domingo, febrero 19, 2017

El exterminio de los Huitotos... y un Irlandes..

La historia del irlandés al que los huitotos rinden tributo

El trabajo de Roger Casement fue clave para detener la matanza que diezmó la población indígena.

Por:  ARMANDO NEIRA | 
 
Casement llegó al país en 1910, con la misión de reportar a Gran Bretaña los abusos de la explotación cauchera.
Foto: Archivo particular
Casement llegó al país en 1910, con la misión de reportar a Gran Bretaña los abusos de la explotación cauchera.
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En algún lugar de Inglaterra, lejos, muy lejos, de las sofocantes selvas de la Amazonia donde los indígenas huitotos lo veneraban como el mejor de los hombres blancos, ‘sir’ Roger Casement fue enterrado sin lápida ni cruz con la intención de borrar cualquier recuerdo suyo para siempre.
Las razones de la Corona británica eran poderosas. Para esta, Casement era un traidor independentista y, por si fuera poco, un “promiscuo y homosexual”, según enfatizaban las autoridades de la época. Por eso fue condenado a muerte. Lo ahorcaron en la prisión de Pentonville, en Londres, el 3 de agosto de 1916.

El martes pasado, un grupo de indígenas de esta etnia provenientes del Putumayo se reunió con el presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, en un exclusivo hotel del norte de Bogotá, para agradecerle de corazón ya que, según recordaron, si Casement no hubiera sido el valiente que se la jugó por ellos, por allá en 1910, habrían sido exterminados sin contemplación.
El presidente Higgins se emocionó. No solo por el testimonio, sino porque para él también Casement forma parte de la historia de Irlanda. En 1965, cuando por fin el Gobierno británico autorizó la repatriación de su cadáver, fue llevado en un avión militar y su féretro expuesto durante cuatro días en capilla, adonde acudió una romería para despedirlo como héroe. Allí, en el cementerio de Glasnevin, en Dublín, reposan sus restos.
‘El sueño del celta’
Casement había nacido en Sandycove, cerca de esta capital, el primero de septiembre de 1864. Y aunque su nombre y su vida son desconocidos para la gran mayoría de colombianos, fue una figura trascendental. Sacó a la luz los violentos métodos de las compañías londinenses mientras amasaban sus fortunas en lugares tan apartados como el Congo, en África, o el Putumayo, en Colombia. Su biografía es materia de estudio y sirvió de inspiración para el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien lo hizo protagonista de ‘El sueño del celta’.
En esta novela, Vargas Llosa recrea las pesadillas de Casement al conocer el drama de los nativos durante la ‘fiebre del caucho’, un periodo que arrancó en Colombia en 1879. Ese año llegaron los colonizadores a enriquecerse, arrasar selvas y segar miles de vidas en su intento por satisfacer el apetito de las urbes europeas y estadounidenses provocado por la naciente industria automotriz.
Irrumpieron con la misma barbarie usada en Perú, Ecuador y Brasil, donde también se daban silvestres los árboles de caucho de los que se extraía el látex, materia prima para las llantas y otras partes de los vehículos. Allá también fueron autores de genocidios vergonzosos y levantaron ciudades que en su momento fueron símbolos de prosperidad, como Iquitos, Belem y Manaos.
Toda esta historia, sin embargo, no es tan conocida en nuestro país. Como ha sido siempre, para la gran mayoría es indiferente lo que ocurra en esas vastas tierras de la cordillera Oriental hacia el sur, selva adentro. Las pocas veces que han sido puestas bajo el foco de la atención han sido por el arte. La más reciente muestra la dio Ciro Guerra, quien se internó con su cámara y en su relato cinematográfico ‘El abrazo de la serpiente’ mostró una faceta de ese encuentro entre el hombre blanco y los nativos. Muchos años atrás fue José Eustasio Rivera quien, en la primera línea de su novela ‘La vorágine’, sintetizó la tragedia: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”.
La obra de Rivera habla de la Casa Arana, el escenario del horror que desvelaba a Casement. Él era un humanista que desde muy joven se movía como pez en el agua entre las letras y la política. A los 19 años, por ejemplo, ya había viajado a África, donde fue nombrado cónsul británico, y trabó amistad con el marinero Joseph Conrad. Ambos, cuenta la historia, compartieron una cabaña. Los relatos de Casement le sirvieron de inspiración a su contertulio para escribir ‘El corazón de las tinieblas’.
Allí, en el Congo, Casement, en su condición de cónsul británico, obtuvo reputación por sus informes sobre la brutal represión, cercana al esclavismo, en la explotación cauchera por la empresa del rey Leopoldo II de Bélgica. Por esto, tiempo después fue nombrado cónsul en São Paulo (Brasil) y comisionado para venir hasta La Chorrera (hoy departamento de Amazonas) para verificar las denuncias de violaciones de derechos humanos por la Peruvian Amazon Company. Si bien era una empresa dirigida por el peruano Julio César Arana, Casement tenía licencia para auditarla porque esta tenía su sede en Londres.
Vargas Llosa se pregunta si Casement había ido en persona adonde se escenificaba semejante infierno. “¿Habría estado allá, en el Putumayo, en la gigantesca región donde operaba la compañía de Julio C. Arana? ¿Se habría ido a meter él mismo en la boca del lobo?”. En ‘El sueño del celta’ responde: “Cerró los ojos y vio la inmensa región, dividida en estaciones, las principales de las cuales eran La Chorrera y El Encanto, cada una de ellas con su jefe. O, mejor dicho, su monstruo. Eso y solo eso podían ser gentes como Víctor Macedo y Miguel Loaysa, por ejemplo”.
¿Por qué el calificativo? Por la brutalidad para quien no cumpliera con las cuotas exigidas. En 1903, “cerca de ochocientos ocaimas llegaron a La Chorrera a entregar las canastas con las bolas de caucho recogido en los bosques”, de los cuales, relata el premio nobel, separaron a 25 “porque no habían traído la cuota mínima de jebe –látex o caucho– a que estaban obligados”. Luego, dice el relato, exigieron a sus capataces envolver a los nativos en “costales empapados de petróleo. Entonces les prendieron fuego. Dando alaridos, convertidos en antorchas humanas, algunos consiguieron apagar las llamas revolcándose sobre la tierra, pero quedaron con terribles quemaduras. Los que se arrojaron al río como bólidos llameantes se ahogaron”. Los heridos fueron muertos a balazos. “Cada vez que evocaba aquella escena, Roger sentía vértigo”, dice la novela.
Casement sabía que “los administradores hacían aquello como escarmiento, pero también por diversión. Les gustaba. Hacer sufrir, rivalizar en crueldades, era un vicio que habían contraído de tanto practicar las flagelaciones, los golpes, las torturas”.
Escándalos del Putumayo
Un siglo después, en octubre del 2012, Marcelo Buinaje, un cacique huitoto de la comunidad de La Chorrera, relató lo que ocurrió durante esa época en un artículo en EL TIEMPO. Esa explotación del caucho fue una “masacre. Fueron más de 80.000 los indígenas asesinados durante la explotación del caucho” en menos de 20 años.
¿Cómo pudo ser que asesinaran cada día durante tanto tiempo a por los menos diez indígenas colombianos y en la capital nadie reaccionara? Para los nativos, tristemente, no quedó siquiera un cementerio que dé cuenta de lo que ocurrió. Sin embargo, de acuerdo con el relato de Buinaje, hay noches, especialmente en las de tormenta, en las que, en medio de la selva, se escuchan extraños gritos y el llanto de hombres y niños.
Ese fue el dolor que conmovió al irlandés. Escribe Vargas Llosa: “En el Putumayo corre mucha sangre. La gente termina por acostumbrarse. Allá la vida es matar y morir”.
Era 1910 cuando Casement llegó al Putumayo. Tomó nota de lo que ocurría y con una narración impecable y de excelente cronista para fijarse hasta en los mínimos detalles, elaboró el informe conocido como ‘Libro azul del Putumayo’, texto que, como ocurrió con el informe del Congo, causó vergüenza: se exterminaba a poblaciones nativas para arrebatarles su riqueza.
Por eso, los huitotos lo consideran un héroe. Para esta y otras comunidades indígenas de la región, Casement representa lo que para los demás colombianos el Libertador Simón Bolívar. Sus denuncias sirvieron para parar ese horror y mostrar la fuerza de las instituciones de la Gran Bretaña, donde se inclinaron ante la honestidad de su cónsul. Sin embargo, este afecto duró poco porque él se sumó a la causa nacionalista irlandesa.
En Colombia, su impacto fue enorme. La divulgación de los llamados ‘Escándalos del Putumayo’ hizo voltear la mirada a una región que entonces era considerada tierra de nadie y donde no había una claridad siquiera de cuáles eran las fronteras. Esta situación tuvo su desenlace en la guerra con el Perú (1932-1934), país al que había regresado Arana y donde murió, sin haber pagado cárcel, de muerte natural y con el aura de una gran figura para muchos nacionalistas.
El genocidio contra los huitotos fue, posteriormente, recogido en otras investigaciones como la hecha por el Centro de Memoria Histórica, en dos volúmenes, titulada ‘Putumayo: la vorágine de las caucherías’. En esta se recoge el testimonio de un indígena de nombre Marcelo Huitoto: “Estando en el Cuemañi, llegaban frecuentemente a donde vivíamos muchos indios de los de mi tribu que venían huidos del Putumayo, y me contaron que se habían venido porque los empleados de la Casa Arana los trataban muy mal y no les pagaban nada, que los extendían en el suelo, boca abajo, les amarraban cada pie y cada mano a una estaca y les daban azotes con un látigo grueso, hecho de cuero de danta, hasta dejarles casi los huesos en descubierto, y en este estado les echaban aguasal caliente. A los que morían de los azotes les echaban petróleo y les prendían fuego”.
El dolor del cónsul
Pero ¿por qué los indígenas aceptaron esto? José Eustasio Rivera lo cuenta en ‘La vorágine’. Describe la figura del “patrón” que trabajaba para la Casa Arana, quien a su vez podía delegar en otro “patrón” y así sucesivamente, hasta que llegaban a la base, que eran los indígenas. Ellos tenían otra noción del comercio basada en el trueque, y a punta de baratijas los enganchaban hasta hacerlos suyos en su sistema de esclavitud.
“Cuando la bola de caucho que traían del trabajo les parecía pequeña a los empleados encargados de recibirla, les daban tres azotes tan fuertes que de cada uno les hacían saltar del cuerpo los pedazos de carne”, describe Marcelo Huitoto.
En su informe, Casement cuenta que la sumisión de los indígenas llegó al extremo de que cuando entregaban el látex y veían que la aguja de la balanza no marcaba los 10 kilogramos, él mismo estiraba las manos y se extendía en el suelo para recibir el castigo. “Entonces, el jefe o un subordinado avanza, se inclina, coge al indígena por su cabello, lo golpea, levanta su cabeza, la tira contra el suelo, y luego de que su cara ha sido golpeada, pateada y cubierta de sangre, lo azota”.
Los nativos cuentan que llegaron a odiar su propia selva por haberles dado esos árboles que sangraban ese caucho. La selva es vasta, profunda. ¿Por qué no escapar? Porque eran cazados como animales. “Si los fugitivos eran capturados, eran torturados hasta darles muerte mediante los brutales azotes, ya que la fuga era considerada una ofensa capital. Se organizaban expediciones cuidadosamente planeadas para seguir la pista y recuperar a los fugitivos por más lejanos que se encontraran”, detalló el irlandés.
Pero ¿es posible que toda esta crueldad, este exterminio, haya ocurrido sin que el Gobierno Nacional lo supiera? “La noticia la sabían, por supuesto, pero todos pasaban de agache porque a nadie le importaba la Amazonia, menos los indígenas”, dice el historiador y profesor de la Universidad Nacional Fabio Zambrano. “Por eso es tan importante reivindicar hoy la figura de Casement”. Un hombre épico que denunció la explotación del colonialismo en África y América.
Antes de marcharse de Colombia, cuando revisaba los informes de lo que aquí vio, escribió: “Estos diarios me siguen poniendo enfermo, literalmente enfermo cada vez que los releo, y vuelve a surgir ante mis ojos esa selva infernal y toda aquella gente sufriendo”.
Fue tal el impacto que dejó en la conciencia de la gente que el poeta irlandés W. B. Yeats escribió: “El fantasma de Roger Casement / está golpeando la puerta”.
Este horror que escribió y fotografió Casement ocurrió aquí, en Colombia, en territorios donde crecen silvestres plantas que se han convertido en su perdición. Luego del caucho se descubrió otra planta, la coca, que llegó con una nueva violencia. Pero esa es otra historia.
ARMANDO NEIRA
Redactor de EL TIEMPO
@armandoneira

miércoles, febrero 08, 2017

El Papa ha pedido PERDÓN varias veces por abusos sexuales de curas

'El celibato no es la causa de los abusos sexuales de curas'

Lo dice Stephen Rossetti, investigador de casos de violencia contra niños en la Iglesia católica.

 
Rossetti nació hace 66 años en Nueva York. Trabaja con el cardenal Sean O'Malley, de Boston.
Foto: Mauricio Moreno / EL TIEMPO
Rossetti nació hace 66 años en Nueva York. Trabaja con el cardenal Sean O'Malley, de Boston.
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El estadounidense Stephen Rossetti lleva 30 años tratando de barrer lo que Benedicto XVI llamó “la mugre en el interior de la institución” eclesiástica y a lo que el papa Francisco se refiere llanamente como sacrilegio: los abusos sexuales de menores de edad por parte de sacerdotes.
Este clérigo estadounidense es miembro del Comité Pontificio para la Protección de Menores, presidido por el cardenal Sean O’Malley, de la ciudad de Boston. Su misión es viajar por el mundo para conocer las acciones de cada país para prevenir esta problemática, que mancha la imagen de la Iglesia católica.

Antes de hacerse religioso, Rossetti pasó por la Fuerza Aérea de su país, donde obtuvo, con grado distinguido, su título como profesional en ciencias políticas y asuntos internacionales. Posteriormente hizo maestrías en ciencia política y teología, y se doctoró en ministerio. Además, es magíster y doctor en psicología clínica de la Universidad de Boston.
Fue gracias a esa última formación como Rossetti, de 66 años y nacido en Nueva York, empezó a investigar los casos de sacerdotes acusados de abusar de menores. “Fue una designación de Dios”, dice.
Entre los cargos que ha ocupado desde entonces se cuentan el de presidente emérito del instituto Saint Luke, en Silver Spring, donde se da tratamiento y supervisión a sacerdotes denunciados por abuso sexual de niños y se desarrollan políticas que promueven la prevención de estos hechos, y el de consultor para el comité ‘ad hoc’ sobre el abuso sexual de los obispos de Estados Unidos.
Rossetti está de visita en Colombia, donde se reunió con representantes de la Iglesia en Bogotá, Cali y Villavicencio, y espera aprender sobre lo que se hace en el país en la lucha contra este flagelo.
“Una de las funciones de la comisión es tomar ese conocimiento y compartirlo con otros países. Sería un error que cada país empezara de ceros una política completa, cuando todo el mundo sabe cada vez más acerca de esto”, asegura el religioso. En su opinión, es de vital importancia visibilizar el problema para que la sociedad hable de lo que él llama un cáncer.
Además, se declara convencido de lo necesaria que es la educación sexual. “Como padre católico, creo que debemos enseñar valores apropiados. La Iglesia debe apoyar la educación sexual, pero una que reafirme los valores cristianos, que crean entornos positivos. La sexualidad en el mundo es un desastre, y el abuso de menores es solo una manifestación de eso. Quizás la Iglesia deba crear su propio programa de educación sexual, porque la sexualidad es buena, toda vez que fue creada por Dios y, como tal, debe ser respetada y valorada. La Iglesia debe enfatizar que la sexualidad en los matrimonios es una cosa sagrada”, insiste.
¿Cuáles han sido sus principales hallazgos?
Lo principal ha sido la importancia de la prevención. Hemos visto que en las décadas de los 70 y 80, en Estados Unidos, la tasa de abusos de menores por sacerdotes era del 4 por ciento y luego cayó a menos del 1, gracias a nuestras medidas de educación, protección y prevención, que consisten en tener una buena selección y formación de los candidatos al sacerdocio y en aumentar la consciencia de la gente. Estamos tratando de construir un ambiente en la Iglesia basado en la seguridad de los niños.
¿Por qué los sacerdotes abusan de los niños?
El abuso sexual es un comportamiento, no un diagnóstico. Si hay diez abusadores de menores, habrá diez diferentes razones por las que lo hicieron. Quien abusa de 100 o 60 niños de 6 años será clínicamente muy diferente del hombre que comete incesto con su sobrina de 6 años. Ambos han cometido abuso sexual infantil y son terribles, pero clínicamente los manejamos de formas diferentes y, para prevenirlos, hay que utilizar estrategias diferentes. La sociedad debe prestar atención a un pequeño grupo de acosadores de menores muy peligroso. En el caso de los curas, el cardenal O’Malley, al igual que el Papa, ha promovido la política de cero tolerancia.
¿Usted cree que los curas que cometen abusos sexuales deberían poder volver al ministerio?
Yo creo que un cura que ha sido encontrado abusando de menores no debe volver a la Iglesia. Muchos disienten, pero nos tomó 20 años llegar a esta conclusión en Estados Unidos. Yo cambié mi posición cuando un obispo me dijo: “Debe pararse en frente de las personas y asegurarles que no hay ningún cura en su diócesis, que usted sepa, que abusa de niños”.
Aunque usted dice que todos los casos son diferentes, ¿ha encontrado algún patrón de comportamiento?
Hay algunos grupos de casos con similitudes. Está el clásico pedófilo que se siente atraído por prepúberes. Hay un tipo de personas –en el que también hay curas– que son muy narcisistas y utilizan a las personas, a cualquiera que esté en frente. Otras son las personas inmaduras mental y emocionalmente. Por estas razones tenemos que mejorar la selección de los seminaristas, incluyendo en el proceso su historial psicosexual. El estudio de la Universidad John Jay (comisionada por los obispos de Estados Unidos para investigar el abuso sexual en ese país, en el 2002) muestra que en los seminarios con una buena formación humana tienen menos curas con problemas.
¿Qué consecuencias psicológicas sufren los niños víctimas de abuso?
Hay un amplio rango. Algunos quedan devastados de por vida. Un factor que influye es el momento en que ocurrió, es decir, cuán joven era la persona, porque cuanto más joven, peor; también, si hay mucha violencia involucrada y si el abusador era un adulto en el que se confiaba, como un familiar o un maestro, porque mientras más cercana la relación, mas traumático. Lo último es cómo reaccionaron las otras personas cuando se enteraron, porque hay quienes culpan a la víctima. Hay ciertos tipos de heridas emocionales por culpa de esto: traumas a la autoestima, a la sexualidad, problemas con las relaciones y con la espiritualidad, depresión, ansiedad, alcoholismo, tendencias suicidas.
¿Por qué, en el caso de los curas, la mayoría de las víctimas son varones?
Hay una preponderancia de víctimas masculinas, pero no una exclusividad. Es difícil saber, y pueden ser varias las razones. Una vez conocí a un par de sacerdotes que me dijeron, y esto es difícil de creer, que sabían que era prohibido tener sexo con una mujer, pero no con un hombre. Es absurdo. Otra razón puede ser el hecho de que hay más niños varones alrededor de los curas, como los monaguillos. Toda la pregunta sobre la homosexualidad es muy compleja. Cuando se tiene un alto número de niños víctimas de abuso, la homosexualidad es un factor de riesgo, pero no una causa: la mayoría de los homosexuales no abusan de menores y la mayoría de las víctimas de abuso son mujeres.
Existe la creencia de que muchos curas abusan de menores...
Sí, pero no es cierta, porque el porcentaje de sacerdotes que han abusado de menores es bajo. Por supuesto, un caso es demasiado y no podemos justificarnos. Pero el porcentaje de curas que acosan a menores probablemente no sea mayor que el de hombres en general que lo hacen. De lo que quizás no nos hemos dado cuenta es de qué tan a menudo los niños son sometidos a abusos por distintos actores de la sociedad.
Algunos han sugerido que el celibato es un detonante...
No tiene sentido y no hay investigaciones serias al respecto. Hay toda una teoría de la frustración sexual, pero no hay razón para pensar que porque un adulto escoge a un niño es porque está sexualmente frustrado. ¿Por qué no otro adulto? No es el celibato, es que hay algo mal desde el punto de vista psicológico.
¿Cuál es la política del Vaticano para los casos de abuso y cuál es el protocolo de investigación?
El santo padre ha dicho muy claramente que la Iglesia debe trabajar con las autoridades civiles, y esa es una de las guías que sigue la comisión papal.
¿Cree que la Iglesia católica debe pedir perdón por este flagelo?
Claro. De hecho, en el mensaje de Año Nuevo, en la carta del santo padre a los obispos del mundo, lo hizo. El Papa lo ha pedido varias veces.
NICOLÁS BUSTAMANTE H.
Redactor de EL TIEMPO

martes, enero 31, 2017

#Corrupción ... ¿es hora de aceptar que la elección popular, en general, es un error?

 | 2017/01/29 09:00 http://www.semana.com/nacion/articulo/colombia-es-uno-de-los-paises-mas-corruptos-del-continente/513539

La serpiente de la corrupción se comió a Colombia

El país era uno de los menos corruptos del continente, ¿qué pasó?
 La serpiente de la corrupción se comió a Colombia
En Colombia se vive en este momento lo que podría ser descrito como una histeria por la corrupción. No se habla de otra cosa. La indignación no es reciente, pero se ha intensificado en los últimos días con las revelaciones de los sobornos por 11 millones de dólares de Odebrecht. Esto se suma a otras, como el aumento de la condena a 24 años de cárcel para Samuel Moreno, por cobrar una comisión del 10 por ciento sobre un contrato de 67.000 millones de pesos de las ambulancias del Distrito, y la captura, el jueves, del alcalde de Riohacha, Fabio Velásquez, acusado de peculado. Para no hablar de la sucesión de escándalos de los últimos años: Saludcoop, Caprecom, Cafesalud, Reficar, etcétera.
Que haya corrupción no sorprende a nadie. La novedad es que se haya podido establecer en algunos casos concretos quién pagó esas comisiones, quién las recibió y a cuánto ascendieron.
Por ahora, solo se ha encontrado la punta del iceberg, pues la corrupción por lo general es muy difícil de detectar. En Colombia se ha convertido en endémica, pero curiosamente en el pasado no era tan indignante, a tal punto que el expresidente Julio César Turbay llegó a decir que “había que reducirla a sus justas proporciones”. Hasta que apareció el petróleo, Colombia era un país pobre donde había poco qué repartir. El gran cambio se dio por tres factores: 
1) La elección de alcaldes y gobernadores aprobada en la Carta Política de 1991. 
2) Las regalías producidas por las bonanzas de hidrocarburos. 
3) La creación de la circunscripción nacional para el Senado.
Hasta 1986 el presidente nombraba a los gobernadores y estos a su turno, tras consultarle, nombraban a los alcaldes. Esto significaba que la responsabilidad política estaba claramente concentrada, y eso hacía que los funcionarios fueran más cuidadosos si querian darle un zarpaso al erario. No es que todo fuera perfecto, pero la corrupción, comparada con la de hoy, era mas controlada. Hoy en día el voto popular elige los alcaldes y gobernadores. En muchísimas ciudades y municipios se forman roscas alrededor de estos para la contratación, algunas veces respaldadas por dineros ilícitos. Esas roscas se perpetúan en el poder bajo la premisa de “hoy por ti, mañana por mí”. En otras palabras, el grupo que impone al gobernador o al alcalde espera recuperar sus esfuerzos y su dinero por medio de contratos. Ese es el núcleo de la corrupción a nivel estatal hoy.
El segundo factor que alteró las reglas del juego es que el Estado, que era pobre, se volvió rico. Cuando el país dependía principalmente del café, las bonanzas les llegaban esencialmente a los caficultores. Con los hidrocarburos todo cambió. Por medio de las regalías y de la descentralización, los municipios y departamentos tienen ingresos propios que no están sujetos al control del gobierno nacional. De ahí que regiones del país donde antes no había más que ganado hoy tienen urbanizaciones, centros comerciales y mansiones como las que solo se veían en Bogotá. Ese desarrollo producido por fenómenos como el boom del petróleo, sin embargo, ha sido con frecuencia acompañado de un nivel escandaloso de saqueo y despilfarro de los dineros públicos.
Otro tentáculo de la corrupción en la política son las elecciones al Congreso. Desde que nació la circunscripción nacional para el Senado, cada aspirante tiene que buscar votos en todo el territorio nacional. En el pasado, un senador solo podía buscar votos en su departamento. Esa era una operación artesanal comparada con lo que hay que hacer hoy. Como compiten candidatos con presencia nacional, cada curul para el Senado se convierte en una minicampaña presidencial. En algunos casos las cifras invertidas para ser elegido senador en departamentos como Córdoba o Meta han llegado a superar los 20.000 millones de pesos. Y, como son muy difíciles de precisar, hay estimativos aún más altos. Una financiación de ese nivel solo se hace sobre la base de recobrarla a través de contratos. Y recuperar 20.000 millones de pesos requiere muchos de ellos. La dura disputa por el poder en las entidades territoriales no solo busca el control político, sino apropiarse de la contratación, que en un círculo totalmente vicioso, termina a su vez asegurando la permanencia en el poder de verdaderas mafias locales.
Algunos remedios han resultado peores que la enfermedad. El exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry acuñó el término “mermelada” para explicar que las regalías del sector minero se distribuirían de manera más adecuada. La ley que reformó la forma como se distribuyen esas regalías era sana y conveniente, pues la concentración de recursos en los departamentos ricos en minerales era inequitativa y se prestaba a gastos estrambóticos. Sin embargo, hoy la mermelada se ve como la versión del siglo XXI de lo que antes se llamaban auxilios parlamentarios. El gobierno nacional utiliza la aprobación de proyectos en las regiones, financiados con recursos de las regalías, para asegurar el respaldo de las bancadas en el Congreso. La debilidad y el desprestigio de los partidos y del Congreso impiden que estos cumplan su función natural de representar intereses, y relaciones clientelistas aprovechan esa ausencia.
La semana pasada se conoció un nuevo ranking sobre corrupción de la conocida ONG Transparencia Internacional. Las noticias no son buenas para Colombia. El país subió siete puestos frente a 2015 y ocupó el cuarto lugar en América Latina y el 90 en el mundo. Incluso Brasil, donde la corrupción arrasó con el gobierno de Dilma Rousseff, está en mejor lugar. Los autores de la investigación explican que los escándalos hicieron ver a los brasileños que las autoridades de vigilancia y control estaban funcionando. Y este trabajo mide la percepción de la gente sobre el fenómeno. Mejor localizados que Colombia están también Uruguay y Chile.
En vísperas de una nueva campaña electoral, todo indica que uno de los grandes temas de debate será la lucha contra la corrupción. Como mínimo, algunos aspirantes enfocarán en ese tema sus estrategias para ganar el apoyo del electorado. Por ahora picó en punta Claudia López, senadora de la Alianza Verde. Al lanzar su candidatura en diciembre, ella afirmó que busca una gran coalición contra ese problema. Parte de su propuesta es hacer un referendo para someter a los ciudadanos propuestas que, según ella, contribuirían a cortar las raíces de la corrupción relacionada con la política. Entre ellas, el deber de publicar las declaraciones de renta. También erradicar la mermelada, es decir, que los congresistas no participen en la definición y trámite de proyectos de inversión. Adicionalmente, penalizar la violación de los topes de gastos que la ley fija para las campañas electorales, que hoy en día nunca se cumplen.
Algunos de estos puntos ya están en la ley o han sido planteados en el pasado. Pero más allá del porvenir que pueda tener esta consulta popular, es un hecho que en la agenda pública, y en la inminente campaña, este será un tema crucial. El propio presidente Juan Manuel Santos volvió a sacar esta semana la fórmula de que la financiación de las campañas proselitistas sea totalmente estatal, para evitar que intereses privados puedan comprar compromisos de los candidatos. La receta ya se ha planteado y tiene aspectos positivos, pero también implica altos costos para el erario y no asegura que otros intereses sigan financiando campañas bajo la mesa.
Que el debate electoral gire en torno a la corrupción es una oportunidad para discutir propuestas útiles y adoptar ideas que han funcionado en otras partes. Pero también tiene el riesgo de que se hagan acusaciones sin fundamento que desborden los canales institucionales de la justicia, abonen el terreno para propagar mentiras o versiones interesadas, y desplacen la controversia sobre asuntos programáticos. Pero tanto la realidad como la percepción indican que los colombianos sienten que la corrupción los está asfixiando, y los dirigentes tienen la responsabilidad de dar soluciones efectivas y creíbles. 

Por si aún NO sabía .... así funciona la #Corrupción ...


'Las regiones están llenas de grupos Nule': Juan Martín Caicedo

El presidente de la CCI denuncia la corruptela en municipios y departamentos. Entrevista. 4:13 p.m. | 30 de enero de 2017 http://www.eltiempo.com/economia/sectores/entrevista-de-yamid-amat-a-juan-martin-caicedo-sobre-la-corrupcion-regional/16803390





El escándalo sobre corrupción en los contratos de la multinacional brasileña Odebrecht se ha limitado en Colombia a un tramo de la Ruta del Sol y se investiga el contrato de navegabilidad del río Magdalena. Pero, en el plano nacional, el escándalo no contamina la contratación en el país. Deja al descubierto sí una grave corruptela en gobernaciones y municipios, que el presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), Juan Martín Caicedo Ferrer, no vacila en calificar de “perversa”.
Él asegura que las contralorías “están podridas” y que urge la aprobación nacional del llamado “pliego tipo”, así como la financiación pública de las campañas. Denuncia que en la corrupción está comprometida la clase política y también la empresarial.
“En términos generales, los contratos, sobre todo los que se han adjudicado en los últimos años, van muy bien. Se han adjudicado con transparencia cerca de 20 vías dentro del programa de cuarta generación de concesiones viales, por un valor de 40 billones de pesos. Estamos haciendo inversiones anuales de 400 millones de dólares para optimizar la operación de los puertos marítimos. En aeropuertos, se adelanta una inversión cercana a los 3 billones de pesos para modernizar 48 terminales. Se avanza en la recuperación del ferrocarril Bogotá-Chiriguaná y también del Bogotá-Belencito, y el Gobierno se empeña en salvar el Tren del Pacífico. En síntesis, la corruptela de Odebrecht no detendrá la marcha de la infraestructura sana en el país”.
¿Cómo se ha logrado semejante avance sin ninguna queja?
Las carreteras para la prosperidad, los corredores de mantenimiento integral, las vías para la equidad, a cargo del Invías, han utilizado el esquema de los documentos estandarizados. Invías ha implantado la modalidad de un pliego-tipo. De alguna manera, es injusto entonces que la mancha de Odebrecht se descubra justamente cuando el país ha empezado a hacer las cosas bien en materia de infraestructura, especialmente en el nivel nacional.
¿El episodio Odebrecht es la única manifestación de corrupción?
No, de ninguna manera. Es grave, muy grave, lo que está sucediendo en las regiones. En un 76 por ciento la contratación de los departamentos está manejada para únicos oferentes, y en un 96 por ciento sucede lo mismo en los municipios.
¿Por qué ocurre ese fenómeno de corrupción?
Se están devolviendo favores políticos a través de la contratación en el nivel regional. Se han relajado en exceso las instancias de control regional, vale decir, las contralorías regionales. Se politizaron esas entidades. Se pudrieron. Los políticos que, de manera indebida, intervienen en la contratación de departamentos y municipios tienen cuotas políticas en dichas contralorías. En principio, estaríamos de acuerdo con el contralor general, Edgardo Maya, en el sentido de que se haga una gran reingeniería en torno a esos entes, para que no estén cooptadas y permeadas por la corruptela política. Son coto de caza de la politiquería.
Pero ¿cómo practicar lo que usted llama la reingeniería?
Hay que cambiar totalmente el esquema operativo de esas entidades. No es sano que nos quedemos sin control en las regiones. Si eso no es posible, estaríamos finalmente de acuerdo con que es mejor acabarlas.
¿Qué otros aspectos podría tener esa reingeniería?
La adopción de un pliego-tipo vinculante por ley de la República; eso haría más racional, fácil y revisable el trabajo de las contralorías.
Puntualmente, ¿qué es lo que pasa con la contratación en las regiones?
Se manipulan los requisitos habilitantes y los criterios para calificar, para que los pliegos conduzcan a un único oferente. Si se acaba tal perversidad, se abre el camino, además, a la presencia de muchos oferentes en los procesos licitatorios.
¿Por qué es tan tajante cuando afirma que las contralorías están podridas?
Porque están totalmente podridas. Hay un vínculo perverso entre política y contratación: el de los puestos y los contratos. Es un problema del sistema: el político que busca contratos lleva hojas de vida a las contralorías para que desde allí se protejan, con el silencio, los contratos corruptos. Por eso, lo que está sucediendo en las regiones no ha tenido freno ni control.
¿Cómo se puede corregir, enmendar o acabar semejante situación?
El presidente Santos ha hecho ya un buen un anuncio sobre el particular: acabar con la financiación privada de las campañas. La elección popular de alcaldes y gobernadores nos metió en una paradoja muy curiosa: ganamos en democracia, pero perdimos en transparencia. Lo que estamos viendo en muchos pueblos y en capitales de departamento es que el gamonal del territorio financia la campaña, pero a condición de que después se le retribuya con contratos. Como usted puede ver, lo que está fallando no es la ley; es un problema del sistema.
COMENTARIO DEL BLOGGER: Contradictorio: imposible decir que se ganó en democracia  si se pierde en transparencia: 
la transparencia perdida es la perdida de la democracia:
 han ganado las elecciones los corruptos con masas corrompidas ¿cuál democracia?
La aprobación del pliego tipo y de la financiación oficial de las campañas demora. ¿Cómo detener, mientras tanto, la corrupción regional?
Suena un poco romántico, pero no podemos seguir estimulando a la clase política con el argumento de que, si vota las leyes, las ordenanzas y los acuerdos, se le retribuye con puestos y contratos. Eso hay que acabarlo. Es una decisión de país.
Pero toda esta corrupción no existiría si no participa el sector privado...
Así es. Así como hay funcionarios corruptos, hay también contratistas corruptos. Estos últimos, generalmente, se acercan al funcionario proclive a la corrupción en busca de un ‘acuerdo’ para que se le otorguen contratos en determinadas condiciones, y la coima se reparte finalmente entre los dos. En otras ocasiones aparece un intermediario político –llámese concejal, diputado o congresista– que hace una especie de puente entre el contratista corrupto y el funcionario que también lo es. En este caso, la coima no se reparte entre dos sino entre tres.
¿Usted dice que la clase política está corrupta en materia de contratación?
De ninguna manera puedo generalizar. Hay sectores transparentes en la política. Pero, en términos generales, sí hay un fenómeno de corrupción propiciado por la clase política. Claro, juegan también contratistas privados que contribuyen con sus dádivas a la degradación del papel del servidor público que se corrompe.
¿Las coimas existen porque las admiten la clase política y el sector privado?
Evidentemente. En ocasiones, el origen de la contratación corrupta está en el sector privado. Ese es, por ejemplo, el caso del escandaloso y repudiable soborno ofrecido por Odebrecht a un funcionario.
¿La corrupción política no se origina en que las campañas electorales son costosas?
Claro. Hay que ponerles unos topes racionales a las campañas para que todo el mundo pueda competir en igualdad de condiciones. En la medida en que son costosas, se genera este vínculo perverso entre el funcionario elegido y el gamonal que después exige retribución por la financiación de la campaña, usualmente a través de contratos. Por eso, la financiación estatal de la política, con topes racionales al valor de las campañas, es un paso en la dirección correcta.
¿Qué es el pliego tipo? Porque una cosa es una carretera y otra, un puente...
Lo estandarizable no son las circunstancias técnicas de los proyectos. Cuando se habla de pliego tipo, se trata de un proceso contractual donde se estandarizan las condiciones habilitantes en materia de experiencia, de capacidad financiera y los criterios de calificación de los contratistas, para evitar así que lleguen únicos oferentes que terminan siendo los adjudicatarios de los contratos. Si hay pliego tipo, se les cierra la puerta a lo que hemos llamado los ‘pliego sastre’, hechos a la medida de un determinado interés. Es tal vez esta la gran modificación que amerita un ajuste a la Ley 80 de 1993.
¿Por qué ese paso no se ha dado?
Porque ha faltado una mayor convicción en los gobiernos de turno. El Vicepresidente y el Ministro de Transporte lideran un proyecto que cursa en el Senado, y que establece esta figura, la del pliego-tipo. Pero a veces uno siente angustia porque no se ve unanimidad dentro del Gobierno en relación con la bondad de este instrumento.
¿Por qué dice que no hay unanimidad en el Gobierno sobre el pliego tipo?
Colombia Compra Eficiente, que es la Agencia Nacional de Contratación, creada por el Gobierno para propugnar por las buenas prácticas en esta materia, no es muy amiga del pliego tipo, con un argumento que en el gremio que represento no compartimos. Según ella, hay que respetar la “autonomía” de las regiones y la “autonomía” de los funcionarios en los territorios.
¿La Agencia Nacional de Contratación?
Sí, la que maneja y dirige una profesional de los mejores quilates, la ‘Paca’ Zuleta. Ha sido la misma Corte Constitucional la que ha dicho que, tratándose de un interés nacional, como es en este caso la transparencia en la contratación, la autonomía de las regiones tiene límites y 11 fronteras. De manera que no es válido el argumento de la autonomía; si ese argumento fuera válido, estaríamos llegando a la conclusión de que en Colombia, la corrupción también es autónoma.
¿Hasta dónde son necesarias más y más leyes para frenar la corrupción?
Hay que tener cuidado con no jalarle mucho al fetichismo jurídico. El problema no está en las normas, es un problema del sistema, que no se corrige a través de cambios legales. Se corrige cambiando el comportamiento de los funcionarios y los contratistas. Mire usted, ¿qué pasó con el fenómeno Nule y qué pasó en esos contratos corrompidos? La génesis de estos no radica en fallas de la ley, sino en fallas de los funcionarios.
¿Las regiones están llenas de ‘grupos Nule’?
Desafortunadamente, sí, pero desde allá no son tan visibles. Tales grupos han cooptado la mayor parte de la contratación en las regiones. Son los mismos contratistas regionales desde hace 15, 20, 25 años. Son pequeños grupos Nule regados como una mancha de aceite por el país, y eso no es un problema de ley.
¿Los empresarios tienen claridad sobre el tamaño hoy del soborno?
Sí. Hace unos pocos años se hablaba en Colombia de que el funcionario se contentaba con una retribución o un soborno equivalente al 10 por ciento del valor del contrato. Esa suma asciende hoy en día, según una encuesta realizada por la Cámara que presido, al 14 por ciento del valor del contrato en los departamentos y al 15 por ciento en los municipios. Esto es un desangre.
¿Quiénes son los grandes afectados por la corrupción en la contratación?
Los contribuyentes, los usuarios de las obras y el inmenso grupo de pequeños y medianos empresarios –vale decir, las pymes de ingeniería–, que en Colombia son cerca de 90.000 empresas de bien que se han quedado por fuera de la contratación, por la práctica nefasta de los pliegos hechos para únicos oferentes, hechos a la medida. Esas pequeñas y medianas empresas se defienden hoy como subcontratistas de empresas mayores. Una encuesta realizada por la Cámara a mi cargo demuestra que casi el 50 por ciento de ellas, desde hace cinco años, no han podido contratar con el Estado. Eso es grave. No es justo que solo participen los grandes consorcios y queden por fuera las pequeñas y medianas empresas de ingeniería.
En el 2016, en 26 procesos llegaron 2.000 ofertas, para un promedio por oferta de 76 oferentes. Esto es una revolución silenciosa.
Celebramos que el propio alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, hubiese anunciado hace dos días su decisión de adoptar el pliego-tipo en las localidades de la capital. Recuerde usted la corrupción rampante evidenciada en esas localidades en el reciente pasado, hasta el punto de que una decena de funcionarios de la pasada administración capitalina están siendo investigados por tal motivo.
A pesar de Odebrecht, la infraestructura seguirá su marcha, pero tendremos que hacer una gran reforma del sistema político, no necesariamente de las leyes, si en verdad queremos que la plata de los colombianos no se la sigan robando los contratistas y los funcionarios corruptos. La campaña electoral que se avecina estará irremediablemente vinculada a ese imperativo.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO