jueves, febrero 20, 2020

Fiesta de sangre: así fue la masacre de El Salado #Memoria #NuncaOlvidar


Masacre de El Salado: cómo la planearon y ejecutaron los paramilitares 
 Fiesta de sangre: así fue la masacre de El Salado Foto: Caracol Televisión
 En El Salado fueron asesinadas 66 personas entre el 16 y el 21 de febrero del 2000. SEMANA reconstruye cómo se planeó y ejecutó la peor masacre cometida por los paramilitares contra hombres mujeres y niños.
Texto escrito por Marta Ruiz y publicado originalmente el 30 de agosto de 2008.
Con una pistola en la mano, y un puñal en la otra, el ‘Gallo’ buscaba casa por casa a la mujer que él creía era la novia de ‘Martín Caballero’, el jefe del Frente 37 de las Farc. El paramilitar costeño, gritón y vulgar, recorrió las calles de El Salado, un pueblo remoto incrustado en los Montes de María, dando patadas a las puertas y amenazando con sus armas a todas las muchachas que se encontraba a su paso. Hasta que encontró a Nayibis Contreras. Ella apenas sobrepasaba los 16 años. Tenía el pelo negro y largo, y aterrada intentaba esconderse en su casa. En el pueblo se rumoraba que sostenía amores con Camacho, uno de los jefes guerrilleros de la zona que habían hecho de El Salado un lugar de aprovisionamiento y descanso, pero también una retaguardia para el robo de ganado, el secuestro y las emboscadas a los militares.
Cuando la tuvo al frente, el ‘Gallo’ enredó su larga cabellera en su brazo y la arrastró sin piedad por las polvorientas calles del pueblo. Dando tumbos entre las piedras, la llevó hasta la cancha de fútbol donde se agolpaba una multitud de campesinos, convertidos a la fuerza en público de la carnicería humana que se avecinaba.
Finalizaba la mañana del 18 de febrero de 2000, y un sol inclemente caía perpendicular sobre la plaza. En el piso yacía el cuerpo aún tibio de Luis Pablo Redondo, un maestro al que habían torturado y asesinado cruelmente. Lo hicieron frente a un centenar de pobladores que miraban estupefactos el espectáculo. Para empezar le quitaron las orejas con un cuchillo. Luego, lo apuñalaron decenas de veces entre las costillas y el vientre. Aún vivo, le pusieron una bolsa negra en la cabeza. Los gritos del atormentado se confundían con pequeños quejidos del público horrorizado. La voz del hombre se fue apagando y luego un tiro de fusil lo dejó todo en silencio. Ni siquiera los perros ladraron. El eco del disparo se sintió en todo el pueblo. La matanza había empezado. Y ahora Nayibis, apaleada en todo el cuerpo, estaba en el cadalso, atada al único árbol que le da sombra a la plaza, mirando de frente, con ojos despavoridos, la iglesia de la que hasta Dios había huido.
Algo va a pasar en este pueblo
Los saladeños presentían que algo terrible iba a ocurrir. En los últimos meses había señales de muerte por todos lados. Pero una década atrás, nadie habría imaginado este terrible desenlace. El Salado era un corregimiento de Carmen de Bolívar, ubicado a 18 kilómetros de la cabecera municipal, por una trocha que con frecuencia se convertía en lodazal. Aun así, era una tierra promisoria, con 5.000 habitantes urbanos y otro tanto en las veredas, que soñaba crecer un poco más para alcanzar la anhelada categoría de municipio, lo que significaría más inversión pública. El Salado, además, se había convertido en una especie de oasis agrario, rodeado de arroyos y cerros verdes, en medio de una geografía adusta y desértica y de la inmensa pobreza de los Montes de María, que atraviesan Bolívar y Sucre. Tenía un centro médico envidiable, con enfermera, odontólogo y hasta ambulancia; varias escuelas y un colegio donde los muchachos estudiaban hasta noveno grado; dos concejales y hasta estación de Policía. Todos tenían su pedazo de tierra, en promedio de 40 hectáreas, donde se cultivaba tabaco en grandes cantidades, maíz, ñame y yuca.
Los hombres sembraban, recogían y secaban el tabaco, mientras las mujeres, contratadas por dos grandes empresas –Espinoza y Tayrona–, lo seleccionaban, prensaban y empacaban; lo que le dio una incipiente cultura fabril al pueblo.
Edita Garrido, una delgada mujer que pasa los 40 años, de ojos negros vivaces y una sonrisa a la que le asoman unos cuantos dientes, recuerda estas épocas como las mejores de su vida: “Todos los días estábamos allá hasta las 4 de la tarde. Éramos 80, tal vez 100. En medio del trabajo nos reíamos con los cuentos de Julia Gómez, una compañera que nos entretenía tanto, que varias veces la echaron, pero tenían que volver a llamarla, porque el trabajo no era lo mismo sin ella”. Edita dice que no se conocía el hambre y que la abundancia era tal, que el rico del pueblo, Don Eloy Cohen, mataba una vaca día de por medio y vendía hasta el cuero. La gente tenía dinero para comprar lo básico, y aun más.
La prosperidad había hecho que la guerrilla pusiera sus ojos en El Salado. Los frentes 35 y 37 de las Farc hostigaban con frecuencia a la decena de policías que mal armados intentaban defenderse, hasta que un día vino un helicóptero y se llevó para siempre a los agentes. Así, El Salado quedó expuesto a su suerte y a las Farc. Los saladeños probaron el amargo sabor de la violencia guerrillera, que ya se había extendido por todo el país y que incluso tenía acorralados a muchos pueblos.
Empezaron las extorsiones a los campesinos más pudientes. Santander Cohen –hijo del patriarca Eloy Cohen– se negó a pagarles y de inmediato se convirtió en objetivo militar. Cohen tenía una estrecha amistad con el teniente coronel Alfredo Persán Barnes, comandante de un Batallón de la Infantería de Marina, y recurrió a él en 1995, cuando sintió que estaba acorralado en el pueblo y que la guerrilla definitivamente lo mataría. El coronel Persand entró a El Salado a rescatarlo, pero cuando salía, a sólo unos minutos del pueblo, fue emboscado por los insurgentes. Murieron Cohen y Persand, el teniente Tony Pastrana y 27 infantes de Marina. Uno de los mayores reveses de los que tenga memoria la Armada. Esa acción dejó una marca indeleble en El Salado. En adelante, este sería considerado un pueblo guerrillero, incriminado por no haber advertido a los militares la cruenta trampa que había tendido el jefe guerrillero ‘Martín Caballero’. El ataque también fracturó la vida comunitaria. Mientras algunas personas mantenían trato cotidiano con los milicianos de las Farc que permanecían en el pueblo, otras empezaban a sentirse agobiadas por los secuestros, las vacunas y las injusticias que cometían los guerrilleros.
Pasó poco tiempo antes de que ocurriera la primera masacre. En 1997 un grupo armado, enviado al parecer por ganaderos de la zona, con lista en mano, asesinó a cinco personas, entre ellas a la maestra del pueblo. En cuestión de horas El Salado se había convertido en un pueblo fantasma. Absolutamente todas las familias salieron desplazadas, con sus trastos y sus animales, a la espera de garantías para regresar. A los tres meses, la Armada se instaló por unas semanas en el pueblo y poco a poco las familias retornaron. Para entonces, El Salado quedó reducido a la mitad de lo que era. La guerra había traído consigo la pobreza. Las tabacaleras se fueron y las incipientes exploraciones de petróleo y gas fueron suspendidas.
La tensión se hizo más envolvente a finales de 1999, cuando los campesinos que trabajaban El Salado y sus alrededores vieron cómo las Farc arreaban unas 400 reses con la marca inconfundible de Enilse López, una poderosa empresaria del chance que para entonces ya era temida por todos en Magangué, ciudad a orillas del río Magdalena, que quedaba justamente a espaldas de El Salado. La ‘Gata’, como la conocían todos, se movía como pez en el agua entre los políticos de Sucre y Bolívar. Cuando su ganado desapareció de la finca Las Yeguas, Policía y militares emprendieron la inútil búsqueda. El ganado había pasado por El Salado, y de allí desapareció. La Policía pensaba que las Farc lo habían repartido entre los campesinos en lotes de cinco o seis reses, y compartido ganancia con ellos.
En diciembre de ese año, un helicóptero desconocido sobrevoló el pueblo y lanzó unos panfletos en los que decía: “Cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan este año porque no van a disfrutar más”. Y en enero, un campero fue detenido en la carretera, y asesinados sus cuatro ocupantes.
Delcy Méndez, quien llevaba más de una década como enfermera de El Salado, pensó que no aguantaba más cuando recibió una llamada de una amiga de Cartagena quien le advirtió: “Salte de El Salado porque algo va a pasar”. Entonces cogió su ropa y, sin pensarlo dos veces, se fue para Carmen de Bolívar. Como en un cuento de García Márquez, ella dice: “No sabíamos qué iba a pasar, pero sabíamos que algo estaba por suceder”.
La tenaza
A principios de febrero ‘Juancho Dique’, el jefe de sicarios de los paramilitares en Sucre, recibió una llamada de Rodrigo Mercado Peluffo, ‘Cadena’, su jefe, ya para ese momento el hombre más temido en las sabanas y el golfo de Morrosquillo. ‘Cadena’ le ordenó a ‘Juancho Dique’ que reuniera unos 60 hombres en la finca El Palmar de San Onofre, a unos pocos minutos del mar Caribe. ‘Juancho Dique’ supo desde ese momento que se trataba de algo grande, un combate masivo con la guerrilla, o una masacre.
‘Dique’ había nacido en 1971 en Córdoba, en una familia campesina supremamente pobre. Siendo muy joven empezó a rebuscarse la vida como minero, hasta que ingresó al Ejército. De allí había salido en 1996 para vincularse de tiempo completo a una Cooperativa de Seguridad –Convivir– que habían fundado los ganaderos de Sucre con apoyo de la Primera Brigada de Infantería de Marina, apostada en Corozal, y cuyo jefe era ‘Cadena’, un ex informante de los militares.
Según cuenta el propio ‘Dique’, en 1997, cuando las Convivir fueron prácticamente ilegalizadas, ‘Cadena’ y sus hombres se apoderaron de San Onofre. Se habían convertido en una estructura paramilitar que recibía órdenes de Carlos Castaño y Salvatore Mancuso, que mantenía fluidas relaciones con militares, policías, ganaderos y políticos, y que estaba haciendo del narcotráfico por el Golfo de Morrosquillo el negocio más jugoso de la región.
‘Juancho Dique’ era el jefe militar de ‘Cadena’, por eso era el comisionado para la misión que habían ordenado Castaño, Mancuso y ‘Jorge 40’: entrarían a El Salado a desterrar a la guerrilla y todos los pobladores, y dejarían instalado allí un grupo de los paramilitares.
La noche del 15 de febrero salieron de San Onofre en dos camiones por la carretera principal que conduce a Cartagena, y en la madrugada se encontraron cerca de Carmen de Bolívar con otros dos grupos de paramilitares, todos estrictamente uniformados, con armas automáticas, granadas de fragmentación en las cananas y munición de sobra en las charreteras. Uno de los grupos venía de Magdalena, enviado por ‘Jorge 40’, y estaba bajo órdenes de un paramilitar llamado ‘Amaury’. El otro grupo de paramilitares venía de Córdoba, al mando de 5-7. El jefe de toda la operación era un antioqueño conocido como ‘H2’ o John Henao, cuñado de Castaño, cuya principal misión, una vez ingresaran a El Salado, era recoger todo el ganado que encontraran, atravesar el río Magdalena y dejarlo, seguramente, en las sabanas de ese departamento.
Una vez reunidos los tres grupos, planearon la entrada por sitios diferentes. Un grupo entraría a El Salado por la carretera principal de El Carmen. Otro haría el ingreso por Ovejas, siguiendo la vía Flor del Monte y Canutalito, y el último llegaría por un sitio conocido como La Reforestación. En total, unos 300 hombres, guiados por cinco desertores. “Según entiendo, se habían entregado a la Infantería de Marina, y de ahí se los entregaron a ‘Cadena’”, asegura ‘Dique’.
Los camiones fueron abandonados en las carreteras grandes. El recorrido hasta El Salado, según el plan trazado, se haría a pie por los caminos veredales. De esa manera irían recogiendo el ganado y matando a quienes encontraran a su paso. La orden era entrar sin piedad y hacer una tenaza sobre el pueblo. En cuestión de pocas horas, el grupo de paramilitares que iba bajo órdenes de ‘Juancho Dique’ y ‘Cadena’ había matado a 19 campesinos, casi todos ahorcados con sogas, o degollados con cuchillos, para que el ruido de los fusiles no alertara a los vecinos. ‘Cadena’ se ubicó en una finca conocida como La 18, y allí instaló una especie de hospital de campaña y de abastecimiento de armas y víveres que le traerían por helicóptero Mancuso y ‘Jorge 40’.
Amaury había entrado por la vía principal, dejando tras de sí una estela de terror y muerte. En la mañana del 16 de febrero, los paramilitares detuvieron en la carretera a uno de los camperos que cada día hacían el viaje entre El Salado y Carmen de Bolívar. En el carro iban, entre otros, Edith Cárdenas, una mujer líder y reconocida por todos en El Salado. Según testimonio dado días después por María Cabrera, promotora de salud que también iba en el carro, los paramilitares miraron los hombros de Edith y los vieron marcados y asumieron que era una señal inequívoca de que la mujer cargaba morral, y que era guerrillera. En realidad, eran las marcas del uso de camisetas escotadas, para lidiar el calor de la zona. “¡Habla Edith, habla. No te quedes callada!”, le gritaba María, pero Edith no pudo hablar del miedo. La mataron. A ella y a los demás. Sólo María y otro pasajero pudieron escapar por los rastrojos, corriendo desesperados para salvar sus vidas.
Para entonces ya las Farc se habían percatado de la incursión y habían salido hacia la carretera, a combatir con las autodefensas. Pero muy pronto se dieron cuenta de que los paramilitares eran muchos, tenían apoyo aéreo y que los estaban cercando.
Mientras tanto en el pueblo la inquietud crecía. Por una llamada telefónica alguien supo que el campero que salió de El Salado nunca había llegado a su destino en El Carmen. Luego empezaron a llegar campesinos que huían despavoridos de las veredas que los paramilitares estaban arrasando. Los habitantes de El Salado, llenos de pánico, se reunieron sin saber qué decisión tomar. Muchos emprendieron la huida sin pensarlo dos veces. Otros entendieron que el desplazamiento era inminente cuando vieron a los guerrilleros de las Farc corriendo en retirada. Habían perdido hombres, tenían varios heridos y estaban buscando refugio en el monte. Uno de ellos alcanzó a decirles a los habitantes de El Salado: “Corran, corran que vienen a acabar el pueblo”.
Teresa Castro y David Montes, una pareja que a pesar de los infortunios parece feliz, fueron de los primeros que emprendieron la retirada. “En el camino a Arenas nos reunimos en un caney de tabaco como unas 100 personas. Los niños lloraban de hambre y sed. Queríamos devolvernos, pero cuando oímos los tiros y supimos que estaban matando a la gente en los caminos, nos tiramos al monte. Duramos dos días caminando sin nada que comer. Me desmayé y les pedí a los demás que siguieran. Pero no me dejaron, y al fin pudimos salir”, cuenta Teresa.
El camino fue tan tortuoso, que Helen Margarita Arrieta, una niña de apenas 6 años, murió deshidratada mientras le imploraba a una vecina que le diera agua. Pero en esas tierras no había ni una gota de líquido. Sólo el inclemente calor de la Costa.
Por temor a morir de hambre y de sed muchos regresaron al amanecer del 17 de febrero. Unos a empacar sus enseres y salir definitivamente. Otros, apegados del viejo proverbio de que quien nada debe, nada teme. Una de las que regresaron fue Leticia1. “Habíamos dormido en el monte y mis hijas suplicaban por comida, así que volvimos, después de que el lechero nos dijo que en El Salado no habían entrado los paras”, recuerda.
En medio de la zozobra por los disparos que se oían a lo lejos, pasaron las aproximadamente 200 personas que aún quedaban en el pueblo ese jueves 17 de febrero. La aparente calma se vino a romper el viernes a las 9 de la mañana, cuando de repente vieron el pueblo lleno de hombres armados. No hubo tiempo de huir. “Estamos en El Salado ¡no joda!. Salgan, partida de guerrilleros, que todo el mundo se muere hoy”, gritó uno de los paramilitares, y Leticia, que estaba en el lavadero, empezó a llorar porque desde ese momento supo que la tragedia tan anunciada ya era inevitable. La muerte se cernía sobre El Salado.
Orgía de sangre
“Cuando llegamos a El Salado mandamos a recoger la gente y la reunimos en la plaza, junto a la iglesia. Los desertores señalaban a los guerrilleros y los íbamos ejecutando”, dice sin sombra de conmoción ‘Juancho Dique’. “Llegaron tumbando puertas”, recuerda Leticia, con voz temblorosa. A empellones, el ‘Gallo’ la sacó a ella y a su familia del rancho donde vivía. Una vez en el atrio de la capilla, vio con estupor que su hijo estaba ya en el grupo seleccionado por los paramilitares. Con lágrimas en los ojos, y sacando valor de donde no tenía, les gritó a sus verdugos: “conduélanse de esa alma”, y señaló al muchacho. Por alguna razón que aún no entiende, su hijo salió ileso. Del cuerpo, pero no del alma, pues todavía no se recupera de todo lo que vio esa tarde.
Las súplicas de Leticia se vieron interrumpidas por el espectáculo de Nayibis, arrastrada por la calle principal del pueblo. “La guindaron de un árbol y con las bayonetas de los fusiles la degollaron”, reconoce el paramilitar ‘Dique’ en su versión libre.
Mientras tanto, un helicóptero que volaba bajito ametrallaba las casas del pueblo. En una de ellas murió destrozado por una bala Libardo Trejos, quien se escondía junto a varios vecinos, y cuya sangre bañó durante todo el día a una niña de 5 años, que desde ese día no ha vuelto a hablar ni se ha recuperado del trauma.
Las víctimas, según testimonios de los sobrevivientes recogidos por SEMANA, fueron elegidas al azar. Algunos porque fueron señalados por los desertores de las Farc. Otros, como Francisca Cabrera, porque tenían mucho miedo. Otros sin explicación, como Ever Urueta, que sufría de retraso mental y fue torturado sin piedad para que supuestamente confesara que pertenecía a las Farc.
Las muertes se producían cada media hora. La gente estaba bajo el sol inclemente, de pie, viendo cómo se llenaba de cadáveres la plaza, y como los paramilitares festejaban su ‘hazaña’. Los paramilitares sacaron los tambores, las gaitas y los acordeones, y con cada muerto, hacían un toque. Era un ambiente de corraleja, donde las fieras tenían la ventaja y las víctimas estaban indefensas.
Los paramilitares recién reclutados pedían a sus superiores que les permitieran disparar, como si fuera un privilegio. “Ellos me decían: ‘deme la oportunidad, quiero darle de baja a una persona...’”, entonces yo se la daba, contó ‘Juancho Dique’.
Como si fuera poco, violaron a una mujer varios hombres en fila. Se ensañaron en las mujeres. A algunas de ellas les metieron los alambres donde se seca el tabaco por la vagina. A todas las insultaron diciéndoles que eran las amantes de los guerrilleros.
Mientras ‘Dique’, el ‘Tigre’, el ‘Gallo’ y el resto de los paramilitares se regodeaban en la humillación y el castigo a la gente, el comandante de la operación, ‘H2’, consumaba la tarea principal que se le había encargado. Tenía casi mil cabezas de ganado recogidas y empezó la marcha con ellas, guiado por el administrador de la finca Las Yeguas, de donde habían sido robadas las reses de la ‘Gata”.
Al caer la noche, en la cancha yacían 18 cadáveres. El sol inflamó los cuerpos muy pronto y los cerdos, atraídos por la sangre, empezaron a devorarlos. Cuando los paramilitares dieron la orden de irse a dormir a las casas, muchos encontraron a sus familiares muertos en las calles o en los mismos ranchos. El número de víctimas ese día, sólo en la parte urbana de El Salado, ascendía a 38. Y en los alrededores ya llegaba a 28.
Esa noche nadie durmió, nadie comió, nadie bebió. Y nadie habló. El silencio sólo fue interrumpido por las cigarras, el viento que levantaba los techos y las voces de los paramilitares que patrullaron toda la noche. Lejos se oían de vez en cuando disparos y risas.
Al amanecer los paramilitares seguían allí. Parecía que la pesadilla nunca acabaría. Parecía que se hubiesen quedado para siempre. Entonces, mordiendo el polvo, la gente sacó mesas para poner sus muertos, abrieron la iglesia y arrumaron allí los cadáveres para salvarlos de los animales y del sol. Empezaron a cavar fosas en silencio, mientras los paras saquearon las tiendas y empezaron a beber y a bailar. Pasadas las 4 de la tarde se escucharon unos disparos al aire. Era la señal de la retirada. Empezaron a salir, borrachos, advirtiéndoles a los sobrevivientes que deberían irse y no regresar jamás.
A las 5 la gente pudo por fin llorar a sus muertos. Se abrazaban unos a los otros, gritando, revolcándose en el suelo de tristeza. Maldiciendo y pidiendo castigo. Los perros, que habían estado callados todo el tiempo, empezaron a aullar desesperados.
El desplazamiento empezó de inmediato. Atrás dejaban un pueblo herido de muerte. Élida Cabrera, que acababa de enterrar a su hermana, sólo atinó a pensar: “Colombia es un país corrupto. En cinco días no hubo nadie que nos ayudara”.
País corrupto
Una hora después de que los paramilitares abandonaron el pueblo llegó la Infantería de Marina. Ya eran las 6 de la tarde del sábado 19 de febrero. La incursión había empezado el martes. El miércoles, ya el Hospital del Carmen de Bolívar estaba atendiendo a los que habían huido por los montes. Todo el mundo sabía que estaban matando a la gente de El Salado. Menos las autoridades.
Ledys Ortega, una joven líder de El Salado que ahora actúa como inspectora de Policía, fue una de las que encendieron las alarmas. “El alcalde no nos escuchó. Por el contrario, cerraron la carretera y no dejaron pasar a nadie”. La troncal de la costa empezó a taponarse por las decenas de familiares que se agolpaban allí buscando desesperadamente entrar por sus propios medios a El Salado, y ver qué estaba pasando. La Cruz Roja, los noticieros de televisión, todos estaban allí. Pero nadie pudo pasar. Los militares simplemente dijeron que la carretera estaba minada. Y que no tenían helicópteros disponibles para una operación aérea.
El viernes 18 de febrero a las 8 de la noche, cuando ya la masacre estaba consumada y los paramilitares llevaban tres días cerrando su tenaza sobre El Salado, en la gobernación de Sucre se hizo por fin un consejo de seguridad, encabezado por el entonces coronel de la Armada Rodrigo Quiñones y el gobernador encargado, Humberto Vergara, reunión que bien puede pasar a los anales de la historia como la conjura de la infamia.
Según reposa en el acta, el primer punto tratado fue la información del DAS sobre el robo de 500 reses pertenecientes a Miguel Nule Amín y a la esposa del ganadero Joaquín García, en la zona rural de San Onofre. Tanto el gobernador, Eric Morris –hoy condenado por pertenecer a grupos paramilitares–, como el senador Álvaro García Romero –detenido y acusado de paramilitarismo y de la haber participado en la masacre de Macayepo– y el propio Nule Amín –aliado de los paramilitares– le habían pedido a la Armada, según testimonios de los oficiales, que movieran tropas para buscar un ganado que nunca se encontró y de cuyo hurto tampoco hubo denuncia formal. Hoy muchos de estos oficiales piensan que el robo nunca existió y que sólo fue una coartada para desviar la atención de los militares y la Policía.
En contexto: La guerra dolió mucho
En el tercer punto (en el acta falta el segundo) del consejo de seguridad se informa que el 16 de febrero, cuando empezaba la incursión a El Salado, la Policía vio un helicóptero Bell, azul y blanco artillado, cerca del río Magdalena y que por acción de la Armada y la Fuerza Aérea este fue inmovilizado, que los tripulantes se identificaron como miembros de las AUC y que luego incineraron el aparato. El helicóptero llevaba munición, y quienes lo piloteaban nunca fueron capturados. Hoy se sabe por testimonios de los desmovilizados que el piloto era Andrés Angarita, ex oficial de la aviación del Ejército, que llegó a tener un alto rango en las autodefensas, y que ya fue asesinado. El otro, según testimonios, era ‘Jorge 40’. Lo que nunca se ha sabido es por qué no fueron capturados, si es que el aparato fue inmovilizado, ni cómo lograron sobrevivir, si es que fue derribado, como dice la Armada.
Ese mismo miércoles 16 de febrero, cuando se empezaron a ver movimientos de paramilitares y cuando ya había en varios corregimientos cadáveres de campesinos degollados, la Policía había reportado estas muertes que, por sus características, eran propias de una masacre. Sin embargo, en el consejo de seguridad se advierte que “el número de levantamientos que hizo el CTI es de nueve y no se descarta que aparezcan más muertos producto del enfrentamiento entre las AUC y el 37 frente de las Farc”.
El consejo de seguridad se cierra con una conclusión demoledora: “Los delincuentes de las AUC emplearon en sus actos delictivos a guerrilleros de las Farc que los guiaron hasta los campamentos del Frente 37”... “La modalidad de realizar actos delictivos de civil por parte de los bandoleros de las Farc les permite confundirse con la población civil y pasar a ser campesinos en el momento de un enfrentamiento armado”...
Había evidencias de que estaban asesinando civiles y de que era una masacre escalofriante. Aun así, todas las autoridades allí reunidas prefirieron creer que se trataba de combates entre grupos armados. Basados en esta hipótesis –o cortina de humo–, no hicieron nada diferente a esperar. Teoría que nadie, excepto ellos, creyó. Por eso finalizan la reunión diciendo: “Los medios de comunicación, por su afán de tener la primicia, no manejan informaciones oficiales; por el contrario, multiplican el drama de las familias y desinforman a la opinión pública”.
En los precarios y manipulados procesos judiciales nunca se ha probado la complicidad de autoridades civiles y militares, o de ganaderos en esta matanza. En cambio sí hay muchos testimonios y documentos que demuestran que hubo complicidad, sobre todo en la retirada.
‘Juancho Dique’ narra así el repliegue: “Salimos en tres camiones como Pedro por su casa... ‘Cadena’ ya tenía todo arreglado”.

[aquí escalofriante audio de  Juancho Dique sobre el tema 

El 23 de febrero, cinco días después de la masacre, cuando ya todo el gobierno estaba en el ojo del huracán por la increíble negligencia con la que había actuado, la Armada reportó la captura de 11 paramilitares. Efectivamente se trataba del grupo que llevaba el ganado rumbo al Magdalena y que encabezaba el cuñado de Castaño, ‘H2’. Un año después, ‘H2’ se fugó de la cárcel Modelo, por la puerta principal y, desde entonces vivía al lado de Castaño, junto a quien fue asesinado en 2004.
No sobra decir que la justicia nunca encontró pruebas para vincular con la masacre a nadie que tuviera rango militar o poder político. Sólo ahora, cuando en las versiones libres de Mancuso, ‘Juancho Dique’ y el ‘Tigre’, y los testimonios aún temerosos de las víctimas, se empieza a conocer que en esta matanza convergieron intereses económicos de gamonales que veían amenazado su patrimonio por las acciones de las Farc, de narcotraficantes que querían controlar el territorio que unía el sur de Bolívar con el mar Caribe y que era clave para sus negocios, intereses de autoridades que querían derrotar a las Farc mediante la guerra sucia, y de políticos que ya tenían en curso un plan de control total de la Costa. Todo esto junto hizo posible esta barbarie sin límite.
Jairo Castillo, más conocido como ‘Pitirri’, el principal testigo de la para-política, aseguró en una declaración en la Corte Suprema de Justicia que la ‘Gata’ instó a Mancuso a recuperar su ganado. Pero aún no se ha investigado si el ex gobernador Eric Morris, el senador Álvaro García y el ganadero Miguel Nule Amín intentaron desviar a los organismos de seguridad. O si estos, sencillamente por complicidad o incapacidad, permitieron la masacre que castigaba a un pueblo que les era adverso y con el que tenían una deuda de sangre.
El frente 37 las Farc se mantuvo en la zona rural de El Salado hasta el año pasado cuando ‘Martín Caballero’ murió en combates con la Infantería de Marina. El balance final es que en El Salado y sus alrededores hubo 66 muertos. Las víctimas saben que más allá del ganado o de la disputa de territorio entre guerrilla y paramilitares, había intereses estratégicos de mucha gente sobre El Salado.
Acto de contrición
Hace pocos meses el coronel de la Infantería de Marina Rafael Colón, quien después de esta masacre combatió sin tregua a los paramilitares, y en especial al temible ‘Cadena’, pidió perdón públicamente por las omisiones que en el pasado hubiese cometido la Armada y que propiciaron esta masacre, y otras que ocurrieron antes y después. Pero este tímido acto de contrición fue desautorizado en pocas horas por sus superiores, que sintieron herido el honor militar. Aun así, su labor ha sido fundamental para que algunos pobladores retornen a este pueblo y a otros de los Montes de María, y que muchos de ellos vuelvan a confiar en las fuerzas militares.
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A El Salado han retornado cerca de 400 familias que saben que su pueblo jamás volverá a ser lo que fue. Otro tanto de personas se han postulado como víctimas para ser reparadas y siguen de cerca las declaraciones de los paramilitares que cometieron los crímenes más atroces contra ellos. Pero las heridas son profundas y difíciles de curar.
La guerra en todo caso acabó con una comunidad que tenía en la tierra una promesa de progreso. Algo que seguramente podrán disfrutar otros. Pero no quienes nacieron y vivieron allí.
Desde el año pasado, una empresa de sísmica busca gas y petróleo en El Salado, según dicen los especialistas, con buenas perspectivas. La muerte de ‘Caballero’, la seguridad democrática y el retorno han revalorizado las tierras. Empresarios y ganaderos antioqueños ya han comprado más de 15.000 hectáreas para ganadería o biocombustible.
Curiosamente, un mes después de la masacre, en marzo del año 2000, en otro consejo de seguridad las autoridades locales reportan que la zona ha recobrado la calma. Y que había buenas noticias. Inversionistas estaban viendo en la región un gran potencial para sembrar palma de aceite. Cultivos que al parecer nunca llegaron.
Quizá tenga razón Eneida Narváez, líder representante de las víctimas de El Salado, quien en su silla de madera, con algunos manojos de tabaco secándose a sus espaldas, dice con toda convicción: “Todos los desplazamientos los hace la tierra”.

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sábado, febrero 08, 2020

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En las entrañas de una ‘bodeguita’ uribista

Una investigación de La Liga Contra el Silencio, una alianza de periodistas y medios que combaten la censura, puso en evidencia la forma cómo operó, bajo la batuta de dos funcionarios del gobierno Duque, un grupo dedicado a gestar estrategias en redes sociales para divulgar contenidos en contra de medios, periodistas y opositores. Las campañas plantean interrogantes éticos y políticos.

El grupo buscaba posicionar contenidos en contra de medios, periodistas y adversarios.
El grupo buscaba posicionar contenidos en contra de medios, periodistas y adversarios.Fotomontaje El Espectador
Claudia Bustamante tenía funciones de cónsul en Orlando, Estados Unidos, cuando el 7 de septiembre del año pasado creó un grupo de Whatsapp con 88 integrantes. Desde ese espacio, y con la ayuda de Víctor Muñoz, entonces alto consejero presidencial, promovieron causas uribistas, atacaron a medios de comunicación, periodistas y adversarios de manera organizada.
“El propósito del grupo es que tengamos información de primera mano, sobre temas relevantes para el país, para el desarrollo de algunos cometidos del gobierno nacional y claramente, para seguir defendiendo el modelo de país en el que queremos ver crecer a nuestros hijos. No queremos más especulaciones de los medios qué (sic), de cierta manera, son los responsables de la polarización que hoy vive Colombia”, escribió Bustamante, luego de dar la bienvenida a los miembros del chat.
La primera notificación al celular llegó a las 10:19 a.m. de ese 7 de septiembre. “Has sido añadido al grupo Tuiteros TOP”. Poco después el nombre del grupo cambió al de “Influenciadores”. Bustamante, quien en 2018 fue candidata al Senado por el Centro Democrático, era la administradora del grupo y había añadido los números de los participantes.
 
Imagen de la creación del chat con influenciadores afines al uribismo.
Cortesía
Uno de ellos compartió con La Liga Contra el Silencio toda la actividad del chat* a la que tuvo acceso. Este medio logró identificar a 63 de los 88 integrantes del chat, así como sus cuentas de Twitter asociadas, también accedió al contenido del chat que hasta ahora era un misterio y, con una empresa de tecnología, averiguó el alcance de la red.
Los mensajes que buscaban coordinar desde el grupo de Whatsapp hacen parte de una estrategia de posicionamiento de contenidos, una práctica frecuente en la actualidad que es conocida como ‘bodega’.
Marta Peirano, periodista española, experta en estos temas y autora del libro ‘El enemigo conoce el sistema’, explica cómo operan este tipo de estrategias: “Tienes a un petit comité (grupo de personas) donde todos se conocen, es una célula cercana a la base. La persona que invita y organiza el chat, la cónsul, está en el medio. Cerca a los de arriba, a quienes dirigen, y también a algunos que están en la parte de abajo de la pirámide”.
“La invitación es a un círculo de extrema confianza, gente que ya saben que es susceptible de convertirse en parte de tu ejército. Es muy posible que genuinamente estas personas crean en las políticas que defienden. Después, los entrenan y los pones a trabajar. En este caso a imponer las tendencias que tú quieres, la que más te convienen a ti o al partido o al jefe. ¿Esto es más barato que comprar bots? No, no. Los bots son muy baratos, pero es mucho más auténtico, el mensaje llega diferente porque son personas de verdad”, analiza Peirano.
¿Quiénes participaron en el chat?
Tres días antes de que Bustamante creara el chat había sido designada provisionalmente por el presidente Iván Duque, como Consejera de Relaciones Exteriores con funciones de cónsul y jefe de la oficina del consulado de Colombia en Orlando, cargo que mantiene hasta la actualidad.
Muñoz, por su parte, era alto consejero presidencial para la Innovación y la Transformación Digital, y fue designado por Bustamante como segundo administrador del grupo de Whatsapp. Inicialmente los miembros del grupo no tenían permiso para enviar mensajes, lo que cambió un día después de la creación del chat.
Entre los integrantes del chat hay cuatro que trabajan directamente para el gobierno de Iván Duque. Siete han sido excandidatos del Centro Democrático (CD) al Concejo, Cámara de Representantes o Senado. Dos trabajan directamente para el expresidente Álvaro Uribe y uno más asesora a Juan David Vélez, congresista que ocupa la curul de los colombianos en el exterior, también del CD.
En el grupo de Whatsapp Bustamante nombró como “moderador” a Juan Pablo Bieri, exgerente del sistema de medios públicos RTVC, quien salió del cargo en febrero de 2019 tras denuncias de censura, publicadas por La Liga Contra el Silencio.
Bieri volvió al gobierno como contratista: en la oficina de Comunicaciones de Migración Colombia desde el 31 de julio hasta el 31 de diciembre de 2019, con un contrato de 36 millones de pesos; y, además, como asesor del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, con un contrato del 31 de octubre de 2019 a noviembre de 2021, por más de 468 millones de pesos.
“Juan Pablo Bieri será el moderador del grupo; será el puente entre nosotros y quienes nos va a aportar la información requerida. Una vez termine de ingresar a los que me faltan, ingreso a Juan Pablo y les abro el grupo para opiniones. Es para que no nos desordenemos y quedemos claros en la dinámica que presente Bieri!” (sic), escribió Bustamante. Hasta el 8 de septiembre, Bieri nunca habló en el chat.
Cuando la cónsul creó el grupo también agradeció a los integrantes por aceptar la invitación del 5 de septiembre cuando tuiteros uribistas se dieron cita en el hotel Hilton de Bogotá. “Fue un día muy especial, que estoy segura nos reanimó para continuar en la defensa de las ideas que por años, hemos defendido. Juntos es más fácil”, escribió.
Se refería a la reunión de simpatizantes, influenciadores y tuiteros cercanos al CD que asistieron a charlas sobre herramientas para generar más impacto en redes sociales en el Hilton. El senador Uribe Vélez hizo público el encuentro cuando divulgó una foto en su Twitter con el mensaje: “Gracias colegas tuiteros”. En la imagen se apreciaba a unas 50 personas en la terraza del hotel.
Álvaro Uribe Vélez on Twitter
Muñoz fue uno de los expositores en el Hilton y Bieri, el presentador y moderador. Tras conocerse su papel en el evento y en el chat de Whatsapp, Muñoz renunció a su cargo en septiembre, como lo contaron La Silla Vacía y Yohir Akerman, en una columna en El Espectador. Casi cuatro meses después de su salida, Muñoz volvió a estar vinculado a la Casa de Nariño en el cargo de alto consejero para Asuntos Económicos y de Transformación Digital.
En las charlas del Hilton también participaron Soraya Yanine, exsubdirectora de Noticias RCN, hoy consultora en comunicación estratégica y Nicolás Uribe Rueda, exrepresentante a la Cámara por el Partido de la U y panelista de Blu Radio. También Carlos Escobar, experto en redes sociales, que fue relacionado en 2014 con el escándalo del hacker Andrés Sepúlveda y que estuvo preso en Estados Unidos por un delito federal tras cometer fraude informático con una base de datos de tarjetas de crédito del Bank of America.
Las recomendaciones de Muñoz
Al renunciar a su cargo Muñoz aceptó que hizo parte del chat, lo que se desconocía hasta ahora eran sus instrucciones y la manera cómo influyó en los miembros del grupo de Whatsapp. La Liga no solo revisó quiénes integraban el chat sino que fue más allá y analizó el comportamiento en Twitter de 63 miembros identificados y las tendencias que movieron.
Se hizo el seguimiento en varios periodos. Entre el 8 de septiembre de 2019, cuando empezó la actividad en el grupo, hasta el 31 de octubre del año pasado, todos los días varias cuentas identificadas del grupo de Whatsapp publicaron tuits con algún hashtag del chat.
El domingo 8 de septiembre a las 7:49 a.m. Muñoz envió una foto al grupo de Whatsapp con las tendencias de Twitter de ese día, donde señalaba en rojo el hashtag #NoVeoNoticiasUno.
La imagen estaba acompañada del mensaje: “Buenos días. Lo que se habló en el evento. Este HT (hashtag) lo entraron porque siendo domingo lo lanzaron a las 6 am, y esto les permitió posicionarse antes de cualquier otra tendencia”.
El comportamiento de miembros del grupo en sus cuentas de Twitter ese día, así lo confirmaba:
La Liga buscó a la empresa de tecnología Sequoia Space para analizar la actividad en Twitter de los 63 miembros del grupo. Así pudo establecer que entre septiembre y diciembre de 2019 esta ‘bodega uribista’ escribió 376 tuits diferentes con el hashtag #NoVeoNoticiasUno, sin contar retuits.
 Se comenzaba a pasar del discurso al hecho. La estrategia apuntaba a hablar a favor del gobierno, atacando a todos los contradictores. Y se haría en las redes sociales. Justamente, los miembros del grupo de Whatsapp son tuiteros con miles de seguidores. Entre todos suman más de 600 mil.  
Ante pedidos de “tips para ser eficientes” en las redes por parte de la cónsul Bustamante, Muñoz recomendaba en el chat horarios de publicación, hashtags, usar imágenes “para taggear con grandes seguidores”, no montar tendencias durante partidos de fútbol y daba instrucciones como estas: “…muchos temas a la vez no generan impacto... No traten de meter dos HT (hashtag) por día (sic)”.  
También sugería temas a explotar. En uno de sus mensajes en el chat envió un link de la cuenta de Twitter de la periodista Vicky Dávila en la que ella compartía su columna ‘La Grabación Oculta’, publicada el 7 de septiembre en la revista Semana. El artículo de Dávila es la transcripción de una grabación, conocida por ella, entre Andrés Sanmiguel, dueño de la empresa Gistic, y Esteban Moreno, quien habría recogido dinero en efectivo de un presunto giro de Odebrecht para la campaña de reelección de Juan Manuel Santos en 2014.
 Muñoz ordenó a los participantes del chat: “Sin crecer a Vicky. Pero sí debemos mover el tema de esta grabación.   Sugerencias: #LosTestaferrosDeSantos #LaGrabación #SanMiguelYMoreno”.
 Veinte minutos después dio otra orden: “Nos vamos con #LosTestaferrosDeSantos”. Y envió una foto de la columna diciendo: “acá están los insumos”. Uno de los participantes respondió: “Compañeros, sigamos la recomendación de Víctor, vamos fuertes con #LosTestaferrosdeSantos”.
 La Liga consultó sobre este tipo de prácticas a Esteban Ponce de León, investigador del DFR Lab (Laboratorio de Investigación Forense Digital) del Atlantic Council, una plataforma de estudio de la desinformación. El experto explicó que para el caso colombiano desde la campaña en 2016 para el plebiscito, la política influyó en las redes sociales y hoy “hay un perfeccionamiento en la estrategia para volver un mensaje masivo”.
“Antes era más fácil y más evidente el uso de bots por el volumen de trinos que movían, etcétera, pero ahora la estrategia es que tienes gente que se encarga de eso y lo hace porque cree en eso y lo mueve de forma orgánica. Crean redes, en el sentido de las conexiones mucho más sofisticadas para imponer una tendencia”, dijo Ponce de León.
Mediante el uso de herramientas Trendsmap y Trendinalia, que hacen seguimiento a las tendencias de Twitter en tiempo real y almacenan los principales trendings topics por región o país, La Liga comprobó que ese día el hashtag #LosTestaferrosDeSantos ordenado por Muñoz en el grupo de Whatsapp fue tendencia en Bogotá y en Colombia.
“Ya estamos entre las 10 tendencias”, se congratuló Muñoz en el chat. “Está funcionando muy bien este método organizado”. “Felicitaciones a nosotros mismos, empezamos muy bien la tarea de salvar a Colombia. Unidos somos más fuertes, vamos bien!” (sic). Estos fueron algunos de los mensajes compartidos al grupo, y a continuación algunos de los tuits:
Para la experta Peirano estas estrategias se han usado antes en otros lugares del mundo: “Aprovecharon que las redes sociales crean un espacio privado y lo convirtieron en un movimiento social en el que hay gente simpatizante, los que están llamados a ser tus ejércitos humanos en esas mismas redes”.
 Y agrega: “por primera vez en la historia” las redes sociales “son medios de propaganda política que son capaces de decirle a cada persona por separado lo que quiere oír y hacerle pensar que todo el mundo está pensando lo mismo”. Para concluir, mencionó que “el sueño de una red libre, abiertamente democrática (...) se ha convertido en una pesadilla de manipulación y vigilancia de los usuarios”.
En uno de los periodos analizados por La Liga se observaron otras tendencias que evidencian esas estrategias coordinadas. Fue el caso del apoyo que recibió Uribe en redes cuando se acercaba su indagatoria ante la Corte Suprema el 8 de octubre de 2019 en un caso de presunta compra de testigos. Entre septiembre de 2019 y enero de 2020 más de 30 tendencias pro-Uribe fueron promovidas por los tuiteros del chat.
Entre los blancos del chat no solo estaban Noticias Uno y Juan Manuel Santos. Otras tendencias coincidieron con la participación de Muñoz en el chat y su posterior renuncia.
El 9 de septiembre miembros del grupo movieron el hashtag #LaWPolariza, después de que en este medio se comentara sobre la reunión de tuiteros en el Hilton. Una persona llamada Hamilton, presente en el grupo y en el evento del Hilton, y cuya cuenta de Twitter (@ecuanimusjustus) tenía 20.250 seguidores hasta el 4 de febrero, fue la primera persona que trinó sobre el tema, de acuerdo con la herramienta en línea Rumble, que encuentra la primera vez que se tuiteó algún hashtag. Más de 20 integrantes del chat de Whatsapp se unieron a esa tendencia.
 El 10 de septiembre la operación volvió a realizarse. El mismo usuario (@ecuanimusjustus) publicó por primera vez un trino con el numeral #JulitoNosQuiereCallar. Otros miembros del chat se sumaron.
Tanto #LaWPolariza como #JulitoNosQuiereCallar se convirtieron en tendencia en Colombia, de acuerdo con las herramientas Trendsmap y Trendinalia. La Liga y Sequoia Space establecieron que entre septiembre y octubre de 2019 se escribieron 197 tuits diferentes con #LaWPolariza y 103 con #JulitoNosQuiereCallar,  sin contar retuits.
El 11 de septiembre Muñoz publicó un hilo de trinos desde su cuenta de Twitter dando a conocer su renuncia y explicando el escándalo de los días anteriores.
Iván Luna, científico de datos de Sequoia Space, explicó a La Liga la actividad de las tendencias sobre el tema en Twitter: “En los hashtags se ve cómo se le atribuye la responsabilidad de su salida (de Muñoz) a Julio Sánchez Cristo, periodista de W Radio”.
Los tuiteros organizados en el chat también movieron tendencias en apoyo a Muñoz. El 12 de septiembre a las 4:15 a.m., Sonia Villa (@villasonia01), asistente al evento del Hilton, integrante del grupo de Whatsapp y contacto para las movilizaciones del Centro Democrático en Cartagena, creó por primera vez en Twitter la tendencia #VictorMuñozSeQueda. El hashtag fue tendencia nacional y varios tuiteros del grupo enviaron sendos mensajes en esa red social. Incluso Fernando Nicolás Araújo (@FNAraujoR), senador por el Centro Democrático, se pronunció sobre el tema. También lo hizo Mario Peláez Soto (@MarioPelaezSoto), asesor de la Federación Nacional de Departamentos, quien estuvo en el evento del Hilton y en el grupo de Whatsapp.
La revisión que hizo La Liga da cuenta de que Araújo y otros políticos del Centro Democrático como María Fernanda Cabal, Ruby Chagüi, Paloma Valencia, Margarita Restrepo, Ernesto Macías, Carlos Fernando Mejía, María del Rosario Guerra, Gabriel Santos, Jaime Amín, entre otros, también participaban de los hashtags en Twitter.
Dos periodistas también fueron blancos de la “bodeguita” y se volvieron tendencia. La primera fue #CamilitaEstasPillada (contra Camila Zuluaga, periodista de Blu Radio y Caracol Televisión), cuyo primer tuit fue del portal Los Irreverentes. La segunda fue #JuvinaoMePoneEnPeligro (contra Catherine Juvinao, periodista y exconductora del programa La Luciérnaga de Caracol Radio).
En el primer caso recordaba la acusación de que Zuluaga había recibido 35 millones de pesos del contratista Miguel Nule, lo que ella ha negado en repetidas ocasiones.         
En el segundo caso, el hashtag #JuvinaoMePoneEnPeligro parece ser una respuesta a trinos de Juvinao como este:  
Pero el chat uribista no solo sirvió para ponerse de acuerdo con las tendencias que moverían en Twitter. La conversación también buscaba saber cómo conquistar a los jóvenes y cómo hacer para ampliar su mensaje, a través del arte o el cine. También sirvió para compartir contenidos como lo hizo el integrante Mauricio Villegas (@mauroville), quien envío el link https://www.syti.net/ES/Manipulations.html, una página de internet que tiene como título “estrategias de manipulación” de la opinión pública.
Al menos 16 cuentas de Twitter del total de quienes integraban el chat tienen, además de su evidente cercanía con las ideas uribistas, otra cosa en común: son columnistas o miembros de El Parche del Capuchino, portal fundado por Carlos Eduardo Gómez Cajas, quien también estuvo en la reunión del Hilton y en el grupo de Whatsapp.
En el sitio web figuran columnas de opinión de las senadoras Paloma Valencia y María Fernanda Cabal, los exviceministros Rafael Nieto Loaiza y Fernando Londoño Hoyos, los abogados Iván Cancino, Francisco Bernate, el coronel (r) Alfonso Plazas Vega, entre otros.
Estrategias “antiéticas”
¿Lo que pasó en este chat es ilegal, es un acto criminal, es antiético? La Liga le hizo esta pregunta a Carolina Botero, directora de la Fundación Karisma, organización sin ánimo de lucro con sede en Bogotá que trabaja en la promoción y garantía de los derechos humanos en el mundo digital.
“Quizás exista un tema de responsabilidad jurídica, pero por encima de todo es antiético (...) que estén miembros del propio Gobierno para mí es el gran problema de ese chat. La actuación de candidatos o asesores de senadores está mal porque no es un juego limpio”.
Agrega Botero que “el problema está en esos funcionarios de gobierno, en la diplomática que tiene una naturaleza y una obligación diferente porque se parte del principio de que se gobierna para todos. Lo que se muestra es que hubo un apoyo a una orquestación y eso es gravísimo en términos democráticos, de garantías democráticas”.
Tanto los expertos Ponce de León como Peirano coinciden con Botero. “Es antiético. Están conspirando para distribuir desinformación con una estrategia común, pero finísima”, señala la investigadora española.
“En el mundo real esto debería ser ilegal e incluso rayar contra la libertad de expresión porque un público está siendo manipulado por estas cuentas. La información que te llega a ti puede confundir e influenciar tus posiciones. Estás tomando decisiones basado en datos que recibes y que deliberadamente pueden llegar a ser falsos o te pueden crear una opinión distinta a la que tendrías con datos certeros o con el panorama general de un hecho, que a veces no tienes”, indicó Ponce de León.
José Luis Peñarrendonda, periodista e investigador digital, comparó la ‘bodeguita’ uribista con el sonado caso de “La bodega de Fico", que lo destapó De la Urbe y La Silla Vacía. “Ese caso fue evidencia de la coordinación”, dijo. Y se refirió a otro ejemplo de Puerto Rico cuando el gobernador Roselló fue destituido a raíz de la filtración de un chat: “algo muy parecido a esto: funcionarios del gobierno, junto con una gente de comunicaciones estaban moviendo tendencias y moviendo información”.
“Que hayan funcionarios haciendo esto a mí me parece una cosa muy complicada. (…) un funcionario del gobierno es un funcionario de todos los colombianos y el hecho de que no solamente está haciendo cosas que desnivelan, que manipulan a las audiencias de cierta manera, sino que también estén haciendo ataques tan directos y tan frontales a personas específicas de la oposición, me parece éticamente muy reprochable, me parece que debería tener consecuencias disciplinarias”, opinó
La Liga Contra el Silencio buscó a los personajes de mayor perfil público en el chat. La cónsul Claudia Bustamante manifestó: “No estoy autorizada para hablar de esos temas”. Ante la pregunta de quién la puede autorizar, insistió: “Nadie, porque ese es un tema que no tiene que ver con mi función consular”.
Juan Pablo Bieri pidió contactar a sus abogados. Uno de ellos, Francisco Bernate, explicó que Bieri “como cualquier ciudadano es libre de participar del chat que considere, de las temáticas que considere, eso forma parte del fuero interno de cada ciudadano”.  Y agregó: “no estoy seguro de que él activamente hubiese participado de un matoneo a periodistas, creo que no”. Aseguró que Bieri fue un espectador.
En la primera llamada de La Liga, Víctor Muñoz, alto consejero para Asuntos Económicos, dijo que atendería en dos horas; sin embargo, no volvió a responder pese a que intentamos contactarlo durante tres días. El grupo de Whatsapp, de 88 personas, fue cerrado el 18 de septiembre de 2019. Sin embargo, el ecosistema uribista siguió actuando en Twitter.
*La autenticidad del chat de Whatsapp fue resguardada a través de la revisión de su identificador único o hash
Ecosistema uribista en Twitter
La empresa de tecnología Sequoia Space analizó para La Liga el comportamiento en Twitter de las 63 personas que fueron identificadas en el chat de Whatsapp ‘Influenciadores’.
Iván Luna, científico de datos de la compañía, explicó que “la red comienza con 63 integrantes en septiembre de 2019 y para diciembre de 2019 ya tiene 250 integrantes que participan activamente [en Twitter]”. Los participantes activos son usuarios que interactuaron con los 63 iniciales publicando, respondiendo y retuiteando en esos cuatro meses.
Pasar de 63 a 250 usuarios activos significa un crecimiento del 397 % en solo cuatro meses. Pero este dato es todavía inferior a la cantidad de cuentas que se sumaron realmente a la ‘bodega uribista’ iniciada en Whatsapp. Esto porque La Liga no pudo identificar 25 de las 88 personas del chat, pero también porque cuatro de las 63 cuentas que sí se lograron identificar estaban cerradas en el momento de aplicar el análisis.
Estas eran: @cmbustamante, la cuenta de la creadora del chat y actual cónsul, Claudia Bustamante, que hoy ya está de nuevo activa; @NICHIN74 la cuenta de Luis Vega que fue suspendida y que él reemplazó luego por @nichin97; @ileanagiaimo, la cuenta de Ileana Giaimo del Castillo que ya no existe y @uribista1000, la cuenta de Álvaro A. Martelo R. que fue suspendida.
Así, aunque este ejercicio no está aún completo, la siguiente visualización dibuja el ecosistema uribista que se desprendió de las 59 cuentas de Twitter que sí estaban activas en el momento del análisis.
*Es recomendable explorar este contenido desde su computador:
Entre a www.ligacontraelsilencio.com para conocer las tendencias que promovieron desde Whatsapp y quiénes más se les unieron en Twitter. 

lunes, febrero 03, 2020

1917 ... la revolución rusa... balances

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, tiene planeado faltar este mes a una cita con la historia. Desde principios de año, el mandatario ha dado a entender que piensa ignorar el centenario de la Revolución de Octubre. Por eso, el Kremlin no tiene planeada ceremonia alguna para conmemorarla, la televisión transmitirá sus programas habituales y su gobierno ha dicho que le va a dejar el tema a un grupo de expertos. Una decisión llamativa si se tiene presente que el propio Putin ha dicho en varias ocasiones que “la mayor tragedia del siglo XX fue la disolución de la Unión Soviética”, es decir, el Estado que surgió de ese proceso.
Algunas razones explican la incomodidad del líder ruso. Por un lado, los hechos de finales de 1917 significaron el cambio brutal de un gobierno autoritario, justamente lo que representa hoy Putin. Por el otro, esas fuerzas bolcheviques comandadas por Vladimir Ilich Lenin sacaron a los nacionalistas de la ecuación política y llegaron al poder con la idea de desmantelar el Estado en aras del internacionalismo comunista. Todo lo contrario de Putin.
Por supuesto, la historia no se limito esa herencia y hoy resulta claro que la revolución rusa fue uno de los eventos más complejos y con más ramificaciones de la historia reciente. Lo que en algún momento lució como un levantamiento popular contra el zar, pronto se convirtió en uno de los regímenes más represivos de la historia. También pocos años después dio lugar a la figura de Yósif Stalin, quien concentró en su persona tanto poder como los zares, reprimió a su pueblo con la mano más dura imaginable y al mismo tiempo puso a Rusia en el papel de superpotencia geopolítica.
De hecho, las circunstancias que condujeron a los levantamientos populares de 1917 que acabaron con el Imperio ruso determinaron no solo la historia de esta nación, sino también, como afirman historiadores de la talla de Eric Hobsbawm o Moshe Lewin, la del resto del siglo XX.
Alerta roja
Ese capítulo de la historia había comenzado a finales de febrero de ese año, cuando una marcha multitudinaria para conmemorar el Día Internacional de la Mujer atrajo a decenas de miles de artesanos, campesinos y obreros que lanzaron una huelga nacional que se extendió varios días. En buena medida, este levantamiento respondía a las duras condiciones económicas en las que vivían los 126 millones de personas y los 194 grupos étnicos que componían el Imperio ruso. Por ese entonces, campesinos que vivían apenas por encima del nivel de subsistencia componían las tres cuartas partes de la población. A su vez, unos pocos nobles tenían el poder concentrado en sus manos y trataban al resto de la población como subhumanos.
Sin embargo, esos problemas no eran nuevos ni exclusivos de Rusia. Como dijo a SEMANA Rex A. Wade, profesor de Historia de la Universidad George Mason y autor de 1917: La Revolución rusa, “ese año, el imperio dirigido por Nicolás II era ya un sistema político obsoleto, y él mismo era un incompetente como gobernante. A su vez, durante el cambio de siglo Rusia se estaba transformando a pasos acelerados y había pocas posibilidades de que las viejas estructuras siguieran resistiendo”. De hecho, ya desde mediados del siglo XIX el zar Alejandro II (el abuelo de Nicolás) había emprendido una serie de reformas sociales, económicas y políticas, incluyendo un Edicto de Emancipación de los siervos. Sin embargo, lo asesinaron cuando esas políticas apenas comenzaban y su heredero, Alejandro III, echó para atrás su agenda liberalizadora y devolvió a Rusia a un sistema feudal.
Su muerte prematura llevó al poder a un jovencísimo Nicolás, quien desde el principio mostró poco interés por el arte de gobernar y durante años ignoró los cambios que sufría su país. En particular, su decisión de participar en la Gran Guerra puso en evidencia todo su atraso militar y económico. Pese al fervor inicial, la aventura bélica solo trajo a los rusos derrotas devastadoras, caos económico y una grave crisis alimentaria. Cuando explotó la Revolución de Febrero, gran parte del odio de los manifestantes se concentró en la figura de Nicolás, por lo que a principios de marzo tuvo que renunciar a su cargo. De forma diciente, firmó esa dimisión a lápiz, como quien no quiere la cosa.
Pero lo cierto es que tras tres siglos en el poder, la dinastía de los Románov había llegado a su fin. Durante los siguientes siete meses el poder quedó en manos de un gobierno provisional, dirigido por Aleksandr Kerenski, que tenía el mandato de llevar a cabo las reformas que un grupo heterogéneo de republicanos, anarquistas, demócratas, revolucionarios y socialistas aprobó en febrero. Sin embargo, desde el principio este se metió en una camisa de once varas al tratar de defender los intereses de los trabajadores al tiempo que pretendía cumplir los compromisos adquiridos por el Estado ruso, en particular en el ámbito bélico. Esa política se tradujo en la desastrosa ofensiva de julio, en la que el Ejército ruso sufrió una serie de humillantes derrotas que minaron por completo la credibilidad de Kerenski.
Adicionalmente, al retrasar indefinidamente la prometida reforma agraria, el gobierno provisional le abrió un boquete a la izquierda radical, encarnada por los bolcheviques. “Según su punto de vista, solo si ellos controlaban el Estado, este podría finalmente convertirse en una herramienta para alcanzar los intereses de la clase trabajadora, los campesinos pobres y los soldados”, dijo en diálogo con SEMANA Michael Hickey, profesor de Historia de la Universidad de Bloomsburg y autor de Competing Voices from the Russian Revolution. Esa coyuntura, junto con las habilidades tácticas de Trotsky y la capacidad de convocatoria de Lenin, pusieron a ese grupo en el momento y en el lugar exactos para apoderarse del Palacio de Invierno.
En efecto, a finales de octubre varios acontecimientos encadenados condujeron en Petrogrado (hoy San Petersburgo) a que los bolcheviques tomaran el Palacio de Invierno. Liderados por León Trotsky, en la mañana del 25 de ese mes (que en el calendario gregoriano hoy vigente cae el 8 de noviembre), se apoderaron de la estación de telégrafo, la central eléctrica, los puentes estratégicos, la oficina de correos, las estaciones de tren y el banco estatal de esa ciudad. Hacia el mediodía, Kerenski tuvo que huir del Palacio de Invierno disfrazado de enfermera. Un día después y casi sin disparar un solo tiro, los bolcheviques tomaron las riendas del Imperio de los zares. Las manejarían durante 73 años, hasta 1991.
Un duro despertar
Todas las revoluciones exitosas tienen que navegar entre las promesas de libertad y cambio. Pero la de Rusia vivió desde el principio en la esquizofrenia. Por un lado, la caída del zar propició un ambiente de cambio social y económico que solo se puede comparar con la Revolución francesa o la independencia de Estados Unidos. “Sea cual sea el balance general que uno haga de la Revolución rusa, es claro que terminó por simbolizar la liberación”, dijo Hickey. En ningún campo fue eso más claro que en el de las artes, donde el pintor Kazimir Malévich, el poeta Vladímir Maiakovski o el cineasta Serguéi Eisenstein redefinieron sus disciplinas y sentaron las bases del arte contemporáneo.
Pero por el otro, las promesas democráticas pronto dieron paso a un régimen asediado por todos los frentes. De 1918 a 1922 la naciente Unión Soviética sufrió una guerra civil que les costó la vida de millones de personas, entre ellas la de Nicolás II y toda su familia, ejecutados algunos meses después de la toma del Palacio de Invierno para evitar que las fuerzas leales, conocidas como los rusos blancos, los devolvieran al poder. A su vez, las potencias extranjeras que querían pescar en río revuelto atacaron las fronteras de la recién creada Unión Soviética en Europa, el Cáucaso e incluso el Lejano Oriente. Y como si todo lo anterior fuera poco, el gobierno comunista asumió una economía de guerra. Todo lo cual favoreció, tras la muerte de Lenin, el ascenso de Stalin, quien hasta entonces había jugado un papel periférico, pero se movió como pez en el agua en el Estado policial en el que se convirtió su país.
Su llegada al poder redefinió el gobierno soviético de dos maneras. Por un lado, creó un aparato represivo que nada tenía que envidiarle al de los zares. Por el otro, puso a girar la política internacional en torno a su gobierno. Como dijo a esta revista Sean McMeekin, profesor de Historia de la Universidad Bard y autor de The Russian Revolution, A New History, “el fascismo y el nazismo surgieron como reacción al comunismo, y no solo en un sentido negativo. Mussolini tomó la estética de las camisas negras de las chaquetas ‘bomber’ de los agentes de la Cheka (la policía secreta soviética) y Hitler copió los campos de concentración soviéticos. Sin olvidar que la Segunda Guerra Mundial fue una consecuencia directa del pacto que el segundo y Stalin firmaron en 1939”.
Sin embargo, los soviéticos combatieron con los aliados y contribuyeron de tal manera a la derrota de los nazis y sus secuaces, que adquirieron el aura de paladines de la libertad. Y pese a todos los sufrimientos que había infligido a su pueblo, era innegable que Stalin había convertido a su país en una superpotencia.
Como era de esperarse, el acuerdo con Estados Unidos y sus aliados se desmoronó una vez cayeron derrotados los nazis y estalló la Guerra Fría. En una de esas grandes ironías de la historia, un régimen con una estructura vertical y militar se convirtió durante la posguerra en el símbolo de la libertad y de la lucha antiimperialista de los pueblos de África, Asia y América Latina.
Ese apoyo, que no fue simplemente moral, convirtió a la Unión Soviética en uno de los protagonistas de la política de muchas regiones del mundo. “Al financiar los partidos comunistas de decenas de países, Moscú introdujo un cáncer peligroso en el sistema internacional, pues esos partidos funcionaban como ‘quintacolumnas’ consagradas a debilitar sus propios países”, dijo McMeekin. En América Latina, esto se evidenció con la aparición de decenas de grupos marxistas-leninistas armados, que marcaron la política de sus países y que en Cuba y Nicaragua llegaron incluso al poder.
En buena medida, la caída de la Unión Soviética durante el gobierno de Mijaíl Gorbachov, aplastada por su propia incapacidad para adaptarse a los tiempos (ver siguiente artículo), puso en evidencia la rigidez con que Moscú había manejado esas relaciones. Y sin embargo, el influjo de la ideología soviética no ha desaparecido del panorama geopolítico. “La revolución bolivariana de Chávez en Venezuela, la ‘lucha anticolonial’ de Robert Mugabe en Zimbabue o incluso el proyecto del laborista británico Jeremy Corbyn son reminiscencias del sistema soviético. Y como este, han tenido una gran acogida hasta que llega el momento de pagar la cuenta”, agregó McMeekin. No deja de ser irónico que haya sido el propio Karl Marx quien dijo la frase célebre según la cual “la historia se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda como farsa”.