lunes, agosto 24, 2015

la barbarie paramilitar ...Justicia y Paz

JUDICIAL 15 JUN 2015 - 9:00 PM en http://www.elespectador.com/noticias/judicial/los-paras-calle-articulo-566483
La inminente salida de los jefes de las Auc

Los “paras” a la calle

A propósito de la orden de libertad para alias “Diego Vecino”, El Espectador presenta una radiografía de las confesiones y crímenes de 12 desmovilizados que pronto saldrán de prisión por pena alternativa cumplida en Justicia y Paz.
Por: Jaime Andrés Flórez Suárez

Los “paras” a la calleFreddy Rendón Herrera, alias “El Alemán”, cuando se desmovilizó, en 2006. /Archivo - El Espectador
En el ajedrez del conflicto colombiano, la barbarie paramilitar fue protagonista de casi tres décadas. Hoy, luego de purgar las penas alternativas de Justicia y Paz, los máximos comandantes de las autodefensas que no fueron extraditados en mayo de 2008 a Estados Unidos se disponen a recobrar su libertad. Para muchos su tiempo en prisión fue mínimo en comparación con la estela de sangre que le dejaron a Colombia.
 
No obstante, al margen de esos cálculos, lo cierto es que los jueces de la República ya empiezan a otorgar las primeras libertades, y muchas preguntas siguen rondando: ¿Está preparado el Estado para el retorno de estos exjefes paramilitares a las regiones que durante años violentaron? ¿Qué va a ocurrir en las regiones una vez estas personas recobren su libertad? ¿Cómo hacer para que las llamadas bandas criminales no terminen apoderándose de los ejércitos privados que controlaban hace apenas unos años?
 
El Espectador obtuvo varios reportes de la Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía sobre los hechos confesados, los bienes entregados y las verdades reveladas por 12 exjefes de las autodefensas que están en la ruta de recuperar su libertad. No hay duda de que muchos hechos criminales jamás habrían sido documentados de no ser por las confesiones de estos desmovilizados. Sin embargo, para muchos el sapo que se tragó Colombia fue demasiado grande. 
 
“El Iguano”
 
Jorge Iván Laverde Zapata entró a las autodefensas cuando apenas tenía 17 años. Inicialmente delinquió en Chocó, hasta que se hizo comandante del frente Fronteras del bloque Catatumbo, que operó en Norte de Santander. Desde allí coordinó la toma a sangre y fuego del paramilitarismo en una región con una fuerte presencia guerrillera y de cultivos de droga. Se desmovilizó en 2004 en Tibú, con 473 hombres.
 
Ha confesado cerca de 1.500 crímenes y aún no ha dado su versión sobre 5.000 más que tiene registrados. Entre sus confesiones reconoció que ordenó quemar decenas de cuerpos en hornos en el Catatumbo para que no pudieran ser encontrados y que ordenó varios homicidios en territorio venezolano. Hace dos meses un magistrado de Justicia y Paz le negó la libertad argumentando que no participó en actividades de resocialización durante sus primeros años en prisión. Su defensa apeló y “El Iguano” espera salir pronto.
 
“Jorge Pirata”, el terror de los Llanos
 
A los 20 años, Manuel de Jesús Pirabán se hizo paramilitar y llegó a ser el comandante del bloque Héroes del Llano, que extendió su influencia a Boyacá y Cundinamarca. A comienzos de los 90 se ensañó con la Unión Patriótica, asesinó a varios de sus integrantes y en 1992 perpetró la masacre de Caño Sibao, en la que murieron la alcaldesa saliente y el alcalde electo del municipio de El Castillo (Meta) y otros tres funcionarios. Además fue protagonista de la guerra contra las Autodefensas Campesinas del Casanare, que dejó unos 3.000 muertos.
 
“Pirata” se desmovilizó en Puerto Lleras (Meta), en 2006, y ha sido imputado por más de 800 hechos delictivos e investigado por 2.000 más. Todavía no hay sentencia en su contra, aunque ya cumplió la pena de ocho años.
 
“Botalón”
 
Arnubio Triana Mahecha fue parte de la escuela de paramilitares organizada por el mercenario israelí Yair Klein en los años 80 y financiada por Gonzalo Rodríguez Gacha, “El Mexicano”, socio del capo Pablo Escobar. Además, estuvo vinculado al narcotráfico en el Magdalena Medio durante al menos dos décadas. En 1991 se desmovilizó de las filas paramilitares y tres años después reingresó a la organización, se convirtió en comandante de las Autodefensas Campesinas de Puerto Boyacá y negoció el control del Magdalena Medio con Ramón Isaza.
 
“Botalón” ha confesado más de 400 hechos delictivos, entre ellos 89 homicidios y 112 desapariciones forzadas. Ya solicitó su libertad y está a la espera de la decisión del juez.
 
“Don Antonio”
 
Édgar Ignacio Fierro, mano derecha de “Jorge 40”, fue capturado en marzo de 2006 y los secretos contenidos en su computador dieron lugar a las primeras pesquisas de la parapolítica. Su centro de operación fue Soledad (Atlántico), desde donde ordenó homicidios y desarrolló una estrategia para establecer puentes con políticos de la región. Fue el primer excomandante paramilitar en solicitar la libertad, pero también resultó envuelto en el sonado caso de la exrectora de la Universidad Autónoma del Caribe Silvia Gette. Una juez le revocó la pena alternativa al considerar que no pidió perdón públicamente a sus víctimas. Está condenado a 40 años.
 
El poder de “El Alemán”
 
Freddy Rendón Herrera, apodado “El Alemán” por su obsesión con el orden y la disciplina, se vinculó a las Auc a los 22 años y siguió los pasos de Carlos Castaño, nacido en Amalfi (Antioquia) como él. Empezó como informante del grupo paramilitar La 70 y escaló en la organización hasta llegar a ser el comandante del bloque Élmer Cárdenas, donde tuvo 1.534 hombres bajo su mando. Su influencia se extendió por Córdoba, Antioquia, Boyacá y Cundinamarca, pero se concentró especialmente en el Urabá chocoano, donde se apoderó del negocio de la explotación maderera.
 
Tuvo gran poder político en esos territorios a través de su proyecto “Urabá grande, unido y en paz”, por el cual se dictó en 2010 medida de aseguramiento a 23 dirigentes políticos del Urabá antioqueño. Además de hablar largo sobre parapolítica, ha declarado acerca de la relación entre la Fuerza Pública y los paramilitares, especialmente en el episodio de la operación Génesis, en 1997, por lo cual resultó condenado el general (r) Rito Alejo del Río. Se lo investiga, junto a otros 27 desmovilizados, por 2.700 crímenes. En marzo de 2015 se le otorgó la libertad a prueba, pero aún tiene varias investigaciones en curso.
 
Ramón Isaza, amo y señor del Magdalena Medio
 
“El Viejo” tiene su alias bien puesto. Su historia como paramilitar comenzó en los años 70, en Puerto Triunfo (Antioquia), donde formó un pequeño grupo de hombres para defenderse, según él, de los guerrilleros que extorsionaban y asediaban la zona. Su área de influencia se extendió por todo el Magdalena Medio. Como comandante de las autodefensas le declaró la guerra a Pablo Escobar en los 90 y amplió su poder a principios de siglo hasta la Comuna 13 de Medellín, a través del frente José Luis Zuluaga.
 
Se desmovilizó en febrero de 2006 con 990 hombres a su cargo. La desmovilización estuvo al borde del fracaso porque alias “McGiver” y “El Gurre”, comandantes a su cargo (su yerno e hijo adoptivo, respectivamente), se negaban a dejar las armas. Se le contabilizan más de 5.000. En mayo de 2014 se profirió sentencia en su contra, junto a otros cuatro subalternos, por 100 hechos delictivos de toda índole. Ha solicitado en dos ocasiones la sustitución de medida de aseguramiento, pero se le ha negado por no cumplir a cabalidad con la entrega de bienes.
 
“Julián Bolívar”
 
El 22 de mayo de este año, Rodrigo Pérez Alzate se convirtió en el primer exjefe paramilitar en recobrar la libertad. El bloque Central Bolívar, que comandó y en el que tuvo más de 1.000 hombres a su cargo, estuvo muy implicado en el negocio de la coca. Sus zonas de influencia en los Llanos, Antioquia, Bolívar, Boyacá y Cundinamarca coincidían con las de mayor presencia del cultivo. Fue requerido en extradición por Estados Unidos por 21 cargos relacionados con tráfico de estupefacientes.
 
Se le señala de haber participado en más de 20 masacres, dirigidas en su mayoría contra trabajadores vinculados a Sincotrainder, que agremia a los transportadores de Santander, y a la Unión Sindical Obrera. Entre las 280 conductas delictivas por las que se le condenó, las más recurrentes son homicidios, desaparición y desplazamiento forzado.
 
“El Águila”, el poder en Cundinamarca
 
Luis Eduardo Cifuentes Galindo fue militante de la Juventudes Comunistas de Cundinamarca hasta que en 1986, según sus propias confesiones, miembros de las autodefensas le pusieron un ultimátum: o se unía a los “paras” o lo asesinaban. Así dio el primer paso en esa organización, en la que llegó a ser comandante del bloque Cundinamarca, creado en 1997 y del que se desmovilizó con 148 hombres. Se le recuerda por acordar un pacto de no agresión con las Farc en ese departamento, el cual, tras su ruptura en 2003, dio paso a violentos enfrentamientos que dejaron un centenar de muertos.
 
“El Águila” fue condenado en 2014 por 128 homicidios, 29 desapariciones forzadas y un centenar más de crímenes. Su solicitud de libertad fue negada por el Tribunal Superior de Bogotá.
 
Actualmente la Fiscalía lo investiga por posibles delitos cometidos después de su desmovilización, entre ellos homicidio agravado y secuestro extorsivo, que de probarse supondrían su exclusión de Justicia y Paz y penas muy superiores a la alternativa que ofrece la Ley 975 de 2005.
 
“Monoleche”
 
Jesús Ignacio Roldán Pérez fue reclutado para trabajar en una finca de los hermanos Castaño Gil cuando tenía 17 años. Se ganó su confianza y terminó de escolta y jefe de seguridad del clan, lo que lo convirtió en testigo y partícipe de la fundación de las Autodefensas Unidas de Colombia. Además de ocuparse de la seguridad de los Castaño, administraba algunas de sus fincas y negocios en Urabá y Córdoba. “Monoleche” confesó su participación en el asesinato del jefe político de las Auc, Carlos Castaño, por orden de su hermano Vicente Castaño, en abril de 2004.
 
Se desmovilizó junto con el bloque Calima, ha confesado 78 crímenes y en diciembre de 2014 fue condenado parcialmente por homicidio en persona protegida, desaparición forzada, hurto calificado y concierto para delinquir. En la misma sentencia, el Tribunal Superior de Medellín le concedió libertad a prueba, pero la decisión fue apelada ante la Corte Suprema de Justicia.
 
“Ernesto Báez”, el testigo cuestionado
 
La mayoría de jefes paramilitares transitaron de las armas a la política. Iván Roberto Duque Gaviria, alias “Ernesto Báez”, lo hizo a la inversa. Abogado de profesión, llegó a ser alcalde de La Merced (Caldas), empleado de las Empresas Públicas de Manizales y secretario de Gobierno de Boyacá. Sus primeros roces con el paramilitarismo se dieron de la mano de Henry Pérez, fundador de las autodefensas del Magdalena Medio.
 
Terminó como comandante político del poderoso bloque Central Bolívar, que en su apogeo tuvo cerca de 5.500 hombres y 29 frentes en 10 departamentos. Desde que se desmovilizó, su alias ha figurado constantemente en los titulares de prensa, pues ha sido testigo en casos como el magnicidio de Luis Carlos Galán, con múltiples señalamientos por falso testimonio. Incluso rindió declaración en el caso del magistrado de la Corte Constitucional Jorge Pretelt. Aparte de las investigaciones por su pasado paramilitar, que lo involucran en 1.600 delitos, hay varias por falso testimonio, fraude procesal y cohecho propio. Hace poco le fue negada la solicitud de libertad porque, según el magistrado a cargo, durante sus primeros años en prisión “Báez” no se esforzó por resocializarse.
 
“Diego Vecino” y las armas en Sucre y Córdoba
 
Este viernes 12 de junio una jueza de Justicia y Paz le otorgó libertad condicional por pena cumplida a Édward Cobos Téllez, alias “Diego Vecino”, quien fue el artífice de la masacre de Mampuján. Su paso por este corregimiento de María La Baja (Bolívar), en marzo de 2000, en compañía de “Juancho Dique” y “Cadena”, dejó 12 muertos y 180 familias desplazadas.
 
“Vecino”, en ese entonces comandante del bloque Montes de María, se desmovilizó en julio de 2005 junto con 594 paramilitares bajo su mando. La Fiscalía le ha imputado más de 400 delitos y, por lo ocurrido en Mampuján, el Tribunal Superior de Bogotá lo condenó en 2010 a ocho años de prisión. Además se le vinculó con otros delitos, como homicidio en persona protegida, desaparición forzada, tortura, despojo de tierras, acceso carnal violento y secuestro, entre otros.
 
“Juancho Dique”, el secuaz de “Vecino”
 
Como comandante del frente Canal del Dique, del bloque Montes de María, Úber Enrique Bánquez Martínez secundó a “Diego Vecino” en su cruel paso por Mampuján. Se desmovilizó en La Ceja (Antioquia), en 2005, como miembro del bloque comandado por “Vecino”, y, al igual que su jefe, en junio de 2010 fue condenado como coautor de la masacre.
 
Además de Mampuján se le atribuyen ocho masacres, entre ellas las de El Salado y Chengue. “Juancho Dique”, el primer exjefe paramilitar condenado en Justicia y Paz, está recluido pese a que el Tribunal de Barranquilla le otorgó la sustitución de medida de aseguramiento en enero de este año, pues aún tiene pendientes trámites de acumulación de penas. Tiene 40 sentencias por distintos crímenes.
 
 
 
jflorez@elespectador.com


domingo, mayo 31, 2015

Con la #paz se mete todo el mundo, gente insignificante y gente importante #Colombia

2015/05/30 22:00 http://www.semana.com/nacion/articulo/otto-morales-benitez-nadie-firma-un-acuerdo-de-paz-para-luego-ir-la-carcel/429564-3

“Nadie firma un acuerdo de paz para luego ir a la cárcel”

Claudia Palacios entrevistó a Otto Morales Benítez antes de su muerte. Estas son sus impresiones sobre el proceso de paz.
 “Nadie firma un acuerdo de paz para luego ir a la cárcel” Foto: Daniel Reina Romero
Pocos meses antes de su muerte Otto Morales Benítez, quien hizo parte de dos procesos de paz, dio sus impresiones sobre los diálogos de La Habana. Este es el resumen de su última entrevista, un extenso diálogo que aparecerá en el libro de la periodista Claudia Palacios sobre perdón y reconciliación, que saldrá a fin de año.

Claudia Palacios: Leyendo la historia, parece que fue fácil lograr la paz en el gobierno de Alberto Lleras, comparándolo con el actual proceso.

Otto Morales Benítez: 
Era otro país. Re-cuerdo que había un general de nombre López Caicedo que iba por todo el país diciéndole a la gente a nombre del gobierno que ni el Ejército ni la Policía volverían a disparar contra la población. Como el principal problema era la tierra se formó una oficina de rehabilitación con diez abogados y diez economistas que con la Caja Agraria resolvían lo relacionado con la propiedad. Para solucionar el problema del desempleo se decidió que las obras de ingeniería se harían a pico y pala, no con maquinaria, para que los que dejaran las armas tuvieran trabajo.

C. P.: ¿Y la situación judicial de esos guerrilleros cómo se resolvió?

O. M. B.: Con amnistía, la de Lleras Camargo fue la ley más importante de todas. Antes de recibirla, los guerrilleros tenían que presentarse ante los jueces a demostrar qué hacían y probar que no habían vuelto a participar en ningún acto de violencia. Luego en el gobierno de Guillermo León Valencia, Álvaro Gómez boicoteó ese proceso de paz con el ataque a lo que él llamaba repúblicas independientes.

C. P.: Y luego vuelve a estar usted involucrado en la paz en el gobierno de Belisario Betancur… ¡20 años después!

O. M. B.: 
Acabé ahí, sin querer, nombrado por decreto. La historia es que en el gobierno de Turbay, el antecesor de Betancur, ya se había nombrado una comisión de paz, de la que nombraron presidente al expresidente Lleras Restrepo. Este se enferma, y le dice a Belisario que el que lo tiene que reemplazar soy yo. Yo le dije a Belisario que no, pero aun así sacó el decreto de mi nombramiento.

C. P.: O sea que le toca a regañadientes. ¿Y cómo se contacta con la guerrilla?

O. M. B.: Un día me monté en un taxi y el taxista me dijo que cómo era yo de bruto por haber aceptado la comisión de paz de Belisario. Y me dice que me tiene una carta de parte de Manuel Marulanda, pero que me la entrega más adelante. En la carta Marulanda dice que está muy complacido de que yo estuviera en la comisión y que le dijera cuándo nos podíamos ver. Le pregunté al taxista cuándo se iba a ver con Marulanda, me respondió que cuando yo dijera. Saqué una tarjeta de presentación mía y por la parte de atrás le puse: Marulanda, gracias por su carta, diga cuándo nos podemos ver y en dónde.

C. P.: ¿Y en cuánto tiempo volvió el taxista con la respuesta?

O. M. B.: Luego apareció otro señor en la oficina y me dijo que Marulanda mandaba a decir que si me podían recoger el sábado en mi casa a las ocho de la mañana, que yo ya sabría dónde iba a ser la entrevista. Que sacara tres días, uno para ir, otro para conversar y otro para regresar.

C. P.: ¿Y entonces arrancó rumbo a Neiva?

O. M. B.: 
Sí, en Neiva nos llevaron a un hotel y nos dijeron que nos recogían al otro día a las seis de la mañana. Al otro día nos fuimos por una carreterita mala hasta una casa campesina donde nos recibió una señora muy amable, nos ensillaron bestias y nos fuimos montaña arriba unas dos horas, con los otros de la comisión, John Agudelo Ríos, Alberto Rojas Puyo, Rafael Rivas Posada.

C. P.: Allá estaba Marulanda…


O. M. B.:
 Sí, y mucha gente, universitarios, profesores. Marulanda presidía todas las conversaciones, no hablaba mucho pero lo que decía era muy preciso. De pronto estábamos conversando y desapareció todo el mundo en menos de cinco minutos. Cuando volvieron a los diez minutos Marulanda me explicó que había pasado un avión que nos podía bombardear. Ese día firmamos el primer documento entre las Farc y el gobierno y quedamos en volvernos a reunir en Bogotá con delegados que él enviaría.

C. P.: ¿Con el ELN cómo fue el encuentro?

O. M. B.:
 La reunión con ellos fue en Bogotá, en un edificio en el norte. Fue una reunión azarosa porque ellos tenían ametralladoras y nosotros claro que no, pero fueron muy amables. No me acuerdo de sus nombres, pero en todo caso después de una larga discusión, al final, me dijeron que aceptaban que debían limitar su acción y apostar por la desaparición de la guerrilla y la incorporación a la vida civil.

C. P.: Faltaba entonces el contacto con el M-19…

O. M. B.: 
Llamé a Bateman y acordamos almorzar en un restaurante en el norte de Bogotá. En el almuerzo me dijo que lo que yo proponía era razonable, pero que él tenía que viajar al día siguiente a Santa Marta y luego a  Panamá a conversar con tres personas que se oponían a la idea de un acuerdo de paz. Al cabo de unos días, al no tener noticias, empecé a preocuparme y le dije a Belisario, quien contactó a Noriega. Así fue que supimos que se habían matado. Sin embargo, Bateman ya había dado la orden de seguir adelante con el proceso de paz.

C. P.: ¿Y con esos avances, habiendo el Congreso aprobado ya la ley de amnistía, por qué renuncia a ser el presidente de la Comisión de Paz?

O. M. B.: Por los enemigos de la paz. Con la paz se mete todo el mundo, gente insignificante y gente importante. Yo tenía la sensación de que tenía que hacerse un proceso completo, global, pero había personas que querían parcelarlo y así no se podía manejar ese proceso. Me reemplazó John Agudelo Ríos que era partidario de la parcelación en cositas, a la cual yo me oponía.

C. P.: Ese proceso al final terminó exitosamente con el M-19 pero no con las Farc y el ELN, que siguen pendientes. ¿Cómo ve la posibilidad de reconciliación ahora?


O. M. B.: 
Si se llega a la paz, la gente va a entender cuál es su deber y los colombianos tendrán una buena conducta, porque hay una fatiga y la gente no ve que la solución sea la guerrilla. Antes había gente que creía que la guerrilla era una solución de los problemas sociales, hoy la gente ya no lo cree.

C. P.: Pero justamente por eso, en este proceso hay menos ambiente para que la gente acepte algo que se parezca a una amnistía…


O. M. B.:
 Tienen que buscar alguna fórmula. La amnistía no es más que dar un perdón para que quien ha delinquido se someta a las reglas. Lo único que es un hecho es que nadie firma un documento para que se lo lleven a la cárcel. Nadie, eso es imposible Claudia, eso es imposible.

C. P.: Eso no lo entiende el colombiano que ve en la guerrilla secuestradores, violadores, reclutadores de menores de edad y narcotraficantes…


O. M. B.: 
No, la gente entiende, la gente colombiana es muy inteligente.

C. P.: Lo que yo entiendo que entiende la mitad del país es que si se firma la paz este país se va a volver ‘castrochavista’…

O. M. B.: 
Los jefes políticos, con autoridad, tradición y conocimiento, deben explicarle a la gente las ventajas que trae firmar la paz. En Colombia todos los exguerrilleros que han salido a hacer política lo han hecho bien, se han acomodado a las normas democráticas. No se les ha entregado el control político sino la posibilidad de que consigan los votos, no han llegado a mandar por el solo hecho de haber sido guerrilleros.

C. P.: ¿Usted le cree a la guerrilla?

O. M. B.: Sí, ellos han cumplido excepto cuando los grandes políticos los han abandonado o cuando se les ha incumplido en el proceso de ayudarlos.

C. P.: ¿Pero en el Caguán cumplieron? Eso se volvió un sitio para llevar secuestrados…

O. M. B.:
 Recuerde que antes tenían hasta oficina en Suecia, con periódico para informar a toda Europa. La historia ha sido injusta con Pastrana. Nadie le ha reconocido que por cuenta del Caguán los países extranjeros aceptaron por primera vez que había terrorismo en Colombia; se acabó el manejo de dinero de la guerrilla y del narcotráfico en los bancos extranjeros y se acabó la influencia de los guerrilleros en Europa.

C. P.: ¿Fue un error de Pastrana acabar el proceso cuando secuestraron a Géchem haciendo aterrizar el avión en una carretera?


O. M. B.: No, yo creo que no, porque fue una demostración de  violencia superior, eso de secuestrar un avión es como complicado, hay momentos en que uno como gobierno tiene que tomar medidas que a veces son impopulares.

C. P.: ¿Y este actual proceso sí va a terminar en la firma de la paz?

O. M. B.:
 Yo creo que este sí va a terminar en la firma de paz, creo que hay muy buenas perspectivas y creo que se está creando un ambiente en el pueblo bastante favorable.

escuelas de la #muerte ; #paramilitares

19 MAYO 2015 - 10:52 PM EN HTTP://WWW.ELESPECTADOR.COM/NOTICIAS/PAZ/ASI-RECONSTRUYEN-VERDAD-BELEN-DE-LOS-ANDAQUIES-ARTICULO-561465 
Investigación de la antropóloga forense Helka A. Quevedo

Así reconstruyen la verdad en Belén de los Andaquíes

El Centro Nacional de Memoria Histórica lanza el informe sobre las escuelas de la muerte que paramilitares montaron en el colegio y la curia de Puerto Torres, inspección de ese pueblo de Caquetá, en 2002. De 36 cuerpos hallados, hay nueve identificados.
Por: Gonzalo Sánchez G. /Director del Centro Nacional de Memoria Histórica.

Para ilustrar la dimensión de la tragedia en el municipio de Belén de los Andaquíes (Caquetá), El Espectador publica apartes del prólogo, escrito por Gonzalo Sánchez.
 
Textos corporales de la violencia es un ejercicio de memoria histórica que tiene como escenario un municipio de Caquetá: el “municipio con el nombre más bonito de Colombia”, dice la página web oficial de Belén de los Andaquíes. Pero estas líneas recogen, no obstante, una historia atroz: la que subyace a la exhumación de los 36 cuerpos hallados en Puerto Torres —una pequeña inspección del municipio— y que refiere parte de las acciones del Frente Sur Andaquíes del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, que se instaló en el año 2000 en una población con poco más de 500 familias para crear lo que por su estructura y funcionamiento se ha denominado “escuela de la muerte”, un “lugar de acopio”, cuya existencia está atada a otras maneras de la violencia no menos infames: el confinamiento y amedrentamiento de la población, la tortura, el asesinato y la desaparición forzada de personas...

 
Una historia atroz
 
...La relatora de este informe, la antropóloga forense Helka Quevedo, presenta una sugerente fotografía del tronco de un árbol de mango cubierto de heridas diversas causadas por perforaciones de impactos de balas, por la acción del fuego o por el filo de machetes y cuchillos. A ese árbol de mango y a otros árboles del patio del colegio y de la casa cural de Puerto Torres eran amarradas las víctimas que el Frente Sur Andaquíes “reclutaba” en la región y recluía durante días en sus instalaciones, acusándolos de guerrilleros o colaboradores de la guerrilla, para torturarlos de múltiples maneras, sin pretender causarles una muerte rápida, sino con el propósito de usarlos para que los nuevos o recién llegados miembros del frente paramilitar aprendieran, y de paso demostraran, su “coraje” y aplicación en las técnicas de tortura y descuartizamiento, tras las lecciones que les habían sido impartidas por sus comandantes o miembros más experimentados.
 
Las escuelas de la muerte
 
En contraste con la locura desatada de la Violencia bipartidista, la violencia en Puerto Torres fue perversamente sistematizada, con el propósito de “hacer pedagogía”, en lo que es apenas uno de los casos de las escuelas del terror que existieron en Colombia como una de las manifestaciones desmesuradas de la violencia ocurrida durante el conflicto armado. El cuerpo de la víctima es un texto sufriente sobre el cual el perpetrador escribe un manual, una lección; la víctima misma es elegida con una alta dosis de azar. Según algunos de los testimonios que en este informe se recogen, ni siquiera se pretende divulgar un mensaje de terror entre la población civil de la región —ya que las víctimas debían ser laboriosamente desaparecidas para no dejar huellas que propiciaran las denuncias de los ciudadanos, ni tener que responder ante las autoridades de la región. El propósito era mucho más instrumental: “acopiar” cuerpos que debían ser usados para la experimentación.
 
La antropología forense
 
Pero el cuerpo es también una narración, un “texto corporal de la crueldad” que puede ser descifrado por el antropólogo forense, quien lo lee como si estuviera escrito en lenguaje para ciegos, palpando delicadamente huesos y tejidos, días o meses después de ocurridos los hechos, como en el caso que se documenta en este informe, o años o décadas más adelante, como se ha evidenciado recientemente en España, tras casi un siglo de la caída sangrienta de la República. El sello del perpetrador, no obstante, no se borra con el paso del tiempo. Queda inscrito en el cuerpo que enuncia el sufrimiento al que fue sometido. De ese sufrimiento de tal modo “contado” por algunas de esas víctimas silenciosas se habla en este informe, a partir de la investigación judicial que en octubre de 2002 reunió a un grupo de funcionarios judiciales que respondieron a la denuncia de un informante; el informante se presentó un día ante el CTI de Florencia con una historia increíble por lo truculenta, para denunciar los crímenes que él había presenciado y quizá ayudado a perpetrar en Puerto Torres, y fue quien les señaló a los funcionarios los lugares en dónde podían encontrar las pequeñas fosas individuales clandestinas que demostrarían con creces la veracidad de su historia.
 
La exhumación
 
36 cadáveres fragmentados, rotos, mutilados, con evidentes huellas de tortura (con fuego, con aerosol, con armas cortopunzantes), fueron exhumados en octubre de 2002 de las pequeñas fosas individuales en las que fueron inhumados pero no sepultados, con el propósito de desaparecerlos y de enseñarles a los nuevos miembros del Frente a construir fácilmente las fosas para esconder con eficiencia los cuerpos que debían aprender a ocultar; los cadáveres se volvieron a inhumar como NN en el cementerio de Belén de los Andaquíes; 35 de ellos se exhumaron nuevamente en 2011 y uno de ellos, el cadáver 36, está perdido en el cementerio central de Florencia. Con ayuda de las versiones libres de algunos de los responsables de las muertes y desapariciones ocurridas en la región, en donde reconocieron los nombres de varias de sus víctimas fatales, y gracias a los informes forenses de ambas exhumaciones, se logró identificar a ocho de las víctimas; los investigadores del Centro Nacional de Memoria Histórica tuvieron contacto con los familiares de cuatro de ellas, quienes recibieron los restos en 2012, diez años después de ocurrida la primera exhumación. Uno de los miembros del grupo paramilitar, su comandante financiero, ha elaborado un cuadro como su aporte a la justicia en el que detalla la existencia de otras cientos de fosas individuales repartidas por el territorio.
 
La tortura
 
La tortura como una forma de victimización en el conflicto armado no ha sido estudiada en Colombia, aunque en nuestro país —como también es el caso de la desaparición forzada— ha alcanzado límites extremos. Sobra advertir el impacto negativo que este retardo en el esclarecimiento conlleva en materia de reparación a las víctimas. El uso de la tortura y los interrogatorios ilegales justificados como métodos de guerra y de inteligencia son parte de un proceso de deshumanización del enemigo “subversivo” o “guerrillero” o “terrorista” o simple colaborador, que es asumido como un peligro para la civilización occidental, capitalista y cristiana.
 
La tortura como método de producir información, proscrita desde los tiempos de la Inquisición y atenuada a partir de la Revolución Francesa, revivió en el siglo XX al abrigo de los campos de concentración nazis y de las guerras anticoloniales. Fue prohibida en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, en cuanto “tratamiento o castigo cruel, inhumano y degradante”, pero la legislación humanitaria ha sido ignorada una y otra vez.
 
Durante la dictadura brasileña de los años sesenta, pionera en el continente, este “método científico” de producción de información fue institucionalizado y rutinizado para usarlo en contra de los movimientos sociales y los opositores políticos en las “aulas de tortura” de las guarniciones militares, en donde los cuerpos de los prisioneros eran instrumentalizados como conejillos de indias para enseñar a torturar; aprendizaje que luego sería llevado a otros países del Cono Sur. Estas técnicas siniestras recibieron el aplauso de las dictaduras del Cono Sur latinoamericano bajo el influjo adicional de la doctrina norteamericana de la seguridad nacional y la guerra fría, que generalizó el proyecto contrainsurgente a través de operaciones clandestinas de gran envergadura regional, como la trasnacional Operación Cóndor, en un reconocimiento de que la guerra antisubversiva no podía ganarse con métodos legales.
En Grecia, desde el golpe de Estado que instauró la Dictadura de los Coroneles en 1967, la tortura fue “parte integral de la maquinaria estatal para liquidar a la oposición”, como lo reportó en su momento Amnistía Internacional. En perspectiva, y por su amplia resonancia internacional, uno de los episodios decisivos y ejemplarizantes en la lucha contra los gobiernos represivos, propiciadores de la tortura, fue precisamente, con todos sus altibajos, el juicio contra los coroneles de la Junta Militar de Grecia en 1975.
 
En tiempos recientes la “tecnología de la tortura” dejó de ser monopolio de policías y fuerzas militares para convertirse en parte del repertorio sistemático de grupos privados de violencia organizada, como los paramilitares en Colombia, cuya dinámica y modus operandi se documentan en estas páginas. Pero aquí no se trata solo de obtener información o de exhibir el sufrimiento del otro. La tortura como práctica atroz es el camino cierto hacia la muerte. Anticipa y es parte del hacer morir, del hacer morir sufriendo. Más que una tecnología de la información, es lo que algunos llaman una “tecnología del dolor”.
 

El confinamiento
 
Paradójicamente, durante el proceso de paz del presidente Pastrana, al tiempo que se abrió una “zona de despeje” que entregó el norte del Caquetá al control de la guerrilla durante las negociaciones, el sur del Caquetá fue literalmente “tomado” por el paramilitarismo, por varios frentes cuyos miembros provenían de Urabá y de otras regiones del país. De tal manera, la región sufrió una nueva Conquista, que la dividió en dos, sin que se produjera un enfrentamiento entre ese norte “despejado” para la guerrilla y ese sur “tomado” por el paramilitarismo sino a través de la población civil que quedó en medio de tan funesto escenario.
 
Cuando los paramilitares arribaron a Puerto Torres, una inspección del municipio de Belén de los Andaquíes habitada por unas 500 familias, en donde no había guerrilla ni conflicto armado, en medio de la oscuridad, en una madrugada del año 2001 sus moradores fueron sorprendidos y despojados de la casa cural, del colegio en donde los jóvenes estudiaban y de algunas de sus casas. Incluso se les prohibió su desplazamiento. Los que lo hicieron tuvieron que abandonarlo todo y huir a escondidas, a riesgo de ser asesinados.
 
Los que no pudieron fugarse o no tenían a dónde ir, se vieron obligados a convivir con el sufrimiento de las víctimas torturadas, a las que desde sus casas podían oír lamentarse o gritar en el patio o los salones del colegio; algunos de ellos fueron obligados a “colaborar”, a “delatar” a otros, con lo cual se impuso un régimen del terror entre toda la población. Ese sufrimiento adicional de los habitantes de un lugar, que con la llegada de los funcionarios judiciales y la retirada del grupo paramilitar se transformó en un pueblo fantasma, es una afectación colectiva que no siempre es tenida en cuenta en la historia del conflicto armado del país. Helka Quevedo y su equipo de colaboradores dan luces en este informe acerca del confinamiento de la población a donde arriba un grupo armado, con la exposición detallada de este caso, en donde un caserío termina convertido “en un gran cementerio con iglesia, escuela y campo de fútbol” (para decirlo en palabras de la investigadora).
 
Desaparición forzada
 
Destruir al hombre es difícil, casi tanto como crearlo: no ha sido fácil, no ha sido breve, pero lo han conseguido”. Con estas palabras de Primo Levi (Si esto es un hombre) se puede condensar toda la infamia de la desaparición forzada, capaz de suspender la vida tanto como de suspender la muerte de sus víctimas directas. Las 26.000 personas arrebatadas por este delito en Colombia han sido condenadas a habitar una zona indeterminada entre la vida y la muerte. Pero lamentablemente son muchas más las víctimas a las que la desaparición forzada no solo ha privado de la libertad, sino que les ha quitado la vida, dándoles una muerte violenta y clandestina; y en esos casos, la infamia ha ido más allá, donde se creería que precisamente no se puede ir más allá: les quita a sus familiares la posibilidad de conjurar los rituales de la muerte, en el espacio (la tumba) y el tiempo (el duelo); suspende, entonces, su derecho a tener una muerte propia. El desaparecido que ha sido asesinado es alguien que no puede ser llorado, sobre su cuerpo, por sus dolientes. El desaparecido, en ese sentido, es alguien que no tiene su Piedad, esa imagen icónica de la madre dolorosa que llora a los pies de su hijo o se abraza a su cuerpo. La fosa hace parte del inventario de atrocidades con las cuales se pretende desaparecer un cuerpo humano; pero es también, para el familiar que ha esperado durante años conocer el paradero de su ser querido, el lugar y la posibilidad del encuentro con la verdad del desaparecido. El silencio que se ha guardado respecto a las miles de víctimas de desaparición forzada que han sido ejecutadas se expresa de manera resonante a través de las fosas y cementerios clandestinos. Por eso deben ser interpretados no solo a partir de lo que dicen, sino sobre todo por lo que pretendieron callar (aquello que no se ha denunciado, o que se denunció a medias).
 
El mapa del terror que van constituyendo las fosas halladas en todo el país, será un modo elocuente de expresar el relato de los vencidos en esta guerra.
 
El historiador, el antropólogo forense lee las fosas y restos humanos como un documento; debe interrogarlos porque registran el dolor de las víctimas y de sus historias truncadas; y porque denuncian la brutalidad de los victimarios. La exhumación es, entonces, un proceso de desenterrar la verdad en muchas formas. Sin embargo, la fosa es un texto volátil, y su lectura dura lo que dura el proceso mismo de la excavación. Y los restos humanos no son un documento cualquiera, pues a partir de estos no sólo se producen datos, sino ante todo emociones. Renombrar, devolverle el cuerpo a un desaparecido que ha sido asesinado, individualizar un cuerpo, individualizar un dolor, es una tarea de la memoria. 

lunes, mayo 11, 2015

una nueva aspiración a la igualdad social y económica, así como a la solidaridad internacional, es necesaria.

¿Qué pasó con el consenso de 1945?

La vuelta a casa de la generación que peleó la guerra significó un cambio en el pensamiento.

http://www.eltiempo.com/mundo/europa/70-anos-del-fin-de-la-segunda-guerra-mundial-que-paso-con-el-consenso-de-1945/15721221
El 8 de mayo de 1945, cuando acabó oficialmente la Segunda Guerra Mundial en Europa, gran parte del planeta estaba en ruinas, pero, si bien la capacidad humana de destrucción no conoce límites, la de volver a empezar es igualmente notable. Tal vez sea esa la razón por la que la humanidad ha logrado sobrevivir hasta ahora.
Al final de la guerra millones de personas estaban demasiado hambrientas y exhaustas para hacer algo más que permanecer vivas, pero, al mismo tiempo, una ola de idealismo, una sensación de determinación colectiva de construir un mundo más igual, pacífico y seguro, barrió las ruinas.

Esa es la razón por la que el gran héroe de la guerra, Winston Churchill, perdió las elecciones en el verano de 1945, antes incluso de que Japón se rindiera. Los hombres y las mujeres no habían arriesgado sus vidas simplemente para volver a la época anterior de privilegios de clase y privación social. Querían mejores viviendas, educación y salud gratuita para todos.
Exigencias similares se oían en toda Europa, donde la resistencia antinazi o antifascista estaba encabezada con frecuencia por izquierdistas o, de hecho, comunistas, y los conservadores de la preguerra estaban a menudo manchados por la colaboración con regímenes fascistas. En países como Francia, Italia y Grecia se hablaba de revolución. Esta no ocurrió, porque ni los aliados occidentales ni la URSS la apoyaron. Stalin se contentó con un imperio en Europa oriental.
Charles de Gaulle, dirigente derechista de la Resistencia, tuvo que aceptar a comunistas en su primer gobierno de posguerra y nacionalizó industrias y bancos. La inclinación hacia la izquierda, hacia los Estados del bienestar socialdemócratas, se dio en toda la Europa occidental. Formó parte del consenso de 1945.
En las excolonias de Europa en Asia, donde los nativos no deseaban ser gobernados una vez más por potencias occidentales, que habían sido tan ignominiosamente derrotadas por Japón, estaba produciéndose un tipo diferente de revolución. Vietnamitas, indonesios, filipinos, birmanos, indios y malayos querían libertad también.
Esas aspiraciones se expresaron con frecuencia en las Naciones Unidas, fundadas en 1945. La ONU, como el sueño de unidad europea, formó parte del consenso de 1945. Durante un período breve, muchas personalidades (Albert Einstein, por ejemplo) consideraron que sólo un gobierno mundial podría garantizar la paz del planeta.
Ese sueño se desvaneció rápidamente cuando la Guerra Fría dividió al mundo en dos bandos hostiles, pero en ciertos sentidos el consenso de 1945 en Occidente resultó fortalecido por esa política. El comunismo, aún envuelto en la hoja de laurel del antifascismo, tenía un gran atractivo intelectual y emocional, no solo en el llamado Tercer Mundo, sino también en la Europa occidental. La democracia social, con su promesa de mayor igualdad y oportunidades para todos, hizo de antídoto ideológico. En realidad, la mayoría de los socialdemócratas eran feroces anticomunistas.
70 años después, gran parte del consenso de 1945 no ha sobrevivido. Pocos pueden hacer un gran acopio de entusiasmo por las Naciones Unidas. El sueño europeo está en crisis y cada día se socava más el Estado del bienestar socialdemócrata de la posguerra.
La degradación comenzó durante el decenio de 1980, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Los neoliberales atacaron el gasto en programas de derechos sociales y los intereses de los sindicatos. Se pensaba que los ciudadanos debían adquirir una mayor capacidad para valerse por sí mismos; los programas de asistencia social estatales estaban volviendo a todo el mundo blando y dependiente. Conforme a las famosas palabras de Thatcher, no existía la llamada ‘sociedad’; solo familias y personas que debían responsabilizarse de su propia vida.
Pero el consenso de 1945 recibió un golpe mucho mayor precisamente cuando nos alegrábamos del desplome del imperio soviético, la otra gran tiranía del siglo XX. En 1989, parecía que la siniestra herencia de la Segunda Guerra, la esclavización de la Europa oriental, se había acabado por fin y así había sido en muchos sentidos, pero muchas más cosas se desplomaron con el modelo soviético. La socialdemocracia perdió su razón de ser como antídoto del comunismo. Se llegó a considerar que todas las formas de ideología izquierdista (de hecho, todo lo que oliera a idealismo colectivo) eran un utopismo equivocado que solo podía acabar en el gulag.
El neoliberalismo llenó el vacío, creando una gran riqueza para algunos, pero a expensas del ideal de igualdad que había surgido tras la guerra. La extraordinaria acogida dada a El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, muestra cuán profundas se han sentido las consecuencias del desplome de la izquierda.
En los últimos años, otras ideologías han surgido para colmar la necesidad humana de ideales colectivos. El ascenso del populismo de derecha refleja unos anhelos redivivos de comunidades nacionales puras que mantengan fuera a los emigrantes y las minorías. Y el neoconservadurismo americano ha transformado perversamente el internacionalismo de la antigua izquierda al intentar imponer un orden democrático del mundo mediante la fuerza militar de EE. UU.
La respuesta a esa alarmante evolución no es la nostalgia. No podemos regresar al pasado. Demasiadas cosas cambiaron, pero una nueva aspiración a la igualdad social y económica, así como a la solidaridad internacional, es necesaria. No puede ser lo mismo que el consenso de 1945, pero en este aniversario haríamos bien en recordar por qué surgió aquel consenso, para empezar.
IAN BURUMA
Profesor de democracia, derechos humanos y periodismo en el Bard College y autor de ‘Year Zero: A History of 1945’ (‘El año cero: historia de 1945’).
Nueva York.
© Project Syndicate