martes, enero 31, 2017

Por si aún NO sabía .... así funciona la #Corrupción ...


'Las regiones están llenas de grupos Nule': Juan Martín Caicedo

El presidente de la CCI denuncia la corruptela en municipios y departamentos. Entrevista. 4:13 p.m. | 30 de enero de 2017 http://www.eltiempo.com/economia/sectores/entrevista-de-yamid-amat-a-juan-martin-caicedo-sobre-la-corrupcion-regional/16803390





El escándalo sobre corrupción en los contratos de la multinacional brasileña Odebrecht se ha limitado en Colombia a un tramo de la Ruta del Sol y se investiga el contrato de navegabilidad del río Magdalena. Pero, en el plano nacional, el escándalo no contamina la contratación en el país. Deja al descubierto sí una grave corruptela en gobernaciones y municipios, que el presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana de la Infraestructura (CCI), Juan Martín Caicedo Ferrer, no vacila en calificar de “perversa”.
Él asegura que las contralorías “están podridas” y que urge la aprobación nacional del llamado “pliego tipo”, así como la financiación pública de las campañas. Denuncia que en la corrupción está comprometida la clase política y también la empresarial.
“En términos generales, los contratos, sobre todo los que se han adjudicado en los últimos años, van muy bien. Se han adjudicado con transparencia cerca de 20 vías dentro del programa de cuarta generación de concesiones viales, por un valor de 40 billones de pesos. Estamos haciendo inversiones anuales de 400 millones de dólares para optimizar la operación de los puertos marítimos. En aeropuertos, se adelanta una inversión cercana a los 3 billones de pesos para modernizar 48 terminales. Se avanza en la recuperación del ferrocarril Bogotá-Chiriguaná y también del Bogotá-Belencito, y el Gobierno se empeña en salvar el Tren del Pacífico. En síntesis, la corruptela de Odebrecht no detendrá la marcha de la infraestructura sana en el país”.
¿Cómo se ha logrado semejante avance sin ninguna queja?
Las carreteras para la prosperidad, los corredores de mantenimiento integral, las vías para la equidad, a cargo del Invías, han utilizado el esquema de los documentos estandarizados. Invías ha implantado la modalidad de un pliego-tipo. De alguna manera, es injusto entonces que la mancha de Odebrecht se descubra justamente cuando el país ha empezado a hacer las cosas bien en materia de infraestructura, especialmente en el nivel nacional.
¿El episodio Odebrecht es la única manifestación de corrupción?
No, de ninguna manera. Es grave, muy grave, lo que está sucediendo en las regiones. En un 76 por ciento la contratación de los departamentos está manejada para únicos oferentes, y en un 96 por ciento sucede lo mismo en los municipios.
¿Por qué ocurre ese fenómeno de corrupción?
Se están devolviendo favores políticos a través de la contratación en el nivel regional. Se han relajado en exceso las instancias de control regional, vale decir, las contralorías regionales. Se politizaron esas entidades. Se pudrieron. Los políticos que, de manera indebida, intervienen en la contratación de departamentos y municipios tienen cuotas políticas en dichas contralorías. En principio, estaríamos de acuerdo con el contralor general, Edgardo Maya, en el sentido de que se haga una gran reingeniería en torno a esos entes, para que no estén cooptadas y permeadas por la corruptela política. Son coto de caza de la politiquería.
Pero ¿cómo practicar lo que usted llama la reingeniería?
Hay que cambiar totalmente el esquema operativo de esas entidades. No es sano que nos quedemos sin control en las regiones. Si eso no es posible, estaríamos finalmente de acuerdo con que es mejor acabarlas.
¿Qué otros aspectos podría tener esa reingeniería?
La adopción de un pliego-tipo vinculante por ley de la República; eso haría más racional, fácil y revisable el trabajo de las contralorías.
Puntualmente, ¿qué es lo que pasa con la contratación en las regiones?
Se manipulan los requisitos habilitantes y los criterios para calificar, para que los pliegos conduzcan a un único oferente. Si se acaba tal perversidad, se abre el camino, además, a la presencia de muchos oferentes en los procesos licitatorios.
¿Por qué es tan tajante cuando afirma que las contralorías están podridas?
Porque están totalmente podridas. Hay un vínculo perverso entre política y contratación: el de los puestos y los contratos. Es un problema del sistema: el político que busca contratos lleva hojas de vida a las contralorías para que desde allí se protejan, con el silencio, los contratos corruptos. Por eso, lo que está sucediendo en las regiones no ha tenido freno ni control.
¿Cómo se puede corregir, enmendar o acabar semejante situación?
El presidente Santos ha hecho ya un buen un anuncio sobre el particular: acabar con la financiación privada de las campañas. La elección popular de alcaldes y gobernadores nos metió en una paradoja muy curiosa: ganamos en democracia, pero perdimos en transparencia. Lo que estamos viendo en muchos pueblos y en capitales de departamento es que el gamonal del territorio financia la campaña, pero a condición de que después se le retribuya con contratos. Como usted puede ver, lo que está fallando no es la ley; es un problema del sistema.
COMENTARIO DEL BLOGGER: Contradictorio: imposible decir que se ganó en democracia  si se pierde en transparencia: 
la transparencia perdida es la perdida de la democracia:
 han ganado las elecciones los corruptos con masas corrompidas ¿cuál democracia?
La aprobación del pliego tipo y de la financiación oficial de las campañas demora. ¿Cómo detener, mientras tanto, la corrupción regional?
Suena un poco romántico, pero no podemos seguir estimulando a la clase política con el argumento de que, si vota las leyes, las ordenanzas y los acuerdos, se le retribuye con puestos y contratos. Eso hay que acabarlo. Es una decisión de país.
Pero toda esta corrupción no existiría si no participa el sector privado...
Así es. Así como hay funcionarios corruptos, hay también contratistas corruptos. Estos últimos, generalmente, se acercan al funcionario proclive a la corrupción en busca de un ‘acuerdo’ para que se le otorguen contratos en determinadas condiciones, y la coima se reparte finalmente entre los dos. En otras ocasiones aparece un intermediario político –llámese concejal, diputado o congresista– que hace una especie de puente entre el contratista corrupto y el funcionario que también lo es. En este caso, la coima no se reparte entre dos sino entre tres.
¿Usted dice que la clase política está corrupta en materia de contratación?
De ninguna manera puedo generalizar. Hay sectores transparentes en la política. Pero, en términos generales, sí hay un fenómeno de corrupción propiciado por la clase política. Claro, juegan también contratistas privados que contribuyen con sus dádivas a la degradación del papel del servidor público que se corrompe.
¿Las coimas existen porque las admiten la clase política y el sector privado?
Evidentemente. En ocasiones, el origen de la contratación corrupta está en el sector privado. Ese es, por ejemplo, el caso del escandaloso y repudiable soborno ofrecido por Odebrecht a un funcionario.
¿La corrupción política no se origina en que las campañas electorales son costosas?
Claro. Hay que ponerles unos topes racionales a las campañas para que todo el mundo pueda competir en igualdad de condiciones. En la medida en que son costosas, se genera este vínculo perverso entre el funcionario elegido y el gamonal que después exige retribución por la financiación de la campaña, usualmente a través de contratos. Por eso, la financiación estatal de la política, con topes racionales al valor de las campañas, es un paso en la dirección correcta.
¿Qué es el pliego tipo? Porque una cosa es una carretera y otra, un puente...
Lo estandarizable no son las circunstancias técnicas de los proyectos. Cuando se habla de pliego tipo, se trata de un proceso contractual donde se estandarizan las condiciones habilitantes en materia de experiencia, de capacidad financiera y los criterios de calificación de los contratistas, para evitar así que lleguen únicos oferentes que terminan siendo los adjudicatarios de los contratos. Si hay pliego tipo, se les cierra la puerta a lo que hemos llamado los ‘pliego sastre’, hechos a la medida de un determinado interés. Es tal vez esta la gran modificación que amerita un ajuste a la Ley 80 de 1993.
¿Por qué ese paso no se ha dado?
Porque ha faltado una mayor convicción en los gobiernos de turno. El Vicepresidente y el Ministro de Transporte lideran un proyecto que cursa en el Senado, y que establece esta figura, la del pliego-tipo. Pero a veces uno siente angustia porque no se ve unanimidad dentro del Gobierno en relación con la bondad de este instrumento.
¿Por qué dice que no hay unanimidad en el Gobierno sobre el pliego tipo?
Colombia Compra Eficiente, que es la Agencia Nacional de Contratación, creada por el Gobierno para propugnar por las buenas prácticas en esta materia, no es muy amiga del pliego tipo, con un argumento que en el gremio que represento no compartimos. Según ella, hay que respetar la “autonomía” de las regiones y la “autonomía” de los funcionarios en los territorios.
¿La Agencia Nacional de Contratación?
Sí, la que maneja y dirige una profesional de los mejores quilates, la ‘Paca’ Zuleta. Ha sido la misma Corte Constitucional la que ha dicho que, tratándose de un interés nacional, como es en este caso la transparencia en la contratación, la autonomía de las regiones tiene límites y 11 fronteras. De manera que no es válido el argumento de la autonomía; si ese argumento fuera válido, estaríamos llegando a la conclusión de que en Colombia, la corrupción también es autónoma.
¿Hasta dónde son necesarias más y más leyes para frenar la corrupción?
Hay que tener cuidado con no jalarle mucho al fetichismo jurídico. El problema no está en las normas, es un problema del sistema, que no se corrige a través de cambios legales. Se corrige cambiando el comportamiento de los funcionarios y los contratistas. Mire usted, ¿qué pasó con el fenómeno Nule y qué pasó en esos contratos corrompidos? La génesis de estos no radica en fallas de la ley, sino en fallas de los funcionarios.
¿Las regiones están llenas de ‘grupos Nule’?
Desafortunadamente, sí, pero desde allá no son tan visibles. Tales grupos han cooptado la mayor parte de la contratación en las regiones. Son los mismos contratistas regionales desde hace 15, 20, 25 años. Son pequeños grupos Nule regados como una mancha de aceite por el país, y eso no es un problema de ley.
¿Los empresarios tienen claridad sobre el tamaño hoy del soborno?
Sí. Hace unos pocos años se hablaba en Colombia de que el funcionario se contentaba con una retribución o un soborno equivalente al 10 por ciento del valor del contrato. Esa suma asciende hoy en día, según una encuesta realizada por la Cámara que presido, al 14 por ciento del valor del contrato en los departamentos y al 15 por ciento en los municipios. Esto es un desangre.
¿Quiénes son los grandes afectados por la corrupción en la contratación?
Los contribuyentes, los usuarios de las obras y el inmenso grupo de pequeños y medianos empresarios –vale decir, las pymes de ingeniería–, que en Colombia son cerca de 90.000 empresas de bien que se han quedado por fuera de la contratación, por la práctica nefasta de los pliegos hechos para únicos oferentes, hechos a la medida. Esas pequeñas y medianas empresas se defienden hoy como subcontratistas de empresas mayores. Una encuesta realizada por la Cámara a mi cargo demuestra que casi el 50 por ciento de ellas, desde hace cinco años, no han podido contratar con el Estado. Eso es grave. No es justo que solo participen los grandes consorcios y queden por fuera las pequeñas y medianas empresas de ingeniería.
En el 2016, en 26 procesos llegaron 2.000 ofertas, para un promedio por oferta de 76 oferentes. Esto es una revolución silenciosa.
Celebramos que el propio alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, hubiese anunciado hace dos días su decisión de adoptar el pliego-tipo en las localidades de la capital. Recuerde usted la corrupción rampante evidenciada en esas localidades en el reciente pasado, hasta el punto de que una decena de funcionarios de la pasada administración capitalina están siendo investigados por tal motivo.
A pesar de Odebrecht, la infraestructura seguirá su marcha, pero tendremos que hacer una gran reforma del sistema político, no necesariamente de las leyes, si en verdad queremos que la plata de los colombianos no se la sigan robando los contratistas y los funcionarios corruptos. La campaña electoral que se avecina estará irremediablemente vinculada a ese imperativo.
YAMID AMAT
Especial para EL TIEMPO

sábado, enero 28, 2017

Los corruptos si tienen moral ...claro!... la doble, la triple!

CECILIA OROZCO TASCÓN 17 ENE 2017 - 9:00 PM en http://www.elespectador.com/opinion/corrupcion-odebrecht-sigan-pistas

Corrupción Odebrecht: sigan las pistas

Cecilia Orozco Tascón
Una estela de grabaciones revelada por periodistas entre los años 2009 y 2010 es el hilo conductor que llevaría a descubrir la identidad de todos los altos funcionarios del gobierno Uribe y de otros personajes sin cargo oficial, pero tan cercanos al presidente, que pudieron meterle mano, exitosamente, a la selección del grupo Odebrecht para la construcción de la famosa Ruta del Sol, la megaobra más importante del país, en años.
Por: Cecilia Orozco Tascón 
Desde luego, el análisis judicial de estas pistas regadas desde entonces sobre los sobornos multimillonarios que se concretaron en aquella época requiere, más que perspicacia, voluntad política, autoridad moral e independencia de los entes de investigación. Amanecerá y veremos quién pasa la prueba entre el fiscal Martínez, el procurador Carrillo y el contralor Maya, o si sus anuncios de “lucha contra la corrupción”, se reducen a la captura de un viceministro sin lustre nacional, de unos mandos medios y de uno que otro excongresista desprestigiado.  Por lo pronto, resulta útil recordar esas piezas que por haber sido registradas por la prensa, no pueden desaparecer ni ignorarse en los expedientes del caso:
-dando click sobre Grabación se va al audio-
Grabación 1.- 17 septiembre de 2009 (tres meses antes de la adjudicación). Video de la reunión de la cabeza del grupo aspirante a ser favorecido por el gobierno (Marcelo Odebrecht, hoy condenado en Estados Unidos), con el presidente Uribe, su viceministro Gabriel García (hoy capturado), su director del Instituto Nacional de Concesiones, Inco, Álvaro José Soto y su consejero para las Regiones, Miguel Peñalosa.
Grabación 2.- 21 de Septiembre de 2009. El ministro de Transporte Andrés Uriel Gallego, hombre de entera confianza del mandatario, publicó su escandalosa decisión de pedirle la “renuncia” al director del Inco Álvaro José Soto quien se aprestaba a anunciar la apertura de la licitación. A Gallego (q.e.p.d.) no le interesó —como se aduce ahora cada vez que alguien quiere justificar el nombramiento de un cuestionado— que no hubiera investigaciones ni condenas contra Soto. Cual alias Job, el protegido viceministro García llevó a la Casa de Nariño en horas nocturnas, tres grabaciones de conversaciones de supuestos contratistas con empleados del Inco. Hablaban de presuntas coimas a Soto por la adjudicación de otras obras El ministro Gallego encargó de inmediato a García de la dirección del Inco y, tres meses después, este entregó la Ruta del Sol a Odebrecht. El “denunciante” García que logró sacar al director del Inco recibía, entre tanto, US$6,5 millones de la firma ganadora.













Grabación 3.- Diciembre de 2009, diez días antes de la adjudicación.Gabriel García, viceministro y director del Inco encargado, se reunía también con el gerente del otro grupo que competía con los brasileros. Se trataba de Miguel Nule. En la grabación se escucha cómo García avienta, esta vez, al consejero para las regiones del presidente Uribe y, por un tiempo, también del presidente Santos, Miguel Peñaloza: “Como sea… me cagó en el proceso (de licitación) porque salgo diciendo que me están haciendo presiones el hijueputa de Miguel Peñaloza… no sabe que yo le conozco un cuento a él…”.
Grabación 4.- Diciembre de 2010. Entrevista del periodista Gerardo Reyes a Miguel Nule sobre reunión en Panamá, en noviembre de 2008 (cuando apenas se estructuraban las condiciones de la licitación) con Tomás Uribe, hijo del presidente.- Afirma Miguel Nule: “Guido, mi primo, me llama y me dice, tenemos una reunión con la gente de Odebrecht que nos invitaron (sic) el señor Tomás Uribe. Se habla de posibilidades de negocios en Colombia”. Pregunta el periodista Reyes: “O sea, ¿se los presentó (Tomás) a ustedes, a Odebrecht?” Responde Nule: “Sí”. P/: “Y ¿él ya conocía a los de Odebrecht?” R/: “Sí, pues, o sea, yo eso noté”. P/: “¿Cómo intervino el hijo de Uribe?”. R/: “Que le parecía que esta sería una buena asociación, que sería bueno para el país”. P/: “¿Odebrecht quería que ustedes se asociaran para presentarse?”. R/: “Exacto” P/: “¿Para una cosa específica, la Ruta del Sol”?”. R/ “Entre otras”.
Sigan las pistas, señores fiscal, procurador y contralor. Y encontrarán a todos los responsables… si quieren.

lunes, diciembre 26, 2016

Fines 2016, 2017... los primeros meses ...del inicio del #PostConflicto

“Mucha política y pocas soluciones prácticas”: Todd Howland

El representante de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Colombia, enciende las alarmas sobre las fallas en la implementación de los acuerdos. Dice que el gobierno necesita abrir las puertas para que la sociedad ayude más.
 “EL GOBIERNO TIENE QUE BUSCAR MÁS LA AYUDA DE LA SOCIEDAD CIVIL. BUSCAR COMO SOCIOS A LAS IGLESIAS, A LAS UNIVERSIDADES, A LOS EMPRESARIOS”. Foto: Juan Carlos Sierra
 (en http://www.semana.com/nacion/articulo/todd-howland-y-las-fallas-en-la-implementacion-de-los-acuerdos/510359 )
SEMANA: Usted dijo hace poco en el Congreso que le produce miedo lo que está pasando hoy en Colombia. ¿Por qué?
Todd Howland: En los procesos de paz son muy importante las primeras semanas, meses y años. El miedo es porque en este momento todo el mundo está en una pelea política y no hay tiempo para pensar cómo se van a implementar los acuerdos. El proceso no salió como estaba planeado porque al perder el plebiscito no había un plan B. Pero los tiempos de la concentración de las Farc y de la implementación se separaron. El problema es que hay poca atención a cosas prácticas, que tienen impacto en las decisiones de las personas.
SEMANA: ¿Esa incertidumbre política explica cierto repunte de la violencia?
T.H.: En las comunidades la gente no entiende qué está pasando. Hay muchos planes del gobierno, pero no se ve aún la implementación porque todo está sujeto a procesos políticos o burocráticos que están lejos de su realidad. Esa incertidumbre le deja el espacio a quienes están contra el proceso para manifestar su resistencia al cambio. Muchos de quienes están esperando a concentrarse tienen la sensación de que se deben cuidar a sí mismos. También se preguntan quién va a ocupar el espacio que dejan las Farc.
SEMANA: ¿Se siente la llegada de las bandas criminales?
T.H.: La sustitución de cultivos no ha comenzado porque en este momento todo depende de los trámites legislativos y la aprobación de presupuesto. Pero las economías ilícitas siguen y son muy atractivas para otros grupos. Desde los ministerios hay planes, pero no hay acciones concretas.
SEMANA: ¿O sea que el Estado no se preparó para este momento?
T.H.: Planes sí hay. Por ejemplo, la Agencia de Renovación del Territorio es un pequeño equipo y están bien preparados para su tarea. Pero no tienen plata ni la autorización para comenzar. Nadie pensaba que iba a ganar el No en el plebiscito y no se previeron los problemas que esto iba a traer en la implementación.
SEMANA: Y el problema es que el calendario no para…
T.H.: Hay algo complicado del proceso de paz y es que en algunos temas no se llegó a acuerdos específicos. Por ejemplo, esta semana se instaló el Consejo Nacional de Reincorporación, pero todavía no hay un plan ni está claro cómo será la parte operativa. Por eso todavía no hay un mensaje para los miembros de las Farc que dejarán las armas sobre qué se va a hacer, cuáles son sus posibilidades para el futuro.
SEMANA: ¿Así de grave es?
T.H.: El proceso se puede recuperar de estas primeras semanas. El gobierno tiene que buscar más la ayuda de la sociedad civil. En el caso de la reincorporación en realidad no es tanta la gente ni los lugares donde hay que actuar. El gobierno debe buscar como socios a las Iglesias, a las universidades, a los empresarios. Sería interesante que hubiese alguien respondiendo a la crisis, rectificando, para que el resto del gobierno se pueda enfocar en los procesos políticos. No es tan fácil hacer dos tareas tan grandes al mismo tiempo.
SEMANA: ¿Qué tan preocupantes son las disidencias en las Farc?
T.H.: Hay varios tipos de disidentes. Están los individuales que generalmente se van, por ejemplo, al ELN. Hay otros que desertan para crear sus propios grupos como en Tumaco. Y hay situaciones como la del Guaviare que involucran a por lo menos tres frentes, en los que hay mandos medios que tienen mucha gente tras de sí. Que haya disidencias es normal, pero lo importante es que haya un mensaje claro para quienes están en el campo esperando concentrarse: el mensaje de que el gobierno va a cumplir y que la sociedad tiene interés de que este proceso funcione. Sin embargo, hoy hay problemas de salud, de comida, y eso les hace pensar que las cosas van a continuar lo mismo. Yo creo que en Colombia hay mucho apoyo al proceso de paz y hay mucha creatividad, pero hay que abrir espacios.
SEMANA: Usted también manifestó preocupación por la Ley de Amnistía…
T.H.: Es normal y necesario que luego de un conflicto armado haya crímenes que pueden ser objeto de amnistía, como la rebelión. Pero en el acuerdo se habla de libertad condicional para quienes han cometido crímenes que no son cobijados por la amnistía. Nosotros esperamos que esa libertad sea bien definida en esta ley.
SEMANA: ¿Le preocupa la salida masiva de los presos hacia las zonas veredales?
T.H.: Creo que con los presos debe haber un trabajo de reintegración. Ellos tienen que comenzar sus acciones restaurativas, que sean documentadas, y después el juez o el magistrado de la Jurisdicción para la Paz evaluará ese trabajo a la luz del proceso. Puede decir si ya ha cumplido o necesita más tiempo de sanción.
SEMANA: Su oficina ha seguido de cerca las investigaciones por falsos positivos y estos ahora posiblemente entren a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) caso a caso…
T.H.: Los derechos humanos están relacionados con problemas del Estado de derecho. Por eso a diferencia de un crimen común que se resuelve de manera individual, en las violaciones de derechos humanos es muy importante establecer si hubo un sistema. Es necesario saber cómo una organización ha colaborado con estos crímenes. Los falsos positivos se dieron en un contexto de incentivos tasados en dinero o ascensos que también pueden considerarse un fraude a los recursos del Estado. Quienes recibieron premios por estas muertes tienen la obligación de reparar y devolver esos recursos.
SEMANA: Sí, pero a última hora en el acuerdo se aligeró de manera fuerte la responsabilidad por mando en la cadena militar.
T.H.: Los magistrados de la JEP tendrán que actuar en todo caso de conformidad con los estándares internacionales. No se pueden cambiar las obligaciones internacionales. Para Colombia es incómodo admitir que hubo un problema como los falsos positivos en sus Fuerzas Armadas. Pero es mejor enfrentar esa realidad que encubrirla con micos. Micos que en cinco meses, o en cinco años, o quizá en 50 no podrán sostenerse. Sobre este tema la Corte Penal Internacional está pidiendo más información porque recuerde que ella actúa si los Estados no lo hacen.
SEMANA: Algo similar puede estar pasando con el asesinato de líderes sociales. ¿Realmente se pueden ver como casos aislados?
T.H.: El fiscal ha dicho que estos crímenes tienen causas múltiples, pero en algunas regiones la Fiscalía debe hacer una investigación más integral. Por ejemplo: Córdoba. Allí ha habido un problema de despojo de tierras. Hay amenazas de activistas de restitución, y en los últimos años hubo varios asesinatos a reclamantes de predios. No se puede decir que no hay interconexión en esta criminalidad. El problema que ocurre muchas veces, y a nosotros también nos pasa, es que trabajamos en silos. Alguien estudia las amenazas, otro los asesinatos y otros el despojo. Y no se cruza para ver el fenómeno político y económico que hay detrás de todo.
SEMANA: O sea que ustedes tampoco ven un patrón…
T.H.: En el caso de las amenazas es difícil decir que no haya algo más centralizado. Estas tienen un lenguaje, un estilo y hasta la tipografía es similar. En asesinatos es diferente pues hay tres tipos de casos. Uno, los que tienen que ver con factores políticos; dos, los que están asociados a economías ilícitas; y tres los que son por razones de orden público. Ahora, no digo que no exista un patrón. Solo que hasta ahora no es claro para nosotros. Seguramente las nuevas entidades que se crearán, como la Comisión Nacional de Garantías, tendrán que salirse de la óptica de contar muertos y mirar realmente qué está pasando en las regiones.
SEMANA: Por ejemplo…
T.H.: El Bagre, en Antioquia. Allí hay demasiada minería ilegal, y las muertes y las amenazas afectan mucho a gente que está haciendo oposición a esta minería o personas que querían entrar a la actividad. Eso indica que la solución pasa por hacer cambios en este sector. En Córdoba, como ya dije, hay otro problema y debe haber otra solución. Hay que ver las situaciones regionales de manera más micro para encontrar esos patrones.
SEMANA: ¿Qué tanto afecta la corrupción este sistema de garantías?
T.H.: Este es parte del problema. En El Bagre no puede haber una minería ilegal tan extensa sin corrupción. Es lo que ocurrió con los falsos positivos donde muchos oficiales se quedaron con el dinero por el que murieron personas. Hay una aceptabilidad con estos temas que mina la autoridad moral hacia abajo. En el proceso de paz existe la oportunidad de confrontar este problema. 

domingo, diciembre 18, 2016

FIDEL CASTRO RUZ (1926 .2016)

Si algo he aprendido como historiador... son dos cosas...una, generalmente la historia la escriben los vencedores... otra, es necesario tomar distancia (nunca demasiada) de los momentos históricos para leerlos con (una nunca alcanzable al 100%) objetividad... empero, éste es el mejor texto que he leído sobre la reciente muerte de Castro.

A la sombra de Quevedo

La verdadera grandeza histórica de fidel está en su resistencia de una vida al imperio norteamericano y a su siembra de miserias.
 Antonio Caballero. Foto: León Darío Peláez
Fidel Castro, que acaba de morir a los 90 años, fue un gran hombre. El hombre más grande de la historia de América Latina, junto a Simón Bolívar. Entendiendo, por supuesto, que ser un hombre grande no implica ser un hombre bueno. Las dos cosas suelen ser más bien contradictorias. 

Bolívar no logró sino una cosa: la independencia de cinco repúblicas arrancadas al Imperio español. Pero él quería que fueran una sola, grande y feliz. Y no. Desde entonces la historia de las cinco ha sido bastante desastrosa, hecha de feroces desgarros intestinos y de sometimiento ante el nuevo Imperio norteamericano. Lo cual fue previsto por el propio Bolívar en el desengaño de sus días finales: todas ellas caerían en manos de “tiranuelos imperceptibles de todos los colores”, y se verían “plagadas de miserias por los Estados Unidos en nombre de la libertad”. Solo ganaron la independencia –reconoció el Libertador con amargura en último discurso ante el Congreso de Colombia– “a costa de todo lo demás”.
¿Qué logró Fidel Castro? Una tremenda frustración histórica. Llamó Revolución a la instalación en Cuba de una dictadura que ya dura casi 60 años, personal y dinástica y de partido único, basada en el control social y en la represión policial. Salud y educación para el pueblo: dos cosas excelentes. Pero, como explicó uno de los cubanos fugados en el gran éxodo de 1980, “uno no está todo el tiempo de su vida ni en el colegio ni enfermo”. Un estruendoso fracaso económico: bloqueada Cuba por los Estados Unidos, tuvo que echarse en brazos de la Unión Soviética, y hundida esta en los años noventa, y al borde de la hambruna, solo pudo mantenerse a flote por la solidaridad de la entonces rica Venezuela del coronel Hugo Chávez. Y un completo fracaso estratégico en las tentativas de exportar la Revolución, de crear, como decía su compañero de lucha el Che Guevara, “dos, tres… muchos Vietnams” para enfrentar al Imperio norteamericano: solo se dieron derrotas cruentas y desmoralizantes de grupos guerrilleros “guevaristas” inspirados, entrenados y apoyados por Cuba, en la Argentina, en Bolivia, en Uruguay, en Venezuela, en el Perú, en Guatemala. En Nicaragua, donde la inicialmente victoriosa Revolución del sandinismo naufragó en la corrupción. Y en Colombia, donde todavía se sienten las patadas de ahogado del ELN. Algún éxito, aunque efímero, tuvieron en cambio las intervenciones militares en África, más directas y mucho más costosas: casi medio millón de tropas cubanas pasaron de l975 a l991 por Angola y Etiopía en defensa de los regímenes anticolonialistas locales.
La verdadera grandeza histórica de Fidel Castro está en su resistencia de toda una vida al Imperio norteamericano y a su sempiterna siembra de miserias. Resistencia enraizada en el orgullo y en la terquedad. Ha sido el único estadista de este continente capaz de plantarles cara a los Estados Unidos que ha conseguido sobrevivir al desafío. Otros fueron aplastados, derrocados, asesinados, de López de Santa Anna en México a Salvador Allende en Chile, pasando por Sandino en Nicaragua, Arbenz en Guatemala, Goulart en el Brasil, Bosch en Santo Domingo, Roldós en el Ecuador, Torrijos en Panamá. La lista es larga. Cantaban los cubanos en los años sesenta: “¿Qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él?”.
Fidel sobrevivió a una invasión armada y financiada por el gobierno norteamericano en 1961, un año apenas después de su toma del poder; y la derrotó con sus propias fuerzas en Playa Girón, o Bay of Pigs, según el lado de quien hable. Si no hubo otras invasiones militares se debió al respaldo que le dio a la Revolución cubana la Unión Soviética, con las consiguientes repercusiones para la seguridad mundial: así pudo verse al año siguiente, cuando la crisis de los misiles soviéticos instalados en Cuba provocó un pulso nuclear entre el presidente John Kennedy y el primer secretario de la URSS Nikita Jrushchov. Sobrevivió luego a más de 300 tentativas de asesinato organizadas por la CIA norteamericana, desde las más tremebundas –aviones cargados de explosivos– hasta las más grotescas: un tabaco puro de los que solía fumar, envenenado con un defoliante que le hiciera caer el pelo de la barba para que se evaporara su prestigio popular como las fuerzas de Sansón bajo las tijeras de Dalila. Y sobrevivió a más de medio siglo de ahogamiento económico, y además político dentro del continente americano, y también militar: cuando la crisis de los misiles, en octubre de l962, unos cuantos barquitos venezolanos y argentinos montaron una guardia simbólica al pie de la flota de guerra norteamericana que bloqueaba la isla. Hasta el final, ya apartado del poder directo, agobiado de vejez, se ciñó Fidel Castro a su papel histórico de resistente. Cuando el presidente Barack Obama empezó a descongelar el medio siglo de hostilidades visitando Cuba, el tozudo anciano se empeñó en alzar su protesta solitaria: “¡No necesitamos que el Imperio nos regale nada!”.
Se hizo cremar después de muerto. Su vanidad estaba por encima del rito vanidoso del embalsamamiento. Sus cenizas recorrieron en una lenta travesía fúnebre todo lo largo de la isla, desde La Habana hasta Santiago de Cuba, donde está enterrado el prócer José Martí. Pero, como escribió Quevedo sobre el hoy olvidado duque de Osuna en uno de los grandes sonetos de la lengua castellana, la gloria de Fidel Castro no está sepultada ahí. Dijo Quevedo del “grande Osuna”:
“Su tumba son de Flandes las campañas
y su epitafio la sangrienta luna”.
Las campañas fallidas de Osuna en Flandes que querían conservar su posesión para España. Y la sangrienta luna, la medialuna roja del estandarte del Gran Turco, que amenazaba la cristiandad. Así como la tumba de Simón Bolívar no es el pretencioso mausoleo de mármol blanco en forma de bicornio que construyó hace unos años en Caracas el gobierno bolivariano de Venezuela, sino sus campañas de los llanos y de los Andes, y su epitafio el águila bicéfala del Imperio español que ayudó a desmantelar, así la tumba de Fidel son sus campañas africanas y americanas, por fracasadas que fueran, y su epitafio es el águila calva del escudo de los Estados Unidos. Si no la pudo desplumar, por lo menos supo durante más de medio siglo despelucarla un poco.

domingo, noviembre 20, 2016

#Desaparecido #NuncaMAS #NuncaOlvidar #Colombia

Informe Especial: 60.630 desaparecidos

SEMANA presenta en exclusiva la investigación más completa jamás hecha sobre la desaparición forzada en el país. En 45 años, la violencia borró del mapa a miles de personas ante la indiferencia de la sociedad y la desidia del Estado. (en http://www.semana.com/nacion/articulo/desaparicion-forzada-en-colombia-investigacion-completa/505880 )
 Informe Especial: 60.630 desaparecidos Foto: Carlos Bernate
Cinco años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo comenzaba a comprender los crímenes de los nazis en Alemania, el filósofo Theodor Adorno escribió un ensayo titulado La crítica de la cultura y la sociedad, donde consignó una frase hasta hoy célebre sobre los efectos de la violencia extrema en una comunidad: “Después de Auschwitz escribir un poema es barbárico”.
Hoy en Colombia la guerra parece acercarse a su fin, pero la reflexión sobre los traumas que dejará medio siglo de conflicto armado apenas comienza. Solo ahora, tras décadas de odio, dolor y silencio, los colombianos empezarán a caer en cuenta de los horrores que tuvieron lugar en su territorio. Y una de las verdades apabullantes y vergonzosas que surgirán tendrá que ver con una infamia que la mayoría no ha querido ver: la desaparición forzada en el país.
En exclusiva, SEMANA obtuvo acceso a los resultados de la investigación más completa jamás hecha sobre este crimen de lesa humanidad en el país. Se trata de Hasta encontrarlos. El drama de la desaparición forzada en Colombia, un extenso estudio que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) presentará el martes 22 de noviembre, con el cual el país podría dar un paso decisivo hacia la verdad sobre este delito. Un flagelo que, sin que la mayoría de los colombianos lo hubiera advertido, ha causado daños incalculables a las familias, a las comunidades y al Estado.
El resultado más llamativo del informe es que por primera vez ofrece una cifra consolidada de las personas que entre 1970 y 2015 desaparecieron forzosamente en el país: 60.630. El número es escandaloso y debería sacudir a las instituciones del Estado, a la sociedad y a la comunidad internacional, pues deja claro que, en la historia reciente, este crimen ha sido más fuerte en Colombia que en cualquier otra parte del hemisferio occidental. La cifra está por encima de la de la guerra de los Balcanes en los años noventa y de la de las dictaduras en América del Sur en las décadas de los setenta y ochenta.
La comparación con el Cono Sur sirve también para entender cuán desconocida y aberrante es la desaparición forzada en Colombia. En Argentina se habla de hasta 30.000 casos ocurridos durante la dictadura, pero apenas se han documentado 10.000; en Chile, el registro oficial abarca 3.500 desaparecidos durante el régimen de Pinochet; y en Uruguay la cantidad no supera las 300 víctimas. El caso de Colombia por lo menos duplica al argentino, y es casi 20 veces mayor al chileno y 200 veces superior al uruguayo. Sin embargo, al referirse a la desaparición forzada, una persona educada en cualquier parte del mundo señalaría primero a esos tres países que a Colombia. Y hay un agravante: a diferencia de aquellas naciones, aquí el fenómeno no se dio en medio de una dictadura, sino en plena democracia.
SEMANA recorrió las 423 páginas del informe, habló con expertos, acompañó a víctimas y logró un panorama completo de la desaparición forzada en el país. El trabajo del CNMH pone de presente, con asombro, que, a lo largo de 45 años, cada día tres personas desaparecieron forzosamente en Colombia. Pero el país no es consciente de las tragedias que vivió, muchas veces a la vuelta de la esquina. Como sostiene el director del CNMH, Gonzalo Sánchez, esto muestra que en Colombia quedó “anulada” la habilidad de “sentir empatía” y que esta se convirtió en “una sociedad que no reclama verdad y justicia” y que vive “indiferente frente a lo humano” y “convive con lo inhumano”.
¿Cómo se llegó a esto?
La desaparición forzada como la conoce el mundo nació durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el régimen de Adolf Hitler en Alemania, en un decreto de 1941 conocido hoy como ‘Noche y niebla’, incluyó dentro del repertorio de acciones legales del Estado “la desaparición del enemigo y la negación del conocimiento de su paradero”. La práctica pronto se regó por el planeta y encontró durante la Guerra Fría un caldo de cultivo perfecto en la Doctrina de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que exportó a América Latina la lucha del Estado contra el comunismo. La desaparición forzada se convirtió así en un recurso para defender la seguridad nacional, especialmente en Chile donde la dictadura ya producía cientos de desaparecidos y encendía las alarmas en Naciones Unidas.
Esto último no impidió que proliferara, y en los años setenta la desaparición forzada llegó a Colombia por cuenta de los estados de sitio instaurados en esa época para enfrentar las turbaciones al orden público. Poco después, según el CNMH, el Estatuto de Seguridad Nacional del presidente Julio César Turbay “consolidó la autonomía de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el ‘enemigo interno’ y la represión de expresiones políticas disidentes”. En ese contexto, “se abrió la modalidad de violencia de la desaparición forzada en el país”.
El CNMH fija a 1970 como el año en el que el fenómeno se inició en Colombia, pues en esa década se convirtió en una realidad, especialmente para los campesinos de Meta y Caquetá. Pero solo el 9 de septiembre de 1977 se presentó el primer caso denunciado oficialmente. Ese día, agentes del Estado detuvieron en Barranquilla a una militante de izquierda llamada Omaira Montoya, de quien nadie volvió a tener rastro. El caso resultó emblemático porque produjo la primera sanción contra funcionarios por desaparición forzada, pero también porque desató una ola que hasta hoy no se detiene. En cuatro décadas, el conflicto desapareció gente en 1.010 de los 1.115 municipios de Colombia.
La larga vida de la desaparición forzada en el país se debe a que esta tomó en Colombia formas no antes vistas. Hasta 1981 el crimen se dio, siguiendo el patrón del Cono Sur, como parte de una macabra estrategia contrainsurgente. Pero pronto empezó a transformarse. Dejó de ser un monopolio del Estado y se convirtió en una poderosa arma que usaron a su antojo y de las maneras más aberrantes todos los actores del conflicto armado, incluyendo a la propia guerrilla. No solo se desapareció para castigar a opositores políticos, sino también para propagar terror y ejercer control territorial, para ocultar la dimensión de un crimen, borrar evidencias, entorpecer investigaciones y manipular estadísticas.
A partir de 1981, los paramilitares marcaron la historia de la desaparición forzada en Colombia y se hicieron responsables de la mayor parte de los casos. A medida que se expandieron por el país, los grupos usaron ese delito, muchas veces de forma sistemática y masiva, para producir terror, hacer sufrir prolongadamente a las personas, alterar familias por generaciones y paralizar comunidades enteras. Entre 1996 y 2005, la época más crítica, la desaparición forzada llegó incluso a adquirir un carácter cotidiano: en esos años, cada dos horas y media una persona desapareció en Colombia.
Hubo desaparecidos en casi todo el territorio, pero la mayor cantidad se concentró en 130 municipios y 15 zonas (ver mapa). Algunas desapariciones, especialmente las colectivas, llegaron a la prensa. Pero la mayoría se dieron en silencio y bajo la perversa idea de que “a cuenta gota no se nota”. Así, en esos 19 años, paramilitares, agentes del Estado y guerrilleros desaparecieron, una por una, a docenas de miles de personas. En el 97 por ciento de los casos que registra el CNMH solo hubo una víctima: casi siempre hombres entre los 18 y 35 años.
Los paramilitares se desmovilizaron en 2005, lo que quebró la espiral de la desaparición forzada en el país, pero no acabó con el fenómeno. Entre 2006 y 2015, en especial los grupos armados paramilitares que han persistido después de desmovilizarse han seguido desapareciendo personas. Además de los falsos positivos.
¡Basta ya!
El saldo de 45 años de desapariciones forzadas es desastroso. Sin que el grueso de la población lo hubiera percibido, Colombia se convirtió en un cementerio clandestino. De un día para otro, campesinos, jornaleros, agricultores, obreros, líderes sindicales, estudiantes, militantes de partidos políticos, defensores de derechos humanos, abogados e investigadores judiciales dejaron de volver a sus casas. Y terminaron no en guarniciones militares y centros secretos de detención como en Argentina y Chile, sino dispersos por todo el territorio, muchas veces en fosas o cementerios anónimos o, incluso, arrastrados por los ríos Cauca, Magdalena, Sinú, Atrato, Caquetá, Guamúez, Táchira y Catatumbo.
En su investigación, el CNMH encontró rastros de la desaparición forzada en hoteles, escuelas, cuarteles, fincas, haciendas, casas, parques, plazas, vehículos e iglesias. También reconoció sus “símbolos abyectos” en lugares como el corregimiento de Puerto Torres, Caquetá; la hacienda El Palmar, en los Montes de María; la finca Pacolandia, en Norte de Santander; y las haciendas Villa Paola y Las Violetas, en Trujillo. Algunos sitios, incluso, adquirieron nombres ignominiosos como la Casita del Terror de San Carlos, Antioquia; las ‘casas de pique’ de Buenaventura; el Chalet de la Muerte en Palmira, Valle, y los hornos crematorios o ‘mataderos’ de Juan Frío, en Norte de Santander.
Hasta hoy, el país ha reaccionado de manera insuficiente a las dimensiones de este horror. Durante décadas, la desaparición forzada no estuvo tipificada en el Código Penal, y por ello investigadores y jueces debieron tratarla bajo la figura del secuestro. Cuando por fin hubo una ley en 2000, el país tardó varios años en crear entidades y mecanismos para reducir el fenómeno. Hoy, como resalta el CNMH, el Estado está ocupado con la desaparición forzada, pero en forma poco articulada. Así, la falta de acción y la ineficiencia han tenido un efecto fatal. Según la investigación, han permitido “consumar la desaparición y garantizar el triunfo del propósito criminal: desaparecer a la persona, eliminar su rastro e impedir su hallazgo; causar daño intenso y duradero a las familias, allegados y comunidades; invisibilizar el hecho y así lograr la impunidad”. A esto debe sumarse, la “cuestionable ausencia de movilización y solidaridad ciudadana”.
Como consecuencia de todo esto, las propias víctimas han debido asumir desde el principio la lucha por sus derechos. Las principales asociaciones que las reúnen han surgido para reaccionar contra una desaparición forzada y, aunque hoy son ampliamente respetadas, han debido soportar durante años la indiferencia de la ciudadanía y el rechazo de las autoridades, pero también la violencia de quienes no quieren que se conozca la verdad.
En medio de las dificultades, las víctimas tienen logros admirables. En la mayoría de los casos, el dolor les ha hecho suspender su cotidianidad y sus proyectos de vida en lo que los expertos denominan “una forma de tortura”: un crimen “pluriofensivo”, de ejecución continua, que causa daños morales, emocionales, psíquicos, físicos y materiales. A esto se añade la violencia que tienen que vivir una y otra vez. En muchos casos, incluso, los allegados de los desaparecidos han sido víctimas de nuevas desapariciones. Pero gracias a su lucha, las autoridades han podido resolver docenas de incidentes y conocer el paradero de cientos de
desaparecidos. Sin ellos, hoy quizá no habría una ley para la desaparición forzada, ni existiría la atención que el Estado actualmente le dedica o el grado de especialización que hoy tienen los funcionarios técnicos para exhumar y tratar los restos y así devolverles un poco de dignidad a los desaparecidos. A la tenacidad de las víctimas, la sociedad también debe agradecer un logro reciente: haber podido llevar el tema a La Habana e incluirlo en el acuerdo de paz con las Farc. Este obliga a ambas partes a tomar medidas inmediatas para buscar a las personas dadas por desaparecidas en el conflicto armado, y al Estado, a crear una Unidad de Búsqueda que de veras permita comenzar a ponerle fin a este drama.
Tras la terminación de un conflicto armado, toda sociedad termina tarde o temprano mirándose a un espejo. Y una de las primeras cosas que los colombianos advertirán cuando lo hagan es la profunda herida que les ha dejado la desaparición forzada, quizás el crimen más impune de todos los que la guerra produjo en este país. Cerrarla dependerá de que lo que suceda con el acuerdo de paz con las Farc, pero también de si el país entero decide salir de su deuda con sus 60.630 desaparecidos y hacerlos una prioridad del posconflicto.