lunes, diciembre 26, 2016

Fines 2016, 2017... los primeros meses ...del inicio del #PostConflicto

“Mucha política y pocas soluciones prácticas”: Todd Howland

El representante de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Colombia, enciende las alarmas sobre las fallas en la implementación de los acuerdos. Dice que el gobierno necesita abrir las puertas para que la sociedad ayude más.
 “EL GOBIERNO TIENE QUE BUSCAR MÁS LA AYUDA DE LA SOCIEDAD CIVIL. BUSCAR COMO SOCIOS A LAS IGLESIAS, A LAS UNIVERSIDADES, A LOS EMPRESARIOS”. Foto: Juan Carlos Sierra
 (en http://www.semana.com/nacion/articulo/todd-howland-y-las-fallas-en-la-implementacion-de-los-acuerdos/510359 )
SEMANA: Usted dijo hace poco en el Congreso que le produce miedo lo que está pasando hoy en Colombia. ¿Por qué?
Todd Howland: En los procesos de paz son muy importante las primeras semanas, meses y años. El miedo es porque en este momento todo el mundo está en una pelea política y no hay tiempo para pensar cómo se van a implementar los acuerdos. El proceso no salió como estaba planeado porque al perder el plebiscito no había un plan B. Pero los tiempos de la concentración de las Farc y de la implementación se separaron. El problema es que hay poca atención a cosas prácticas, que tienen impacto en las decisiones de las personas.
SEMANA: ¿Esa incertidumbre política explica cierto repunte de la violencia?
T.H.: En las comunidades la gente no entiende qué está pasando. Hay muchos planes del gobierno, pero no se ve aún la implementación porque todo está sujeto a procesos políticos o burocráticos que están lejos de su realidad. Esa incertidumbre le deja el espacio a quienes están contra el proceso para manifestar su resistencia al cambio. Muchos de quienes están esperando a concentrarse tienen la sensación de que se deben cuidar a sí mismos. También se preguntan quién va a ocupar el espacio que dejan las Farc.
SEMANA: ¿Se siente la llegada de las bandas criminales?
T.H.: La sustitución de cultivos no ha comenzado porque en este momento todo depende de los trámites legislativos y la aprobación de presupuesto. Pero las economías ilícitas siguen y son muy atractivas para otros grupos. Desde los ministerios hay planes, pero no hay acciones concretas.
SEMANA: ¿O sea que el Estado no se preparó para este momento?
T.H.: Planes sí hay. Por ejemplo, la Agencia de Renovación del Territorio es un pequeño equipo y están bien preparados para su tarea. Pero no tienen plata ni la autorización para comenzar. Nadie pensaba que iba a ganar el No en el plebiscito y no se previeron los problemas que esto iba a traer en la implementación.
SEMANA: Y el problema es que el calendario no para…
T.H.: Hay algo complicado del proceso de paz y es que en algunos temas no se llegó a acuerdos específicos. Por ejemplo, esta semana se instaló el Consejo Nacional de Reincorporación, pero todavía no hay un plan ni está claro cómo será la parte operativa. Por eso todavía no hay un mensaje para los miembros de las Farc que dejarán las armas sobre qué se va a hacer, cuáles son sus posibilidades para el futuro.
SEMANA: ¿Así de grave es?
T.H.: El proceso se puede recuperar de estas primeras semanas. El gobierno tiene que buscar más la ayuda de la sociedad civil. En el caso de la reincorporación en realidad no es tanta la gente ni los lugares donde hay que actuar. El gobierno debe buscar como socios a las Iglesias, a las universidades, a los empresarios. Sería interesante que hubiese alguien respondiendo a la crisis, rectificando, para que el resto del gobierno se pueda enfocar en los procesos políticos. No es tan fácil hacer dos tareas tan grandes al mismo tiempo.
SEMANA: ¿Qué tan preocupantes son las disidencias en las Farc?
T.H.: Hay varios tipos de disidentes. Están los individuales que generalmente se van, por ejemplo, al ELN. Hay otros que desertan para crear sus propios grupos como en Tumaco. Y hay situaciones como la del Guaviare que involucran a por lo menos tres frentes, en los que hay mandos medios que tienen mucha gente tras de sí. Que haya disidencias es normal, pero lo importante es que haya un mensaje claro para quienes están en el campo esperando concentrarse: el mensaje de que el gobierno va a cumplir y que la sociedad tiene interés de que este proceso funcione. Sin embargo, hoy hay problemas de salud, de comida, y eso les hace pensar que las cosas van a continuar lo mismo. Yo creo que en Colombia hay mucho apoyo al proceso de paz y hay mucha creatividad, pero hay que abrir espacios.
SEMANA: Usted también manifestó preocupación por la Ley de Amnistía…
T.H.: Es normal y necesario que luego de un conflicto armado haya crímenes que pueden ser objeto de amnistía, como la rebelión. Pero en el acuerdo se habla de libertad condicional para quienes han cometido crímenes que no son cobijados por la amnistía. Nosotros esperamos que esa libertad sea bien definida en esta ley.
SEMANA: ¿Le preocupa la salida masiva de los presos hacia las zonas veredales?
T.H.: Creo que con los presos debe haber un trabajo de reintegración. Ellos tienen que comenzar sus acciones restaurativas, que sean documentadas, y después el juez o el magistrado de la Jurisdicción para la Paz evaluará ese trabajo a la luz del proceso. Puede decir si ya ha cumplido o necesita más tiempo de sanción.
SEMANA: Su oficina ha seguido de cerca las investigaciones por falsos positivos y estos ahora posiblemente entren a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) caso a caso…
T.H.: Los derechos humanos están relacionados con problemas del Estado de derecho. Por eso a diferencia de un crimen común que se resuelve de manera individual, en las violaciones de derechos humanos es muy importante establecer si hubo un sistema. Es necesario saber cómo una organización ha colaborado con estos crímenes. Los falsos positivos se dieron en un contexto de incentivos tasados en dinero o ascensos que también pueden considerarse un fraude a los recursos del Estado. Quienes recibieron premios por estas muertes tienen la obligación de reparar y devolver esos recursos.
SEMANA: Sí, pero a última hora en el acuerdo se aligeró de manera fuerte la responsabilidad por mando en la cadena militar.
T.H.: Los magistrados de la JEP tendrán que actuar en todo caso de conformidad con los estándares internacionales. No se pueden cambiar las obligaciones internacionales. Para Colombia es incómodo admitir que hubo un problema como los falsos positivos en sus Fuerzas Armadas. Pero es mejor enfrentar esa realidad que encubrirla con micos. Micos que en cinco meses, o en cinco años, o quizá en 50 no podrán sostenerse. Sobre este tema la Corte Penal Internacional está pidiendo más información porque recuerde que ella actúa si los Estados no lo hacen.
SEMANA: Algo similar puede estar pasando con el asesinato de líderes sociales. ¿Realmente se pueden ver como casos aislados?
T.H.: El fiscal ha dicho que estos crímenes tienen causas múltiples, pero en algunas regiones la Fiscalía debe hacer una investigación más integral. Por ejemplo: Córdoba. Allí ha habido un problema de despojo de tierras. Hay amenazas de activistas de restitución, y en los últimos años hubo varios asesinatos a reclamantes de predios. No se puede decir que no hay interconexión en esta criminalidad. El problema que ocurre muchas veces, y a nosotros también nos pasa, es que trabajamos en silos. Alguien estudia las amenazas, otro los asesinatos y otros el despojo. Y no se cruza para ver el fenómeno político y económico que hay detrás de todo.
SEMANA: O sea que ustedes tampoco ven un patrón…
T.H.: En el caso de las amenazas es difícil decir que no haya algo más centralizado. Estas tienen un lenguaje, un estilo y hasta la tipografía es similar. En asesinatos es diferente pues hay tres tipos de casos. Uno, los que tienen que ver con factores políticos; dos, los que están asociados a economías ilícitas; y tres los que son por razones de orden público. Ahora, no digo que no exista un patrón. Solo que hasta ahora no es claro para nosotros. Seguramente las nuevas entidades que se crearán, como la Comisión Nacional de Garantías, tendrán que salirse de la óptica de contar muertos y mirar realmente qué está pasando en las regiones.
SEMANA: Por ejemplo…
T.H.: El Bagre, en Antioquia. Allí hay demasiada minería ilegal, y las muertes y las amenazas afectan mucho a gente que está haciendo oposición a esta minería o personas que querían entrar a la actividad. Eso indica que la solución pasa por hacer cambios en este sector. En Córdoba, como ya dije, hay otro problema y debe haber otra solución. Hay que ver las situaciones regionales de manera más micro para encontrar esos patrones.
SEMANA: ¿Qué tanto afecta la corrupción este sistema de garantías?
T.H.: Este es parte del problema. En El Bagre no puede haber una minería ilegal tan extensa sin corrupción. Es lo que ocurrió con los falsos positivos donde muchos oficiales se quedaron con el dinero por el que murieron personas. Hay una aceptabilidad con estos temas que mina la autoridad moral hacia abajo. En el proceso de paz existe la oportunidad de confrontar este problema. 

domingo, diciembre 18, 2016

FIDEL CASTRO RUZ (1926 .2016)

Si algo he aprendido como historiador... son dos cosas...una, generalmente la historia la escriben los vencedores... otra, es necesario tomar distancia (nunca demasiada) de los momentos históricos para leerlos con (una nunca alcanzable al 100%) objetividad... empero, éste es el mejor texto que he leído sobre la reciente muerte de Castro.

A la sombra de Quevedo

La verdadera grandeza histórica de fidel está en su resistencia de una vida al imperio norteamericano y a su siembra de miserias.
 Antonio Caballero. Foto: León Darío Peláez
Fidel Castro, que acaba de morir a los 90 años, fue un gran hombre. El hombre más grande de la historia de América Latina, junto a Simón Bolívar. Entendiendo, por supuesto, que ser un hombre grande no implica ser un hombre bueno. Las dos cosas suelen ser más bien contradictorias. 

Bolívar no logró sino una cosa: la independencia de cinco repúblicas arrancadas al Imperio español. Pero él quería que fueran una sola, grande y feliz. Y no. Desde entonces la historia de las cinco ha sido bastante desastrosa, hecha de feroces desgarros intestinos y de sometimiento ante el nuevo Imperio norteamericano. Lo cual fue previsto por el propio Bolívar en el desengaño de sus días finales: todas ellas caerían en manos de “tiranuelos imperceptibles de todos los colores”, y se verían “plagadas de miserias por los Estados Unidos en nombre de la libertad”. Solo ganaron la independencia –reconoció el Libertador con amargura en último discurso ante el Congreso de Colombia– “a costa de todo lo demás”.
¿Qué logró Fidel Castro? Una tremenda frustración histórica. Llamó Revolución a la instalación en Cuba de una dictadura que ya dura casi 60 años, personal y dinástica y de partido único, basada en el control social y en la represión policial. Salud y educación para el pueblo: dos cosas excelentes. Pero, como explicó uno de los cubanos fugados en el gran éxodo de 1980, “uno no está todo el tiempo de su vida ni en el colegio ni enfermo”. Un estruendoso fracaso económico: bloqueada Cuba por los Estados Unidos, tuvo que echarse en brazos de la Unión Soviética, y hundida esta en los años noventa, y al borde de la hambruna, solo pudo mantenerse a flote por la solidaridad de la entonces rica Venezuela del coronel Hugo Chávez. Y un completo fracaso estratégico en las tentativas de exportar la Revolución, de crear, como decía su compañero de lucha el Che Guevara, “dos, tres… muchos Vietnams” para enfrentar al Imperio norteamericano: solo se dieron derrotas cruentas y desmoralizantes de grupos guerrilleros “guevaristas” inspirados, entrenados y apoyados por Cuba, en la Argentina, en Bolivia, en Uruguay, en Venezuela, en el Perú, en Guatemala. En Nicaragua, donde la inicialmente victoriosa Revolución del sandinismo naufragó en la corrupción. Y en Colombia, donde todavía se sienten las patadas de ahogado del ELN. Algún éxito, aunque efímero, tuvieron en cambio las intervenciones militares en África, más directas y mucho más costosas: casi medio millón de tropas cubanas pasaron de l975 a l991 por Angola y Etiopía en defensa de los regímenes anticolonialistas locales.
La verdadera grandeza histórica de Fidel Castro está en su resistencia de toda una vida al Imperio norteamericano y a su sempiterna siembra de miserias. Resistencia enraizada en el orgullo y en la terquedad. Ha sido el único estadista de este continente capaz de plantarles cara a los Estados Unidos que ha conseguido sobrevivir al desafío. Otros fueron aplastados, derrocados, asesinados, de López de Santa Anna en México a Salvador Allende en Chile, pasando por Sandino en Nicaragua, Arbenz en Guatemala, Goulart en el Brasil, Bosch en Santo Domingo, Roldós en el Ecuador, Torrijos en Panamá. La lista es larga. Cantaban los cubanos en los años sesenta: “¿Qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él?”.
Fidel sobrevivió a una invasión armada y financiada por el gobierno norteamericano en 1961, un año apenas después de su toma del poder; y la derrotó con sus propias fuerzas en Playa Girón, o Bay of Pigs, según el lado de quien hable. Si no hubo otras invasiones militares se debió al respaldo que le dio a la Revolución cubana la Unión Soviética, con las consiguientes repercusiones para la seguridad mundial: así pudo verse al año siguiente, cuando la crisis de los misiles soviéticos instalados en Cuba provocó un pulso nuclear entre el presidente John Kennedy y el primer secretario de la URSS Nikita Jrushchov. Sobrevivió luego a más de 300 tentativas de asesinato organizadas por la CIA norteamericana, desde las más tremebundas –aviones cargados de explosivos– hasta las más grotescas: un tabaco puro de los que solía fumar, envenenado con un defoliante que le hiciera caer el pelo de la barba para que se evaporara su prestigio popular como las fuerzas de Sansón bajo las tijeras de Dalila. Y sobrevivió a más de medio siglo de ahogamiento económico, y además político dentro del continente americano, y también militar: cuando la crisis de los misiles, en octubre de l962, unos cuantos barquitos venezolanos y argentinos montaron una guardia simbólica al pie de la flota de guerra norteamericana que bloqueaba la isla. Hasta el final, ya apartado del poder directo, agobiado de vejez, se ciñó Fidel Castro a su papel histórico de resistente. Cuando el presidente Barack Obama empezó a descongelar el medio siglo de hostilidades visitando Cuba, el tozudo anciano se empeñó en alzar su protesta solitaria: “¡No necesitamos que el Imperio nos regale nada!”.
Se hizo cremar después de muerto. Su vanidad estaba por encima del rito vanidoso del embalsamamiento. Sus cenizas recorrieron en una lenta travesía fúnebre todo lo largo de la isla, desde La Habana hasta Santiago de Cuba, donde está enterrado el prócer José Martí. Pero, como escribió Quevedo sobre el hoy olvidado duque de Osuna en uno de los grandes sonetos de la lengua castellana, la gloria de Fidel Castro no está sepultada ahí. Dijo Quevedo del “grande Osuna”:
“Su tumba son de Flandes las campañas
y su epitafio la sangrienta luna”.
Las campañas fallidas de Osuna en Flandes que querían conservar su posesión para España. Y la sangrienta luna, la medialuna roja del estandarte del Gran Turco, que amenazaba la cristiandad. Así como la tumba de Simón Bolívar no es el pretencioso mausoleo de mármol blanco en forma de bicornio que construyó hace unos años en Caracas el gobierno bolivariano de Venezuela, sino sus campañas de los llanos y de los Andes, y su epitafio el águila bicéfala del Imperio español que ayudó a desmantelar, así la tumba de Fidel son sus campañas africanas y americanas, por fracasadas que fueran, y su epitafio es el águila calva del escudo de los Estados Unidos. Si no la pudo desplumar, por lo menos supo durante más de medio siglo despelucarla un poco.

domingo, noviembre 20, 2016

#Desaparecido #NuncaMAS #NuncaOlvidar #Colombia

Informe Especial: 60.630 desaparecidos

SEMANA presenta en exclusiva la investigación más completa jamás hecha sobre la desaparición forzada en el país. En 45 años, la violencia borró del mapa a miles de personas ante la indiferencia de la sociedad y la desidia del Estado. (en http://www.semana.com/nacion/articulo/desaparicion-forzada-en-colombia-investigacion-completa/505880 )
 Informe Especial: 60.630 desaparecidos Foto: Carlos Bernate
Cinco años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo comenzaba a comprender los crímenes de los nazis en Alemania, el filósofo Theodor Adorno escribió un ensayo titulado La crítica de la cultura y la sociedad, donde consignó una frase hasta hoy célebre sobre los efectos de la violencia extrema en una comunidad: “Después de Auschwitz escribir un poema es barbárico”.
Hoy en Colombia la guerra parece acercarse a su fin, pero la reflexión sobre los traumas que dejará medio siglo de conflicto armado apenas comienza. Solo ahora, tras décadas de odio, dolor y silencio, los colombianos empezarán a caer en cuenta de los horrores que tuvieron lugar en su territorio. Y una de las verdades apabullantes y vergonzosas que surgirán tendrá que ver con una infamia que la mayoría no ha querido ver: la desaparición forzada en el país.
En exclusiva, SEMANA obtuvo acceso a los resultados de la investigación más completa jamás hecha sobre este crimen de lesa humanidad en el país. Se trata de Hasta encontrarlos. El drama de la desaparición forzada en Colombia, un extenso estudio que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) presentará el martes 22 de noviembre, con el cual el país podría dar un paso decisivo hacia la verdad sobre este delito. Un flagelo que, sin que la mayoría de los colombianos lo hubiera advertido, ha causado daños incalculables a las familias, a las comunidades y al Estado.
El resultado más llamativo del informe es que por primera vez ofrece una cifra consolidada de las personas que entre 1970 y 2015 desaparecieron forzosamente en el país: 60.630. El número es escandaloso y debería sacudir a las instituciones del Estado, a la sociedad y a la comunidad internacional, pues deja claro que, en la historia reciente, este crimen ha sido más fuerte en Colombia que en cualquier otra parte del hemisferio occidental. La cifra está por encima de la de la guerra de los Balcanes en los años noventa y de la de las dictaduras en América del Sur en las décadas de los setenta y ochenta.
La comparación con el Cono Sur sirve también para entender cuán desconocida y aberrante es la desaparición forzada en Colombia. En Argentina se habla de hasta 30.000 casos ocurridos durante la dictadura, pero apenas se han documentado 10.000; en Chile, el registro oficial abarca 3.500 desaparecidos durante el régimen de Pinochet; y en Uruguay la cantidad no supera las 300 víctimas. El caso de Colombia por lo menos duplica al argentino, y es casi 20 veces mayor al chileno y 200 veces superior al uruguayo. Sin embargo, al referirse a la desaparición forzada, una persona educada en cualquier parte del mundo señalaría primero a esos tres países que a Colombia. Y hay un agravante: a diferencia de aquellas naciones, aquí el fenómeno no se dio en medio de una dictadura, sino en plena democracia.
SEMANA recorrió las 423 páginas del informe, habló con expertos, acompañó a víctimas y logró un panorama completo de la desaparición forzada en el país. El trabajo del CNMH pone de presente, con asombro, que, a lo largo de 45 años, cada día tres personas desaparecieron forzosamente en Colombia. Pero el país no es consciente de las tragedias que vivió, muchas veces a la vuelta de la esquina. Como sostiene el director del CNMH, Gonzalo Sánchez, esto muestra que en Colombia quedó “anulada” la habilidad de “sentir empatía” y que esta se convirtió en “una sociedad que no reclama verdad y justicia” y que vive “indiferente frente a lo humano” y “convive con lo inhumano”.
¿Cómo se llegó a esto?
La desaparición forzada como la conoce el mundo nació durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el régimen de Adolf Hitler en Alemania, en un decreto de 1941 conocido hoy como ‘Noche y niebla’, incluyó dentro del repertorio de acciones legales del Estado “la desaparición del enemigo y la negación del conocimiento de su paradero”. La práctica pronto se regó por el planeta y encontró durante la Guerra Fría un caldo de cultivo perfecto en la Doctrina de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que exportó a América Latina la lucha del Estado contra el comunismo. La desaparición forzada se convirtió así en un recurso para defender la seguridad nacional, especialmente en Chile donde la dictadura ya producía cientos de desaparecidos y encendía las alarmas en Naciones Unidas.
Esto último no impidió que proliferara, y en los años setenta la desaparición forzada llegó a Colombia por cuenta de los estados de sitio instaurados en esa época para enfrentar las turbaciones al orden público. Poco después, según el CNMH, el Estatuto de Seguridad Nacional del presidente Julio César Turbay “consolidó la autonomía de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el ‘enemigo interno’ y la represión de expresiones políticas disidentes”. En ese contexto, “se abrió la modalidad de violencia de la desaparición forzada en el país”.
El CNMH fija a 1970 como el año en el que el fenómeno se inició en Colombia, pues en esa década se convirtió en una realidad, especialmente para los campesinos de Meta y Caquetá. Pero solo el 9 de septiembre de 1977 se presentó el primer caso denunciado oficialmente. Ese día, agentes del Estado detuvieron en Barranquilla a una militante de izquierda llamada Omaira Montoya, de quien nadie volvió a tener rastro. El caso resultó emblemático porque produjo la primera sanción contra funcionarios por desaparición forzada, pero también porque desató una ola que hasta hoy no se detiene. En cuatro décadas, el conflicto desapareció gente en 1.010 de los 1.115 municipios de Colombia.
La larga vida de la desaparición forzada en el país se debe a que esta tomó en Colombia formas no antes vistas. Hasta 1981 el crimen se dio, siguiendo el patrón del Cono Sur, como parte de una macabra estrategia contrainsurgente. Pero pronto empezó a transformarse. Dejó de ser un monopolio del Estado y se convirtió en una poderosa arma que usaron a su antojo y de las maneras más aberrantes todos los actores del conflicto armado, incluyendo a la propia guerrilla. No solo se desapareció para castigar a opositores políticos, sino también para propagar terror y ejercer control territorial, para ocultar la dimensión de un crimen, borrar evidencias, entorpecer investigaciones y manipular estadísticas.
A partir de 1981, los paramilitares marcaron la historia de la desaparición forzada en Colombia y se hicieron responsables de la mayor parte de los casos. A medida que se expandieron por el país, los grupos usaron ese delito, muchas veces de forma sistemática y masiva, para producir terror, hacer sufrir prolongadamente a las personas, alterar familias por generaciones y paralizar comunidades enteras. Entre 1996 y 2005, la época más crítica, la desaparición forzada llegó incluso a adquirir un carácter cotidiano: en esos años, cada dos horas y media una persona desapareció en Colombia.
Hubo desaparecidos en casi todo el territorio, pero la mayor cantidad se concentró en 130 municipios y 15 zonas (ver mapa). Algunas desapariciones, especialmente las colectivas, llegaron a la prensa. Pero la mayoría se dieron en silencio y bajo la perversa idea de que “a cuenta gota no se nota”. Así, en esos 19 años, paramilitares, agentes del Estado y guerrilleros desaparecieron, una por una, a docenas de miles de personas. En el 97 por ciento de los casos que registra el CNMH solo hubo una víctima: casi siempre hombres entre los 18 y 35 años.
Los paramilitares se desmovilizaron en 2005, lo que quebró la espiral de la desaparición forzada en el país, pero no acabó con el fenómeno. Entre 2006 y 2015, en especial los grupos armados paramilitares que han persistido después de desmovilizarse han seguido desapareciendo personas. Además de los falsos positivos.
¡Basta ya!
El saldo de 45 años de desapariciones forzadas es desastroso. Sin que el grueso de la población lo hubiera percibido, Colombia se convirtió en un cementerio clandestino. De un día para otro, campesinos, jornaleros, agricultores, obreros, líderes sindicales, estudiantes, militantes de partidos políticos, defensores de derechos humanos, abogados e investigadores judiciales dejaron de volver a sus casas. Y terminaron no en guarniciones militares y centros secretos de detención como en Argentina y Chile, sino dispersos por todo el territorio, muchas veces en fosas o cementerios anónimos o, incluso, arrastrados por los ríos Cauca, Magdalena, Sinú, Atrato, Caquetá, Guamúez, Táchira y Catatumbo.
En su investigación, el CNMH encontró rastros de la desaparición forzada en hoteles, escuelas, cuarteles, fincas, haciendas, casas, parques, plazas, vehículos e iglesias. También reconoció sus “símbolos abyectos” en lugares como el corregimiento de Puerto Torres, Caquetá; la hacienda El Palmar, en los Montes de María; la finca Pacolandia, en Norte de Santander; y las haciendas Villa Paola y Las Violetas, en Trujillo. Algunos sitios, incluso, adquirieron nombres ignominiosos como la Casita del Terror de San Carlos, Antioquia; las ‘casas de pique’ de Buenaventura; el Chalet de la Muerte en Palmira, Valle, y los hornos crematorios o ‘mataderos’ de Juan Frío, en Norte de Santander.
Hasta hoy, el país ha reaccionado de manera insuficiente a las dimensiones de este horror. Durante décadas, la desaparición forzada no estuvo tipificada en el Código Penal, y por ello investigadores y jueces debieron tratarla bajo la figura del secuestro. Cuando por fin hubo una ley en 2000, el país tardó varios años en crear entidades y mecanismos para reducir el fenómeno. Hoy, como resalta el CNMH, el Estado está ocupado con la desaparición forzada, pero en forma poco articulada. Así, la falta de acción y la ineficiencia han tenido un efecto fatal. Según la investigación, han permitido “consumar la desaparición y garantizar el triunfo del propósito criminal: desaparecer a la persona, eliminar su rastro e impedir su hallazgo; causar daño intenso y duradero a las familias, allegados y comunidades; invisibilizar el hecho y así lograr la impunidad”. A esto debe sumarse, la “cuestionable ausencia de movilización y solidaridad ciudadana”.
Como consecuencia de todo esto, las propias víctimas han debido asumir desde el principio la lucha por sus derechos. Las principales asociaciones que las reúnen han surgido para reaccionar contra una desaparición forzada y, aunque hoy son ampliamente respetadas, han debido soportar durante años la indiferencia de la ciudadanía y el rechazo de las autoridades, pero también la violencia de quienes no quieren que se conozca la verdad.
En medio de las dificultades, las víctimas tienen logros admirables. En la mayoría de los casos, el dolor les ha hecho suspender su cotidianidad y sus proyectos de vida en lo que los expertos denominan “una forma de tortura”: un crimen “pluriofensivo”, de ejecución continua, que causa daños morales, emocionales, psíquicos, físicos y materiales. A esto se añade la violencia que tienen que vivir una y otra vez. En muchos casos, incluso, los allegados de los desaparecidos han sido víctimas de nuevas desapariciones. Pero gracias a su lucha, las autoridades han podido resolver docenas de incidentes y conocer el paradero de cientos de
desaparecidos. Sin ellos, hoy quizá no habría una ley para la desaparición forzada, ni existiría la atención que el Estado actualmente le dedica o el grado de especialización que hoy tienen los funcionarios técnicos para exhumar y tratar los restos y así devolverles un poco de dignidad a los desaparecidos. A la tenacidad de las víctimas, la sociedad también debe agradecer un logro reciente: haber podido llevar el tema a La Habana e incluirlo en el acuerdo de paz con las Farc. Este obliga a ambas partes a tomar medidas inmediatas para buscar a las personas dadas por desaparecidas en el conflicto armado, y al Estado, a crear una Unidad de Búsqueda que de veras permita comenzar a ponerle fin a este drama.
Tras la terminación de un conflicto armado, toda sociedad termina tarde o temprano mirándose a un espejo. Y una de las primeras cosas que los colombianos advertirán cuando lo hagan es la profunda herida que les ha dejado la desaparición forzada, quizás el crimen más impune de todos los que la guerra produjo en este país. Cerrarla dependerá de que lo que suceda con el acuerdo de paz con las Farc, pero también de si el país entero decide salir de su deuda con sus 60.630 desaparecidos y hacerlos una prioridad del posconflicto.

miércoles, noviembre 16, 2016

renegociación del Acuerdo : relato

Los 10 momentos de tensión que marcaron la renegociación del Acuerdo

Roy Barreras reconstruye, en detalle, los 40 días en los que se construyó el nuevo documento de paz. en http://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/como-se-construyo-el-nuevo-acuerdo-de-paz/16751397 


Por:  POLÍTICA | 
 
Roy Barreras (de izq. a der.), Sergio Jaramillo, Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo y Frank Pearl, integrantes de delegación del Gobierno, explicaron en Bogotá el nuevo acuerdo con las Farc.
Foto: EFE
Roy Barreras (de izq. a der.), Sergio Jaramillo, Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo y Frank Pearl, integrantes de delegación del Gobierno, explicaron en Bogotá el nuevo acuerdo con las Farc.
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De la mano del senador Roy Barreras, uno de los miembros plenipotenciarios de la mesa de negociaciones, EL TIEMPO reconstruye con detalles los últimos 40 días y las últimas 40 noches del proceso de paz, tiempo dedicado a construir, en Bogotá y La Habana, el nuevo acuerdo de paz con las Farc.
El conteo comienza desde la noche del 2 de octubre pasado, cuando los colombianos partidarios del ‘No’ derrotaron en las urnas a los del ‘Sí’ y termina la madrugada del pasado lunes cuando por fin las partes terminaron de ensamblar el nuevo acuerdo.

El relato sobre lo que ocurrió estos 40 días y estas 40 noches, tiene 10 momentos clave.
Momento I
Noche del 2 de octubre
Tras conocerse los resultados del plebiscito, la derrota del ‘Sí’ alcanzó llenar de incertidumbre a una gran parte del país, a líderes del mundo que habían apostado por la paz, y también al presidente Juan Manuel Santos y los miembros del equipo negociador del Gobierno. Y obviamente a las Farc.
Tan pronto se conocieron los resultados, el presidente Santos recibió en su casa privada de Palacio, donde estaba con toda su familia, a los miembros del equipo negociador y a algunos ministros. Estaba su hermano Enrique, hombre clave del proceso.
Humberto de La calle, Sergio Jaramillo, el ministro Juan Fernando Cristo, Mónica Cifuentes, Juan Mesa y Roy Barreras.
Santos se sobrepuso a la derrota y en minutos tomó tres decisiones: reconocer el resultado de las urnas, anunciar que en todo caso seguiría adelante con el proceso y que desde ese momento escucharía a todas las voces del 'No' para hacer un “nuevo acuerdo”.
Momento II
3 de octubre. El amanecer
“Se envía el cuervo en busca de un sitio para aclimatar la paz”.
El presidente Santos comienza a auscultar todas las propuestas para el nuevo acuerdo.
Dos días después llega el expresidente Álvaro Uribe a Palacio, tras casi seis años de distanciamiento político y personal con el jefe del Estado.
Los sectores del ‘No’ van a una primera ronda de conversaciones en el Club de Ingenieros con el liderazgo del ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas.
La idea era que el ‘No’ unificara todas sus propuestas para llevarlas a La Habana. Esas reuniones no tuvieron un resultado concreto. Uribe entregó 26 primeras páginas, pero los otros voceros del ‘No’ entregaron sus propios documentos. Había coincidencias y diferencias. La exigencia del Centro Democrático era abrir una nueva mesa de negociación en Bogotá, pero el Gobierno dejó claro que no iba a negociar con ellos. Que la negociación era entre el Gobierno y las Farc y que tramitaría las diferencias en La Habana. “El cuervo no volvió”.
Momento III
La individualización del ‘No’
Algunas discusiones desde la orilla del ‘No’ dejan ver la fuerza de los intereses políticos en este debate. La presencia de varios precandidatos presidenciales en las reuniones le da ese cariz: Alejandro Ordóñez, Marta Lucía Ramírez, Carlos Holmes, Iván Duque y Óscar Iván Zuluaga, todos aspirantes a suceder al presidente Santos, protagonistas del debate, le ponen este tinte a las discusiones.
Hay muchos ojos puestos en el 2018.
Pero también intervienen los voceros cristianos, las víctimas, las cortes. El debate se enriquece.
El Presidente recibe a todos los voceros del ‘Sí’ y del ‘No’ en Palacio.
Ordóñez volvió a la Casa de Nariño. Se concentró en dos temas: ideología de género y no apoyo a la presencia de magistrados extranjeros en el tribunal especial.
Marta Lucía Ramírez intervino con propuestas que en el Gobierno destacan, pero lo hace desde la clínica donde su madre es atendida. La dirigente conservadora hizo aportes significativos en medio del drama de la partida de su madre.
Camilo Gómez, en nombre del expresidente Andrés Pastrana, también hizo contribuyó a la discusión con propuestas.
Uribe, quien lidera el ‘No’, centró sus críticas en la idea de incorporar el acuerdo en el bloque de constitucionalidad, en defender la propiedad privada, cuestionar la elegibilidad y la restricción de la libertad para los guerrilleros condenados. Su punto podría resumirse en un 'No' a ventajas políticas para las Farc.
Esa misma semana fracasó el primer encuentro de uribistas con voceros de las Farc. Una cita acordada con el abogado de las Farc, Enrique Santiago, que iba a realizarse en Bogotá, fue desautorizada de manera abrupta por Iván Márquez, desde La Habana, con el argumento de que las Farc no iban a abrir una mesa de negociación con el uribismo.
Momento IV
El verdadero “diluvio”, de propuestas
Ya no con el objetivo de recibir pasivamente y “tramitar” las propuestas ante La Habana, sino con el propósito de defender las iniciativas del ‘No’ (un pedido del uribismo), el Gobierno propicia un ‘cónclave’ en el Ministerio del Interior, con todos los voceros del ‘No’ y se produce inicialmente un “aguacero” de propuestas que luego se convirtió en “diluvio”.
Con la presencia del propio expresidente Álvaro Uribe y de muchos otros sectores que fueron llegando, se construyó una matriz de cerca de 500 propuestas para el nuevo acuerdo.
Uribe, el más radical de todos, se mostró amable en las discusiones. Fue cumplido y diligente y se deleitó con las viandas (almojábanas y pandebonos) que dispuso el ministro Cristo con especial atención.
Si algunos criticaron el acuerdo inicial con las Farc por lo extenso de sus 297 páginas, aquí en solo cinco días, con las iniciativas del ‘No’, había ya 700 páginas.
Pero revisando coincidencias se depuraron y se establecieron 57 ejes temáticos, que permitieron con éxito, tener una base sólida para la renegociación con las Farc en La Habana.
Al mismo tiempo que se avanzaba en la construcción de esa gran matriz en Bogotá, los guerrilleros de las Farc recibieron en La Habana a líderes del ‘No’, o a sectores que tenían objeciones al acuerdo inicial.
Fueron varios obispos de la Conferencia Episcopal, jóvenes y víctimas que no estaban de acuerdo con el ‘Sí’.
Fue curioso que las Farc recibieran a estos líderes, pero hubieran rechazado cualquier mínimo diálogo con los uribistas.
Momento V
Regreso a La Habana
Los últimos 12 días del diluvio. Fue una jornada dura. Desde el 2 de noviembre ocurrieron las jornadas más largas de todo el proceso de negociación en La Habana. Las más intensas.
Hasta antes del plebiscito, las dos partes (Farc y Gobierno) se hacían propuestas recíprocas en la mesa. Pero este nuevo ciclo era diferente, porque era el Gobierno empujando casi 500 propuestas del ‘No’ a las Farc.
Eran unas Farc con tensiones por todo lado: en la mesa con las propuestas del ‘No’ que el Gobierno presionaba, de sus bases en las montañas colombianas y de la comunidad internacional para mantenerse en el proceso.
“Era como el que tiene que recibir cucharadas amargas de una pócima hasta decir no más”, dice el senador Roy Barreras.
Había incertidumbre en la mesa, las Farc también reclamaban medidas del Gobierno sobre reincorporación. Querían saber qué pasaba en las zonas de concentración, por ejemplo.
A esto se sumó el intempestivo triunfo de Donald Trump, que también inquietó a los líderes de las Farc. Ellos estuvieron atentos todo el tiempo a la elección. Y una de sus conclusiones es que había que apurar la negociación, ante este hecho.
El ministro Cristo tuvo la tarea de explicar que el Gobierno seguía atento a implementar las decisiones previstas y eso les dio tranquilidad. Pero también dijo que la prioridad era lograr el nuevo acuerdo.
Vino la crisis cuando se tocaron los cuatro temas de hipersensibilidad para las Farc: reparación efectiva de las víctimas, bloque de constitucionalidad (su mayor seguridad jurídica) restricción a la libertad y elegibilidad.
Al mismo tiempo que el Gobierno presionaba con las propuestas del ‘No’, las Farc se quejaban de su precariedad en el monte. Miles de guerrilleros se habían quedado a mitad de camino, sin seguridad, sin alimento y sin certeza de a dónde ir.
La preocupación de los líderes de las Farc llegó al punto de que ya sus bases les reclamaban por comida.
El riesgo de un enfrentamiento militar era grande y el limbo jurídico ponía mucha incertidumbre.
Hasta que llegó un momento en que ‘Iván Márquez’ se exaltó y dijo: ¡“No más. Basta ya!”. “!No más propuestas”!
El momento fue tan crítico que en un momento llegó a ponerse en riesgo el proceso, dice el senador.
Los líderes guerrilleros preguntaron si habían perdido el tiempo estos cinco años negociando un proceso para que les negaran la posibilidad de hacer política, que era la petición más radical de Uribe.
El reclamo un poco airado de ‘Márquez’ frente a los voceros de los países acompañantes dejó mucha tensión en la mesa.
Entonces decidieron, para bajar las tensiones, dejar los puntos más difíciles, como este, para el final, y continuar con los demás.
Cada cambio de párrafo era una negociación. Solo en justicia hubo 67 cambios.
A esta altura de la discusión había una situación muy particular: en la mesa estaban, de lado del Gobierno, solo De la Calle, Jaramillo y Roy. Cristo y Pardo habían regresado a Bogotá. Del otro lado todos sus negociadores. Casi todo el Secretariado, más sus asesores, como Álvaro Leyva y Enrique Santiago, muy duros.
Momento VI
Hasta la comida se agota
Para evacuar el diluvio de propuestas, no hubo pausa. Ni para almorzar, ni para cenar ni casi para dormir.
Pero si ya lo de ponerse de acuerdo era difícil, la situación se hizo más crítica cuando la comida comenzó a escasear en las prolongadas sesiones de trabajo.
Lo único que se conseguía eran sánduches y pizza.
“Quedamos hastiados de sánduches y pizza. La mayoría de las noches ya ni se comía. Las Farc tenían una provisión de galletas y el Gobierno, apenas unos bocadillos veleños, que alcanzaron para dos noches. Era muy difícil trabajar con hambre. Y encima de eso, casi todos los días apenas dormíamos un par de horas”, relata el senador.
Momento VII
Mayor tensión
La mayor tensión en la mesa llegó cuando hubo que abordar, definitivamente, los cuatro temas más sensibles para las Farc.
El primero de ellos: que las Farc reparen con sus bienes a las víctimas.Reconocer esto significaba según ellos confesar un delito, porque en el evento de fracasar el proceso, quedaban todos incursos en una acción penal más. Y escribirlo en el acuerdo era para ellos lo grave. Se armó un gran debate. (Lea también: 'A las víctimas de las Farc las manipularon, las invisibilizaron')
“Luego seguimos con lo del bloque de constitucionalidad y se logró explicar que era inconveniente meter las 297 páginas del acuerdo en la Constitución.
El Gobierno lo defendió y logramos explicar que lo único que por su naturaleza ya hace parte del bloque de constitucionalidad es lo que tiene ver con el DIH. Y lo aceptaron.
Llegamos al tercero: restricción efectiva de la libertad para los guerrilleros condenados. Se logró que las Farc aceptaran la delimitación geográfica para la restricción de la libertad, que serán las zonas veredales.
En eso se fueron el viernes y el sábado.
Al final, el Gobierno logró incorporar casi todas las propuestas, salvo la elegibilidad.
Aceptaron que el juez los ubique geográficamente en una zona; que además se estableciera la residencia donde van a pagar la pena. Antes podían vivir en un lugar y pagar la pena en otro. Ahora no, todo en el mismo lugar.
Y una tercera restricción: que para movilizarse, el guerrillero tenga que pedir permiso del juez. Y lo aceptaron.
Pero lo difícil, dificil, fue el cuarto punto: la elegibilidad. Eso para las Farc se convirtió en un inamovible y no aceptaron cambiar ese punto.
De hecho admitieron que se les redujera el dinero que se había destinado inicialmente a la financiación de su partido. Se les había dado el 10 por ciento de todos los recursos destinados a los partidos, y aceptaron quedar en igualdad de condiciones que los demás. Ellos alegaban que necesitaban más porque apenas comenzaban y lo hacían en condiciones más difíciles.
En ese mismo momento entró la discusión sobre su participación en las 16 circunscripciones especiales. Y tuvieron que aceptar que no tendrán candidatos en esas zonas.
Y lo duro, duro: que las Farc no fueran a elecciones. Fue el inamovible de las Farc. No se movieron de ahí.
Momento VIII
El nuevo acuerdo se cerró finalmente hacia las 4 p. m. del sábado 12. Habían dicho que anunciarían el final final, cuando llegara. A la hora que fuera, sin consideraciones mediáticas ni de conveniencia.
Durante todos estos días los delegados del Gobierno hablaban decenas de veces cada día con el presidente Juan Manuel Santos, vía telefónica. Había muchas consultas. Él definía los puntos críticos.
Había una gran presión de los frentes guerrilleros, de la comunidad internacional (muchos países) pidiendo que se cerrara cuanto antes para no poner en riesgo la paz.
Finalmente hubo solo un margen de dos horas para preparar el anuncio. Se cerró a eso de las 4 p. m. del sábado y se anunció a las 6.
“Se incorporaron más de 300 propuestas del 'No'. En verdad nos las jugamos”, dice el senador Barreras.
“Estábamos muy agotados, habían pasado los 11 días de trabajo más intensos de este proceso”, recuerda.
Antes de entrar al acto donde anunciaron el acuerdo, enviaron las maletas al avión, tenían la orden del presidente Santos de llegar el domingo a explicarles a los del 'No' el nuevo acuerdo.
Momento IX
La sorpresa de ‘Márquez’
Cuando terminó el anuncio y se iban a despedir, de repente ‘Iván Márquez’dijo que no autorizaba la publicación del nuevo acuerdo.
Se desató una confusión con lo dicho por ‘Márquez’. El avión con los motores prendidos esperaba a los negociadores del Gobierno junto a la pista del aeropuerto de La Habana para regresar a Bogotá.
Los negociadores todos se devolvieron entonces a la mesa a las 9 p. m. a revisar lo que pasaba.
A los pilotos se les vencía el tiempo para partir.
Entonces, ‘Márquez’ comenzó a explicar la razón de su decisión: a su juicio, las bases guerrilleras no habían entendido el discurso del presidente Juan Manuel Santos pronunciado desde Bogotá a las 7 de la noche. Estaban asustadas. Temían lo peor.
Finalmente no hubo viaje a Bogotá, porque la reconciliación duró hasta la una de la madrugada.
Los negociadores del Gobierno, que tenían sus maletas en el avión, tuvieron que irse a dormir con la ropa que tenían puesta, sin comer y muertos del cansancio.
Los líderes de las Farc habían recibido muchas llamadas de sus frentes diciendo que según lo dicho por el Presidente, las Farc habían entregado todo, que se habían quedado sin seguridad jurídica, que no aceptaban lo dicho por el mandatario y que si era el caso volvían a la guerra.
Los comandantes de las Farc estaban asustados y dijeron que no permitían la publicación de las solas modificaciones, sino de todo el acuerdo total. Que todo quedara claro.
Decían que si se publicaban solo los cambios, muchos iban a pensar que el nuevo acuerdo lo habían dictado todo los del ‘No’.
“Tuvimos que quedarnos haciendo un trabajo descomunal de edición para ensamblar las nuevas propuestas con las 297 del acuerdo original. No pudimos bajar las maletas del avión”.
Luego tuvieron que pasar todo el domingo ensamblando lo que quedó del antiguo acuerdo con el nuevo, hasta la una de la madrugada del lunes, sin parar, para ensamblar el nuevo documento.
Momento X
“Terminamos a la una de la madrugada del lunes. Firmamos la ultima página del nuevo acuerdo a la 1:30 a. m. del lunes y nos vinimos para Bogotá donde aterrizamos a las 4:30 a. m., después de la jornada más intensa de trabajo que jamás había vivido”, recuerda el senador Roy.
“Y al final, pues el cuervo no volvió, y lo que regresó fue la paloma de la paz con su ramo de olivo, lo que significa la paz para los colombianos. Vamos ahora a la refrendación, a la implementación y a la construcción de la paz. Que vuelen las palomas de la paz por todos los rincones del país”, concluye emocionado el senador Roy Barreras, este relato sobre los 40 días y las 40 noches de la construcción del nuevo acuerdo de paz con las Farc.
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