Alejandro Gaviria recibió la noticia de su nombramiento como rector de la Universidad de los Andes en el Salto del Tequendama, en una visita académica. Quizás no fue el azar el responsable de estar, en ese momento, contemplando una maravilla de la naturaleza. Probablemente buscaba recibir la noticia (la que fuera), en un lugar que lo estimulara. Él anhela convertir el Salto “en un símbolo, en una alegoría, de la necesidad que tenemos del posibilismo, de que somos capaces de revertir el daño que le hemos hecho a nuestro entorno natural”.
Era la 1:00 p. m. del 22 de mayo. Tres horas y media después, entre cientos de felicitaciones por teléfono, WhatsApp y Twitter, grabó un video con sus primeras palabras como rector, desde la Universidad Nacional (otra de esas interesantes coincidencias del azar). A las 5:00 p. m. tenía programada una de sus charlas en la cátedra Manuel Ancízar titulada Verdades incómodas en la salud pública global.
No tenía corbata –le incomoda la mayoría de las veces–, pero sí sus ideas claras, esas que parecen culpables de desordenarle el peinado. Su alegría era contagiosa. Mientras preparaba sus palabras, recibió abrazos de sus compañeras de cátedra (todas mujeres). Como pudo, alisó su camisa blanca, tapó una mancha de vino y se ordenó un poco el pelo.
—Me imagino una universidad donde se puedan pronunciar las verdades incómodas, donde la sociedad se pueda mirar en el espejo de sus propias faltas, que combata la sobresimplificación del mundo y el antiintelectualismo, que parece estar de moda —dijo Gaviria, doctor en Economía de la Universidad de California.
Prólogo
El 25 de julio, casi dos meses después, un día antes de la posesión, Gaviria Uribe llegó de un viaje de empalme con la fundación de Los Andes en Nueva York y visitó su primera oficina como rector. Encontró un espacio parcialmente vacío. La pared principal, frente a un inspirador ventanal para disfrutar atardeceres, estaba cubierta por veintiocho mapas antiguos de Colombia, herencia de Pablo Navas (el anterior rector), que inmediatamente lo inquietaron y le recordaron el viejo Atlas de mapas antiguos de Colombia, de los siglos XVI al XIX, que compró en un mercado de las pulgas en Estados Unidos. Intuyó que le serviría de guía para entenderlos y encontrar su origen.
A un lado, en la pared contigua, un Cristo de casi un metro de altura.
—No me gusta un Cristo en mi oficina, pero tampoco quiero sacarlo de la Universidad —dijo quien se autodeclara ‘ateo manso’ mientras trasteaba el crucifijo a la recepción—. Acá cabemos todos y debe haber ideas diversas. El pluralismo ha definido a esta universidad desde sus fundadores.
En su primer día como rector, con la oficina aún vacía. Foto: Mario Andrés Ruiz.
Primer día como rector
El acto de posesión cayó un viernes a las 4:00 p. m. Gaviria había hecho parte de las personalidades que convocaron, coincidencialmente, ese mismo día a las 5:00 p. m., a una marcha por los líderes sociales.
—La universidad debe ser activista, democráticamente activista, a veces, incluso, desafiantemente activista —diría esa tarde en su discurso, quien apenas un año atrás era conocido como el ministro que luchó por los derechos reproductivos de las mujeres, prohibió las aspersiones con glifosato, reguló los precios de los medicamentos y formalizó la producción y comercialización de cannabis medicinal. También es recordada su lucha por ponerles impuestos a las bebidas azucaradas.
En el discurso de posesión. Foto: Felipe Cazares.
La ansiedad y la presión abrumadora de los últimos días, culpa de los elogios, esos mismos de los que “no sabe defenderse tanto como de los ataques”, volvieron la espera más larga. Repasó el discurso varias veces, mientras caminaba como hablando solo en la oficina de la dirección del Centro de los Objetivos de Desarrollos Sostenible para América Latina, en la que aún estaban su computador y sus libros. Todavía era el director. Le hizo algunos ajustes al texto y se preguntó cómo terminar rápido la ceremonia, para ir a la marcha y que los asistentes que quisieran también pudieran hacerlo.
Su discurso fue emotivo, con algo de ese humor paisa que lo caracteriza. Su acento es más antioqueño en esos comentarios. Recordó cómo “fortuitamente”, terminó estudiando su maestría en economía en Los Andes.
—Fue la primera facultad que encontré en mi deambular aleatorio por este campus. Entre el azar y la necesidad, el primero siempre me ha parecido más importante—dijo, mientras se escucharon risas en el auditorio.
Treinta años pasaron entre el Gaviria estudiante y el rector de la misma institución. Quince años atrás fue decano de la Facultad de Economía. Este 26 de julio de 2019 será ese día inolvidable en el que se retó a convertir a la Universidad en un “ejemplo de diversidad, sostenibilidad y apertura intelectual, que debe profundizar sus nexos globales y su influencia local, y debe, al mismo tiempo, mantener su capacidad de innovar y transformarse desde adentro”.
Su discurso se ‘viralizó’ en medios de comunicación y redes sociales, en las que es muy activo. Resumió en cinco puntos su visión moral de la institución: pluralidad, diversidad socioeconómica, sostenibilidad, compromiso con la investigación-creación para aportar a los asuntos nacionales e innovación educativa.
Con sus hijos, Mariana y Tomás. Foto: Felipe Cazares.
Al bajar del escenario, su familia, encabezada por sus hijos, Tomás y Mariana, y su esposa, Carolina, miembro de la junta directiva del Banco de la República, lo cubrieron en abrazos por esta “segunda oportunidad” de la vida. Gaviria superó un tratamiento de cáncer linfático apenas el año pasado, cuando, paradójicamente, era ministro de Salud y Protección Social del Gobierno de Juan Manuel Santos. De esta experiencia dejó su testimonio en el libro Hoy es siempre todavía.
Otra huella de su lucha contra la invasiva enfermedad se la marcó en el cuerpo: un tatuaje en el antebrazo derecho, que “no le gusta” a su esposa, con la frase Your time is limited (Tu tiempo es limitado) del fundador de Apple, Steve Jobs, quien perdió su lucha contra el cáncer. Es su segundo tatuaje. Antes, por un pacto con su hija Mariana, se tatuó en el antebrazo izquierdo la frase feast on your life (haz con tu vida un festín), del poeta Derek Walcott.
“El cáncer es como la vida en otro sentido, más humano, más urgente: nos obliga a vivir con la conciencia permanente de nuestra finitud, nos abre los ojos frente a nuestra fragilidad, nos saca del letargo de los días y nos hace caer en la cuenta de que ‘solo trajimos el tiempo de estar vivos’”, escribió en su libro el también autor de Alguien tiene que llevar la contraria y Siquiera tenemos las palabras, entre otros.
De primíparo
El lunes, a las 8:00 a. m., lo recibió su primer evento como rector: la apertura de un curso sobre producción, tráfico y políticas de drogas en el Área Andina. Sus palabras replicaron sus hallazgos en investigaciones y estudios sobre el tema. Gaviria fue coautor del libro Políticas Antidroga en Colombia: Éxitos, Fracasos y Extravíos, publicado en 2011, junto con el exsecretario de Seguridad de la Alcaldía de Bogotá Daniel Mejía.
—Si uno quiere conocer o saber qué tan abierta es una sociedad, la pregunta que debe hacerse es cuál es su política antidrogas. Esta define de manera casi definitiva cómo se aproxima un estado a las libertades individuales —mencionó en su discurso Gaviria, quien también fue investigador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de la Federación Nacional de Cafeteros y consultor del Banco Mundial.
Allí resumió que hablar de política antidroga es hablar de derechos humanos.
—Para seguir dando un debate razonable, después de 40 años, sobre lo que tenemos que hacer en las políticas que vamos a diseñar, debemos insistir en el apego a los derechos humanos, en el respeto a la salud pública, a la evidencia y a la razonabilidad.
A las 9:00 a. m. se sentó por primera vez en su despacho como rector. Desde su escritorio, de espaldas a una biblioteca aún sin libros, preparó su primera comunicación con la comunidad uniandina a través de un video que se publicó en redes sociales y la página institucional. En este, recalcó su visión de Universidad y anunció sus primeras acciones.
—Voy a dedicar las primeras semanas a hablar con profesores, estudiantes, administrativos, decanos y directores. Quiero entender los problemas a cabalidad, comprender nuestros desafíos y entender los detalles.
En una semana normal, el rector puede firmar más de doscientos diplomas. En épocas de grados son más de dos mil. Foto: Julián Jutinico.
Entre revisar correos, firmar cientos de diplomas, acomodar sus libros y organizar su oficina, el tiempo, siempre implacable, le quitó la mañana y parte de la tarde. Almorzó con su esposa. Al regresar, en uno de los pocos espacios para pensar, dibujó en una hoja una estructura, algo así como un mapa de los mapas de la pared, que alteraban su instinto investigador y su pasión por la historia.
Las llamadas de su familia en Medellín le cambiaban la cara, lo inquietaban. Su papá, Juan Felipe Gaviria, exministro de Obras Públicas y Transporte y exalcalde de Medellín, estaba en un complicado estado de salud.
A las 4:00 p. m. tuvo su primera reunión con la comunidad uniandina. Los elegidos: estudiantes. En este caso, Juan Camilo Reyes, presidente del Consejo Estudiantil Uniandino, y Jean Paul Bernier, representante de Arquitectura, quienes le manifestaron preocupaciones como el precio de las matrículas o la falta de autocrítica en la institución. Él, atento, preguntó y dibujó organigramas para comprender, al detalle, las estructuras de la Asamblea general de estudiantes. Al final, revisaron la presentación que harían, conjuntamente, rector y Consejo Estudiantil, en la Bienvenida a los nuevos estudiantes de ese jueves. Gaviria se comprometió a mejorar la comunicación entre gobierno institucional y estudiantes. Ese mismo día creó un perfil en Instagram de la Rectoría.
Con un grupo de estudiantes, analizando los mapas de su oficina. Foto: Mario Andrés Ruiz.
Antes de dejarlos ir, les expuso los mapas, con su instinto académico, y señaló los cambios de los dibujos y sus trazos entre un siglo y otro, mientras reflexionaron, en conjunto, sobre cómo la geografía ha definido muchos aspectos sociales, culturales y económicos de Colombia.
De frente a la realidad
El martes, de nuevo, empezó el día abriendo un evento: “Historia y retos de la prohibición de los asbestos en Colombia”.
—Esto demuestra el poder de la academia como instrumento de cambio social. El poder que tiene cuando se trasciende el diálogo de especialistas y se involucra en el debate democrático por el bien de todos –destacó sobre esta alianza entre academia, sociedad civil y fuerzas políticas que sacó adelante este proyecto.
En el camino a su despacho, una llamada le cambió la cara. Le avisaron que su papá estaba hospitalizado. Había dormido muy poco y se notaba en su cara, pero “debía seguir adelante”. Lo esperaba su primer Comité de Rectoría y, luego, un almuerzo de bienvenida a los estudiantes becados por Quiero Estudiar.
En el comité con los cuatro vicerrectores y la secretaria general, sin pensarlo, les huyó a los protocolos. No se sentó en la silla de la cabecera, destinada para el rector, y enfatizó en su búsqueda de hacer reuniones cortas. Necesita tiempo para pensar. Los escuchó, les reiteró su visión de la institución, habló de su proceso de empalme y sus visitas a las universidades aliadas en La Tríada: el Tecnológico de Monterrey (México) y la Universidad Católica de Chile. Recalcó la importancia de aliarse con la empresa privada y de sostener diálogo permanente con otras universidades, especialmente con las públicas. Así mismo, destacó la relevancia de que la Universidad estuviera en Ascun (Asociación Colombiana de Universidades), y de realizar investigaciones e iniciativas académicas que aporten al país por encima de las que solo suman artículos para elevar indicadores.
—Existen otras tantas verdades incómodas sobre la universidad moderna: su papel en la perpetuación de ciertos privilegios, la falta de curiosidad por el mundo, la excesiva especialización, la obsesión con los rankings y la transformación de la investigación en una actividad industrial (“aquí nadie lee porque todo el mundo está muy ocupado en escribir artículos que nadie lee”, decía uno de mis colegas economistas en un momento de candidez) —había dicho en su discurso de posesión.
Uno de sus principales retos: frenar el alza de las matrículas. Propuso soluciones para que el campus no sea tan restrictivo para los visitantes: “Debemos ser más abiertos a la ciudad, al país, a los vecinos”. Sueña con un campus completamente abierto. Anunció un nuevo podcast para tener conversaciones con los profesores y dar a conocer sus trabajos e investigaciones y comentó sobre los cambios que haría en la presentación de las Bienvenidas a estudiantes.
—Debemos ser más cercanos a los estudiantes. Entrar a la Universidad es un momento de autodescubrimiento, el comienzo de una aventura. Debe ser una conversación inspiradora. No están para una presentación llena de cifras.
Al cerrar, revisó los mapas de la pared con los vicerrectores para completar su ‘tarea’ de entender el origen de cada uno. Ya su mapa de los mapas tenía fechas y nombres de varios autores.
En el poco espacio de tiempo que le quedó leyó algunos correos con cientos de felicitaciones y firmó más diplomas. “Me abruma tanto cariño de la gente. No me imaginé esto”, dijo mientras caminaba a un encuentro de almuerzo y diálogo con los estudiantes que ingresaron a la Universidad a través de programas como Quiero Estudiar y Pa’lante Pacífico, que apoyan a jóvenes con pocos recursos económicos. “Transforma no solamente la composición socioeconómica de los estudiantes, transforma la Universidad y nos acerca a ese ideal utópico de la movilidad social”, comentó.
A la salida de la bienvenida de estudiantes, rodeado por decenas de jóvenes, regaló libros, les contó anécdotas y les aconsejó no dejar que se les "rutinice la vida", y que intenten "llevar la contraria". Foto: Julián Jutinico.
Es un punto importante para lograr uno de sus objetivos, tal como anunció en su discurso:
—La universidad debe mitigar las diferencias sociales, no amplificarlas. Debe ser un instrumento de movilidad social, no de perpetuación de los privilegios.
En su regreso a la oficina se detuvo varias veces para hablar con estudiantes. Sus charlas de ‘pasillo’ son muy efectivas. A todos suele dedicarles tiempos similares, incluso, a veces, son más largas su charlas con estudiantes que con profesores, decanos o directivos. Esta vez se concentró en dos nuevas estudiantes de Buenaventura. Lo inquietó la idea de cómo traer más jóvenes de diferentes orígenes y garantizar su correcta adaptación a esta nueva ciudad, a esta universidad, a este nuevo mundo para ellas.
La universidad debe combatir las mentiras convenientes, las ideologías engañosas y los discursos de odio
Alejandro Gaviria
Rector Uniandes
No es “hablar por hablar”
El miércoles lo recibió agotado físicamente. Seguía sin dormir bien. Pensó en cancelar su primer Consejo Académico con decanos, vicerrectores, algunos directores de unidades académicas y representantes de los estudiantes y profesores, porque quería viajar a Medellín. Su papá seguía enfermo.
Finalmente, asistió al Consejo, que inició a las 8:30 a. m., donde planteó una conversación basada en dos preguntas: los desafíos más importantes en cada una de las facultades y cómo la Rectoría podría ayudar a enfrentarlos. Anunció reuniones con cada facultad las próximas semanas.
Recalcó la necesidad de una visión compartida y más amplia sobre el rol de la Universidad en la sociedad colombiana y el reto de la innovación educativa.
En la tarde, un nuevo evento: el lanzamiento del primer centro de metabolómica de Colombia, ubicado en Los Andes. Abrió con un chiste que en el fondo revelaba una preocupación, una duda profunda sobre algunas particularidades de su nuevo cargo. No le gusta hablar de lo que no conoce profundamente o, cómo él mismo reflexiona, no le gusta “hablar carreta”, “hablar por hablar”… la importancia de las palabras.
—Metabolómica… mmm… No quise ni siquiera buscar en Google. Me he acostumbrado a hablar de lo que no sé, pero creo que ya estamos exagerando —bromeó Gaviria, ingeniero civil de la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Luego profundizó sobre la importancia de la innovación desde la academia y la “sofisticación” del laboratorio en materia de diagnóstico. La metabolómica analiza los procesos químicos que involucran metabolitos de bajo peso molecular.
Un primíparo les da la bienvenida a los primíparos
En la noche, con la ayuda de unas gotas, durmió mejor y llegó más ‘fresco’ el jueves para abrir la Bienvenida a estudiantes de pregrado. Mantuvo la atención del auditorio gracias a un discurso inspirador.
En la bienvenida a estudiantes beneficiarios del programa Quiero Estudiar que ingresaron en el segundo semestre de 2019. Foto: Julián Jutinico.
—Este día lo van a recordar por siempre. Desde hoy está cambiando su entorno social y la geografía de sus vidas. En este auditorio sentados, anónimamente, sin conocerse, están los que van a ser sus amigos toda la vida. Acá, mágicamente, las fuerzas azarosas de la vida los van a encontrar y los van a encontrar por siempre. Estos años los van a vivir con mayor intensidad que cualquier periodo de sus vidas.
Describió el paso por la Universidad como una “aventura intelectual”. Les aconsejó abrirse y conocer a nuevas personas, de diferentes regiones, de diferentes pensamientos.
En la tarde se reunió con el Consejo Estudiantil y algunos representantes. Expuso con orgullo sus hallazgos sobre los mapas. Descubrió su origen, orden cronológico y ya tenía claros los cambios en el tiempo. En una coincidencia mágica, de esas que tanto le gustan, el Atlas del mercado de las pulgas tenía casi todos los mapas que estaban en la pared.
En la noche consiguió un vuelo para Medellín y se reunió con su familia. El viernes 2 de agosto y todo el fin de semana estuvo con su padre. Juan Felipe Gaviria fallecería 26 días después, a los 80 años, dejándole varias herencias, quizás entre las más importantes: la intolerancia ante la injusticia, la rebeldía y el sentido del humor.
06/11/2019
Por: Andrés Ruiz Zuluaga
ma.ruiz55@uniandes.edu.co
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