lunes, enero 28, 2013

Poder+Sociopatía+Manipulación+inteligencia egoista


“A Uribe se le ve angustiado”: Daniel Gutiérrez, psiquiatra


Por JORGE GÓMEZ PINILLA

Al médico y psiquiatra Daniel Gutiérrez lo vimos el miércoles 23 de enero en Caracol TV, hablando con propiedad sobre cómo identificar el perfil de un abusador de menores. De inmediato nos hizo pensar en los abusos de poder que cometen algunos gobernantes, y nos despertó el interés de entrevistarlo, tanto sobre ese tema como sobre la salud mental de los colombianos.

Lo que no sabíamos era que tuviera tan clara su visión de la política desde una perspectiva psiquiátrica, y ello hizo aún más interesante esta entrevista, que compartimos con los lectores de Ola Política.

Daniel Gutiérrez es doctor en Medicina y Cirugía de la Universidad Javeriana, y especialista en psiquiatría de esa misma universidad. Fue jefe del departamento de Psiquiatría del Instituto Nacional de Cancerología durante varios lustros, y desde hace más de 20 años dirige el Centro Integral de Atención en Salud Mental, que presta atención a toda clase de público.

OLA POLITICA: ¿Es posible desde un punto de vista psiquiátrico determinar el estado de salud mental de los colombianos?
DANIEL GUTIÉRREZ: Su pregunta remite a un tema de psicología social y psiquiatría cultural. Los colombianos a pesar de la violencia, la inseguridad, la parapolítica y la mala salud (a nivel hospitalario, de consulta y de prevención) han sido resistentes a todos estos embates. Entonces, a pesar del maltrato, Colombia es un país sano. Acaban de decir incluso que somos el país más feliz del mundo, según una encuesta. Ahora bien, yo creo que esto es más el deseo que la realidad de los colombianos. Porque lo cierto es que somos un país cansado, sin optimismo, frustrado; un país donde no tenemos líderes serios, que nos permitan seguir sus valores y generar de verdad una actitud de confianza y seguridad en el país.

OP: ¿En lo referente a jefes de Estado, conoce usted casos de gobernantes cuyo manejo o usufructo del poder los haya desequilibrado mentalmente?
DG: Bueno, está el caso del presidente Abdalá Bucaram en Ecuador, que tenía un trastorno bipolar y el Congreso de ese país lo destituyó, no por falta de capacidad política sino por insania mental. Y está el señor Hugo Chávez, que sufre de un trastorno delirante paranoide bastante marcado.

OP: ¿En qué se basa para decir que Chávez presenta ese trastorno delirante paranoide?
DG: Chávez siempre se ha sentido perseguido por los Estados Unidos y cree que lo quieren matar. De pronto sus razones tiene, pero él ha llegado a tal grado de despersonalización que se cree la reencarnación de Simón Bolívar. Esto hace que dentro de él se muevan ideas de megalomanía, de desmedida grandeza. Chávez no confía ni en sus propios médicos, y por eso se va a que lo traten a Cuba. Hugo Chávez es entonces una persona bastante enferma, no sólo en lo somático, sino también con trastornos paranoides que se remontan hasta 1830, cuando sugiere que Simón Bolívar fue envenenado y para demostrarlo saca su cadáver y le hace una exhumación, y después de esto muestra una foto de quien supuestamente era Bolívar, donde aparecen combinados los rasgos del Libertador con los suyos propios.  En síntesis, es un caso totalmente paranoide.

OP: Usted menciona dos casos, Bucaram en Ecuador y Chávez en Venezuela. En Colombia, ¿sabe de algún gobernante que también presente o haya presentado una condición mental inestable?
DG: En el manejo del poder se presentan conductas sociopáticas o manipuladoras, que ponen la inteligencia al servicio del egoísmo. Pero así loquitos, lo que se dice loquitos, no podría mencionar ninguno.

OP: Desde una óptica psiquiátrica, ¿qué apreciaciones puede hacer sobre los temperamentos de dos gobernantes en apariencia tan disímiles como Hugo Chávez y Álvaro Uribe?
DG: La diferencia entre los dos no es mucha, con las debidas proporciones. El señor Uribe es un hombre bastante narcisista, egocéntrico, megalómano y resentido. Pretende utilizar el poder y a la gente que lo rodea, según se vio en su gobierno, para sus fines personales. Él  gobernó al país, en lo doméstico y en lo internacional, como si fuera El Ubérrimo. Fue así como no tuvo ningún reato en traspasar una frontera, en invadir a otro país. Y sigue convencido de que si no es él el que va a redimir a Colombia, nadie lo va a hacer. En coincidencia con Chávez, Uribe tiene también un delirio paranoide, lo que se conoce como delirio mesiánico reivindicativo.

OP: Eso en cristiano, ¿qué significa?
DG: Significa que tiene una mente totalmente narcisista y egocéntrica.

OP: ¿Una personalidad como la que usted describe en Uribe, puede influir en su forma de gobernar?
DG: En sus primeros cuatro años de gobierno, durante su primer periodo, a Uribe le fue muy bien.  Yo lo escuché en la fraternidad masónica número 8, y en ese momento las encuestas le daban algo así como el 0,01 por ciento de los votos. Allá nos convenció a todos los presentes con un discurso de lucha, de dignidad, de respeto, de energía, así que decidimos votar por él. Y luego vino su primer periodo presidencial, durante el cual no fueron evidentes los desmanes del segundo periodo. Al señor Uribe se le olvidó que el poder como todo en la vida es transitorio, que nada es eterno, y se quiso mantener para un segundo y un tercer periodo, y vinieron los desbarajustes. ¿Cómo es posible que haya respaldado y ascendido a general a Mauricio Santoyo, al que según dice no escogió, pero sí lo mantuvo varios años en la Casa de Nariño, sabiendo que el tipo había sido denunciado como colaborador de grupos criminales en Medellín? Y en el camino dejó encartados a los doctores Diego Palacio y Sabas Pretelt con lo de la Yidispolítica, y a su secretario general Bernardo Moreno con lo de las ‘chuzadas’ del DAS, y a Mario Aranguren con lo de la UIAF. Es increíble la cantidad de alfiles suyos que se han quemado o han ido a parar a la cárcel, mientras que él, en su bastión, permanece libre y tranquilo.

OP: Esos “quemados” que usted menciona, no será que en ese estado psicológico, recluidos en una cárcel o presionados por la justicia, ¿pudieran llegar a traicionar a su jefe?
DG: Yo no diría que traicionar, sino dejar en evidencia que a ellos les tocó hacer lo que les mandaba el jefe. Porque, quién manda: ¿el secretario o el presidente? Quién manda: ¿la directora del DAS o el presidente? Quién manda: ¿Pretelt, Palacio, Aranguren o el presidente? El que mandaba era el presidente, así que ellos tendrían que poner eso en evidencia. Otro aspecto psicológico a considerar es el miedo: la gente le tiene miedo a Uribe.  No sé sé quién será el representante de la Comisión de Acusación que actúa como el juez natural del Presidente, pero yo creo que en parte le tiene miedo a Uribe. Puede existir temor, y no sin razón, por aquello del ‘todo vale’.

OP: Y a usted, con esto que está diciendo… ¿no le da miedo?
DG: Yo estuve revisando lo que pasó con los periodistas de Cambio, que se quedaron sin su revista, y compruebo que lo que digo no es nada nuevo. Y claro, me da miedo. Pero no soy periodista, no soy político, y mi pensamiento no es político. Yo hablo como un ciudadano común y corriente. Ahora, desde el punto de vista psiquiátrico, no puedo decir que el señor Uribe sea un enfermo. No es mi paciente, y no estaría interesado en tenerlo entre mi distinguida clientela. Pero en mi condición de ciudadano me abriga el derecho a tener mis creencias, y como psiquiatra tengo una ventaja: no trabajo para el Estado, así que no me pueden despedir de ninguna parte. No me voy a quedar sin puestos públicos, no soy candidato a nada, no pertenezco a La U, y no comulgo con el Puro Centro Democrático.

OP: Por último: en su condición de psiquiatra, ¿qué le recomendaría usted al expresidente Uribe?
DG: Al señor Uribe se le ve ansioso, se le ve irritable, se le ve angustiado, y esas goticas de valeriana que toma no le han servido mucho. No es para menos, porque de todas partes lo están bombardeando, y tiene que estar todos los días repeliendo ataques, defendiendo a la gente que involucró en problemas jurídicos, y eso tiene que generar un estado de ansiedad y tensión. Como las goticas no le están funcionando, debería tomar algún sedante o ansiolítico que le permita disminuir la angustia y apreciar su entorno con más serenidad.

martes, enero 15, 2013

Ciencia y Romanticismo


HISTORIA DE LA CIENCIA

La era de los prodigios

La ciencia británica del Romanticismo preparó al mundo para la revolución que estallaría en la segunda mitad del siglo XIX. Un paseo por uno de los periodos más fecundos en la historia de los descubrimientos

Miguel A. Delgado - 10/10/2012
La era de los prodigios'Newton' (1795), de William Blake.
John Keats nunca perdonó a Newton que descompusiera la luz del Sol con un prisma y, como relata Richard Dawkins en su clásico "Destejiendo el arcoíris" (Tusquets Fábula, 2012), le arrebatara cualquier profundidad o significado espiritual. Más o menos por los mismos años, William Blake trabajaba en su impactante "Newton" (1795-1805), una obra en la que el científico inglés aparece como un gigante inquietante que encarna el racionalismo que asfixiará cualquier afán del humano por trascender. Y, sin embargo, simultáneamente, lord Byron cantaba sobre la pluralidad de mundos teorizada por William Herschel, mientras que un anciano Coleridge acudía entusiasmado a las primeras reuniones de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia.
¿Qué había pasado para que un ámbito en teoría tan alejado de lo científico como el de la poesía británica romántica se empapara de una polémica que sigue reapareciendo de manera habitual en la prensa, especialmente cuando se toca algún avance determinante que otorga un plus de comprensión a lo que nos rodea? Pues, como cuenta el experto en esa época Richard Holmes en el apasionante volumen "La edad de los prodigios. Terror y belleza en la ciencia del Romanticismo" (Turner Noema, 2012), la irrupción de uno de los períodos más fecundos en la historia de los descubrimientos, no solo por su importancia intrínseca, sino también por lo que supuso de inicio de un cambio de paradigma que, en cierta manera, preparó al mundo para la verdadera revolución que estallaría a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Para Holmes, la figura vertebradora de este cambio es la de Joseph Banks (1743-1820), un rico botánico que acompañó a Cook en su primer viaje a bordo del "Endeavour" (1768-71) y que, entre otros destinos, se detuvo en Tahití con el fin de observar el tránsito de Venus. Aquella experiencia fue crucial para Banks, que la pasó en una especie de zona fronteriza entre los acuartelados británicos, comandados por un Cook que deseaba evitar la excesiva confraternización, y unos nativos con los que no tuvo problema en compartir sus liberalísimas costumbres. Tal fue el impacto que, de hecho, a la vuelta de la expedición, Tahití se convirtió en una especie de metáfora en la Tierra de los buenos salvajes preconizados por Rousseau, y lo tahitiano se transformó en una moda que recorrió los salones de las cortes europeas.
Sed de conocimiento
Pero, sobre todo, de aquella experiencia -aparte de un impresionante bagaje de descubrimientos botánicos que fue alabado por el mismísimo Linneo-, Banks se trajo de vuelta una profunda sed de conocimiento y descubrimiento. Sin embargo, pronto su salud le impidió participar en más expediciones, y todo su ímpetu tuvo que buscar otros caminos para expresarse. Convertido en uno de los consejeros de cabecera de Jorge III, el futuro rey loco, consiguió acceder a la presidencia de la Royal Society en 1768, un cargo que ocuparía durante 42 años, hasta su muerte.
Desde esa atalaya privilegiada, Banks puso en marcha todos sus sensores para descubrir y apoyar a los jóvenes que fueran prometedores en cualquiera de los campos en los que trabajaban. En esos años, Reino Unido se estaba convirtiendo en un Imperio, y la ciencia debía contribuir, como cualquier otro ámbito del reino, a su grandeza, lo que redundó en un decidido apoyo a las expediciones científicas que se convirtieron en tradición y prepararon la decisiva del "Beagle" que llevaría a Charles Darwin a las Galápagos en 1835. Además, el estallido de la Revolución Francesa y las posteriores guerras napoleónicas trajeron consigo una rivalidad en el progreso científico que nada tendría que envidiar a la de los soviéticos y los estadounidenses en el siglo XX.
Así, Banks cobijó y promocionó bajo su ala a desconocidos, e incluso excéntricos, científicos a los que su olfato reconoció como poseedores de un gran potencial. De esta forma, cuando le comenzaron a llegar los informes de que un inmigrante alemán de Bath, un tal William Herschel, que se ganaba la vida con composiciones y clases de música clásica, había desarrollado un nuevo tipo de telescopio con el que, afirmaba, podía descubrir nuevas estrellas y demostrar que la Luna estaba habitada, no dudó en conseguirle la protección real para que pudiera dedicarse de lleno a su trabajo.
El resultado aún está escrito con letras de oro en la historia de la ciencia. Herschel, con la ayuda de su hermana Caroline, un fascinante personaje que sería definido como la "pequeña cazadora de cometas" por los numerosos que llegó a catalogar, no solo descubrió Urano en 1781, sino que también empezó a desplegar un universo lleno de nebulosas y galaxias, en constante evolución y transformación, sin que fuera detectable una presencia divina ni, mucho menos, una posición privilegiada para la Humanidad. La obra de Herschel tuvo un profundísimo impacto en la época, y sobre todo sorprende por la forma en la que, armado con su arsenal de telescopios, con la estrella del gran tubo de doce metros al frente, llegó a entrever lo que la ciencia astronómica aún tardaría dos siglos en demostrar fehacientemente.
Junto a Herschel, Banks protegió a Humphry Davy, un atrevido químico que, hacia 1800, se sumía en arriesgados experimentos con gases como el óxido nitroso, o gas de la risa, que llegaba a inhalar personalmente, y a hacer inhalar a otros voluntarios, en un procedimiento que, como cuenta Michael Brooks en "Radicales libres" (Ariel, 2012), tendría una problemática homologación en nuestros días. Promovido por Banks a la Royal Society, donde ingresó en 1803, pronto demostró un enorme interés por el camino abierto por los avances sobre la electricidad del italiano Alessandro Volta, y utilizó la pila descubierta por éste para poner en marcha una nueva disciplina científica, la electroquímica. Entre otros muchos avances, además, descubrió en 1815 una lámpara de seguridad que ahorró muchas vidas entre los mineros de todo el mundo, y tuvo como ayudante a un joven llamado Michael Faraday. En 1820, sucedió a Banks al frente de la Royal Society.
Ciencia y sociedad
Son los ejemplos más señeros, pero desde luego no los únicos. Banks promocionó una gran variedad de aventuras científicas, como las expediciones de Mungo Park a África, las de William Parry al Ártico -que llegó a poner el nombre de Banks a una de las islas más grandes de la región-, los primeros aeronautas británicos y la labor del joven matemático Charles Babbage, que nunca llegaría a terminar una máquina de calcular plenamente operativa y que funcionaría mediante tarjetas perforadas.
Pero quizás su herencia más trascendente no fue esta, sino la de insertar la ciencia en el centro de la vida social de la época. Por primera vez, en los salones se discutía, incluso acaloradamente, sobre los nuevos hallazgos científicos y tecnológicos, y las conferencias de muchos de los mencionados tenían un éxito de público comparable al de una estrella de música de nuestros días. Incluso, el arduo debate sobre la existencia o no de un fluido vital, despertado por los impactantes experimentos de Galvani, llevó a cuestionarse si el hombre no estaba adentrándose excesivamente en terrenos reservados a Dios. Fruto de aquel temor fue la obra "Frankenstein o el moderno Prometeo" (1818), de Mary Shelley, que fijaría el aún recurrente temor a que la Humanidad fuese castigada por su soberbia al usurpar potestades divinas.
La ciencia se convirtió en un asunto de orgullo nacional, aunque Banks se preocupó en todo momento de mantener abierta la comunicación con el resto de Europa, hasta el punto de que, incluso en medio de una escalada bélica, era posible que un científico británico fuese recibido por Napoleón en una audiencia personal. Por supuesto, tuvo también otras consecuencias, como preparar la conciencia colectiva para el advenimiento del giro copernicano que supondría la irrupción del darwinismo. Pero quizá la lección más importante, desde la España de nuestros días, fue la visión banksiana de que ningún país podía aspirar a ser verdaderamente grande sin un liderazgo científico.
Junto a los barcos y los ejércitos, la hegemonía se comenzó a jugar en los laboratorios y las cátedras, y ni siquiera la rebelión posterior de los más jóvenes, que echaron en cara a la Royal Society su anquilosamiento y fundaron en su lugar la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia (1831), mucho más abierta, puede empañar ese impresionante legado del hombre que hizo posible que siguiéramos destejiendo el arcoíris.

miércoles, septiembre 12, 2012

Negociadora de las Farc es la viuda de 'Tirofijo'


Fue su compañera sentimental por 15 años

Negociadora de las Farc es la viuda de 'Tirofijo'

Por: Gloria Castrillón / Enviada Especial El Espectador- Cromos, La Habana (Cuba) /

Manejaba la seguridad y el cuidado personal del jefe guerrillero. Esta semana, en Cuba, se convirtió en la única mujer a la que la guerrilla ha sentado en una mesa de negociación.

Sandra y ‘Marulanda’ durante los diálogos del Caguán, con su mascota, un lobo siberiano llamado ‘Bonie’.  / Gloria CastrillónSandra y ‘Marulanda’ durante los diálogos del Caguán, con su mascota, un lobo siberiano llamado ‘Bonie’. / Gloria Castrillón
“Murió de un infarto cardíaco, en brazos de su compañera”. Con estas palabras, el hoy jefe máximo de las Farc, Timoleón Jiménez, confirmó al mundo la muerte del fundador y líder histórico de esta guerrilla, Manuel Marulanda Vélez, en un comunicado que leyó el 25 de mayo de 2008. Semejante alusión no era sólo un giro retórico para darle un toque de humanidad y romanticismo a la figura del insurgente más feroz, el más buscado, el más combatido por el Estado durante más de medio siglo. Era también la forma de hacerle un homenaje a Sandra, la mujer que cuidó del anciano durante más de 15 años de su vida en el monte.
Aunque la figura de Sandra salió a relucir durante los diálogos que adelantó el gobierno de Andrés Pastrana en la zona de despeje del Caguán, nunca fue protagonista de las negociaciones. Se la veía siempre al lado del jefe guerrillero, que ya se había convertido en mito por cuenta de las muchas veces que el Estado anunció su muerte en combate. Era ella la que conducía la camioneta 4x4 en la que Marulanda llegaba de repente a la sede de los diálogos, era ella la que tomaba atenta nota de las reuniones y asuntos pendientes. Era ella la última puerta infranqueable, después de la fuerte escolta, para acceder al jefe de la guerrilla más antigua del continente. Era casi su sombra.
Ya en la intimidad, Sandra era más que su asistente. Se convirtió en la única persona que pasaba a su lado las 24 horas del día: lo acompañaba hasta la puerta del baño, le administraba las medicinas para la hipertensión y otras dolencias propias de la edad, se encargaba de su vestimenta, que iba desde una sencilla pinta de paisano — camisa, pantalón y botas pantaneras—, hasta el camuflado y las botas militares de cuero cuando la ocasión ameritaba el traje de fatiga. Le supervisaba la dieta, baja en sal y carbohidratos y abundante en frutas y verduras.
Pero tal vez el rasgo más importante de las funciones que cumplía Sandra como compañera sentimental de Marulanda era la seguridad. Sólo ella conocía el sitio donde acampaba cada noche quien fue por años el hombre más buscado del país. Los demás miembros de la pequeña escolta acogían la decisión que ella tomara, mientras los demás anillos de seguridad se encargaban de resguardar un área general.
Sandra no descuidó este asunto ni siquiera cuando estuvieron en los 42.000 kilómetros cuadrados que el Estado les cedió a las Farc para negociar. Ningún miembro del secretariado conocía la ubicación exacta del campamento. Cada noche cambiaban de refugio y ni el Mono Jojoy ni Joaquín Gómez, jefes de los bloques Oriental y Sur, que prestaban cientos de hombres para los anillos de seguridad de su jefe, conocían la decisión de la mujer.
De ella no se supo mucho. Era reservada, casi misteriosa, sabía guardar prudente distancia sin perder de vista cualquier necesidad de su compañero. Sorprendió la diferencia de edad (posiblemente él la doblaba en años) y la enorme dedicación que ella le prodigaba: le cortaba las uñas y el pelo, le leía libros, correspondencia y documentos, veía películas para comentárselas, estaba actualizada para asegurarse de que él también lo estuviera.
Una de las sorpresas que se llevaron los delegados del presidente Pastrana (incluso el mismo mandatario) durante los primeros encuentros con Manuel Marulanda, fue precisamente que Sandra tomara las fotografías de los momentos más importantes de aquellos contactos preliminares y que guardara con celo los documentos que él debía revisar.
Uno de los momentos que quedó registrado para la prensa y que le dio la vuelta al mundo fue cuando Sandra, vestida como Tirofijo, con impecable uniforme camuflado, se desprendió por un instante de su esposo para cobijar al presidente Andrés Pastrana con un plástico y protegerlo de la lluvia. Era el 8 de febrero de 2001 y el mandatario había ido aSan Vicente del Caguán a tratar de salvar el proceso de paz de una de sus infaltables crisis.
No hay duda de que ella conocía como nadie los secretos del octogenario guerrillero, porque además le manejaba el radio de comunicaciones, le contestaba la correspondencia y estuvo a su lado durante los momentos cruciales de los diálogos de paz. No sorprende verla como protagonista de este nuevo intento, ahora con el gobierno Santos.
Sentarla en la mesa de negociaciones durante esta primera etapa es un homenaje al mito fundador de una guerrilla campesina que sigue venerando la figura del comandante que cursó pocos años de escuela pero puso en jaque la seguridad de los 17 presidentes que lo combatieron sin éxito. Incluso se cree que más allá de darle representación a las mujeres insurgentes, se trata de darle voz y voto a la persona que conoció como nadie a su líder y que seguramente llevará sus puntos de vista a la mesa de diálogos.
Los organismos de seguridad del Estado nunca tuvieron mayor información de Sandra. No estaba reseñada en informes de inteligencia ni tenía proceso penal en contra. Tras la muerte de Marulanda no se tuvo noticia de su paradero y sólo ahora, al verla de civil, ofreciendo una rueda de prensa al lado de curtidos hombres de la diplomacia de las Farc, vuelve a ser noticia.

sábado, septiembre 01, 2012

pueblos indígenas aislados en las selvas amazónicas


En 1969 se supo de su existencia

Los aislados del Amazonas

Por: Carolina Gutiérrez Torres

Acaba de publicarse un libro que recoge la historia de un pueblo indígena aislado en las selvas amazónicas, conocido como los yuris.

En esta imagen, tomada en 2010 por Parques Nacionales Naturales, se ve una maloca en la que viviría un grupo aislado del Amazonas.  / Cristóbal von RothkirchEn esta imagen, tomada en 2010 por Parques Nacionales Naturales, se ve una maloca en la que viviría un grupo aislado del Amazonas. / Cristóbal von Rothkirch
El único hombre que se adentró en las entrañas mismas de los yuris desapareció. Nada se volvió a saber de Julián Gil desde el 18 de enero de 1969. El relato de uno de sus acompañantes dice que ese día Gil —cazador que iba en busca de pieles e indígenas para ‘conquistar’— entró a una maloca en algún lugar perdido de la selva amazónica, entre el Caquetá y el Putumayo. Un lugar perdido que habitaba una comunidad indígena aislada, a la que más tarde llamaron yuris o caraballos o patones. Después de que ingresó a la maloca, de Julián Gil nada se volvió a saber.
La noticia se publicó en El Espectador y El Tiempo. Se hablaba de una comunidad indígena aislada, salvaje, perdida, que había desaparecido al hombre (“salvaje no”, protestaron los investigadores). Lo que siguió fue la búsqueda inútil del cazador; el asesinato de dos mujeres, dos niños y un viejo en esa misión —aparentemente de esta comunidad— y la retención de seis indígenas yuris que, quizá por primera vez, fueron llevados al mundo exterior —al corregimiento de La Pedrera, Amazonas, donde fueron liberados dos meses después gracias a la intermediación del periodista francés Yves-Guy Bergès—. De Julián Gil nada se volvió a saber.
La historia del cazador desaparecido sacó a la luz la existencia de los aislados en Colombia. Hoy existen indicios de que no sólo habría un pueblo indígena en esa condición —porque decidieron vivir así, lejos de la “sociedad dominante”, como dice Juan Pablo Ruiz—. Habría por lo menos 12 comunidades aisladas. Eso dice el politólogo Roberto Franco en su libro Cariba Malo, lanzado la semana pasada. Eso indican los testimonios que Franco recogió en los territorios vecinos al Parque Nacional Natural Río Puré, donde habitan los yuris y quién sabe cuántos otros aislados. Testimonios que aseguran haber visto sus huellas, o las trampas que ubican en los caminos para evitar el arribo de cualquiera, o las malocas abandonadas. Y están también los que los han visto en carne propia.
Los caraballos son de harto cabello negro y tienen traje para sostener el sexo (...) como una tanga pa los hombres, y las mujeres con una sayita adelante y atrás (...). Ellas se distinguían por los senos desnudos. Son negros la piel, como chocolate, muy morenos. Nada de pintura. Músculos del cuerpo sí tenían los hombres, y normales de altura (testimonio del libro Cariba Malo).
Roberto Franco dice que los yuris y las otras comunidades similares, que quizás existen en las selvas del Amazonas, se aislaron como un acto de resistencia: “No es que por casualidad lleven cientos de años así. Están aislados sabiendo que estamos afuera y que no quieren tener contacto con nosotros”.
No quisieron tener contacto con los misioneros evangélicos que hicieron lo imposible por llegar hasta sus entrañas, como el desaparecido Julián Gil. Por dar sólo un ejemplo está la historia del misionero Donald Fanning, quien, pilotando su propia avioneta, hizo uno y mil intentos por abordarlos. Sobrevolaba las malocas y les arrojaba hamacas, toldillos, hachas, anzuelos, nylon. Soñaba con introducir la palabra de Dios en el pueblo perdido. Finalmente fue desterrado. Y así, con los años, llegaron más y más misioneros queriendo evangelizar a los aislados.
Luego llegaron los señores de la cocaína a construir pistas de aterrizaje y laboratorios. Otros invasores que venían a sobrevolar sus malocas. Otros intrusos que llevaron la guerra a esos rincones de la selva que antes eran sólo suyos. Tuvieron que soportar además los bombardeos de las Fuerzas Armadas en su lucha contra el narcotráfico. Y quisieron defenderse, destruyendo los motores, los laboratorios, las herramientas, pero no fue suficiente.
El piloto Carrillo les tiró mercancías como labiales y espejos por cuatro veces seguidas, pero en la última vez parecía todo abandonado, no había nadie. Primero salían con arco y flecha y le tiraban a la avioneta, pero después ya se veía como rastrojo, abandonado. Migraron no sé a dónde. Tal vez los del laboratorio de la pista Vecino los ahuyentaron (aparte del libro Cariba Malo, entrevista con Severino Tapuyima, Puerto Nuevo, 15 de junio de 2010).
Después fue la guerrilla. Los mineros. Los madereros. Y ante todos respondían igual, con actos de “resistencia pacífica”, como dice Franco. Con trampas en los caminos: huecos con puyas envenenadas, flechas con veneno que llegaban a la altura del pecho. Tácticas de resistencia para no ser contactados. Y si el intruso superaba esos obstáculos se evadían en segundos, dejando sólo el rastro del hollín caliente en los fogones. “Pero si se les enfrentan ellos responden. Hay testimonios de violencia con guerrilleros, de lado y lado, pero no están confirmados”. Finalmente, en 2002, llegó la primera acción del Estado en busca de su protección: se creó el Parque Natural Río Puré, con 999.880 hectáreas, entre los ríos Putumayo y Caquetá.
***
Los hijos del desaparecido Julián Gil se han empeñado en encontrar al cazador. Han recorrido sus pasos. Han planeado expediciones. Y en ese empeño se han convertido también en testimonio de la existencia de los aislados.
Nos escondimos en unas matas y venían dos hombres, dos mujeres y tres niños (...) Qué gente para caminar. Y pasaron. Ellos iban desnudos, los hombres apenas con un tejido de chambira en el sexo y las mujeres desnudas y los niños pues también. Ellos traían lanzas, pero unas lanzas hermosas, de unos tres metros con cincuenta (...) La intención de nosotros era entrar en diciembre pasado con mi hermano Raúl, pero íbamos exclusivamente a visitar todas las malocas. Para mí, ellos, si uno los ve agresivos, simplemente se va. No es tanto uno decir voy a lastimarlos, quitarles o hacerles algún daño, no es eso, es que queda la duda de que el viejo esté vivo. Queda la duda (parte del libro Cariba Malo, entrevista con Julián Gil hijo, Leticia, 21 de agosto de 2010) .
¿Cómo proteger  los pueblos aislados?

Los pueblos indígenas aislados están amparados hoy por dos normatividades: el Plan Nacional de Desarrollo, que plantea “un protocolo de atención y protección” para respetar su aislamiento, y por Ley de Víctimas. Más allá de este mandato, entes como la Unidad de Parques Nacionales, Amazon Conservation Team, la Universidad Nacional de Colombia y el Instituto Imani, que apoyaron la publicación del libro ‘Cariba Malo’, se preguntan cómo el Gobierno va a traducir en acciones esos textos.
“Hay dos retos —dice Diana Castellanos, directora Territorial de Amazonia, de Parques Nacionales—: no sólo garantizar que puedan seguir en el aislamiento, sino también estar preparados cuando estos grupos salgan al contacto, que es la otra cara de esta moneda. Si no hay ningún protocolo, y salen como salieron los nukak, vamos a repetir la misma historia, en la que un solo contacto puede matar al 50% de la población”.
El viceministro del Interior, Aníbal Fernández de Soto, reconoce que este es un tema relativamente para el Gobierno, pero sí tiene la certeza de que “la mejor manera para proteger a estos pueblos es manteniéndolos aislados”. Aseguró, además, que actualmente están trabajando en una serie de instrumentos normativos para darles la protección y la atención necesarias.
 Carolina Gutiérrez Torres | Elespectador.com

martes, agosto 28, 2012

APUNTES SOBRE LA BARBARIE


Noviembre 24 de 2007
Cuando el 'diablo' se les metió a los paras
-puede acceder directamente dando click- -fotos de www.eltiempo.com-
Un capítulo oculto de la guerra es el de la furia de 'espíritus' que se tomó a los Llanos. Y tras este, el caso de los niños reclutados a la fuerza que tiende a parecerse a la tragedia de Sierra Leona.
La insólita historia -que se conoció esta semana- de las almas en pena que espantaron a curtidos 'paras' de Risaralda parece la versión 'light' de un capítulo de la guerra en Colombia del cual apenas se han dado tímidos brochazos: la furia de los 'espíritus' que llevó hasta la locura a varios grupos de combatientes de Meta y Casanare.
Y esta historia destapa una aún más desgarradora: la de los niños que 'Martín Llanos', el único jefe paramilitar que no desarmó a su ejército, reclutaba. Ellos son hoy veteranos de guerra con 18, 19 o 22 años, y apenas ahora se atreven a empezar a contar los horrores que vivieron.
Guardadas las proporciones podría compararse con lo ocurrido a los niños de Sierra Leona que ha escandalizado al mundo: niños reclutados a la fuerza y "entrenados en la barbarie para perder el pudor y convertirse en asesinos eficientes", como diría la columnista Natalia Springer.
En una larga entrevista con un llanero que a los 17 años, en el 2004, ya era veterano de la más cruenta pelea 'paraca' que haya vivido el país -la de los 'buitragueños' de Martín Llanos contra los 'urabeños' de Arroyave- él me contaba que a veces les dejaban los muertos "a los 'chulos'" y otras veces los "picaban" para echarlos a los ríos. Me explicaba que "tocaba chicotearlos y sacarles las tripas, porque si no, flotaban. Las tripas las pincha uno, les abre hueco para que se llenen de agua y al río las echa también".
-¿Y a alguno le daban pesadillas?, pregunté.
Para responder, comenzó a contar unas historias hasta ahora desconocidas.
-De todas esas muertes se formó un problema ni el verraco. ¡Como cosas del diablo! -dijo con sonrisa apenada-. La gente se volvía loca, se les metía un espíritu y los ponía a que se golpearan contra los árboles. Amanecían con morados por todo lado. Como metérseles el demonio.
Y continuaba. -Uno le pregunta al espíritu '¿a qué viene? ¿qué quiere?' y él le hablaba a uno en el cuerpo de la otra persona y decía, por ejemplo, 'Yo vengo porque a mí me mocharon en tal parte y no me tiraron completa donde me tenían que tirar y si no me regresan eso entonces sigo golpeando la gente'. Ese espíritu soltaba al uno y agarraba al otro y así era casi todos los días esa recocha".
El cuento puede parecer absurdo para muchos, pero lo cierto es que en medio de esa inmensa sabana, tan fértil para lo mítico y lo mágico, a los 'paracos' les tocó vivir un verdadero infierno con los fantasmas de sus víctimas descuartizadas. Y como esas historias del llanero, otros siete protagonistas de la guerra, relatan episodios similares.
Dos muchachos que tratan de recuperarse en Bogotá de las lesiones mentales que les dejó esa guerra -a la cual los llevaron a la fuerza reclutadores que cobraban 200 mil pesos por cada uno-, recuerdan que en el Tropezón (la que era sede de los paramilitares de 'Martín Llanos' a dos horas de Puerto López), "a un man se le metió un espíritu. Le pusieron una virgen y el comandante le preguntó: '¿De dónde viene? De parte de Dios o de parte del diablo'. Y el espíritu le contestó: 'No, es que a mí me confundieron. Yo no era guerrilla, yo era un campesino'".
Otros eran 'cruzados'
Las mujeres, según varios de los entrevistados, eran las más propensas a "que se les metiera el diablo".

Los hombres, por el contrario, preferían convertirse en 'cruzados' a través de "un rito satánico para proteger la vida en los combates a cambio de entregar el alma", como lo explica en su tesis de maestría aún no publicada, Liliana Ramírez Arias. Según la investigadora, el rito lo hace un "brujo" -hay dos en los Llanos- con un gato negro sin ojos del cual se bebe la sangre para que "entre al cuerpo del cruzado la protección del diablo".
El 'cruzado' tiene que pintarse las uñas de negro para que en medio de los combates pueda ser identificado por el ser que lo protege.
Por eso, el 11 de abril del 2006, cuando se desmovilizaron cerca de 1.800 hombres de 'Héroes del Llano' y 'Bloque Guaviare' (distintos a los de Llanos y Arroyave), en un corregimiento de Puerto Lleras (Meta), se vieron muchos con uñas negras.

En el diario de un comandante paramilitar del bloque de Miguel Arroyave, publicado por la revista Semana, este cuenta que cogieron a 15 muchachos de 'Martín Llanos' y uno de ellos, en muy mal estado, le pidió que mejor lo matara. "Déjeme morir. Me tengo que morir hoy. Hace un tiempo yo hice un pacto con el más allá para obtener protección. A mí me rezaron en cruz y según la persona que lo hizo, para que no me entrara el plomo yo tenía que obedecer algunas cosas que las ánimas pedían que hiciera y hoy ya me dijeron que me había llegado la hora", habría dicho el joven. "Vi las heridas -escribe el comandante- que eran muy profundas, algunas atravesaban el cuerpo y la verdad es que eran muchas como para que todavía estuviera vivo".
Un infierno que el país no vio
Pero más allá de los espantos lo cierto es que la manera cómo reclutaba y entrenaba 'Martín Llanos' a sus combatientes (2002 y 2003) y luego la guerra en la que se trenzó con los 'urabeños' durante dos años y medio (abril del 2003 a octubre del 2005) convirtió a gran parte del Meta y el Casanare en un verdadero infierno.
En el 2001, 'Martín Llanos' decidió hacer fuerte su ejército. En un solo curso, de los varios que hizo en el 2002, entrenó a 220 muchachos. Se veían niños hasta de 13 años. A muchos los recogían de los pueblos y fincas de la zona, a otros los sacaron de correccionales como la de Villavicencio, se llevaron niños de la calle de Bogotá, muchachos en las esquinas de Ciudad Bolívar, del Tolima y hasta algunos incautos que caían con avisos que invitaban a ir a un "centro de rehabilitación especial para la drogadicción".
"A muchos les decían que iban a recoger arroz, y cuando llegaban y se daban cuenta, se veía mucho hombre llorar", recuerda uno de ellos.
Y lloraban porque los entrenamientos eran campos de exterminio: muchos se quedaban a mitad de camino destrozados por sus mismos compañeros. El método 'pedagógico' era macabro: se deshacían de los débiles o los que no parecían estar convencidos de la causa y con sus crueles asesinatos le daban al resto lecciones de barbarie.
Cada uno de los entrevistados tiene su propia historia de como, a los pocos días de llegados, les tocaba participar del descuartizamiento de cualquier recluta por una falta ínfima. No importaba la falta, era solo una excusa para convertir, en menos de dos meses, muchachos de 16 años en hombres dispuestos a matar.
"Los cursos antes eran más difíciles, de 20 que entraban solo salían (vivos) 10 ó 5. Después, de 180, solo se quedaban en el camino 10 ó 15".
Un tolimense, al que se llevaron de 16 años, cuenta su primera 'lección': "Una pelada se acostó con un man y quedó embarazada. La mataron y todos teníamos que pasar para partirle un pedazo y entregárselo al comandante. A uno le tocó el feto de un mes".
En un momento dado, abrumados además por la inmensidad del llano y la soledad, perdían cualquier sentido de los valores humanos. Hasta el punto de que tomaban como un pasatiempo de adolescentes comer carne humana.
"Lo de la carne es curiosidad. En los cursos del 2002 o 2003 comía carne el que quisiera. En los de antes sí les tocaba obligados. En mi curso mataron a a un ñero que con la droga tenía pasado el cerebro. Mataron al chino y un comandante dijo: traigan un pedazo de carne para que pruebe al que se le de la gana o si no todos jartan a las malas".
-¿A qué te supo la carne?
-Normal. Comí del lado de la nalga. Como usted comer carne de marrano. Como usted fritar un pedazo de cuero con carne. Todo mundo como que sí comía, como que no. Cada uno cogía su pedacito. Y ya si le gustó se lo comía.
Y es enfático en dejar claro, -No es para cogerlo de vicio y que si se le acabó la carne entonces mate al vecino".
En confesiones que han recogido fiscales de Justicia y Paz, otros 'paras' han contado también este tipo de escarceos caníbales. Los ejemplos de episodios macabros, ocurridos en esa tierra, abundan.
Duerme por ejemplo en expedientes el testimonio de 'Menudencias', un muchacho de 23 años con cuerpo de niño que un día en la cárcel de Acacías dijo ya no poder con el cargo de conciencia y contó de un señor de apellido Polo con dos hijos guerrilleros al que el comandante 'Solín', en Aguazul (Casanare), para que confesara donde estaban sus hijos "le inyectó un veneno de prueba en humanos". Lo encerró en un cuarto y los demás miraban por las rendijas. "Se le salían los ojos al cucho y los demás juagados de la risa".
Contaba también como les hacían tomar la sangre de los compañeros que mataban en entrenamiento "para obtener la fuerza del muerto".
Los dos años de apocalipsis
De todas esas historias nunca el país se enteró. Ni tampoco, a pesar de todo el ruido que implicó, se dio mediana cuenta de la dimensión de la guerra de abril del 2003 a octubre del 2005.
'Martín Llanos', que dominaba gran parte del Meta y Casanare, en un ánimo de expansión desde el 2001 se empezó a extender hasta Mapiripán y Caño Jabón (ruta importante de la coca hacia el Guaviare) y hasta Boyacá. Mientras que Miguel Arroyave, que recién había comprado el bloque 'para' a Vicente Castaño, empezó a tratar de recortarle terreno.
Al principio, cuenta un investigador que vivió de cerca esa guerra, era una pelea entre 'criollos' (los de Llanos) y 'paisas' (los de Arroyave), en la que estos últimos, a pesar de ser grandes y fuertes, llevaban las de perder porque no conocían el terreno. Luego, bajaron a ayudarle a Arroyave tropas de Carlos Castaño, de 'Macaco' y de 'Don Berna'. Y lograron sacar a los 'buitragueños' del Meta en diciembre del 2003.
¿No pasa nada?
Y en la estocada final -sacarlos del Casanare- tuvo que ver el proceso de negociación con el Gobierno en Ralito. Como 'Llanos' se rebeló y a pesar del ultimátum que le dio el presidente Álvaro Uribe en agosto del 2004 no quiso ser parte de la mesa de negociación, la artillería del Ejército acabó con sus tropas.
"Era triste ver cómo esos niños (los de 'Martín Llanos') al ver esos tipos grandes y los helicópteros, botaban el fusil y salían corriendo", cuenta una autoridad judicial de la zona.
¿Y que pasó con todos? Arroyave es asesinado en noviembre del 2004, en plena negociación con el Gobierno.
'Martín Llanos' logró fugarse del cerco oficial en octubre del 2005. No se sabe nada de él. Su papá, Héctor Buitrago, hoy sigue reclutando.
Los grupos herederos de los 'paras' ('cuchillos ' y 'macacos') se han ensartado en una guerra que en agosto de este año dejó, según la Policía, 250 muertos de lado y lado.
'Cuchillo', señalado de asesinar a su jefe Arroyave, a última hora no se quiso desmovilizar y hoy manda a nuevos 'paras' desde el Guaviare.
Y en Bogotá, en un barrio popular, hay un muchacho de 19 años, que tres años después de vivir ese infierno me dice: "Por la noche me despierto con miedo".
"El comandante le preguntó: '¿De dónde viene? De parte de Dios o de parte del diablo'. Y el espíritu le contestó: 'Es que a mí uds. me confundieron. Yo no era guerrilla, yo era un campesino'".Cuenta joven bogotano que a los 16, con engaños, lo llevaron a la guerra.
"La última vez que miré eso fue a tres viejas que les dio de 6 de la tarde hasta las 12 de la noche. Esas mujeres les ganaban a 2 ó 3 tipos teniéndolas y corrían más que un carro. Tocó amarrarlas y echarlas a una quebrada de agua fría. Se desmayaban y se levantaban y corrían como un espanto. Y otra vez caían y volvían en sí y decían ¿qué pasó?. No se mató ninguna, pero sí se estropean mucho".Un llanero de 22 años que estuvo en la guerra del 2003 al 2005.
"Había gente a los que les echaban agua bendita y eso parecía como si se les echara ácido, se tiraban a volverse más locos. No tiene uno ni como explicarlo".Un joven de Villavicencio al que reclutaron a la fuerza.
$200 mil Le pagaban al reclutador que recogía muchachos de 15 y 16 años de barrios pobres de Bogotá y los llevaba engañados a la guerra.
LUZ MARÍA SIERRAJEFA DE REDACCIÓNluzsie@eltiempo.com.co