tatequieto’ al matrimonio gay y a la legalización de la droga y el aborto.

Eso en cuanto a la oposición. Pero el Centro Democrático también está preparando reformas estructurales del Estado que no necesariamente son de oposición. Por ejemplo se habla de una reforma política y electoral que incluiría el voto obligatorio –que ya la semana pasada despertó polémica- , financiación estatal de las campañas y eliminación del voto preferente. La bancada uribista estaría asimismo preparando una propuesta de reforma a la Justicia, al sector salud y a la educación, temas pendientes de la agenda del presidente Santos. 

Una de las revelaciones de las últimas elecciones fue Marta Lucía Ramírez, quien sin la maquinaria de su partido, logró despertar el entusiasmo en las huestes azules y alcanzó el milagro de casi 2 millones de votos. Para llegar hasta allí enfrentó toda clase de obstáculos. La oposición de los políticos tradicionales, el cuestionamiento de la legitimidad de su candidatura, el veredicto del Consejo Nacional Electoral y según ella, el intento del gobierno de neutralizarla. En esas circunstancias su hazaña fue titánica. Sin embargo, el futuro de Marta Lucía es muy incierto. La realidad es que en la derecha hay dos vertientes: la de los puestos y la de la ideología. La primera, la de la mermelada, es la de la bancada parlamentaria conservadora que apoyó a Santos. Estos encarnan la gran mayoría de los senadores y buena parte de los representantes quienes sin oxígeno burocrático no tienen manera de sobrevivir en sus departamentos. Marta Lucía definitivamente no formará parte de ese bloque pues la verticalidad de su posición contra Santos en la campaña fue contundente.

La otra vertiente es la ideológica. La de los conservadores tradicionales que actúan más por principios que por puestos y que consideran que Santos le está entregando demasiado a la guerrilla. Ese que sería el nicho natural de Marta Lucía, lo encarna para los colombianos el binomio Uribe-Zuluaga. Eso implica que lo más probable es que Marta Lucía se quede sola. Si el uribismo se queda con las banderas y el antisantismo y la bancada parlamentaria de ese partido se queda con la burocracia y las mieles del poder, se le cierran los espacios a la candidata, a pesar de su lucimiento en las pasadas elecciones. 

Pero aun en el Centro Democrático hay diferentes matices. Aunque Uribe monopolice la atención en estos primeros meses de la segunda administración de Santos, Óscar Iván Zuluaga también ha ganado un espacio propio ante la opinión pública. Después de su derrota electoral seguramente tendrá interés en mostrar una plataforma menos radical de la que le tocó enarbolar en la campaña. Del mismo modo, surgirán nuevas figuras que no tienen que coincidir en el mismo grado de furibismo. Así como se sabe que José Obdulio Gaviria, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal serán la guardia pretoriana del expresidente, habrá otros nombres que querrán moderar en alguna forma los excesos que llevaron a la derrota.   

 ¿Un país conservador?
La evolución política creada por el Centro Democrático ha hecho que el calificativo de derecha, pase de ser un insulto a una palabra políticamente correcta. Hasta hace poco esa expresión estaba tan estigmatizada que ni siquiera los conservadores la usaban. Se asociaba con el paramilitarismo y las facciones extremistas en el estamento militar. Santos, durante su campaña reeleccionista, utilizaba la expresión “extrema derecha” para dar la impresión de que el uribismo era una franja marginal. Esa estrategia pudo haber sido útil para ganar las elecciones, pero esa franja dejó de ser marginal y representa el 45 por ciento de los votantes. 

Este resultado es históricamente significativo. Tradicionalmente los candidatos más conservadores habían sido derrotados por amplios márgenes en las elecciones colombianas. Álvaro Gómez como símbolo de la ideología conservadora perdió tres veces la Presidencia (en 1974, 1986 y 1990) por más de 20 puntos porcentuales ante Alfonso López Michelsen, Virgilio Barco y César Gaviria respectivamente. Los dos últimos presidentes de origen conservador, Belisario Betancur y Andrés Pastrana, para ganar tuvieron que ocultar el nombre de su partido y enrroparlo en supuestas coaliciones pluralistas. Betancur se presentó como candidato nacional y Pastrana como ‘Nueva Fuerza Democrática’. En ninguna parte apareció la palabra conservador. Aún con ese camuflaje los godos ganaban muy estrechamente con márgenes del 3 o 4 por ciento. La votación de Zuluaga es la más alta de un candidato con banderas  abiertamente de derecha en los últimos 25 años. 

La nueva realidad política es que la derecha destapada en la actualidad se acerca a la mitad del país. Esto le dio la razón póstumamente a Álvaro Gómez en su afirmación de que Colombia espiritualmente era más conservadora que electoralmente. La encuesta del Barómetro de las Américas 2012, que compara las tendencias ideológicas de todos los países del continente, ratifica que Colombia tiende cada vez más hacia la derecha. En una escala de 1 a 10, donde 1 es la extrema izquierda y 10 es la extrema derecha, los colombianos registran un puntaje de 6,2. De 24 países solo Surinam está por encima de Colombia y Paraguay la empata. Los otros 21están por debajo. Si bien ese índice ha girado un poco hacia la izquierda desde los años del gobierno de Uribe, la posición ideológica de los colombianos es mayoritariamente conservadora. 

Otras mediciones sobre actitudes sociales confirman el tradicionalismo de la sociedad colombiana. La misma edición del Barómetro muestra que, con excepción del divorcio y del sexo prematrimonial, los colombianos registran posturas conservadoras ante el aborto, el matrimonio homosexual y el consumo de drogas. Una mirada más cercana a esas encuestas refleja que, como lo ha descrito Juan Carlos Rodríguez del Observatorio de Democracia de la Universidad de los Andes, los simpatizantes de derecha en Colombia corresponden a personas mayores, menos pudientes y con más bajo nivel educativo. 

En la encuesta del Barómetro de 2013 se midieron las diferencias alrededor del proceso de paz antes de las elecciones presidenciales. Mientras un 32,6 por ciento de los encuestados a nivel nacional no apoyaba las actuales negociaciones con las Farc, un 70 por ciento de la muestra nacional decía estar en desacuerdo con la eventual participación política de las guerrillas y un 75 por ciento rechazaba la opción de no castigar a los guerrilleros por los delitos graves cometidos. Posturas como estas frente al conflicto, la paz y la sociedad hicieron parte activa del discurso del Centro Democrático que se apoyó en ese bloque del electorado.  

Otra realidad es que ese ideario no cuenta con medios de comunicación y hasta ahora su presencia se siente más en las redes sociales. Algunos dirigentes del Centro Democrático como Francisco Santos están proponiendo la creación de un medio de comunicación que defienda su ideario. Lo cierto es que el discurso de paz de Santos en la última campaña tuvo mejor entrada en los medios nacionales y regionales que su contraparte uribista. También está el hecho de que toda la denominada intelligentsia es antiuribista. Con excepciones como el diario El Colombiano de Medellín y la Universidad Sergio Arboleda, los medios tradicionales y los centros académicos  son bastante críticos de lo que encarna el Centro Democrático.  
Las elecciones de 2015
La nueva derecha que representa el uribismo tiene ideas, figuras, mensajes con llegada a la opinión y los primeros triunfos electorales en varias regiones. Su próxima prueba de fuego se dará en el nuevo Congreso cuando tendrán que organizar y funcionar como bancada opositora. Aunque en la actualidad la nueva derecha representa apenas el 20 por ciento del Congreso, tiene el mérito de ser más coherente que la nueva izquierda que acaba de conformarse y que representa el otro 80 por ciento. 

Esta última, encabezada ahora por Juan Manuel Santos, en el fondo es una colcha de retazos que se ha logrado mantener unida por la ilusión de la paz, la mermelada y el antiuribismo. El Centro Democrático es todo menos una colcha de retazos. Como dijo William Ospina en su controvertida columna apoyando a Zuluaga en la pasada campaña, el uribismo sabe lo que representa, odia a sus enemigos y uno sabe a qué atenerse

domingo, junio 22, 2014

#COLOMBIA: una #sociedad habituada a la #cultura de la #mafia.

JUDICIAL 21 JUN 2014 - 9:00 PM
Dos décadas después de este homicidio

El estremecedor relato del fiscal del caso de Andrés Escobar

El próximo 2 de julio se cumplirán 20 años de la muerte del jugador de la selección de Colombia. El fiscal que investigó este asesinato reconstruyó para El Espectador un crimen que todavía nos duele.
EN http://www.elespectador.com/noticias/judicial/el-estremecedor-relato-del-fiscal-del-caso-de-andres-es-articulo-499808 Por: Juan David Laverde Palma 

El estremecedor relato del fiscal del caso de Andrés EscobarCorría el minuto 35 del partido de Colombia contra Estados Unidos cuando al intentar cortar un centro, Andrés Escobar hizo un autogol. El juego quedó 2-1 en favor de los americanos. La selección resultó eliminada.
Pasaron ya 20 años desde su asesinato y esta Colombia violentada y herida sigue poniendo muertos por cuenta del fútbol. No parece haberse sacudido jamás de esa cultura de la bala fácil, del crimen impune, de la muerte en la esquina. Y, sin embargo, la vergüenza nos alcanza para dolernos todavía por ese horrendo homicidio del que fue víctima Andrés Escobar. Esa madrugada del 2 de julio de 1994 Humberto Muñoz Castro, chofer de los hermanos Gallón Henao, le descargó seis balas. Cuando le preguntaron si le habían dado la orden de matarlo, sin inmutarse, frío, contestó sin rodeos: “Todavía no me habían dado la orden”. Dos décadas después Jesús Albeiro Yepes, quien fue el fiscal del caso, por primera vez se animó a contarle a un medio de comunicación todo lo que vivió ese día y cómo le dolió esa muerte. Este es su relato:
“Yo iba en un taxi de madrugada cuando me explotó la noticia. Sin preámbulos el locutor sentenció: ‘Acaban de matar a Andrés Escobar’. El taxista paró el carro, se llevó las manos a la cabeza, se quedó en silencio por un minuto hasta que pegó un grito: ‘¡jueputa!’. Luego me preguntó desconcertado: ‘¿A dónde es que vamos, señor?’. Le indiqué. Cuando llegamos a mi casa le fui a pagar y no tenía ‘devueltas’. Me dijo ‘hasta luego’ y se fue. La verdad es que ni le pagué la carrera. Eso fue muy duro, ambos quedamos en estado de choque. Entré a la casa todo ido y a la media hora me llamaron de la Fiscalía para que me presentara. La revolución en Medellín a esa hora de la mañana era absurda. El director de Fiscalías de Medellín, Mario Nicolás Cadavid, nos comisionó el caso a Carlos Alberto Rico, Abelardo Duica y a mí.
Fue muy duro porque yo era hincha del Nacional y Andrés era un ídolo. Además de ser un gran jugador en el momento de los criollos dorados del verdolaga, siempre se le conoció como ‘El Caballero de las Canchas’, tenía un temperamento pacífico y era de esos que hacía faltas fuertes y se devolvía a presentar excusas. ¡Cómo olvidar su gol en Wembley! Lo de Andrés tiene todos los rasgos de una tragedia griega. Era querido por todo el país. Y en la selección, único. Terrible todo.
A Andrés lo mataron como a las 4 de la mañana en el parqueadero El Indio, en la vía Las Palmas, en Medellín. Y cinco horas después ya sabíamos que los asesinos se movilizaban en dos camionetas, ya habíamos entrevistado a la gente de la discoteca en la que estaban y reconstruido los detalles del matoneo que sufrió. La gente empezó a llamar enloquecida dando información. El Mundial aún no había acabado y esa muerte provocó una indignación internacional. Hasta un minuto de silencio hubo en algún juego. No habían pasado ni 10 días desde su autogol en el juego con Estados Unidos y su muerte multiplicó la vergüenza de Colombia en una época en la que Medellín era sinónimo de sicarios en moto, poderes criminales y narcotráfico.
Andrés estaba esa noche con Juan Jairo Galeano y dos amigas en la discoteca. Desde la mesa de Pedro y Santiago Gallón, quienes estaban con un grupo de amigos, le empezaron a gritar ‘Autogol, Andrés, autogol’. Lo provocaron una y otra vez. Él pidió respeto y se alejó. Luego le gritaron ‘Leo, pantaloncillos Leo’. Andrés estuvo incómodo toda la noche. Cuando salió del lugar, ya en su carro, se dio cuenta de que los que lo molestaron estaban en el parqueadero El Indio e ingresó allí. Volvió a pedirles respeto. Ahí discutió con Pedro Gallón y luego llegó Santiago, el mayor, y lo recriminó. Después le dijo: ‘Usted no sabe con quién se está metiendo’. En esas el chofer de los Gallón, Humberto Muñoz, escuchó esa frase, se bajó del carro apurado y mientras Santiago le repetía a Andrés esa frase: ‘usted no sabe con quién se está metiendo’, como para demostrar que Andrés realmente no sabía con quién se estaba metiendo, se arrimó a su carro y le descargó el revólver en la cabeza. Seis tiros.
Andrés no llegó a provocar una pelea, tanto que no se bajó nunca de su carro, sólo bajó la ventana del vehículo y reclamó respeto. Pero vinieron los insultos, la frase aquella y su muerte. Quizás Andrés pudo haber sido imprudente, su carro estaba en otro lugar y él ingresó al parqueadero El Indio para decirles que no lo molestaran. Claro, no sabía a quiénes les exigía una gota de respeto. Su amiga lo trasladó a una clínica, pero falleció en el camino. Los Gallón se fueron de inmediato en sus camionetas. A las 9 de la mañana nos informan que una persona había denunciando el robo de una camioneta en el sector de Buenos Aires. La camioneta correspondía con la descripción de uno de los carros de los asesinos.
El denunciante era Humberto Muñoz, el mismo que le había descargado seis balas a Andrés apenas unas horas antes. Él decía que lo habían asaltado, le habían hecho tiros y lo habían amarrado. Incluso mostró sus muñecas magulladas por una cuerda. Pronto confirmamos sus mentiras y descubrimos que esa era la camioneta y ese el asesino. Muñoz creó una historia ficticia a instancia de los hermanos Gallón. Los organismos de inteligencia nos dieron abundante información sobre los Gallón y sus actividades. A las 2 de la tarde ya sabíamos quién era el asesino, que los Gallón estaban involucrados y el rastro del arma homicida.
Tres horas después ya habíamos dado las órdenes de allanamiento y hacia las 11 de la noche ya teníamos las camionetas, el revólver, todo. Incluso los Gallón se habían comunicado con el fin de que se les dieran garantías para entregarse. Al amanecer del día siguiente ya estaban en la Fiscalía. En 24 horas se supo todo, se resolvió todo y se capturaron las personas. Muñoz confesó ese día el crimen, pero dijo que no sabía que se trataba del jugador Andrés Escobar. Siempre alegó que estaba medio dormido en la camioneta cuando escuchó a su jefe, se bajó del carro y asesinó a Andrés como por inercia.
Ese día aprendí el poder de un Estado: si tiene voluntad y decisión es posible descubrir hasta el más planeado de los crímenes. El poder del Estado es infinito. Para resolver este caso hubo un despliegue de poder pocas veces visto en Colombia, quizás en dos o tres crímenes. Entendí entonces que el Estado lo puede todo, lo que pasa es que no le da la gana o la negligencia es total. Yo recuerdo que Muñoz estuvo varias horas en silencio, evadiendo nuestras preguntas hasta que se soltó y dijo que la coartada buscaba encubrirlo todo. Entonces el ambiente en Medellín estaba muy tenso. La gente buscaba lincharlo. Incluso ofrecían dinero para que fuera enviado a la cárcel de Bellavista en Medellín. Era una locura.
Dispusimos su traslado a la Modelo de Bogotá. Yo vine a indagarlo dos días después. Él insistió en que lo mató, pero que nunca supo a quién estaba matando. Respecto al hecho mismo de que había asesinado a un ser humano no parecía sentir molestia o angustia. En la indagatoria le pregunté si sus patronos le habían dado la orden de disparar, y él contesto expresamente: ‘Todavía no me habían dado la orden’. A ese hombre nunca lo vi llorar ni mostrar arrepentimiento alguno. Era frío, como fría fue su forma de encubrir el crimen. Esa mañana se cortó el bigote y se hizo tallar las manos para fingir el asalto.
Apenas terminó la indagatoria regresé a Medellín y dictamos medida de aseguramiento en contra de él y de los hermanos Gallón por homicidio. Pronto nos dimos cuenta de que los Gallón tenían mucha relación con autoridades. Uno percibía que acudían a muchos intermediarios entre las estructuras de poder para que no los persiguiéramos. Y hubo algo particular: varios de los narcotraficantes de los ‘12 del patíbulo’, cuyos crímenes fueron perdonados en 1993 por su colaboración contra el cartel de Medellín de Pablo Escobar, terminaron declarando en la Fiscalía en favor de los Gallón. Recuerdo que la mayoría de ellos pasaron por la oficina para dar sus versiones. O sea, los Gallón no solamente tenían dinero, sino poder y amigos en el Estado.
Además me parece que la justicia les dio un trato muy indulgente porque terminaron siendo procesados por encubrimiento, pero no se les investigó ni como cómplices ni como determinadores del homicidio. Un fiscal de segunda instancia revocó la decisión que se había tomado de procesarlos por asesinato y por eso estuvieron muy poco en la cárcel. Nuestra teoría era que los Gallón implícitamente le habían dado una orden a Muñoz, porque ellos lo que evidenciaron con el crimen de Andrés Escobar fue una estructura de poder y, obviamente, no se trataba de un poder pacífico, sino criminal. Lo que se decía en nuestra providencia era que cuando un hombre con ese poder dice delante del conductor de manera repetida y desafiante ‘usted, hijueputa, no sabe con quién se está metiendo’, es porque él mismo considera que representa un poder intimidante, un poder incluso capaz de la eliminación física. Y lo que hizo Muñoz respondía a una estructura de poder que esperaba de él decisiones, acciones.
Sin embargo, un fiscal superior no aceptó esa tesis. Los Gallón presentaron el tema como un error del conductor bajo el argumento de que estaba medio dormido y que cuando se despertó consideró que estaban en peligro y por eso actuó en su defensa. Esa teoría pendeja tuvo eco en la segunda instancia. Lo que pasa es que en 1994 el nivel de jurisprudencia sobre estructuras delictivas de poder no tenía el desarrollo de hoy, en donde, por ejemplo, ya se habla de la determinación moral implícita. Sobre los ‘12 del patíbulo’ jamás entendí a qué horas terminaron declarando en el proceso. En el fondo creo que más que servirles, lo que hicieron fue llenar el expediente de papeles. Acuérdese que en esa época se habló mucho del tema de las apuestas y se creó la idea de que la muerte de Andrés estaba relacionada con eso. Pero eso nunca tuvo respaldo. Ellos finalmente lo que sirvieron fue a la causa de los hermanos Gallón.
El conductor Muñoz fue condenado a 43 años de cárcel, pero no pagó ni 12. Desde 2005 está libre. Los Gallón fueron sentenciados por encubrimiento. Años después otro de sus hermanos fue extraditado a Estados Unidos y en 2010 Santiago fue condenado por financiar al paramilitarismo. ¿Usted por qué cree que llegamos tan rápido a los Gallón en 1994? Desde esa época había mucha información de inteligencia sobre ellos que los asociaba con actividades del narcotráfico. Vale decir que jamás fui amenazado en esta investigación.
¿Que cómo me afectó a mí el crimen de Andrés Escobar? Mire, a mí me mataron un hermano, y yo entendí que a él lo habían matado por esas cosas absurdas por las que en Colombia matan a la gente: una pelea que las autoridades no resolvieron a tiempo y eso desencadenó una serie de problemas que terminaron en un homicidio absurdo. En Colombia las tragedias humanas están en gran parte relacionadas con unas actitudes de negligencia eterna y absoluta de las autoridades. Es horrible la cantidad de muertos que este país ha puesto por esa manera tan negligente y displicente con que suelen asumir las autoridades los procesos judiciales.
En mis tiempos como fiscal entendí que el Estado tiene todo el poder del mundo, que si quiere resolver un crimen lo puede hacer en 24 horas si le da la gana, como pasó con el de Andrés Escobar. Pero al final lo que uno retrata es una negligencia infinita. Desde los escritorios no se investiga nada. Le digo más: Colombia todavía no ha superado la muerte de Andrés. Yo todavía me pregunto quién mató a Andrés Escobar. La respuesta simple y plana es que lo mató el señor Muñoz Castro. Pero eso no responde el problema. El problema es por qué un hombre como Muñoz Castro mata de esa manera, y la respuesta no puede ser sino una sola: porque somos una sociedad habituada a la cultura de la mafia.
Colombia todavía vive el oscurantismo de esa anticultura que sigue disponiendo de la vida humana de la misma manera, con la misma frialdad, con la misma indiferencia y con ese silencio oficial. Las causas de esta muerte están vivas aún. ¡Esto no ha cambiado! Es que aquí se bajan de un carro y le van disparando a alguien como si fuera cualquier animal. Aquí la vida no vale nada. Colombia sigue siendo eso, todavía no lo hemos superado. Cualquier cristiano que revise la historia de este país se dará cuenta de que el Estado y la sociedad colombiana han sido de una contemplación eterna con esas expresiones de violencia. Yo lo retrato más o menos así: nos pasamos 50 años justificando a los que mataban en nombre de la justicia social; cuando eso se desbordó empezamos a justificar a los que mataban en nombre de la defensa social. En ese saco de justificaciones estuvo antes, durante y después el narcotráfico. Y cuando todo eso nos superó empezamos a justificar la violencia a través de la justicia.
Aquí la gente pide, por ejemplo, que se condene a un hombre así no haya pruebas. Es una tragedia todo. Veinte años después de ese crimen que indignó a Colombia y al mundo no hemos cambiado nada. Seguimos igual de mal”.
  
jlaverde@elespectador.com
@jdlaverde9

domingo, junio 15, 2014

Para la historia, y la experiencia: La noche en la que Zuluaga perdió la Presidencia

15 junio 2014

La noche en la que Zuluaga perdió la Presidencia

Por Armando NeiraVer más artículos de este autor 

POLÍTICAEl pasado lunes, en televisión, el candidato del Centro Democrático echó por la borda una exitosa campaña.

La noche en la que Zuluaga perdió la Presidencia. .

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Foto: Cortesía: santospresidente.com

¿Qué le pasó a Óscar Iván Zuluaga en la noche del lunes 9 de junio en televisión? ¿Qué lo llevó a insultar al presidente Juan Manuel Santos en vivo y en directo? ¿Por qué? ¿Por qué? La respuesta la tienen él, su familia, su equipo más íntimo de campaña y unas cuantas personas, entre ellas el expresi
dente Álvaro Uribe Vélez.
Lo cierto es que en la cita con los medios de El Tiempo y La W, Zuluaga echó por la borda la que hasta ese momento había sido una muy cuidada y exitosa campaña política. Hace apenas unos seis meses, Zuluaga era un discreto hombre, tanto que provocaba hilaridad en las redes sociales y que no causaba entusiasmo en las huestes uribistas.
Algunas encuestas incluso lo ponían cerca del margen de error, lo que en plata blanca significa el fin de cualquier aspiración política. Sin embargo, en un esfuerzo monumental y una terquedad sin límites, él continuó la marcha. Madrugaba mucho; cumplía todas las citas; se subía a buses, aviones, carros, el medio que fuera, para honrar su palabra empeñada y llegar a donde había prometido.
Punto a punto fue escalando en las encuestas, punto a punto se fue dando a conocer, punto a punto se ganó la confianza de miles de ciudadanos anónimos que un día decidieron enviar un correo a su favor; poner un afiche con su rostro en la ventana, una cinta al carro con su apellido, hasta que ganó la primera vuelta y sacudió el tablero electoral del país.
Inteligente, conceptual, pacientemente argumentativo, Zuluaga empezó a darle forma a la ilusión de alcanzar la Presidencia. La campaña decidió entrar en un terreno más confrontación pero sin que él entrara a ring. Ese trabajo lo hacían Uribe, Pacho Santos y una guardia pretoriana que con una disciplina férrea y un mismo mensaje iba de medio en medio golpeando a Santos y alabando a Zuluaga como modelo de un cambio necesario.
Zuluaga, sin embargo, se mantuvo en una línea de respeto por el adversario. Dicen quienes lo conocen a fondo que ese ha sido su carácter. Yo quiero testificar que ha sido amable conmigo en las ocasiones que hemos hablado incluso en momentos de tensión por los temas tratados. Por ejemplo, cuando escribí un artículo que se llamó ‘Los líos de los candidatos uribistas con los paramilitares’ publicado en Semana.com.
En el texto recordaba que Francisco Santos, Luis A. Ramos y Óscar Ivan Zuluaga habían tenido escándalos por presuntos vínculos con paras. Tres de los cinco aspirantes del movimiento Centro Democrático, que lideraba en ese momento Uribe, y que buscaban enfrentarse en una consulta popular para elegir el candidato presidencial, habían tenido que aclarar ante la justicia esos nexos.
En el texto afirmé que “en abril del 2007 la revista Cromos publicó un amplio reportaje con Maribel Galvis, en su momento la única mujer investigada formalmente como miembro de los grupos paramilitares. Como dirigente del Movimiento del Pueblo, ella apoyó varias campañas políticas de La Dorada, entre ellas la del entonces exministro de Uribe. Según la explicación de Maribel Galvis, ella brindaba su apoyo a las personas que compartieran su ideario político. Por eso, estuvo en gira con Zuluaga y la excongresista Adriana Gutiérrez. Ese apoyo quedó plasmado en una serie de fotografías que Cromos divulgó”.
Zuluaga me llamó muy respetuoso y me dijo que yo no había escrito la historia completa. Le dije que cuál era la otra parte. Entonces dijo que personalmente vendría a Semana.com para dar la cara por ese asunto. Llegó cumplido, muy formal, con varias carpetas llenas de copias de expedientes. Durante toda la charla fue sereno, tranquilo, llevándose la mano al corazón para defender su honestidad.
Me dijo que no quería hacer una rectificación sino que hiciera una nota de la redacción en la que añadiera que “Semana.com informa que en este artículo periodístico se omitió una información relevante en el caso citado sobre el precandidato presidencial Óscar Iván Zuluaga, en el cual ya hay decisiones judiciales de la Fiscalía y la Procuraduría. El ente acusador decidió ‘inhibirse de abrir investigación en contra’ de Zuluaga, mientras el Ministerio Público determinó ‘decretar el archivo de la actuación adelantada en contra’ del precandidato presidencial”. ¿Nada más?, le pregunté. “Nada más, señor”, me dijo.
Luego nos volvimos a ver para entrevistas y siempre fue educado, a pesar de las preguntas que naturalmente buscaban indagar el pensamiento de este hombre que estaba a punto de convertirse en presidente.
¿Entonces? ¿Qué lo llevó a perder esa compostura ante Santos y decirle lo que le dijo? “Con usted no se puede ser respetuoso.”, “Con usted no se puede ser respetuoso.”
¿El hombre que aspira a gobernar a los colombianos no respeta al jefe del Estado? Si así actúa como candidato, ¿qué irá a hacer cuando tenga el poder?
El uribismo carga un pesado lastre por las acusaciones diarias, reales unas, infundadas otras, de irrespetar las normas, de saltar las leyes porque sí. Eso, sin embargo, no le quita adeptos sino que, por el contrario, le suma. Pero una cosa es Uribe y otra, Zuluaga. Una cosa es que lo diga el político más adorado por una gran parte de colombianos en los últimos años y otra, alguien diferente así lo haga en su nombre.
Para completar, en el debate hubo un corte de comerciales que en teoría habría podido servirle de oxígeno a Zuluaga, pero aumentó su nivel de agresividad y no por él mismo sino por el comercial que se convirtió en una sensación con el nombre de “La loca de las naranjas”.
Al día siguiente, Zuluaga fue a La FM y allí continuó con un nivel de belicosidad que no iba a tono con él, que lo alejaba de quienes habían visto en él a un estadista.
Es una versión que naturalmente en la campaña niegan, pero por eso se tomó la decisión de esconderlo y de incapacitarlo por una gripa para los debates a escasos días de este domingo crucial. Algo inédito en cualquier campaña. La perspicacia aumentó cuando en efecto reapareció para atender medios adeptos y se le vio con buena voz, contrario a lo que se podría pensar de un paciente que sufre una laringitis aguda.
Ya, sin embargo, la suerte estaba echada. Por más humilde o importante que sea todos en Colombia merecen respeto. Las personas y las instituciones.
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domingo, mayo 25, 2014

Autor de ‘¿Por qué #fracasan los #países?’ analiza nuestro país

24 MAYO 2014 - 9:00 PM en http://www.elespectador.com/noticias/politica/imaginando-y-alcanzando-una-nueva-colombia-articulo-494322
Autor de ‘¿Por qué fracasan los países?’ analiza nuestro país

Imaginando y alcanzando una nueva Colombia

“Firmar la paz sólo va a conducir a un país diferente si este proceso puede jugar un rol en cambiar la forma de hacer política, en transformar la forma indirecta en que el centro gobierna y se relaciona con la periferia”, dice el profesor de Harvard James Robinson en este artículo, especial para el día de elecciones presidenciales.
Por: James Robinson * Especial para El Espectador Boston

Imaginando y alcanzando una nueva ColombiaJames Robinson. / El Espectador
Sobre Colombia hay varias narrativas. Una es de un país exitoso, con políticas macroeconómicas estables, una larga historia de democracia y libre de renegociaciones de la deuda y populismo. Esta narrativa ve a Colombia como un jugador activo en el futuro de la economía mundial, crucial para el área de libre comercio con América del Norte y como parte de los Civets. Otra narrativa es aquella que pregunta cómo un país puede ser exitoso cuando ha vivido una guerra civil por 50 años, cuando el exalcalde de la ciudad capital y sus aliados se robaron gran parte del presupuesto municipal durante su administración, cuando un tercio del parlamento en 2002 fue elegido con la “asistencia” de grupos paramilitares y cuando el gobierno es incapaz o reacio a proveer bienes públicos básicos para la mayoría de sus ciudadanos. Por ejemplo, ¿cómo se puede tener libre comercio cuando no hay una carretera apropiada desde Buenaventura, uno de los puertos con mayor movimiento, hacia el resto del país?
Lo complejo es que estas dos Colombias son reales. Tanto la Colombia de políticas macroeconómicas estables y competentes como la Colombia del cartel de contratación y fraude electoral paramilitar. El problema de Colombia es que estos dos países han aprendido a vivir juntos, a complementarse y alimentarse el uno del otro. De otra forma, ¿cómo se puede entender que la firma de abogados de alta sociedad Brigard y Urrutia ayude, con una conciencia tranquila, a las élites colombianas a adquirir de forma ilegal en los Llanos Orientales grandes extensiones de tierra de los supuestos beneficiarios de la reforma agraria y de tierras?
La base fundamental de esta relación es que la mayoría de los colombianos han sido gobernados de forma indirecta desde Bogotá. El presidente conservador de finales del siglo XIX Miguel Antonio Caro sentó este precedente, pues nunca abandonó la sabana de Bogotá en toda su vida y el resto de Colombia era un misterio para él. Un misterio del cual nunca tuvo el menor interés. Caro ayudó a establecer este estilo de hacer política, que aún persiste en el país. Sin muchos cuestionamientos, si los políticos nacionales necesitan votos, los políticos en la periferia los entregan a cambio de contratos, trabajos y mermelada.
Hay muchas consecuencias de la forma como Colombia ha sido gobernada, y una de estas son las Farc. La falta de autoridad que este estilo de hacer política ha creado en la gran mayoría de Colombia también ha dado lugar a caos y anarquía. Desde Pablo Escobar, Salvatore Mancuso y la guerrilla. Usualmente estos síntomas pueden ser ‘controlados’. Por ejemplo, Escobar apareció como suplente en la lista del Partido Liberal; Mancuso, quien ahora está en prisión en Estados Unidos, fue invitado al Congreso, donde dio un famoso discurso. Pero aun cuando estos síntomas son domesticados, el caos y la anarquía han creado injusticias y espacios que han sido usados por los actores armados para movilizarse y atraer seguidores. Por esta razón, no es de sorprenderse que las Farc y el Eln hayan persistido por tanto tiempo.
Aunque las Farc (y el Eln) son los síntomas y no la causa real de los problemas de Colombia, esto no significa que no sea importante persuadirlos de dejar la lucha armada. Todo lo contrario. Desde que se alzaron en armas en 1964, sus acciones han hecho más difícil lidiar con los problemas reales; dieron una justificación a la formación de los grupos paramilitares, a sus actos de violencia y las viciosas campañas de contrainsurgencia, haciendo mucho más difícil que los colombianos identificaran el origen real de sus problemas. Esto significa que las actuales negociaciones en Cuba crean una gran oportunidad para que Colombia ponga a un lado uno de los impedimentos que enfrenta para resolver sus problemas fundamentales.
Entonces, una elección presidencial que gira en torno a la continuación o interrupción de las negociaciones con las Farc es un momento histórico para los colombianos, pues por primera vez hay un prospecto genuino de que se llegue a un acuerdo.
Pero si las Farc no son el problema real de Colombia, ¿hay alguna alternativa para estas negociaciones? La historia del gobierno de Uribe demuestra que la respuesta es NO. Durante los ocho años de intensa actividad militar hubo indudables golpes en contra de las Farc. Esta guerrilla se retiró de muchas áreas en donde previamente había dominado —aunque mucho de esto tiene que ver tanto con los grupos paramilitares como con el Ejército—. Muchos de los cabecillas fueron abatidos. En gran medida, la razón por la cual estas negociaciones están tomando lugar es por los éxitos militares del gobierno de Uribe y una reevaluación de las Farc sobre lo que pueden esperar al continuar con la lucha armada.
Pero es importante resaltar las lecciones de esta experiencia. Después de estos ocho años de combatir esta guerrilla, las Farc estaban lejos de ser derrotadas. Otros personajes han tomado el lugar de aquellos líderes que fueron abatidos y este grupo permanece organizado y fuerte. La razón de esto es obvia. Mientras que por un lado el gobierno de Uribe se concentró en el conflicto militar, por el otro se intensificó la forma de hacer “política tradicional” en Colombia. Por ejemplo, haciendo cualquier pacto que fuera necesario para cambiar la Constitución y diseñar la reelección presidencial.
En última instancia, la campaña de Uribe en contra de las Farc no fue y nunca pudo haber sido exitosa, porque sus fundamentos políticos se basan precisamente en esos factores que crearon las Farc —en primer lugar el gobierno indirecto de la periferia por el centro—. Se puede decir que lo que una mano tomaba, la otra lo volvía a poner. La mejor ilustración de esto son los consejos comunales que tenían lugar cada semana. Mientras que por un lado estos representaban un intento genuino de extender la presencia del Estado más allá de la sabana de Bogotá, por otro proveían una plataforma sin rival para la distribución de clientelismo.
Más que simplemente llegar a un acuerdo con las Farc, lo que esta experiencia sugiere es que esta negociación es una oportunidad crucial para lidiar con las razones fundamentales que no sólo crearon las Farc, sino otros de los tantos problemas de Colombia. Firmar un pacto de paz con las Farc va a ser algo positivo por muchas razones: porque va a llevar a sus combatientes a una vida normal, porque libra a las personas que viven en los sectores rurales del miedo y la tiranía y porque elimina la racionalidad de muchas de las formas extremistas de lucha en contra de las Farc.
Sin embargo, si se firma la paz con las Farc y se “declara victoria”, esto tendría tanto impacto como una de las muchas desmovilizaciones en la historia de Colombia; desde aquella de Guadalupe Salcedo en 1950, hasta el M-19 y el Epl (cuyos combatientes fueron reclutados por Fidel Castaño en las autodefensas). Firmar la paz sólo va a conducir a una Colombia diferente y a un cambio en las circunstancias que llevaron a la creación de las Farc, a Escobar y a Mancuso, si este proceso puede jugar un rol en cambiar la forma de hacer política en Colombia, en transformar la forma indirecta en que el centro gobierna y se relaciona con la periferia.
Es de destacar que los negociadores en La Habana entienden esta verdad fundamental. El primer pilar del acuerdo, el cual ya fue anunciado, contiene el plan para el desarrollo rural. El segundo punto afirma la necesidad de un cambio en el centro político hacia la abandonada periferia. En conjunto, estos puntos constituyen lo que el alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, llama “paz territorial”.
Lograr aquella paz va a ser difícil. Requiere un cambio fundamental en las relaciones de poder, no simplemente entre el centro y la periferia, sino entre los ciudadanos del centro y el resto de Colombia. Para que esto sea posible no es suficiente firmar un pacto en La Habana. El gobierno indirecto debe parar. Colombia necesita líderes políticos que puedan romper esa forma tradicional de hacer política. Esto no es algo fácil de hacer, debido a que este estilo actual está profundamente arraigado en la siquis y las estrategias de los políticos. Cambiar esta situación es arriesgado y requiere grandes hazañas e imaginación. Sin embargo, se puede lograr.
En un nivel práctico, es importante complementar este cambio construyendo instituciones democráticas más inclusivas en la periferia. Finalmente, las personas en este sector rural son quienes van a tener mayor interés en tener paz y seguridad, escuelas de alta calidad, servicios de salud, carreteras y todos los servicios públicos de los cuales carecen. La experiencia reciente en Brasil e India nos da ejemplos de modelos exitosos de cómo la sociedad civil puede ser ayudada a organizarse y demandar estas cosas.
También encontramos ejemplos en la historia de Colombia. Por ejemplo, la creación de la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos), en 1967, por parte del presidente Carlos Lleras, para impulsar la agenda de la reforma rural, fue una gran ruptura en la política tradicional. No era el fracaso de ANUC lo que resultaba problemático, sino su éxito. Cuando el presidente conservador Misael Pastrana llegó al poder, en 1970, se horrorizó con el empoderamiento de la sociedad rural en Colombia que la ANUC representaba y por esto impuso el poder del Estado para aplastar el movimiento. El trabajo que él no terminó, la subsecuente violencia paramilitar lo hizo.
Intentos posteriores para empoderar a la sociedad civil y promover la paz y el desarrollo, como el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR) o el Plan Nacional de Consolidación (PNC), fallaron porque, o fueron capturados por los políticos tradicionales, o no tenían el capital político para ser implementados, pues representaban una amenaza potencial a la forma indirecta de gobernar.
Estas experiencias sugieren que después de romper esta forma indirecta de gobernar, las élites políticas colombianas necesitan poner mucha atención al diseño de las instituciones para empoderar la sociedad rural. Finalmente, si este empoderamiento es exitoso, van a tener que mantener la calma. El empoderamiento de la Colombia rural va a ser algo nuevo y asustador para ellos, pero es lo que se necesita que suceda si quieren ser parte de una Colombia moderna.

*Profesor de gobierno de la Universidad de Harvard, autor con Daron Acemoglu del libro ‘¿Por qué fracasan los países?’ (Deusto, 2012).