El estadounidense Stephen Rossetti lleva 30 años tratando de barrer lo que Benedicto XVI llamó “la mugre en el interior de la institución” eclesiástica y a lo que el papa Francisco se refiere llanamente como sacrilegio: los abusos sexuales de menores de edad por parte de sacerdotes.
Este clérigo estadounidense es miembro del Comité Pontificio para la Protección de Menores, presidido por el cardenal Sean O’Malley, de la ciudad de Boston. Su misión es viajar por el mundo para conocer las acciones de cada país para prevenir esta problemática, que mancha la imagen de la Iglesia católica.
Antes de hacerse religioso, Rossetti pasó por la Fuerza Aérea de su país, donde obtuvo, con grado distinguido, su título como profesional en ciencias políticas y asuntos internacionales. Posteriormente hizo maestrías en ciencia política y teología, y se doctoró en ministerio. Además, es magíster y doctor en psicología clínica de la Universidad de Boston.
Fue gracias a esa última formación como Rossetti, de 66 años y nacido en Nueva York, empezó a investigar los casos de sacerdotes acusados de abusar de menores. “Fue una designación de Dios”, dice.
Entre los cargos que ha ocupado desde entonces se cuentan el de presidente emérito del instituto Saint Luke, en Silver Spring, donde se da tratamiento y supervisión a sacerdotes denunciados por abuso sexual de niños y se desarrollan políticas que promueven la prevención de estos hechos, y el de consultor para el comité ‘ad hoc’ sobre el abuso sexual de los obispos de Estados Unidos.
Rossetti está de visita en Colombia, donde se reunió con representantes de la Iglesia en Bogotá, Cali y Villavicencio, y espera aprender sobre lo que se hace en el país en la lucha contra este flagelo.
“Una de las funciones de la comisión es tomar ese conocimiento y compartirlo con otros países. Sería un error que cada país empezara de ceros una política completa, cuando todo el mundo sabe cada vez más acerca de esto”, asegura el religioso. En su opinión, es de vital importancia visibilizar el problema para que la sociedad hable de lo que él llama un cáncer.
Además, se declara convencido de lo necesaria que es la educación sexual. “Como padre católico, creo que debemos enseñar valores apropiados. La Iglesia debe apoyar la educación sexual, pero una que reafirme los valores cristianos, que crean entornos positivos. La sexualidad en el mundo es un desastre, y el abuso de menores es solo una manifestación de eso. Quizás la Iglesia deba crear su propio programa de educación sexual, porque la sexualidad es buena, toda vez que fue creada por Dios y, como tal, debe ser respetada y valorada. La Iglesia debe enfatizar que la sexualidad en los matrimonios es una cosa sagrada”, insiste.
¿Cuáles han sido sus principales hallazgos?
Lo principal ha sido la importancia de la prevención. Hemos visto que en las décadas de los 70 y 80, en Estados Unidos, la tasa de abusos de menores por sacerdotes era del 4 por ciento y luego cayó a menos del 1, gracias a nuestras medidas de educación, protección y prevención, que consisten en tener una buena selección y formación de los candidatos al sacerdocio y en aumentar la consciencia de la gente. Estamos tratando de construir un ambiente en la Iglesia basado en la seguridad de los niños.
¿Por qué los sacerdotes abusan de los niños?
El abuso sexual es un comportamiento, no un diagnóstico. Si hay diez abusadores de menores, habrá diez diferentes razones por las que lo hicieron. Quien abusa de 100 o 60 niños de 6 años será clínicamente muy diferente del hombre que comete incesto con su sobrina de 6 años. Ambos han cometido abuso sexual infantil y son terribles, pero clínicamente los manejamos de formas diferentes y, para prevenirlos, hay que utilizar estrategias diferentes. La sociedad debe prestar atención a un pequeño grupo de acosadores de menores muy peligroso. En el caso de los curas, el cardenal O’Malley, al igual que el Papa, ha promovido la política de cero tolerancia.
¿Usted cree que los curas que cometen abusos sexuales deberían poder volver al ministerio?
Yo creo que un cura que ha sido encontrado abusando de menores no debe volver a la Iglesia. Muchos disienten, pero nos tomó 20 años llegar a esta conclusión en Estados Unidos. Yo cambié mi posición cuando un obispo me dijo: “Debe pararse en frente de las personas y asegurarles que no hay ningún cura en su diócesis, que usted sepa, que abusa de niños”.
Aunque usted dice que todos los casos son diferentes, ¿ha encontrado algún patrón de comportamiento?
Hay algunos grupos de casos con similitudes. Está el clásico pedófilo que se siente atraído por prepúberes. Hay un tipo de personas –en el que también hay curas– que son muy narcisistas y utilizan a las personas, a cualquiera que esté en frente. Otras son las personas inmaduras mental y emocionalmente. Por estas razones tenemos que mejorar la selección de los seminaristas, incluyendo en el proceso su historial psicosexual. El estudio de la Universidad John Jay (comisionada por los obispos de Estados Unidos para investigar el abuso sexual en ese país, en el 2002) muestra que en los seminarios con una buena formación humana tienen menos curas con problemas.
¿Qué consecuencias psicológicas sufren los niños víctimas de abuso?
Hay un amplio rango. Algunos quedan devastados de por vida. Un factor que influye es el momento en que ocurrió, es decir, cuán joven era la persona, porque cuanto más joven, peor; también, si hay mucha violencia involucrada y si el abusador era un adulto en el que se confiaba, como un familiar o un maestro, porque mientras más cercana la relación, mas traumático. Lo último es cómo reaccionaron las otras personas cuando se enteraron, porque hay quienes culpan a la víctima. Hay ciertos tipos de heridas emocionales por culpa de esto: traumas a la autoestima, a la sexualidad, problemas con las relaciones y con la espiritualidad, depresión, ansiedad, alcoholismo, tendencias suicidas.
¿Por qué, en el caso de los curas, la mayoría de las víctimas son varones?
Hay una preponderancia de víctimas masculinas, pero no una exclusividad. Es difícil saber, y pueden ser varias las razones. Una vez conocí a un par de sacerdotes que me dijeron, y esto es difícil de creer, que sabían que era prohibido tener sexo con una mujer, pero no con un hombre. Es absurdo. Otra razón puede ser el hecho de que hay más niños varones alrededor de los curas, como los monaguillos. Toda la pregunta sobre la homosexualidad es muy compleja. Cuando se tiene un alto número de niños víctimas de abuso, la homosexualidad es un factor de riesgo, pero no una causa: la mayoría de los homosexuales no abusan de menores y la mayoría de las víctimas de abuso son mujeres.
Existe la creencia de que muchos curas abusan de menores...
Sí, pero no es cierta, porque el porcentaje de sacerdotes que han abusado de menores es bajo. Por supuesto, un caso es demasiado y no podemos justificarnos. Pero el porcentaje de curas que acosan a menores probablemente no sea mayor que el de hombres en general que lo hacen. De lo que quizás no nos hemos dado cuenta es de qué tan a menudo los niños son sometidos a abusos por distintos actores de la sociedad.
Algunos han sugerido que el celibato es un detonante...
No tiene sentido y no hay investigaciones serias al respecto. Hay toda una teoría de la frustración sexual, pero no hay razón para pensar que porque un adulto escoge a un niño es porque está sexualmente frustrado. ¿Por qué no otro adulto? No es el celibato, es que hay algo mal desde el punto de vista psicológico.
¿Cuál es la política del Vaticano para los casos de abuso y cuál es el protocolo de investigación?
El santo padre ha dicho muy claramente que la Iglesia debe trabajar con las autoridades civiles, y esa es una de las guías que sigue la comisión papal.
¿Cree que la Iglesia católica debe pedir perdón por este flagelo?
Claro. De hecho, en el mensaje de Año Nuevo, en la carta del santo padre a los obispos del mundo, lo hizo. El Papa lo ha pedido varias veces.
NICOLÁS BUSTAMANTE H.
Redactor de EL TIEMPO
Redactor de EL TIEMPO