martes, agosto 01, 2017

La sociedad líquida Por: Umberto Eco

 
La sociedad líquida

Como es bien sabido, la idea de modernidad o sociedad “líquida” se debe a Zygmunt Bauman. Al que desee entender las distintas implicaciones de este concepto le será útil leer ‘Estado de crisis’, obra en la que Bauman y Carlo Bordoni debaten sobre este y otros problemas.
La sociedad líquida empieza a perfilarse con la corriente llamada posmodernismo (término ‘comodín’, que puede aplicarse a multitud de fenómenos distintos, desde la arquitectura hasta la filosofía y la literatura, y no siempre con acierto). El posmodernismo marcó la crisis de las “grandes narraciones” que creían poder aplicar al mundo un modelo de orden; tenía como objetivo una reinterpretación lúdica o irónica del pasado, y en cierto modo se entrecruzó con las pulsiones nihilistas. No obstante, para Bordoni también el posmodernismo está en fase decreciente. Tenía un carácter temporal, hemos pasado a través de él sin darnos cuenta siquiera, y algún día será estudiado como el prerromanticismo. Se utilizaba para señalar un fenómeno en estado de desarrollo y ha representado una especie de trayecto de la modernidad a un presente todavía sin nombre.

Para Bauman, entre las características de este presente en estado naciente se puede incluir la crisis del Estado (¿qué libertad de decisión conservan los Estados nacionales frente al poder de las entidades supranacionales?). Desaparece una entidad que garantizaba a los individuos la posibilidad de resolver de una forma homogénea los distintos problemas de nuestro tiempo, y con su crisis se ha perfilado la crisis de las ideologías, y por tanto de los partidos, y en general de toda apelación a una comunidad de valores que permitía al individuo sentirse parte de algo que interpretaba sus necesidades.

Con la crisis del concepto de comunidad surge un individualismo desenfrenado en el que nadie es ya compañero de camino de nadie, sino antagonista del que hay que guardarse. Este “subjetivismo” ha minado las bases de la modernidad, la ha vuelto frágil, y eso da lugar a una situación en la que, al no haber puntos de referencia, todo se disuelve en una especie de liquidez. Se pierde la certeza del derecho (la magistratura se percibe como enemiga), y las únicas soluciones para el individuo sin puntos de referencia son aparecer sea como sea, aparecer como valor, y el consumismo. Pero se trata de un consumismo que no tiende a la posesión de objetos de deseo con los que contentarse, sino que inmediatamente los vuelve obsoletos, y el individuo pasa de un consumo a otro en una especie de bulimia sin objetivo (el nuevo teléfono móvil nos ofrece poquísimas prestaciones nuevas respecto al viejo, pero el viejo tiene que ir al desguace para participar en esta orgía del deseo).

Crisis de las ideologías y de los partidos: alguien ha dicho que estos últimos son ahora taxis a los que se suben un cabecilla o un capo mafioso que controlan votos, seleccionados con descaro según las oportunidades que ofrecen, y esto hace que la actitud hacia los tránsfugas sea incluso de comprensión y no ya de escándalo. No solo los individuos, sino la sociedad misma, viven en un proceso continuo de precarización.

¿Hay algo que pueda sustituir esta licuación? Todavía no lo sabemos, y este interregno durará bastante tiempo. Bauman observa que (desaparecida la fe en una salvación que provenga de las alturas, del Estado o de la revolución) es típico del interregno el movimiento de indignación. Estos movimientos saben lo que no quieren, pero no saben lo que quieren. Y quisiera recordar que uno de los problemas que se les plantean a los responsables del orden público a propósito de los “bloques negros” (táctica de manifestación donde los participantes llevan ropa negra para evitar ser identificados y parecer una sola masa*) es que no es posible etiquetarlos, como se hizo con los anarquistas, con los fascistas o con las Brigadas Rojas. Actúan, pero nadie sabe cuándo ni en qué dirección, ni siquiera ellos.

¿Hay algún modo de sobrevivir a la liquidez? Lo hay, y consiste justamente en ser conscientes de que vivimos en una sociedad líquida que, para ser entendida y tal vez superada, exige nuevos instrumentos. El problema es que la política y en gran parte la ‘intelligentsia’ todavía no han comprendido el alcance del fenómeno. Bauman continúa siendo por ahora una ‘vox clamantis in deserto’ (el sociólogo polaco falleció el 9 de enero*). 2015

* Notas de EL TIEMPO

martes, julio 11, 2017

new york times + hector abad faciolince

La Columna de Mr Abad criticando a AUV


OP-ED CONTRIBUTOR

An Ex-President Who Won’t Keep Away



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Medellín, Colombia
Henrik Drescher

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SOMEONE once said that former presidents are like old furniture. One thinks of a chest, revered for its noble appearance but no longer in use, eaten by termites, falling apart. Ever since modern medicine made longevity the rule and not the exception, countries have been accumulating these antiques. Four ex-presidents are living in the United States: the 39th, the 41st, the 42nd and the 43rd; it’s very likely that the 44th will occupy some dusty corner until nearly the middle of the 21st century.
However, Colombia’s former president, Álvaro Uribe, is refusing to play this part.
For many years, Colombia’s presidency followed the Mexican model: a monarchical ruler for a single term of office, with re-election prohibited by law, as a vaccine against strongmen who fell in love with power. This was a wise rule, given that Latin American leaders often prefer the Vatican’s electoral system: a president who stays in office until he dies or, in rare cases, is too ill to serve. Fidel Castro is one such case, and after manipulating constitutional reforms to allow them to stand for re-election, Daniel Ortega in Nicaragua and Hugo Chávez in Venezuela (who is battling cancer) aspire to follow in his footsteps.
Colombia has moved in this direction. Thanks to his successful fight against the guerrillas of the Revolutionary Armed Forces of Colombia, or FARC, and his having restored the country’s faith in the future, Mr. Uribe was a very popular president. He was also very fond of power. For that reason he fostered a constitutional amendment that, in 2006, allowed him to stand for re-election and stay in office for eight years instead of four. In 2010 he pushed for a referendum that would let him run for a third term, but — in an act of dignity rare in our region — the proposal was declared unconstitutional by the country’s highest court. Reluctantly, Mr. Uribe gave up power. The last thing he did was handpick his successor, Juan Manuel Santos, the former defense minister, who easily won the vote.
At that stage, Mr. Uribe should have retired to his cattle ranch, gone off to ride his horses and create a foundation for the defense of his political legacy. Instead, he decided to live, supposedly for reasons of security, in a police barracks in the capital, Bogotá. There, he can get together with officers, among whom he has always been popular for his harsh stance against the guerrillas, and dash off criticisms of his successor.
Among Mr. Uribe’s main causes of complaint are the so-called “political prisoners” — Uribe supporters who have been imprisoned on corruption charges, or for participating in illegal recordings of Supreme Court judges, or for links with paramilitary groups, or for extrajudicial murders. Admirably, considering his connection with the former president, Mr. Santos has pursued these cases, and Mr. Uribe will not forgive him for it.
Mr. Uribe has never written much; he’s not a person who enjoys developing an argument across the pages of an essay. However, he is addicted to Twitter (@AlvaroUribeVel has 1.3 million followers) and loves short phrases: slogans, more than thoughts. He spends his time, day and night, firing at (he himself uses this verb: “disparar”) President Santos and his alleged acts of “treason.” Mr. Santos has sold his soul to terrorists and Hugo Chávez, the tweets say, and is driving the country into chaos. Colombia’s hard-won peace, according to Mr. Uribe, will crumble under a resurgence of drug-financed guerrilla violence.
His fury has led some retired military officers to go so far as to talk of the need to stage a coup d’état against the president. A coup isn’t very likely, but another constitutional reform, allowing the messianic Mr. Uribe to run again in 2014, is possible; his supporters are already pushing for it. Failing this, what we can expect is the creation of a new party on the right, with a figurehead as a presidential candidate, and Mr. Uribe as the true leader. This means that in two years we won’t be moving forward, but back: the election will be a plebiscite, yet again, in favor of Mr. Uribe or against him.
The ancient Greeks had a venerable institution to defend democracy against tyranny: ostracism. According to Plutarch, ostracism — which consisted of expulsion from the city-state for 10 years — was not punishment but a protective measure, a way of making the eminent humble again. It’s a better answer to the problem of succession than some others.
There are many of us in Colombia who would like to see our vigorous ex-president giving self-improvement lectures abroad or consulting for some foreign corporation. Unfortunately, he’d rather be a nuisance in Colombia, tweeting and sowing trouble and rejoicing every time the FARC tries to assassinate a political figure or plants a bomb. Every military defeat for Mr. Santos is a triumph for Mr. Uribe: for him, the country has been heading for the abyss ever since it’s been out of his hands. But never in recent decades have the economic figures (inflation, unemployment, growth) been so good. And if the security situation continues to be difficult, the homicide rates are no higher than they were under Mr. Uribe. In fact, they’re still going down.
This is why many Colombians dream of something resembling ostracism and wish that piece of old furniture called Álvaro Uribe would stop getting in everybody’s way in the middle of the living room.

Héctor Abad is the author of the memoir “Oblivion.” This essay was translated by Anne McLean from the Spanish.

Originalmente el blogger la publicó en http://ciberplural.blogspot.com.co/2012/06/new-york-timeshector-abad-faciolince-la.html el

2007/12/01

#Fajardo #Elecciones2018 #PostConflicto #Corrupción

‘Hacer trizas el acuerdo con las Farc es ponerle una bomba a Colombia’

Fajardo va por la presidencia, no descarta coalición. Dice que no habrá puestos para congresistas.


09 de julio 2017 , 12:00 a.m.
El pasado viernes, Sergio Fajardo entró en firme en la carrera por la presidencia en el 2018.

En compañía de un grupo de seguidores, Fajardo madrugó a la Registraduría a inscribir el comité que recogerá las firmas para respaldar su aspiración a la presidencia. Luego de esa ceremonia visitó EL TIEMPO y relató su estrategia para llegar a la Casa de Nariño.
¿Cuál es su propuesta para convencer a los colombianos que lo elijan presidente?

El sentido básico de la propuesta es pasar la página de violencia y corrupción que ha marcado el país por décadas, a una nueva que tiene que ver con las capacidades y la apuesta por la riqueza en las regiones, de personas y de comunidades. Y esa nueva riqueza se hace desde la educación, la ciencia, la tecnología, la innovación, el emprendimiento y la cultura.

Vamos a cambiar de protagonistas en Colombia. Los protagonistas de este país, la últimas décadas, han sido guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, ilegales y corruptos. Vamos a escribir una nueva página, en la que los protagonistas serán maestros, innovadores, científicos, emprendedores y artistas, como riqueza de Colombia.

¿Dónde va a meter a esos ilegales, que usted dice han sido los protagonistas? 

Estarán en la cárcel o en la política. En casos como las Farc estarán en la política. Eso es lo que queremos. Las confrontaciones de una sociedad deben darse en la política. Ese es el sentido de todo nuestro trabajo.

¿No es ingenuo asegurar que si es presidente va a cambiar de hoy para mañana todo, sobre todo fenómenos sociales tan enraizados?


Sí, tenemos raíces muy profundas asociadas con la destrucción. Por eso dentro de los programas nuestros está la reconciliación explicada en tres puntos: respeto a los acuerdos, cultura ciudadana (convivencia y legalidad) y seguridad ciudadana.
El país está polarizado alrededor del ‘sí’ y del ‘no’, y de Uribe-Santos. Ahora es Uribe-Santos-Pastrana, los de siempre
¿Y cómo va a sacar a Colombia de esa burbuja de ilegalidad en que ha estado enraizada por décadas?

El país está polarizado alrededor del ‘sí’ y del ‘no’, y de Uribe-Santos. Ahora es Uribe-Santos-Pastrana, los de siempre. Esta es una confrontación muy agresiva en los términos, frente a la que mucha gente está agotándose. Colombia se está agotando de esos protagonistas. Hay una indignación profunda alrededor de la corrupción. Y hay otra insatisfacción muy grande: contra quienes siempre nos han manejado. Contra los mismos. La gente espera otra cosa y es lo que nosotros representamos.

¿Entonces Fajardo es la opción para ir más allá de Santos y Uribe?

No me queda la menor duda.

¿Por qué llega tan fácil a esa conclusión?

Porque hablo con la gente y noto su desesperanza. He recorrido el país y lo he podido ver. Hay desconfianza y malestar..

¿Va a ser diferente?
Nosotros somos diferentes.

¿En qué?

En la manera como hacemos la política, para empezar, por ejemplo: no pagamos ni un peso por un voto.

¿Y los demás sí?
Yo no sé cuántos. Nosotros no lo hacemos. Y puedo hablar con hechos: cuando fui alcalde de Medellín no hice ninguna coalición con el Concejo. No di ni un puesto ni un contrato a ningún concejal. Lo mismo cuando fui Gobernador.

¿Y si es presidente cree que puede hacer lo mismo con el Congreso?
Así va a ser.

¿Ni un puesto ni un contrato para un congresista?
Sí. Ni un puesto ni un contrato para un congresista. Así será. Eso sí, vamos a invitar a los congresistas a hablar de los planes de desarrollo de sus regiones y daremos soluciones.

¿Usted va es a apostar por lo que algunos llaman la antipolítica?

Vamos a hacer política diferente. Un voto comprado es un robo asegurado. Los que pagan para llegar llegan a robar. ¿Y cómo roban? Con puestos y contratos. Nosotros representamos una forma de hacer política que rompe con ese esquema. No hay una sola persona que pueda decir que le hemos dado un puesto a cambio de un favor político. Ni una.

¿Si usted es presidente cumplirá a rajatabla lo acordado en La Habana?

Lo pactado en Cuba está en un acuerdo que el Congreso está implementando jurídicamente. El nuevo presidente no va a llegar a cambiar lo que se acaba de aprobar.

¿No cambiaría el acuerdo?

Lo que se está aprobando se tiene que cumplir.

¿Entonces no se puede hacer ‘trizas’ el acuerdo?


Sería fatal. La expresión hacer “trizas” el acuerdo es ponerle una bomba a Colombia, en el sentido de generar todo el malestar. ¡Eso es un llamado a la guerra!

¿Tan duro?

¡Por supuesto! Eso es hacer una convocatoria a la destrucción.

Algunos sectores no aceptan la incorporación de los exguerrilleros a la sociedad. 
¿Qué va a hacer, si es presidente, para reducir esta resistencia?


Si yo fuera presidente hoy todos esos exguerrilleros estarían estudiando, tendrían una atención psicológica y un proyecto educativo, de acuerdo con su condición. Lo que estoy diciendo es que eso no puede esperar, eso tiene que empezar ya.

A mí me tocó en Medellín el proceso de reinserción de 4.500 desmovilizados de las autodefensas. Ojo: 4.500, solo en Medellín. Hoy estamos hablando de 6.500 regados en 26 zonas de todo el país. Es una lástima que el Gobierno no haya tenido la capacidad para poner en funcionamiento todo ese proceso y para explicar. Esta es una de las deficiencias del proceso.

¿Qué haría para que el país entendiera la necesidad de acoger a los exguerrilleros?


El primer paso para manejarlo es entenderlo. Uno de los errores que se han cometido en todo este proceso es la agresión de lado y lado. Usted no gana nada insultando. Nadie que esté con miedo o rabia cambia porque usted lo insulte.

¿Ha faltado pedagogía?

Claro. Lo primero es reconocer que alguien pueda tener un sentimiento diferente al nuestro. Si aceptamos eso, podemos trabajar para cambiar las cosas juntos. Podría haber dos caminos: insultarlos porque votaron por el ‘no’ o entender ese sentimiento y empezar a mostrar las bondades de construir la paz. Ese es el liderazgo que no se tuvo, que no tuvo el presidente Santos, a quien le correspondía conducir todo esto. Se requiere explicar y para ello hay que entender la posición del otro.

¿La principal propuesta suya será entonces erradicar la corrupción?

Ese tema se enfrenta desde la campaña. Habitualmente me preguntan ¿cómo se lucha contra la corrupción? Eso no es solo con leyes. Pensar eso es caer en una trampa. La lucha contra la corrupción empieza por la campaña electoral. Mire quién está con quién. Mire dónde está la plata. Desde la campaña se define cómo van a ocurrir las cosas después en el Gobierno.

¿Su campaña será con los ciudadanos y no con los partidos políticos?

Nada más devaluado en Colombia que los partidos políticos. Lo nuestro es compromiso ciudadano.

¿Esta inscripción no descarta la alianza con los ‘verdes’ y el Polo?

Con Antonio Navarro, Claudia López y Jorge Robledo hemos conversado sobre la posibilidad de encontrarnos en este camino. Tenemos un punto en común que nos que es la lucha contra la corrupción y el clientelismo.
La movida de 3 presidenciables
Además de Fajardo, la exministra Clara López y el exprocurador Alejandro Ordóñez son otros dos aspirantes a la presidencia que inscribieron sus comités para recoger firmas.

Con estos apoyos ciudadanos (cada uno debe recoger mínimo 474.547 firmas), los tres aspirarían a avalar sus respectivas candidaturas a la jefatura del Estado.

Pese a que los tres comenzaron el camino de las firmas, ninguno de ellos descarta encabezar o integrar algunas de las coaliciones en las que sus nombres están sonando.

Ordóñez, la de centroderecha; López, la que busca defender el acuerdo con las Farc, y Fajardo, la anticorrupción.

A juicio de observadores, el camino de las firmas les permitiría a estos tres aspirantes presidenciales llegar fortalecidos a sus coaliciones. No es igual aterrizar con más de 474.000 firmas que llegar con las manos vacías.

Igualmente, en caso de desacuerdos, el aval ciudadano sería suficiente para registrar sus nombres en el tarjetón presidencial.

El hecho tal vez más relevante es que la decisión de estos tres aspirantes los pone a picar en punta en sus respectivas alianzas, en algunas de las cuales no todos los que están sonado han confirmado su decisión de buscar la presidencia.

Por ahora no se sabe hasta dónde llegarán con el ejercicio de las firmas, pero sin duda fue una primera jugada que les da ventaja a estos tres aspirantes presidenciales.

#Colombia #2017 #postconflicto #Economía #Economíasubterránea

Economía subterránea en el país equivale al 35 por ciento del PIB

Crece casi al mismo ritmo de la economía total, estimulado por el uso del efectivo.



11 de junio 2017 , 12:00 a.m.
El tamaño de la economía subterránea en Colombia, incluyendo informalidad e ilegalidad, es equivalente a 304 billones de pesos anuales, es decir, el 35 por ciento de toda la producción del país en el 2017.

Este flagelo crece a un ritmo anual del 6 por ciento, solo un punto por debajo de la tendencia con la que crece la economía total, que es del 7 por ciento (nominal).
La economía subterránea en el país tiene hoy, con la ventaja que ha tomado, una magnitud similar a la del sector agropecuario o el de los minerales.

Estas son algunas de las conclusiones que se desprenden del estudio que acaba de concluir el gremio de instituciones financieras, Anif, a petición de Asobancaria, en el cual establecen que, si bien Colombia ha tenido algunos avances, pues en el 2007 el tamaño de la economía subterránea era del 40 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), en el promedio de los últimos 20 años se raja.
Dos décadas difíciles
La calificación promedio, según el Índice de Economía Subterránea (IES), elaborado por Anif, es de 2,3 sobre 5.

Una de las materias incluidas en este índice es la ilegalidad, en la cual se cuentan flagelos como el narcotráfico y el lavado de activos, que hoy equivale al 1,9 por ciento del PIB después de haber sido del 6,3 por ciento en el 2007.

En plata, el 1,9 por ciento del PIB que la ilegalidad mueve hoy en la economía subterránea equivale a 16 billones de pesos, es decir, más de dos veces el ingreso proveniente del recaudo del 4 por 1.000 en 2016 (7 billones de pesos).

Entre tanto, la informalidad, cuyo tamaño es descomunal, pues representa el 95 por ciento del tamaño de la economía subterránea, equivale al 33,5 por ciento del PIB. En plata blanca, se trata de 288 billones de pesos, cifra que supera con creces el actual presupuesto general de la Nación en el 2017 con todo y la adición que le acaban de hacer (233 billones de pesos).
La informalidad laboral llega a niveles del 64 por ciento de la población económicamente activa
La informalidad, que mueve dinero a montones y no aparece en las estadísticas oficiales para efectos tributarios, incluye evasión de impuestos y empresas o negocios que ni están registrados ni aportan a la seguridad social.

“Entre las tres causas principales de la economía subterránea en Colombia, la informalidad laboral llega a niveles del 64 por ciento de la población económicamente activa y el de la empresarial, que alcanza valores del 54 por ciento del total de empresas”, dice el estudio.

Aunque el comercio callejero es la cara más conocida de la economía informal, en realidad salpica a otras actividades, como la industria, los servicios, la construcción o el transporte. Pero, con el comercio se puede mostrar la dimensión del dinero que se mueve por debajo de la mesa. Así, algunos expertos estiman que los simples negocios de ventas ambulantes en Bogotá generan, a diario, 1.900 millones de pesos.

Por esa vía o por cualquier otra, de las tantas que hay, lo cierto es que en Colombia, donde el crecimiento oficial de la economía es pobre, la plata circula por las alcantarillas y pone contra las cuerdas a la economía formal, que es la que genera empleo de calidad.

La evasión y elusión tributarias tienen tasas cercanas al 25 por ciento, al igual que la ilegalidad, particularmente referida al narcotráfico, aunque esta presentó una reducción entre el 2000 y el 2014. Según el Informe de Monitoreo de Territorios Afectados por Cultivos Ilícitos 2015, de Naciones Unidas, en Colombia la producción de coca se habría expandido de 442 toneladas a 646 toneladas durante 2014-2015”, señala la investigación.

En total, los cultivos ilícitos pasaron de ser del 1,7 por ciento del PIB en el 2000 a un 0,3 por ciento del PIB en 2014.
Perversidad del billete
Todas estas actividades que se adelantan, sin que sean visibles para el Estado, tienen un gran aliado: el dinero en efectivo.
Por eso, los investigadores de Anif, entre los que se cuentan Sergio Clavijo, Alejandro Vera, Ana María Zuluaga, Andrea Ríos y Ekaterina Cuéllar, enfatizan en que el posicionamiento de la economía subterránea en el país se debe al uso del efectivo, en parte, promovido por impuestos como el 4 por 1.000, que entró al esquema tributario como temporal y se quedó para siempre, tras la reforma tributaria del 2016. “En Colombia, las cifras disponibles indican que cerca del 90 por ciento de las transacciones se hacen en efectivo, principalmente, para no pagar el gravamen a los movimientos financieros. También el 63 por ciento del ahorro de las personas se está haciendo en efectivo”, dice la investigación.

Anif ha sido uno de los centros de pensamiento económico que más ha sustentado un “efecto nefasto del 4 por 1.000”, y, ahora, en el nuevo estudio insiste en su desmonte, no solo por su ineficacia tributaria, sino por su capacidad de impactar todas las piezas del rompecabezas de la economía.

“En el país ha podido más la falsa ilusión del recaudo ‘fácil’, de 0,8 por ciento del PIB por año que aporta este gravamen, que el trabajo de inducir la formalización transaccional, y, de paso, a la formalización laboral y tributaria que hace crecer la producción y el empleo”, agrega el estudio.

Alejandro Vera, vicepresidente de Anif, calcula que con solo un 10 por ciento del sector informal dejando de usar efectivo se recuperaría el recaudo total que aporta el tributo del 4 por 1.000.
Dian, bajo la mira
La investigación de Anif, además de indicar la necesidad de darle en el blanco al uso del efectivo, establece que se requieren medidas alternativas, en especial relacionadas con la Dian.

Los investigadores se refieren a lo que llaman ‘ineficacia tributaria’, como una de las razones para que la economía subterránea siga dando pasos de animal grande.

En ese sentido, a la par que destacan los esfuerzos logrados en los últimos años, le da palo a la Dian y retoman la recomendación de la Ocde de que la entidad necesita “una profunda cirugía porque tiene poco capital humano de calidad”. 

Alejandro Vera manifiesta que “es necesario pensar en una Dian que de verdad castigue a los evasores, que de verdad combata la evasión y logre niveles importantes de reducción de esta en impuestos como el de renta e IVA”.

No obstante, el investigador destaca que, si bien “la Dian tiene que ser más diligente”, también es clave proporcionarle las herramientas para que haga mejor su tarea. “La Dian de Colombia es la más pequeña de América latina. No se puede pensar en controlar toda la evasión que se genera en el país sin recurso humano”, dijo Vera.

Héctor Rueda, director (e) de fiscalización de la Dian, acepta que no se ha avanzado con la velocidad que requieren las circunstancias, pero expresa que “con las medidas de la última reforma tributaria, parte de la problemática que plantea el estudio se trata de ir corrigiendo. Los resultados no se podrán ver de la noche a la mañana, son de largo plazo”.

Frente a la informalidad, Rueda recuerda que la adopción de estrategias como la del monotributo permitirán llevar a la formalización a los pequeños comerciantes, mientras que el uso del efectivo también tendrá un freno. 

“A partir del 2018 entrará en vigencia la limitación de los pagos en efectivo, pues si un declarante del impuesto de renta no muestra que el 50 por ciento de las transacciones las hizo a través de los bancos, no podrá reportarlos como gasto. Por consiguiente, se incrementa su tributación”, concluye el funcionario.
A un lado las reformas tributarias
Alejandro Vera, vicepresidente de Anif.

¿Si el país redujera la economía subterránea, no tendría que hacer más reformas tributarias?

Solo podría decir que tendríamos más recursos fiscales, mayor profundización financiera, mayor crédito y crecimiento económico.

¿Se puede reversar la permanencia del 4 x 1000?

Nuestra propuesta siempre ha sido quitarlo.

¿Por qué los billetes de alta denominación estimulan la economía informal?

Porque facilitan las transacciones en efectivo. Hay que llevar menos cantidad de billetes para cubrir un monto alto.

¿Cómo es la proyección que hacen al 2020?

Si se dejaran las condiciones de hoy –el 4 × 1.000, la reducción de la evasión a los niveles que estima la Dian y el desempleo en las tasas actuales–, de aquí al 2020, el efectivo, que usamos para medir la economía subterránea, crecería al 6 por ciento anual y la economía total, al 7 por ciento.
Así estamos frente a los países de Alianza del Pacífico y EE. UU.
Para la comparación con el vecindario, el estudio de Anif retoma las cifras de hace una década, debido a la poca disponibilidad de datos. Para ese año (2007), “la economía subterránea en Colombia ascendía a valores del 39,8 por ciento del PIB (33,5 por ciento informal más un 6,3 por ciento ilegal)”. Según esas cifras, Colombia es similar a México, que registró un tamaño de la economía subterránea del 39,7 por ciento del PIB, aunque con menos informalidad que ilegalidad (28,8 por ciento informal más 10,9 por ciento ilegal). Entre tanto, Perú alcanzó el mayor registro, según destaca la investigación, con una economía subterránea que representaba el 59,6 por ciento del PIB. En este país, la informalidad supera la de Colombia como porcentaje del PIB (53, 7 por ciento), mientras que la ilegalidad es menor (5,9 por ciento).

En cambio, Chile es el referente positivo. La economía invisible a los ojos del Estado en el país andino es de 18,7 por ciento del PIB, impulsada en su mayoría por la informalidad (18,5 por ciento del PIB) y solo 0,2 por ciento ligado a ilegalidad.

Cuando la comparación se hace con EE. UU. se tiene que ese país tiene una economía subterránea del 12,3 por ciento del PIB (8, 4 por ciento informal más 3,9 por ciento ilegal). “Registraba niveles muy inferiores a Perú, Colombia y México en dicho período”, según el estudio.

MARTHA MORALES MANCHEGO
Economía y Negocios