viernes, diciembre 27, 2019

Sudamérica está en crisis, pero hay soluciones


Sudamérica se está desmoronando. La rebelión popular en Chile —un país percibido por buena parte de sus vecinos como un ejemplo de éxito basado en el buen comportamiento— es solo el caso más extremo del descontento manifiesto (o a punto de estarlo) en casi todos los países de Sudamérica. La lucha entre la derecha y la izquierda se ha intensificado. Sin embargo, hasta el momento, estas protestas no han logrado nada que contribuya a un crecimiento económico socialmente inclusivo. ¿Qué significa todo esto? ¿Y en qué medida los problemas de Sudamérica reflejan los de Estados Unidos?
Los detonantes que han generado conmoción en la región han sido por lo general ordinarios —un aumento en los precios de la gasolina o en la tarifa del autobús—, pero han conectado con fuentes más profundas de frustración. Millones de trabajadores se sienten abandonados por las élites corruptas y egoístas que gobiernan sus países. Tras haber presenciado rachas de crecimiento económico y oportunidades, estos millones no ven posibilidad de progreso en la actualidad. En el pasado estos ciudadanos se han sabido indefensos, pero ahora han descubierto que pueden encontrar poder en las redes sociales y en las calles. Nada de esto es exclusivo de América del Sur. Pero cuando empezamos a buscar las causas y las soluciones, es cuando surge una historia más desafiante.
En décadas recientes, Sudamérica ha oscilado entre dos estrategias fallidas de desarrollo económico. En una parte del mundo rica en recursos naturales, una de esas estrategias ha usado la riqueza de la tierra —agricultura, ganadería y minería— para subsidiar el consumo urbano sin mejorar las habilidades y la productividad de los trabajadores. Si bien este enfoque ha democratizado la economía en cuanto a la demanda, suele derrumbarse cuando los precios de las materias primas bajan. Además, es incapaz de crear una base duradera para un crecimiento económico socialmente inclusivo porque apuesta a las riquezas fáciles de la naturaleza en vez de a lo que el intelecto humano puede crear.
Otra estrategia hace lo que sea que la gente en el poder piense que es necesario para complacer a los mercados financieros, comenzando por la disciplina fiscal, con la esperanza de provocar una oleada de inversión extranjera y nacional. La oleada nunca llega o, si llega, no permanece mucho tiempo. Recientemente, Mauricio Macri en Argentina y Jair Bolsonaro en Brasil invocaron a los espíritus del capital. Sin embargo, los espíritus no se materializaron.
Ningún país se enriquece siguiendo un modelo recomendado por las grandes potencias del momento, que quieren que los rezagados esperen pacientemente en la fila, resignados a su suerte en la división mundial del trabajo. La rebelión contra las fórmulas prescritas por esas potencias no siempre es recompensada; la obediencia es invariablemente castigada. No existe ascenso nacional sin innovación institucional, y no se puede lograr la innovación institucional sin desarrollar la habilidad de ser diferente. Sí, el realismo fiscal es indispensable, pero no por las razones esgrimidas por los predicadores de una falsa ortodoxia: es indispensable para que los países y sus gobiernos no estén sujetos a los caprichos e intereses de las altas finanzas y puedan permitirse la valentía de abrir vías de desarrollo basadas en la democratización de las oportunidades y las capacidades.
Si estas dos estrategias no funcionan, entonces ¿cuál es la indicada? Movilizar recursos naturales para construir el país sin dejarse intimidar por dogmas acerca de lo que el gobierno y la iniciativa privada pueden hacer. Ambos pueden lograr, especialmente trabajando juntos, mucho más de lo que suponemos. Piensen en esta parte de lo que funciona como en una economía de guerra sin el componente de la guerra. Se debe innovar en la organización de los mercados para que la gente sea capaz de llegar a más mercados de diferentes maneras y adquirir los medios para ser más productivos.
¿Suena radical e inverosímil? Recuerden a Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX: el plan de Alexander Hamilton de construir el país desde arriba no habría sido tan exitoso si la agricultura y las finanzas no se hubieran democratizado. En estos dos sectores, y a pesar de la pesadilla aterradora de la esclavitud de los africanos, los estadounidenses no regularon los mercados o atenuaron sus desigualdades simplemente con tributación progresista y gasto social. Ellos reinventaron la economía de mercado y realizaron innovaciones en las instituciones y en las leyes que le dan forma a la distribución básica del beneficio económico.
En la actualidad, un esfuerzo semejante en Sudamérica y en Estados Unidos necesita un enfoque diferente. Hay una nueva vanguardia de producción, fundamentada en la ciencia y tecnología y marcada por la innovación permanente. Esta economía del conocimiento permanece confinada, en todas partes del mundo, en comunidades que excluyen a la vasta mayoría de los trabajadores y los negocios, lo que tiene consecuencias de largo alcance en la desigualdad y la desaceleración económica. Negar las prácticas más avanzadas de producción a la mayoría de la población y los negocios ha frenado el crecimiento incluso en los países más ricos. El abismo entre las partes avanzadas y rezagadas de la economía ha generado una desigualdad tan grave que ni la tributación progresista ni la redistribución mediante el gasto social son capaces de corregirla.
Profundizar y diseminar la economía del conocimiento es el camino actual para alcanzar una prosperidad mayor y más inclusiva. Estados Unidos y Sudamérica se desviaron de ese camino. Solo que los estadounidenses eran mucho más ricos que los sudamericanos cuando se desviaron. Aun así, ambos comparten diferentes versiones del mismo dilema y las mismas ilusiones.
El fracaso político y económico está detrás de la infelicidad de América del Sur. Cada senda nacional tiene que ser descubierta y desarrollada de manera experimental. Para organizar ese esfuerzo, los sudamericanos necesitan el tipo correcto de democracia: una que eleve los niveles de participación popular en la vida política, que resuelva con rapidez el estancamiento político (por ejemplo, con elecciones adelantadas) y que use el federalismo para combinar iniciativas decisivas del gobierno central con la oportunidad de que los estados se aparten del camino principal tomado por el país y experimenten con modelos alternativos del futuro de la nación.
Esa no es la democracia que las repúblicas de Sudamérica copiaron de Estados Unidos. América del Sur ya no puede permitirse arreglos constitucionales que asocien —como lo hace la constitución estadounidense— la fragmentación del poder, necesaria para la libertad, con el aletargamiento de la política, algo que inhibe los cambios estructurales. Este tipo de democracias de “poca energía” necesitan que haya crisis, en forma de guerra o ruina económica, para lograr transformaciones. Los sudamericanos no deberían necesitar una guerra mundial o un colapso económico como el de la década de los 30 —como fue el caso de Franklin Roosevelt en Estados Unidos—, para poder lograr transformaciones necesarias.
Los problemas de Sudamérica parecen demasiado familiares. Sin embargo, para superarlos, se requiere de algo novedoso y diferente en la economía, en la política y en el pensamiento. Ciudadanos estadounidenses, tomen nota: esta historia también les concierne.
* Profesor de Harvard, fue ministro de Asuntos Estratégicos en los gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil.
(c) The New York Times.

Una nueva oportunidad para el futuro de Chile; Texto del Presidente de Chile

Resultado de imagen para más de un millon de personas en santiago de chile

Por Sebastián Piñera Echenique

30 años, y con la firme voluntad de nuestro pueblo, recuperamos nuestra democracia en forma pacífica y dimos vida a una nueva y moderna república, basada en tres principios básicos: un profundo compromiso con la democracia y el Estado de derecho, una economía de mercado libre —abierta y competitiva— y una firme determinación para derrotar la pobreza y una mayor igualdad de oportunidades.

Los hechos hablan por sí solos: el ingreso per cápita se multiplicó por cinco y Chile pasó del sexto lugar en ingreso per cápita e Índice de Desarrollo Humano a encabezar la lista en América Latina. La pobreza cayó de casi un 69 por ciento a un prometedor 8,6 por ciento: ocho millones de chilenos superaron la pobreza. Entre 1990 y 2015, los ingresos del 10 por ciento más pobre de los chilenos aumentaron en un 439 por ciento, mientras que los ingresos del 10 por ciento más rico aumentaron en un 208 por ciento. Surgió una clase media amplia y pujante, y nos propusimos transformar a Chile en un país desarrollado y sin pobreza antes de que termine la década que comienza.

Hoy, la desigualdad de ingresos en Chile es menor que el promedio latinoamericano. Pero no supimos aprovechar lo suficiente el poder del crecimiento para reducir la brecha de ingresos. Muchos sintieron que quedaron atrás, inundados por un sentimiento legítimo de injusticias que desencadenó en una ola de protestas sociales. Para responder a ese llamado y luchar contra las desigualdades, necesitamos una agenda social ambiciosa, mantener un crecimiento sano de la economía y lograr un acuerdo constitucional con participación amplia e inclusiva, que refleje los valores y principios que han forjado nuestra nación.

En las últimas semanas hemos experimentado un enorme e inesperado estallido de violencia, incendios, disturbios, destrucción y delincuencia, que ha causado un grave daño al cuerpo y alma de Chile.

Durante estos tiempos difíciles y violentos, mientras ejercimos nuestro deber de restaurar el orden público y la seguridad ciudadana, nuestro gobierno tomó todas las medidas y precauciones necesarias para garantizar el máximo respeto de los derechos humanos de todos.

Aplicamos las normas más estrictas para regular el uso de la fuerza por parte de las policías, adoptamos una política de plena transparencia en toda la información de los derechos humanos y reforzamos el sistema de defensores públicos. Concedimos a nuestro Instituto Nacional de Derechos Humanos pleno acceso a todas las instalaciones policiales y hospitalarias para realizar su tarea de protección de los derechos humanos en forma autónoma. Dimos la bienvenida a la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y a Human Rights Watch para que observaran de primera mano la situación del país. Hay evidencias que dan cuenta de abusos y uso excesivo de la fuerza. Todos estos casos están siendo investigados por la fiscalía y serán juzgados por los tribunales de justicia, como corresponde en una democracia y un Estado de Derecho.

En estos tiempos difíciles, nuestro mejor aliado ha sido nuestra democracia, nuestras instituciones y nuestro Estado de derecho, que permanecieron intactos y desempeñaron un papel esencial durante la emergencia.

En medio de esta ola de violencia, surgió en Chile un proceso de naturaleza totalmente diferente: el mayor movimiento social de nuestra historia reciente. Los chilenos de todas las edades y sectores salieron a las calles a protestar legítimamente contra las desigualdades excesivas, las bajas pensiones, la calidad y el costo de los servicios públicos, los abusos en el suministro de bienes y servicios y otros problemas que se venían acumulando desde hace décadas. En un día en particular, más de un millón de personas se expresaron en las calles.


Esta protesta social se convirtió en una gran oportunidad para construir un nuevo futuro para Chile. Es la expresión legítima de una democracia viva y vital, que nos dio la oportunidad de conectarnos mejor con nuestros ciudadanos y liderar una transición hacia una sociedad más justa y con mayor igualdad de oportunidades, donde el progreso y el desarrollo sean más inclusivos y sostenibles.
Ahora necesitamos una nueva transición, inspirada por una nueva visión, escuchando a nuestros ciudadanos y encontrando juntos las soluciones a corto y largo plazo que cimentarán el camino hacia una sociedad más libre, justa y próspera. Para lograr este objetivo, debemos actuar con un fuerte sentido de unidad, urgencia y responsabilidad.

Un Estado no puede alcanzar el pleno desarrollo si una parte significativa de su población o territorio no están participando de la generación y los beneficios del crecimiento.

Nuestro primer paso fue lanzar una Nueva Agenda Social con un conjunto de medidas muy concretas que abordan algunas de las principales preocupaciones cotidianas de los chilenos, dando alivio y mayor dignidad a sus vidas. Esta agenda incluye un aumento en las pensiones y la creación del ingreso mínimo garantizado; mejores condiciones para las micro, pequeñas y medianas empresas; una reducción en el precio de los medicamentos y mayor financiamiento para la salud pública; la estabilización de los precios del transporte, el agua, la electricidad y los peajes; el aumento de los impuestos para los más ricos, y una reducción a los históricos altos salarios de los parlamentarios y de otros funcionarios del sector público.

Esta agenda requiere importantes recursos públicos que estamos financiando con una reforma tributaria y la disciplina fiscal necesaria.

No tenemos tiempo que perder, porque no habrá justicia social sin crecimiento y desarrollo, y no habrá crecimiento y desarrollo sin justicia social.

Por estas razones, nuestro segundo paso fue poner en marcha un proceso nacional de diálogos ciudadanos, que permitirá a nuestros compatriotas expresar sus principales preocupaciones, demandas y aspiraciones, en espacios sin preguntas excluidas y donde los chilenos puedan discutir y debatir libremente sus ideas.

Pero hay una condición indispensable: no podemos tolerar ninguna forma de violencia, ni ningún tipo de abuso de los derechos humanos. De lo contrario, nuestra democracia se debilitará. Debemos poner fin a toda la violencia, recuperar la paz social y concentrarnos en los enormes desafíos y oportunidades del futuro.

Además de recuperar el orden público y la paz social, y ejecutar poderosas políticas sociales para derrotar la pobreza, reducir las desigualdades excesivas y crear una mayor igualdad de oportunidades, necesitamos forjar en Chile un nuevo pacto social. Por eso hemos acordado una hoja de ruta que nos permitirá, por primera vez en plena democracia y con participación ciudadana efectiva, acordar una constitución que nos brinde un marco de unidad, legitimidad y estabilidad, con el que podamos enfrentar los grandes retos y oportunidades del futuro. Después de todo, una casa dividida no puede prevalecer.

Estoy seguro de que los chilenos demostrarán una vez más el alma noble y solidaria de nuestro país. Juntos construiremos un país más libre, más justo, más fraterno y más próspero, un país que podemos llamar nuestro hogar común, la casa de todos los chilenos, donde podamos pensar de manera diferente, pero respetar nuestras diferencias y juntos construir un futuro mejor para todos.
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DATO CLAVE, Piñera es uno de los 10 billonarios de Chile, está en el top de las 1000 personas más ricas del planeta. https://es.wikipedia.org/wiki/Sebasti%C3%A1n_Pi%C3%B1era 

original en https://www.nytimes.com/es/2019/12/18/espanol/opinion/sebastian-pinera-chile.html

martes, diciembre 10, 2019

Chile 2019: la explosión, la desigualdad ... NUNCA MÁS BASTARÁ SÓLO CON SUPERAR LA POBREZA

ENTREVISTA
 Profesor de Economía Internacional de UCLA

Sebastián Edwards, el economista más prestigioso de Chile: "Habrá un vuelco hacia un capitalismo más inclusivo"

El economista chileno más reputado a nivel mundial mira con preocupación la crisis por la que atraviesa su país. Considera que sólo se solucionará con un repliegue de las políticas neoliberales y un vuelco hacia un capitalismo más inclusivo. "La clase media simplemente se hartó", advierte



Sebastián Edwards. EL MUNDO
Sebastián Edwards (Santiago de Chile, 1953) es el economista chileno más prestigioso a nivel mundial. Profesor de economía internacional en UCLA, Edwards ha trabajado en el Banco Mundial y es investigador asociado del National Bureau of Economic Research (NBER). Es uno de los pioneros en el estudio del populismo económico. Vive en California, donde enseña y escribe. Es, además, un novelista de éxito y un intelectual inquieto, muy pendiente de lo que pasa en su país de origen que ahora vive días convulsionados.
¿Se acabó el modelo chileno? ¿Por qué?
El modelo agoniza. Como en la novela de Faulkner, el desenlace es cierto: es la muerte del modelo. Lo que no sabemos es cuánto demorará el proceso, si será lento o rápido. Tampoco sabemos, exactamente, qué lo reemplazará.
Usted ha hablado de la paradoja chilena: que el modelo que más ha reducido la desigualdad en la región ha sido el primero en ser tumbado por el pueblo. ¿Cómo se explica?
Mi explicación es simple: hay más de un concepto de desigualdad, más de una manera de entender el fenómeno. Por un lado, está la desigualdad de ingresos o desigualdad vertical, la que miden los economistas con el coeficiente de Gini. Esta es la que ha caído bastante rápido, aunque aún es alta. Pero hay un segundo concepto, que adquiere gran importancia una vez que los países han alcanzado cierto grado de desarrollo. Se trata de la "desigualdad horizontal" o desigualdad de trato; desigualdad de acceso a bienes públicos como áreas verdes y de esparcimiento, desigualdad ante la ley, desigualdad con respecto a acceder a ciertos puestos de trabajo. Es lo que la filósofa Elizabeth Anderson llama la "desigualdad relacional". Y es en este ámbito donde Chile anda mal, muy mal. Las falencias están capturadas en el índice Better Life de la OECD. Cuando uno lo analiza, Chile ya no aparece como el paraíso o el oasis del que tantos hablaban. Hay abusos, humillaciones, mal trato. La gente siente que no la respetan, sienten una falta de dignidad.
¿Cuáles son a su juicio las razones de esta convulsión?
La clase media siente que han abusado de ella durante años. Simplemente se hartó. Hay que recordar lo siguiente: en 1990 un 53% de los chilenos vivía bajo la línea de la pobreza; en 2018 tan solo 8% eran pobres. Vale decir, 40% de la población (un número enorme) pasó de ser pobres a ser clase media. Pero es una clase media muy vulnerable. Son personas con aspiraciones y miedos, especialmente miedo de volver a caer en la pobreza. Los distintos gobiernos le fallaron a esta clase media, la que fue acumulando rabia y resquemores, la que fue sintiendo pasada a llevar, la que se sintió humillada.
¿Tiene sentido que los mismos que temían volver a ser pobres avalen unos desórdenes y una destrucción que sólo los empobrece?
Esa es la tragedia. El enorme daño colateral del estallido. Los supermercados saqueados están en los lugares de menores ingresos; lo mismo con farmacias y hospitales. Lo más probable es que no sean reconstruidos y que esa gente tenga mayores penurias. Es siempre así. Así fue en los "Riots de 1992" en Los Ángeles, California, los que me tocó vivir. Esta tragedia se acentúa en un caso como el chileno, donde las protestas no tienen líderes que las encaucen.
Usted ha dicho que no hay que temerle a la elaboración de una nueva Constitución en Chile. En todos los países de América que aprobaron constituciones en los últimos 30 años el gasto público se incrementó de manera importante y uno de ellos -Venezuela- es un desastre económico. ¿Por qué tenemos que ser optimistas?
Yo digo que no hay que ser pesimista; Chile no tiene por qué ser la próxima Venezuela. En los últimos 30 años ha habido constituciones completamente nuevas en ocho países de la región, y Venezuela es el único desastre económico. Los otros países han tenido problemas, pero los han superado con negociaciones políticas, reformas constitucionales, leyes adecuadas. Perú, incluso, ha sido un país económicamente muy exitoso, aunque con problemas políticos. Si el mayor gasto público va acompañado de mayor recaudación, no debiera haber problemas. Es lo que sucedió, por ejemplo, en Perú y en Paraguay. Lo importante es esto: si bien no hay que caer en el temor irracional, hay que hacer una constitución moderna y razonable. Vale decir, una constitución alejada de la de Venezuela. Una constitución con mecanismos que anclen al país en una razonabilidad económica, que protejan uno de los mayores logros del Chile democrático: la derrota de la inflación, un flagelo que castiga con dureza a los más pobres. Nótese esto: entre 1938 y 1998, Chile no tuvo nunca una inflación menor al 5% anual. ¡Nunca! Desde esa fecha, la inflación ha superad el 5% solo dos veces. Un cambio enorme.
Las Constituciones no son una panacea. Usted es coautor de un estudio que demuestra que incluir el derecho a la educación en los textos constitucionales no garantiza que la educación sea buena.
Es un estudio detallado, con técnicas estadísticas avanzadas y sofisticadas. Nuestros resultados indican que la calidad de la educación - medida por los resultados de la prueba PISA - no es más alta en países que garantizan con más fuerza los derechos sociales en sus constituciones. Hay países en los que la constitución no incluye esos derechos (EEUU) y la educación tiene una calidad relativamente buena, y otros con derechos estrictos y educación mala. Hay factores familiares, institucionales, estructurales y de políticas que son mucho más importantes. Por ejemplo, cuántos libros hay en casa y cuáles son los hábitos de lectura de la familia. Y esos factores no se cambian de un plumazo, por medio de un artículo en la constitución.
Usted fue un pionero en el estudio del populismo económico. ¿Qué cosas nos indicarían que un texto constitucional ha caído en el populismo económico?
En nuestro estudio original, Rudi Dornbusch y yo estudiamos las explosiones inflacionarias en regímenes populistas. Demostramos que hay un ciclo bien definido, ciclo que pasa de la euforia a la catástrofe en un periodo más o menos breve. El mayor antídoto a una explosión populista es asegurar en la Constitución que el banco central sea un organismo autónomo, manejado con absoluto profesionalismo. Países con bancos centrales manejados con criterios políticos y de corto plazo, son susceptibles a caer en el populismo. Eso es, precisamente, lo que pasó en Venezuela. Desafortunadamente en el mundo ha surgido una corriente de pensamiento llamada Modern Monetary Theory (MMT) que desconoce esta regla simple y efectiva. Pareciera ser que en Argentina la van a adoptar. Auguro un mal resultado.
Al margen de los errores cometidos, la imagen de Sebastián Piñera, un multimillonario, no ha ayudado a superar la crisis. En 2009 usted le propuso que regalara toda su fortuna. ¿Qué cree que habría sucedido si lo hubiera hecho?
No lo sé; nadie lo sabe. Pero lo que sí es cierto es que un presidente con una riqueza enorme, un presidente que aparece en la lista anual de Forbes de los billonarios, no tiene la imagen del "hombre de la calle." Se le piensa, correctamente, como alguien con grandes privilegios. Y eso no es saludable en la política, especialmente en situaciones de crisis sociales en los que se cuestiona la legitimidad de los políticos.
¿Por qué los intelectuales chilenos, tanto de derecha como de izquierda, no vieron venir este fenómeno?
Bueno, nadie vio la magnitud del estallido; su masividad y la violencia que lo acompaña. Pero mucho notaron que había un "malestar" subterráneo, una rabia que se acumulaba cada vez que se descubría que los empresarios cometían abusos, y estos abusos no eran castigados por la ley. La teoría del malestar rondaba en Chile en distintas versiones. Algunos dijimos que el modelo se había agotado y requería ajustes mayores. Muchos sabíamos que algo malo podía suceder, pero no nos imaginamos cuán malo iba a ser. Nadie imaginó estos días de furia y destrucción. Cuando se escriba la historia definitiva, se dirá que la derecha cometió muchos errores. Tanto políticos, como intelectuales y sociales. Entre los últimos, uno de los más serios fue irse a vivir en barrios aislados, en un mundo paralelo de privilegios, en un "oasis" dentro de un país con aprehensiones, ansiedades, dificultades, y miedos.
¿Cuál será, a su juicio, el final de este proceso?
Es una pregunta de varias dimensiones. En lo económico, y en el mediano plazo, esto termina con un repliegue sustancial de las políticas neoliberales, con un vuelco hacia un modelo de capitalismo más inclusivo, con muchos mayores elementos de socialdemocracia. En lo inmediato, es difícil saber cómo termina la violencia. Todo el mundo está tratando de evitar la salida de los militares a la calle. Eso es esencial.
¿Qué elementos lo condicionarán?
Ha habido una enorme falta de coraje y de visión por parte de los políticos. No ha habido ni una sola "voz de la razón." Nadie a quien admirar y cuyas ideas hagan sentido en forma transversal. Lo ideal es que surgieran varios líderes con esta voz razonable, interlocutores en una gran conversación nacional.
EN 
https://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2019/12/07/5dea85d5fc6c838c458b46a2.html

Un rector, que hace historia: Alejandro Gaviria -Colombia 3 años después de las FARC-

Alejandro Gaviria recibió la noticia de su nombramiento como rector de la Universidad de los Andes en el Salto del Tequendama, en una visita académica. Quizás no fue el azar el responsable de estar, en ese momento, contemplando una maravilla de la naturaleza. Probablemente buscaba recibir la noticia (la que fuera), en un lugar que lo estimulara. Él anhela convertir el Salto “en un símbolo, en una alegoría, de la necesidad que tenemos del posibilismo, de que somos capaces de revertir el daño que le hemos hecho a nuestro entorno natural”.
Era la 1:00 p. m. del 22 de mayo. Tres horas y media después, entre cientos de felicitaciones por teléfono, WhatsApp y Twitter, grabó un video con sus primeras palabras como rector, desde la Universidad Nacional (otra de esas interesantes coincidencias del azar). A las 5:00 p. m. tenía programada una de sus charlas en la cátedra Manuel Ancízar titulada Verdades incómodas en la salud pública global
No tenía corbata –le incomoda la mayoría de las veces–, pero sí sus ideas claras, esas que parecen culpables de desordenarle el peinado. Su alegría era contagiosa. Mientras preparaba sus palabras, recibió abrazos de sus compañeras de cátedra (todas mujeres). Como pudo, alisó su camisa blanca, tapó una mancha de vino y se ordenó un poco el pelo.
—Me imagino una universidad donde se puedan pronunciar las verdades incómodas, donde la sociedad se pueda mirar en el espejo de sus propias faltas, que combata la sobresimplificación del mundo y el antiintelectualismo, que parece estar de moda —dijo Gaviria, doctor en Economía de la Universidad de California.

Prólogo

El 25 de julio, casi dos meses después, un día antes de la posesión, Gaviria Uribe llegó de un viaje de empalme con la fundación de Los Andes en Nueva York y visitó su primera oficina como rector. Encontró un espacio parcialmente vacío. La pared principal, frente a un inspirador ventanal para disfrutar atardeceres, estaba cubierta por veintiocho mapas antiguos de Colombia, herencia de Pablo Navas (el anterior rector), que inmediatamente lo inquietaron y le recordaron el viejo Atlas de mapas antiguos de Colombia, de los siglos XVI al XIX, que compró en un mercado de las pulgas en Estados Unidos. Intuyó que le serviría de guía para entenderlos y encontrar su origen.
A un lado, en la pared contigua, un Cristo de casi un metro de altura.
—No me gusta un Cristo en mi oficina, pero tampoco quiero sacarlo de la Universidad —dijo quien se autodeclara ‘ateo manso’ mientras trasteaba el crucifijo a la recepción—. Acá cabemos todos y debe haber ideas diversas. El pluralismo ha definido a esta universidad desde sus fundadores. 

En su primer día como rector, con la oficina aún vacía. Foto: Mario Andrés Ruiz.

Primer día como rector

El acto de posesión cayó un viernes a las 4:00 p. m. Gaviria había hecho parte de las personalidades que convocaron, coincidencialmente, ese mismo día a las 5:00 p. m., a una marcha por los líderes sociales.
—La universidad debe ser activista, democráticamente activista, a veces, incluso, desafiantemente activista —diría esa tarde en su discurso, quien apenas un año atrás era conocido como el ministro que luchó por los derechos reproductivos de las mujeres, prohibió las aspersiones con glifosato, reguló los precios de los medicamentos y formalizó la producción y comercialización de cannabis medicinal. También es recordada su lucha por ponerles impuestos a las bebidas azucaradas.

En el discurso de posesión. Foto: Felipe Cazares.
 
La ansiedad y la presión abrumadora de los últimos días, culpa de los elogios, esos mismos de los que “no sabe defenderse tanto como de los ataques”, volvieron la espera más larga. Repasó el discurso varias veces, mientras caminaba como hablando solo en la oficina de la dirección del Centro de los Objetivos de Desarrollos Sostenible para América Latina, en la que aún estaban su computador y sus libros. Todavía era el director. Le hizo algunos ajustes al texto y se preguntó cómo terminar rápido la ceremonia, para ir a la marcha y que los asistentes que quisieran también pudieran hacerlo.
Su discurso fue emotivo, con algo de ese humor paisa que lo caracteriza. Su acento es más antioqueño en esos comentarios. Recordó cómo “fortuitamente”, terminó estudiando su maestría en economía en Los Andes. 
—Fue la primera facultad que encontré en mi deambular aleatorio por este campus. Entre el azar y la necesidad, el primero siempre me ha parecido más importante—dijo, mientras se escucharon risas en el auditorio.
Treinta años pasaron entre el Gaviria estudiante y el rector de la misma institución. Quince años atrás fue decano de la Facultad de Economía. Este 26 de julio de 2019 será ese día inolvidable en el que se retó a convertir a la Universidad en un “ejemplo de diversidad, sostenibilidad y apertura intelectual, que debe profundizar sus nexos globales y su influencia local, y debe, al mismo tiempo, mantener su capacidad de innovar y transformarse desde adentro”.
Su discurso se ‘viralizó’ en medios de comunicación y redes sociales, en las que es muy activo. Resumió en cinco puntos su visión moral de la institución: pluralidad, diversidad socioeconómica, sostenibilidad, compromiso con la investigación-creación para aportar a los asuntos nacionales e innovación educativa.

Con sus hijos, Mariana y Tomás. Foto: Felipe Cazares.
 
Al bajar del escenario, su familia, encabezada por sus hijos, Tomás y Mariana, y su esposa, Carolina, miembro de la junta directiva del Banco de la República, lo cubrieron en abrazos por esta “segunda oportunidad” de la vida. Gaviria superó un tratamiento de cáncer linfático apenas el año pasado, cuando, paradójicamente, era ministro de Salud y Protección Social del Gobierno de Juan Manuel Santos. De esta experiencia dejó su testimonio en el libro Hoy es siempre todavía
Otra huella de su lucha contra la invasiva enfermedad se la marcó en el cuerpo: un tatuaje en el antebrazo derecho, que “no le gusta” a su esposa, con la frase Your time is limited (Tu tiempo es limitado) del fundador de Apple, Steve Jobs, quien perdió su lucha contra el cáncer. Es su segundo tatuaje. Antes, por un pacto con su hija Mariana, se tatuó en el antebrazo izquierdo la frase feast on your life (haz con tu vida un festín), del poeta Derek Walcott.
“El cáncer es como la vida en otro sentido, más humano, más urgente: nos obliga a vivir con la conciencia permanente de nuestra finitud, nos abre los ojos frente a nuestra fragilidad, nos saca del letargo de los días y nos hace caer en la cuenta de que ‘solo trajimos el tiempo de estar vivos’”, escribió en su libro el también autor de Alguien tiene que llevar la contraria y Siquiera tenemos las palabras, entre otros.

De primíparo

El lunes, a las 8:00 a. m., lo recibió su primer evento como rector: la apertura de un curso sobre producción, tráfico y políticas de drogas en el Área Andina. Sus palabras replicaron sus hallazgos en investigaciones y estudios sobre el tema. Gaviria fue coautor del libro Políticas Antidroga en Colombia: Éxitos, Fracasos y Extravíos, publicado en 2011, junto con el exsecretario de Seguridad de la Alcaldía de Bogotá Daniel Mejía.
—Si uno quiere conocer o saber qué tan abierta es una sociedad, la pregunta que debe hacerse es cuál es su política antidrogas. Esta define de manera casi definitiva cómo se aproxima un estado a las libertades individuales —mencionó en su discurso Gaviria, quien también fue investigador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y de la Federación Nacional de Cafeteros y consultor del Banco Mundial.
Allí resumió que hablar de política antidroga es hablar de derechos humanos.
—Para seguir dando un debate razonable, después de 40 años, sobre lo que tenemos que hacer en las políticas que vamos a diseñar, debemos insistir en el apego a los derechos humanos, en el respeto a la salud pública, a la evidencia y a la razonabilidad.
A las 9:00 a. m. se sentó por primera vez en su despacho como rector. Desde su escritorio, de espaldas a una biblioteca aún sin libros, preparó su primera comunicación con la comunidad uniandina a través de un video que se publicó en redes sociales y la página institucional. En este, recalcó su visión de Universidad y anunció sus primeras acciones.
—Voy a dedicar las primeras semanas a hablar con profesores, estudiantes, administrativos, decanos y directores. Quiero entender los problemas a cabalidad, comprender nuestros desafíos y entender los detalles.
 
En una semana normal, el rector puede firmar más de doscientos diplomas. En épocas de grados son más de dos mil. Foto: Julián Jutinico.
 
Entre revisar correos, firmar cientos de diplomas, acomodar sus libros y organizar su oficina, el tiempo, siempre implacable, le quitó la mañana y parte de la tarde. Almorzó con su esposa. Al regresar, en uno de los pocos espacios para pensar, dibujó en una hoja una estructura, algo así como un mapa de los mapas de la pared, que alteraban su instinto investigador y su pasión por la historia.
Las llamadas de su familia en Medellín le cambiaban la cara, lo inquietaban. Su papá, Juan Felipe Gaviria, exministro de Obras Públicas y Transporte y exalcalde de Medellín, estaba en un complicado estado de salud.
A las 4:00 p. m. tuvo su primera reunión con la comunidad uniandina. Los elegidos: estudiantes. En este caso, Juan Camilo Reyes, presidente del Consejo Estudiantil  Uniandino, y Jean Paul Bernier, representante de Arquitectura, quienes le manifestaron preocupaciones como el precio de las matrículas o la falta de autocrítica en la institución. Él, atento, preguntó y dibujó organigramas para comprender, al detalle, las estructuras de la Asamblea general de estudiantes. Al final, revisaron la presentación que harían, conjuntamente, rector y Consejo Estudiantil, en la Bienvenida a los nuevos estudiantes de ese jueves. Gaviria se comprometió a mejorar la comunicación entre gobierno institucional y estudiantes. Ese mismo día creó un perfil en Instagram de la Rectoría.
 
Con un grupo de estudiantes, analizando los mapas de su oficina. Foto: Mario Andrés Ruiz.
 
Antes de dejarlos ir, les expuso los mapas, con su instinto académico, y señaló los cambios de los dibujos y sus trazos entre un siglo y otro, mientras reflexionaron, en conjunto, sobre cómo la geografía ha definido muchos aspectos sociales, culturales y económicos de Colombia.

De frente a la realidad

El martes, de nuevo, empezó el día abriendo un evento: “Historia y retos de la prohibición de los asbestos en Colombia”.
—Esto demuestra el poder de la academia como instrumento de cambio social. El poder que tiene cuando se trasciende el diálogo de especialistas y se involucra en el debate democrático por el bien de todos –destacó sobre esta alianza entre academia, sociedad civil y fuerzas políticas que sacó adelante este proyecto.
En el camino a su despacho, una llamada le cambió la cara. Le avisaron que su papá estaba hospitalizado. Había dormido muy poco y se notaba en su cara, pero “debía seguir adelante”. Lo esperaba su primer Comité de Rectoría y, luego, un almuerzo de bienvenida a los estudiantes becados por Quiero Estudiar.
En el comité con los cuatro vicerrectores y la secretaria general, sin pensarlo, les huyó a los protocolos. No se sentó en la silla de la cabecera, destinada para el rector, y enfatizó en su búsqueda de hacer reuniones cortas. Necesita tiempo para pensar. Los escuchó, les reiteró su visión de la institución, habló de su proceso de empalme y sus visitas a las universidades aliadas en La Tríada: el Tecnológico de Monterrey (México) y la Universidad Católica de Chile. Recalcó la importancia de aliarse con la empresa privada y de sostener diálogo permanente con otras universidades, especialmente con las públicas. Así mismo, destacó la relevancia de que la Universidad estuviera en Ascun (Asociación Colombiana de Universidades), y de realizar investigaciones e iniciativas académicas que aporten al país por encima de las que solo suman artículos para elevar indicadores.
—Existen otras tantas verdades incómodas sobre la universidad moderna: su papel en la perpetuación de ciertos privilegios, la falta de curiosidad por el mundo, la excesiva especialización, la obsesión con los rankings y la transformación de la investigación en una actividad industrial (“aquí nadie lee porque todo el mundo está muy ocupado en escribir artículos que nadie lee”, decía uno de mis colegas economistas en un momento de candidez) —había dicho en su discurso de posesión.
Uno de sus principales retos: frenar el alza de las matrículas. Propuso soluciones para que el campus no sea tan restrictivo para los visitantes: “Debemos ser más abiertos a la ciudad, al país, a los vecinos”. Sueña con un campus completamente abierto. Anunció un nuevo podcast para tener conversaciones con los profesores y dar a conocer sus trabajos e investigaciones y comentó sobre los cambios que haría en la presentación de las Bienvenidas a estudiantes. 
—Debemos ser más cercanos a los estudiantes. Entrar a la Universidad es un momento de autodescubrimiento, el comienzo de una aventura. Debe ser una conversación inspiradora. No están para una presentación llena de cifras.
Al cerrar, revisó los mapas de la pared con los vicerrectores para completar su ‘tarea’ de entender el origen de cada uno. Ya su mapa de los mapas tenía fechas y nombres de varios autores.
En el poco espacio de tiempo que le quedó leyó algunos correos con cientos de felicitaciones y firmó más diplomas. “Me abruma tanto cariño de la gente. No me imaginé esto”, dijo mientras caminaba a un encuentro de almuerzo y diálogo con los estudiantes que ingresaron a la Universidad a través de programas como Quiero Estudiar y Pa’lante Pacífico, que apoyan a jóvenes con pocos recursos  económicos. “Transforma no solamente la composición socioeconómica de los estudiantes, transforma la Universidad  y nos acerca a ese ideal utópico de la movilidad social”, comentó.
 
A la salida de la bienvenida de estudiantes, rodeado por decenas de jóvenes, regaló libros, les contó anécdotas y les aconsejó no dejar que se les "rutinice la vida", y que intenten "llevar la contraria". Foto: Julián Jutinico.
 
Es un punto importante para lograr uno de sus objetivos, tal como anunció en su discurso:
—La universidad debe mitigar las diferencias sociales, no amplificarlas. Debe ser un instrumento de movilidad social, no de perpetuación de los privilegios. 
En su regreso a la oficina se detuvo varias veces para hablar con estudiantes. Sus charlas de ‘pasillo’ son muy efectivas. A todos suele dedicarles tiempos similares, incluso, a veces, son más largas su charlas con estudiantes que con profesores, decanos o directivos. Esta vez se concentró en dos nuevas estudiantes de Buenaventura. Lo inquietó la idea de cómo traer más jóvenes de diferentes orígenes y garantizar su correcta adaptación a esta nueva ciudad, a esta universidad, a este nuevo mundo para ellas.
La universidad debe combatir las mentiras convenientes, las ideologías engañosas y los discursos de odio
Alejandro Gaviria
Rector Uniandes

No es “hablar por hablar”

El miércoles lo recibió agotado físicamente. Seguía sin dormir bien. Pensó en cancelar su primer Consejo Académico con decanos, vicerrectores, algunos directores de unidades académicas y representantes de los estudiantes y profesores, porque quería viajar a Medellín. Su papá seguía enfermo.
Finalmente, asistió al Consejo, que inició a las 8:30 a. m., donde planteó una conversación basada en dos preguntas: los desafíos más importantes en cada una de las facultades y cómo la Rectoría podría ayudar a enfrentarlos. Anunció reuniones con cada facultad las próximas semanas.
Recalcó la necesidad de una visión compartida y más amplia sobre el rol de la Universidad en la sociedad colombiana y el reto de la innovación educativa.
En la tarde, un nuevo evento: el lanzamiento del primer centro de metabolómica de Colombia, ubicado en Los Andes. Abrió con un chiste que en el fondo revelaba una preocupación, una duda profunda sobre algunas particularidades de su nuevo cargo. No le gusta hablar de lo que no conoce profundamente o, cómo él mismo reflexiona, no le gusta “hablar carreta”, “hablar por hablar”… la importancia de las palabras.
—Metabolómica… mmm… No quise ni siquiera buscar en Google. Me he acostumbrado a hablar de lo que no sé, pero creo que ya estamos exagerando —bromeó Gaviria, ingeniero civil de la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Luego profundizó sobre la importancia de la innovación desde la academia y la “sofisticación” del laboratorio en materia de diagnóstico. La metabolómica analiza los procesos químicos que involucran metabolitos de bajo peso molecular.

Un primíparo les da la bienvenida a los primíparos

En la noche, con la ayuda de unas gotas, durmió mejor y llegó más ‘fresco’ el jueves para abrir la Bienvenida a estudiantes de pregrado. Mantuvo la atención del auditorio gracias a un discurso inspirador.

En la bienvenida a estudiantes beneficiarios del programa Quiero Estudiar que ingresaron en el segundo semestre de 2019. Foto: Julián Jutinico.
 
—Este día lo van a recordar por siempre. Desde hoy está cambiando su entorno social y la geografía de sus vidas. En este auditorio sentados, anónimamente, sin conocerse, están los que van a ser sus amigos toda la vida. Acá, mágicamente, las fuerzas azarosas de la vida los van a encontrar y los van a encontrar por siempre. Estos años los van a vivir con mayor intensidad que cualquier periodo de sus vidas.
Describió el paso por la Universidad como una “aventura intelectual”. Les aconsejó abrirse y conocer a nuevas personas, de diferentes regiones, de diferentes pensamientos.
En la tarde se reunió con el Consejo Estudiantil y algunos representantes. Expuso con orgullo sus hallazgos sobre los mapas. Descubrió su origen, orden cronológico y ya tenía claros los cambios en el tiempo. En una coincidencia mágica, de esas que tanto le gustan, el Atlas del mercado de las pulgas tenía casi todos los mapas que estaban en la pared. 
En la noche consiguió un vuelo para Medellín y se reunió con su familia. El viernes 2 de agosto y todo el fin de semana estuvo con su padre. Juan Felipe Gaviria fallecería 26 días después, a los 80 años, dejándole varias herencias, quizás entre las más importantes: la intolerancia ante la injusticia, la rebeldía y el sentido del humor.


06/11/2019
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Por: Andrés Ruiz Zuluaga
ma.ruiz55@uniandes.edu.co