sábado, agosto 16, 2014
martes, agosto 12, 2014
Memoria Histórica Uribe Centro Democrático
Todo tiempo pasado fue mejor. Tiempos en los que, por ejemplo, el jefe natural del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez, creía que los miembros de las FARC sí podían llegar al Congreso después de una negociación con el Estado.
En efecto, en 2006, el entonces presidente Uribe pro
puso, a través de un comunicado, reunirse con las FARC en un área desmilitarizada para hacer un acuerdo humanitario que permitiera la liberación de los secuestrados.
Tras la oferta fue más allá y sentenció: "Si hay buena fe, un proceso expedito de paz, no un engaño, y esa reunión confiere una contribución, no tendría inconveniente en hacerlo", dijo.
El acuerdo sería liberar a los secuestrados en poder de la guerrilla, a cambio de la excarcelación de guerrilleros en las cárceles. Por su parte, el Gobierno exigía un cese de hostilidades y limitaciones en el tiempo.
Uribe se mostró aún más generoso cómo lo recuerda un Confidencial de la revista SEMANA, en su edición actualmente en circulación, que destaca una frase que ahora llama la atención.
La dijo en medio del debate sobre si era conveniente despejar los municipios de Pradera y Florida en el Valle para hacer un acuerdo humanitario que permitiera liberar a los secuestrados, entre ellos Ingrid Betancourt y los tres norteamericanos.
Según los periódicos del 4 de octubre de 2006:“Hay que permitir que quienes han cometido delitos que no son considerados políticos, como es el caso del homicidio o el secuestro, entre otros, puedan llegar al Congreso de la República”.
El presidente decía públicamente en aquellos tiempos que si las FARC tenían voluntad de paz y si decidían dejar las armas, se reuniría con los líderes de la guerrilla y discutiría la posibilidad de que así tuvieran delitos que no fueran políticos, pudieran llegar al recinto parlamentario.
Pero incluso. Uribe fue más allá. El exmandatario mencionó que era necesaria una Asamblea Nacional Constituyente para llegar a futuros acuerdos con la guerrilla. “Si se da un proceso de paz, el país debe estar preparado para hacer unos cambios en el ordenamiento jurídico. Y eso crea la necesidad de una asamblea constitucional, previa dejación de armas", explicó.
El presidente basó su amplio ofrecimiento en los éxitos de la política de Seguridad Democrática que sería el punto límite hasta donde cedería en busca de la paz.
"Toda nuestra oferta de paz está enmarcada en nuestra política de Seguridad Democrática. Desde el 28 de mayo, día de la reelección procuré moderar el discurso para abrir un espacio a los acuerdos de paz, pero hacerlo no significa abandonar la bandera de la seguridad democrática, que es nuestra primera bandera", mencionó Uribe a los medios de comunicación.
La discusión quedó puesta sobre la mesa. Era el turno del alto comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, quien debía buscar acercamientos con las FARC para reglamentar las condiciones de la mesa. “El Gobierno no se le anticipa a la liebre", finalizó el expresidente. Eran otros tiempos.
En efecto, en 2006, el entonces presidente Uribe pro
Tras la oferta fue más allá y sentenció: "Si hay buena fe, un proceso expedito de paz, no un engaño, y esa reunión confiere una contribución, no tendría inconveniente en hacerlo", dijo.
El acuerdo sería liberar a los secuestrados en poder de la guerrilla, a cambio de la excarcelación de guerrilleros en las cárceles. Por su parte, el Gobierno exigía un cese de hostilidades y limitaciones en el tiempo.
Uribe se mostró aún más generoso cómo lo recuerda un Confidencial de la revista SEMANA, en su edición actualmente en circulación, que destaca una frase que ahora llama la atención.
La dijo en medio del debate sobre si era conveniente despejar los municipios de Pradera y Florida en el Valle para hacer un acuerdo humanitario que permitiera liberar a los secuestrados, entre ellos Ingrid Betancourt y los tres norteamericanos.
Según los periódicos del 4 de octubre de 2006:“Hay que permitir que quienes han cometido delitos que no son considerados políticos, como es el caso del homicidio o el secuestro, entre otros, puedan llegar al Congreso de la República”.
El presidente decía públicamente en aquellos tiempos que si las FARC tenían voluntad de paz y si decidían dejar las armas, se reuniría con los líderes de la guerrilla y discutiría la posibilidad de que así tuvieran delitos que no fueran políticos, pudieran llegar al recinto parlamentario.
Pero incluso. Uribe fue más allá. El exmandatario mencionó que era necesaria una Asamblea Nacional Constituyente para llegar a futuros acuerdos con la guerrilla. “Si se da un proceso de paz, el país debe estar preparado para hacer unos cambios en el ordenamiento jurídico. Y eso crea la necesidad de una asamblea constitucional, previa dejación de armas", explicó.
El presidente basó su amplio ofrecimiento en los éxitos de la política de Seguridad Democrática que sería el punto límite hasta donde cedería en busca de la paz.
"Toda nuestra oferta de paz está enmarcada en nuestra política de Seguridad Democrática. Desde el 28 de mayo, día de la reelección procuré moderar el discurso para abrir un espacio a los acuerdos de paz, pero hacerlo no significa abandonar la bandera de la seguridad democrática, que es nuestra primera bandera", mencionó Uribe a los medios de comunicación.
La discusión quedó puesta sobre la mesa. Era el turno del alto comisionado para la paz, Luis Carlos Restrepo, quien debía buscar acercamientos con las FARC para reglamentar las condiciones de la mesa. “El Gobierno no se le anticipa a la liebre", finalizó el expresidente. Eran otros tiempos.
jueves, agosto 07, 2014
#LaHabana la primera vez que se ha avanzado más allá de la agenda #FARC #CAI #COLOMBIA
http://www.lapatria.com/politica/fin-del-conflicto-armado-principal-reto-de-santos-111901
Fin del conflicto armado, principal reto de Santos
Jueves, Agosto 7, 2014
Blanca Eugenia Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
LA PATRIA | MANIZALES
La paz será la bandera de Gobierno en el segundo mandato del presidente Juan Manuel Santos.Este nuevo período estará marcado, como lo estuvo su campaña reeleccionista, por darle fin al conflicto armado en Colombia.
La segunda vuelta presidencial que ratificó a Santos en el poder, con 7’816.986 votos, tuvo como eje central las posiciones sobre el tema de la paz. Por eso, las conversaciones que cursan en la Habana y su éxito son el principal reto del Primer Mandatario en el inicio de su segundo periodo.
A juicio del historiador y autor del libro A pesar del escepticismo, Orlando Parra Gómez, Santos va a pasar a la historia como el hombre que llevó a Colombia al cese del conflicto armado. "En esta etapa del proceso, la misión del Presidente no es agarrarse a pelear con las Farc, es que las Fuerzas Armadas colombianas mantengan la ofensiva y que el equipo negociador en La Habana tenga claro hasta dónde debe negociar lo que está pactado en la agenda".
En este juego político, que el historiador compara con un semáforo, Santos pone el tono amarillo, por su mesura para hablarle a la insurgencia; el tono rojo y candente, su ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien hace bien la tarea y es muy agresivo con las Farc. Por último cita al verde, que podría ser de los jefes negociadores del Gobierno, el caldense Humberto de La Calle y Sergio Jaramillo, personajes que tienen claro para dónde va el proceso.
En estos 20 meses de diálogos en La Habana, los negociadores del Gobierno y de las Farc ya acordaron tres de los seis puntos de la agenda.
Pactaron sobre política de desarrollo agrario integral, participación política de las Farc y fin de cultivos ilícitos y narcotráfico. Queda pendiente hablar sobre las víctimas y su derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación, terminación del conflicto y, por último, la implementación y verificación de lo acordado.
Aunque se han dado otros procesos, para el historiador Parra Gómez esta es la primera vez que se ha avanzado más allá de la agenda y lo sustenta, no solo con los tres puntos ya acordados, sino porque esta vez ya hay documentos que serán refrendados por la ciudadanía. Por eso afirma que después de 50 años de ver correr sangre, mucho dolor y sufrimiento, el pueblo colombiano está frente a un momento histórico.
El tiempo de las víctimas
Para debatir el cuarto punto, concerniente a las víctimas, se desarrollaron tres foros regionales y uno nacional, financiados por el Gobierno, en los que los representantes de diversos sectores coincidieron en pedir que haya verdad, un cese de la violencia y justicia transicional sin impunidad.
No obstante, también hubo descontento desde la primera jornada, donde grupos de víctimas de las Farc, así como indígenas y familiares de desaparecidos, se mostraron inconformes con el espacio que se les otorgó, además del desacuerdo por la escogencia de quiénes los representarán en La Habana.
Aunque con buena intención, según el historiador, los foros tenían como objetivo legitimar el proceso, por eso asegura que el Gobierno fue muy cuidadoso con la escogencia de las personas que asistieron, de tal manera que solo quedaran los 'prodiálogos' en La Habana.
Parra coincide con lo que aseguró en días pasados el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve. "Víctima es todo aquel civil que en estado de indefensión fue afectado por los actores armados". Y explica que de acuerdo con la definición, en el país hay víctimas de "todo el mundo", de los paramilitares, de las Fuerzas Armadas del Estado, de las Farc.
Por eso cobra valor el anuncio de la mesa negociadora de que el Gobierno y la guerrilla ultimaron el mecanismo que adoptarán, desde el próximo sábado 16 de agosto, para escuchar a las víctimas del conflicto armado en Colombia, sin importar cuál sea su origen.
Pero es el anuncio del Gobierno y las Farc de adelantar la discusión del fin del conflicto el que le da un nuevo aire a las negociaciones. El mecanismo escogido es una subcomisión que iniciará conversaciones el 22 de agosto para empezar a tratar la terminación del conflicto, que incluye temas complejos para la negociación como el cese el fuego y la dejación de armas.
El hecho de abordar de forma paralela la meta suprema de fin del conflicto y el tema de víctimas podría acelerar las negociaciones, según el analista León Valencia.
El hecho de abordar de forma paralela la meta suprema de fin del conflicto y el tema de víctimas podría acelerar las negociaciones, según el analista León Valencia.
Para el director de la Fundación Paz y Reconciliación, "es un mensaje positivo para retomar el camino, porque ambas partes cumplen con el compromiso previo a elecciones de acelerar el proceso y en las últimas semanas la escalada de ataques había creado desconcierto y desconfianza frente a los diálogos".
Las Farc, un desastre político
Tras semanas de tensión y críticas por la escalada de ataques y violencia de la guerrilla en varias regiones del país, el historiador Parra Gómez califica a las Farc como un desastre político. "En la historia de los grupos armados en Colombia, las Farc se han caracterizado por ser el grupo armado menos político, a diferencia de los señores del M-19 y en menor proporción, los del Eln".
El experto ve como un acierto negociar en medio del conflicto, porque lo que han probado las Farc es que utilizan las treguas para fortalecerse militarmente, caso concreto, El Caguán. No obstante, sí cree que ya es hora de pactar unos mínimos de acuerdo humanitario.
"Creo que el proceso va bien, solo que ahora con una extrema derecha más visible, más expresiva, más mediática, son más evidentes las dificultades que ha tenido el proceso".
Aunque Parra confía en que el conflicto concluirá en buenos términos, cree que puede darse una situación compleja con respecto al último punto de la agenda. "Cuando a los colombianos les pregunten si aprueban los puntos acordados en la mesa de La Habana, puede pasar que no los aprueben todos, por eso creo posible que se dé la famosa votación en bloque".
12 víctimas participarán en las conversaciones de La Habana en representación de 220.000 muertos, unos 25.000 desaparecidos, 5,7 millones de desplazados y 27.000 secuestrados durante la contienda, tarea sumamente difícil. Aunque más difícil será lograr la confianza de las mismas en estas negociaciones, por eso el historiador reconoce que es algo muy complejo, porque Colombia se ha construido sobre la base de las movilizaciones, de los desplazados, pero esta es la primera oportunidad en la historia del país en la cual las víctimas son oídas, en la que los victimarios tienen que pedirles perdón a las víctimas.
"En el proceso de paz del M-19 y el Epl jamás pidieron perdón, con las guerrillas liberales tampoco, los mismo sucedió después de las barbaridades con el Frente Nacional, lo que generó un ambiente de impunidad. Esperamos que, al menos, en el imaginario de las nuevas generaciones quede claro que esta barbarie no volverá a suceder y que hasta las guerras tienen un límite", concluye.
Comisión histórica
El Gobierno y la insurgencia acordaron conformar la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, que contará con 12 expertos y 2 relatores. Cada uno entregará un informe sobre causas y efectos del conflicto armado.
"Es un mecanismo válido", considera María Camila Moreno, directora en Colombia del Centro Internacional para la Justicia Transicional. "No reemplaza la comisión de la verdad, que tiene la misión de responder al reclamo sobre las causas, hechos victimizantes y múltiples responsabilidades".
Otras propuestas de las víctimas
Tras el foro nacional de víctimas en Cali, entre las propuestas se destaca la petición a la ONU de que la comisión que viaje a Cuba esté compuesta por un 50 por ciento de víctimas de las Farc y la exigencia de que se liberen a todos los secuestrados antes de que se inicie la discusión. Además que las Farc cesen los ataques a la población civil, ubiquen a los desaparecidos, que se garantice el desmonte de sus estructuras y que reconozcan públicamente el daño al país y a las víctimas.
-RESALTADOS DEL BLOGGER- -las negrillas venían en el texto web-
jueves, julio 10, 2014
Camilo Torres - Camilo Torres Restrepo
La historia de cómo el general Valencia Tovar escondió durante 41 años el cadáver de Camilo Torres
Este emblemático militar que acaba de morir a los 94 años y el carismático cura del ELN fueron amigos desde adolescentes. Paradójicamente las tropas de Valencia mataron a Torres.
Cuatro décadas después de que soldados bajo su mando hubieran eliminado en combate, cumpliendo con su deber, a su viejo amigo el sacerdote rebelde Camilo Torres, el general del Ejército Álvaro Valencia Tovar, reveló en su último libro que durante 41 años mantuvo escondido en un mausoleo militar el cadáver del religioso, recordado hoy alrededor del mundo como “el ‘Ché’ del catolicismo”.
El padre de Camilo, el médico pediatra bogotano Calixto Torres Umaña, había rescatado de las garras de la muerte al general Valencia Tovar cuando, siendo niño, una noche en que ardía de fiebre por tifoidea, al borde de una meningitis, fue a verlo en casa y ordenó meterlo de inmediato “entre una tinaja de agua fría”, según palabras del médico reproducidas por el general, “antes de que se carbonice”.
Convertido en sacerdote, el hijo del médico habría de trabar años más tarde una estrecha amistad con Valencia Tovar, ambos miembros prestantes de la alta sociedad bogotana.
Se hizo común entre ellos hacer tertulias y “nuestras charlas desembocaban invariablemente en la situación el país, la problemática socioeconómica, el abandono del agro y la colonización espontánea…”, expone el general Valencia Tovar en su libro “Mis adversarios guerrilleros”, de reciente aparición en las librerías colombianas.
“Conocía Camilo”, cuenta Valencia Tovar, “muy de cerca mi empeño por desarrollar las operaciones contraguerrilleras acompañadas de acción cívica y psicológica”.
De aquellas charlas, [quien acaba de morir a los 94 años de edad], evoca a Camilo Torres: “recuerdo como si lo estuviera viendo de nuevo, la figura sacerdotal con la sotana negra aún vestida por el clero católico, de la cual emergía el rostro juvenil […] fumando su pipa color caoba con una guarnición de plata hacia el centro de la empuñadura. La fumaba con deleite. La recargaba mientras hablaba. Parecía cobrar vida en su mano”.
Isabel Restrepo, madre de Camilo, se opuso en persona cuando él intentó abordar un tren en la estación central de Bogotá que lo habría de llevar a la ciudad de Chiquinquirá, en donde se enclaustraría para hacerse monje dominico. Ni a ella ni al doctor Torres Umaña les agradaba que se hiciera religioso. No obstante, ante la imposibilidad de evitarlo, lo convencieron de que, al menos, se internara en el Seminario Mayor de Bogotá, en donde tuvo un desempeño tan brillante que se ordenó sacerdote antes de tiempo, en 1954. En reconocimiento, fue enviado por la curia colombiana a estudiar sociología en la universidad católica de Lovaina, en Bélgica.
El padre Camilo se impregnó del que Valencia Tovar llama “medio radicalizado” de la universidad, “en particular en el ámbito sociológico que lo rodeó en la facultad”.
“A su regreso a Colombia, como capellán de la Universidad Nacional en Bogotá, el proceso evolutivo hará eclosión, precipitándolo a inevitable conflicto con la jerarquía católica”.
Isabel Restrepo de Torres, de carácter fuerte e impositiva en la educación de sus hijos, se preciaba de los buenos rendimientos eclesiásticos y académicos de Camilo y auguraba con insistencia regocijo que “Camilo iba a ser cardenal muy joven”, recordaban sus amigas las hermanas Leonor e Inés Martínez Delgado.
A su regreso, junto con el profesor e historiador Orlando Fals Borda, Camilo fundó en la Universidad Nacional Colombia la primera facultad de sociología del país y se comprometió cada vez más en actividades cívicas y políticas radicales. “No pasaría mucho tiempo para que los empeños de rebeldía del sacerdote afloraran en términos revolucionarios, que el cardenal [Luis] Concha [arzobispo de Bogotá y primado de Colombia] juzgó incompatibles con el ejercicio sacerdotal por lo que lo llamó al orden”.
Las desavenencias con la jerarquía le hicieron perder la capellanía de la universidad. Entonces, el padre Camilo se vinculó a la estatal Escuela de Administración Pública, ESAP, a la que unió a Valencia Tovar para que enviara oficiales del Ejército Nacional a cursos de formación y participara en debates sobre realidades sociales colombianas.
Las posiciones controversiales del sacerdote Torres se acentuaron todavía más en la ESAP y en julio de 1965 le envió una escueta carta al cardenal en la que le pedía “la reducción al estado laico y la exoneración de las obligaciones inherentes al estado clerical” como “testimonio de fidelidad a la Iglesia, a lo que considero esencial en el cristianismo”.
De inmediato, el jerarca accedió en otra carta sucinta y las actividades políticas de Camilo, cuya popularidad y carisma eran enormes, pasaron a la clandestinidad. “Había emprendido una ruta sin retorno”, apunta Valencia Tovar y pronto se hizo oficial su vinculación a la recién fundada guerrilla comunista Ejército de Liberación Nacional, ELN, en donde su lema sería “Ni un paso atrás, revolución o muerte”.
Se había internado en la ilegalidad como otra vez quiso enclaustrarse para hacerse monje dominico.
Valencia Tovar, lo mismo que otros analistas, considera que Fabio Vásquez Castaño, entonces jefe del ELN, abusó del entusiasmo, la ingenuidad y la sinceridad de Camilo al involucrarlo en una lucha para la que no estaba preparado. Pero su presencia en las filas rebeldes era por sí sola un enorme golpe de opinión en favor de la causa armada.
“Camilo fue un instrumento, un valioso recurso, un aporte electrizante y sumiso a la revolución”, asegura el general.
Y agrega: “El hecho de que millones de colombianos estuvieran en pie ante las consignas revolucionarias de Camilo, sólo tenía para Vásquez una importancia económica”.
Camilo se incorporó al ELN como guerrillero raso, no tuvo ningún tipo de privilegio ni entrenamiento militar y confiaba en obtener un fusil propio quitándoselo en combate a algún soldado.
El destino situó a Camilo dentro del área de influencia de la quinta brigada del Ejército en la que, casualmente, Valencia Tovar había sido nombrado comandante.
En febrero de 1966, Valencia Tovar envió dos baterías tras el rastro de una cuadrilla guerrillera recién detectada por la inteligencia militar y el día 15 de ese mes entraron en combate con los rebeldes, de los cuales murieron cuatro.
Un oficial le informó por radio sobre un guerrillero “diferente” entre los muertos. “Tuve la certidumbre de que Camilo había caído en el combate”, escribió el general. “En sus bolsillos se hallaron cartas en otros idiomas… Era él”.
Para mayor certeza, Valencia Tovar le preguntó por radio a un sargento que estaba al lado del muerto: “Sargento, escuche, ¿no tenía una pipa en el bolsillo?”.
La respuesta fue: “Sí, una pipa de fumar. Sí, mi coronel. Aquí la tengo. Y una carterita con picadura”.
Valencia Tovar quiso tener más precisión: “¿tenía la pipa una guarnición de plata, un anillo, hacia la mitad de la embocadura?”.
La voz del sargento no tenía dudas: “Sí, mi coronel”.
Al día Siguiente, Valencia Tovar voló en helicóptero hasta el lugar para verlo con sus propios ojos: “Estaba de espaldas, los brazos abiertos como clavados en una cruz invisible…”.
Camilo Torres había muerto, a los 36 años de edad, provisto apenas de un revólver que no sabía manejar, durante el primero y único enfrentamiento armado en el que participó en toda su vida para tratar de combinar la vocación cristiana que profesaba con la insurrección armada.
“Jamás hubiera deseado ese amargo final”, sostiene el general y revela que en el mismo sitio del combate fueron sepultados los guerrilleros porque así lo mandaba la ley. Pero tomó la precaución de poner a Camilo en una fosa aparte, al lado de una enorme Ceiba. Ordenó que un topógrafo levantara un plano del lugar y lo guardó en una caja fuerte de la Brigada.
El general recuerda que el médico Fernando Torres, hermano de Camilo, había publicado una carta en un diario de Bogotá según la cual “el deber de los verdaderos amigos de Camilo es impedir que su imagen y la imagen de su muerte y su cadáver sean objeto de demostraciones vulgares y estentóreas promovidas por aquellos que sólo lo vieron en vida y lo consideran después de muerto un arma para crear el desorden y sacar provecho para sus propias ambiciones”.
“Para mí”, explica el general “ese fue un mensaje muy claro de lo que yo, como militar, que asumí íntegramente la responsabilidad de lo sucedido, debía hacer con el cuerpo de Camilo: enterrarlo en un lugar secreto donde pudiera tener el respeto, la quietud y la paz que merecía”.
Así que tres años después, acompañado de un médico anatomista, regresó al sitio en donde estaban los restos, los sacó y los depositó en donde “nadie podría nunca imaginarse”: el mausoleo de la Quinta Brigada que el propio Valencia Tovar construyó con ayuda de la comunidad para enterrar a los militares caídos en combate.
“Allí reposó en paz, en el silencio de la muerte, al lado de quienes habían sido sus adversarios. Lo hice a propósito. Más allá de la vida, esta alegoría constituía una lección humana”, escribió el general.
En el año 2002, Fernando, el hermano de Camilo vino, de Estados Unidos, donde vivía, buscó al general, le dijo que, al fin, estaba preparado para recoger los despojos mortales de su hermano y, en secreto, los sacó del mausoleo en el que habían permanecido 41 años.
Poco después, Fernando Torres murió y el rastro de Camilo esta vez se perdió para siempre.
miércoles, julio 09, 2014
derecha en Colombia
“En Colombia hay más conservatismo que Partido Conservador”, solía repetir Álvaro Gómez Hurtado. El inmolado líder explicaba así la paradoja de una sociedad más tradicional que otras naciones latinoamericanas pero donde nunca ese sentimiento de derecha se expresaba en las urnas. Eso está cambi
ando. Las últimas tres jornadas electorales –las parlamentarias y las dos vueltas presidenciales– reflejaron un importante respaldo a las ideas del lado derecho del espectro político. Y la novedad es que mientras históricamente la derecha se disfrazaba de centro para buscar votos, en este año se destapó y puso sus verdaderas cartas sobre la mesa. La pregunta que dejan las urnas es si el fenómeno del Centro Democrático constituye una irrupción duradera de esa tendencia ideológica o simplemente una moda pasajera que se diluirá en pocos años.
El principal protagonista de esas victorias es el expresidente Álvaro Uribe y el Centro Democrático, partido creado alrededor de su liderazgo. Si bien surgido del liberalismo, Uribe convirtió al Partido Conservador en el principal apoyo de sus dos gobiernos. A la bandera de la seguridad democrática y su política económica se sumaron los liberales de derecha y muchos empresarios. Esta fusión desembocó en lo que hoy es el Centro Democrático.
Aunque durante los ocho años del gobierno Uribe ese nuevo conglomerado no se clasificó como de derecha, fue la pelea con el presidente Santos la que forzó a salir del closet y a convertirse en lo que es hoy. La fractura entre el hoy senador electo y el primer mandatario marcó la campaña y literalmente partió en dos a Colombia. El 45 por ciento de los votantes en la segunda vuelta con casi 7 millones de votos apoyó a Óscar Iván Zuluaga, el candidato uribista, quien ganó en 14 de los 32 departamentos del territorio nacional. El propio Uribe se bajó del pedestal a la trinchera como cabeza de su propia lista al Congreso que hoy es la segunda fuerza política del país, con 20 senadores y 16 representantes.
El próximo 20 de julio el exmandatario trasladará sus críticas al gobierno Santos de las redes sociales a los escaños parlamentarios. En un país donde la oposición siempre se asociaba a la izquierda, el surgimiento de una oposición real de derecha constituye una novedad por decirlo menos interesante. ¿Qué tan efectiva será esa oposición, qué ideas promoverán y con quiénes y a qué regiones representará?
Caudillo e ideas
Por más de una generación la única oposición que la opinión pública había conocido era alrededor de temas como los derechos humanos, apertura política, denuncias contra el paramilitarismo, falsos positivos y escándalos financieros. Y los nombres que los encarnaban eran Robledos, Petros, Luchos, Cepedas, entre otros. De ahora en adelante, esa franja tendrá que competir con José Obdulios, Palomas, Cabales y Rangeles.
Con la llegada del furibismo al parlamento, los temas de la agenda de la oposición van a cambiar. El principal frente de batalla va a ser apretarle las tuercas al máximo a cualquier acuerdo de paz. De ahí en adelante las prioridades van a pasar de la justicia transicional a la no impunidad, de encarcelar militares a sacarlos de estas, de reglamentar la mermelada, reducir el Estado y ponerle ‘tatequieto’ al matrimonio gay y a la legalización de la droga y el aborto.
Eso en cuanto a la oposición. Pero el Centro Democrático también está preparando reformas estructurales del Estado que no necesariamente son de oposición. Por ejemplo se habla de una reforma política y electoral que incluiría el voto obligatorio –que ya la semana pasada despertó polémica- , financiación estatal de las campañas y eliminación del voto preferente. La bancada uribista estaría asimismo preparando una propuesta de reforma a la Justicia, al sector salud y a la educación, temas pendientes de la agenda del presidente Santos.
Una de las revelaciones de las últimas elecciones fue Marta Lucía Ramírez, quien sin la maquinaria de su partido, logró despertar el entusiasmo en las huestes azules y alcanzó el milagro de casi 2 millones de votos. Para llegar hasta allí enfrentó toda clase de obstáculos. La oposición de los políticos tradicionales, el cuestionamiento de la legitimidad de su candidatura, el veredicto del Consejo Nacional Electoral y según ella, el intento del gobierno de neutralizarla. En esas circunstancias su hazaña fue titánica. Sin embargo, el futuro de Marta Lucía es muy incierto. La realidad es que en la derecha hay dos vertientes: la de los puestos y la de la ideología. La primera, la de la mermelada, es la de la bancada parlamentaria conservadora que apoyó a Santos. Estos encarnan la gran mayoría de los senadores y buena parte de los representantes quienes sin oxígeno burocrático no tienen manera de sobrevivir en sus departamentos. Marta Lucía definitivamente no formará parte de ese bloque pues la verticalidad de su posición contra Santos en la campaña fue contundente.
La otra vertiente es la ideológica. La de los conservadores tradicionales que actúan más por principios que por puestos y que consideran que Santos le está entregando demasiado a la guerrilla. Ese que sería el nicho natural de Marta Lucía, lo encarna para los colombianos el binomio Uribe-Zuluaga. Eso implica que lo más probable es que Marta Lucía se quede sola. Si el uribismo se queda con las banderas y el antisantismo y la bancada parlamentaria de ese partido se queda con la burocracia y las mieles del poder, se le cierran los espacios a la candidata, a pesar de su lucimiento en las pasadas elecciones.
Pero aun en el Centro Democrático hay diferentes matices. Aunque Uribe monopolice la atención en estos primeros meses de la segunda administración de Santos, Óscar Iván Zuluaga también ha ganado un espacio propio ante la opinión pública. Después de su derrota electoral seguramente tendrá interés en mostrar una plataforma menos radical de la que le tocó enarbolar en la campaña. Del mismo modo, surgirán nuevas figuras que no tienen que coincidir en el mismo grado de furibismo. Así como se sabe que José Obdulio Gaviria, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal serán la guardia pretoriana del expresidente, habrá otros nombres que querrán moderar en alguna forma los excesos que llevaron a la derrota.
¿Un país conservador?
La evolución política creada por el Centro Democrático ha hecho que el calificativo de derecha, pase de ser un insulto a una palabra políticamente correcta. Hasta hace poco esa expresión estaba tan estigmatizada que ni siquiera los conservadores la usaban. Se asociaba con el paramilitarismo y las facciones extremistas en el estamento militar. Santos, durante su campaña reeleccionista, utilizaba la expresión “extrema derecha” para dar la impresión de que el uribismo era una franja marginal. Esa estrategia pudo haber sido útil para ganar las elecciones, pero esa franja dejó de ser marginal y representa el 45 por ciento de los votantes.
Este resultado es históricamente significativo. Tradicionalmente los candidatos más conservadores habían sido derrotados por amplios márgenes en las elecciones colombianas. Álvaro Gómez como símbolo de la ideología conservadora perdió tres veces la Presidencia (en 1974, 1986 y 1990) por más de 20 puntos porcentuales ante Alfonso López Michelsen, Virgilio Barco y César Gaviria respectivamente. Los dos últimos presidentes de origen conservador, Belisario Betancur y Andrés Pastrana, para ganar tuvieron que ocultar el nombre de su partido y enrroparlo en supuestas coaliciones pluralistas. Betancur se presentó como candidato nacional y Pastrana como ‘Nueva Fuerza Democrática’. En ninguna parte apareció la palabra conservador. Aún con ese camuflaje los godos ganaban muy estrechamente con márgenes del 3 o 4 por ciento. La votación de Zuluaga es la más alta de un candidato con banderas abiertamente de derecha en los últimos 25 años.
La nueva realidad política es que la derecha destapada en la actualidad se acerca a la mitad del país. Esto le dio la razón póstumamente a Álvaro Gómez en su afirmación de que Colombia espiritualmente era más conservadora que electoralmente. La encuesta del Barómetro de las Américas 2012, que compara las tendencias ideológicas de todos los países del continente, ratifica que Colombia tiende cada vez más hacia la derecha. En una escala de 1 a 10, donde 1 es la extrema izquierda y 10 es la extrema derecha, los colombianos registran un puntaje de 6,2. De 24 países solo Surinam está por encima de Colombia y Paraguay la empata. Los otros 21están por debajo. Si bien ese índice ha girado un poco hacia la izquierda desde los años del gobierno de Uribe, la posición ideológica de los colombianos es mayoritariamente conservadora.
Otras mediciones sobre actitudes sociales confirman el tradicionalismo de la sociedad colombiana. La misma edición del Barómetro muestra que, con excepción del divorcio y del sexo prematrimonial, los colombianos registran posturas conservadoras ante el aborto, el matrimonio homosexual y el consumo de drogas. Una mirada más cercana a esas encuestas refleja que, como lo ha descrito Juan Carlos Rodríguez del Observatorio de Democracia de la Universidad de los Andes, los simpatizantes de derecha en Colombia corresponden a personas mayores, menos pudientes y con más bajo nivel educativo.
En la encuesta del Barómetro de 2013 se midieron las diferencias alrededor del proceso de paz antes de las elecciones presidenciales. Mientras un 32,6 por ciento de los encuestados a nivel nacional no apoyaba las actuales negociaciones con las Farc, un 70 por ciento de la muestra nacional decía estar en desacuerdo con la eventual participación política de las guerrillas y un 75 por ciento rechazaba la opción de no castigar a los guerrilleros por los delitos graves cometidos. Posturas como estas frente al conflicto, la paz y la sociedad hicieron parte activa del discurso del Centro Democrático que se apoyó en ese bloque del electorado.
Otra realidad es que ese ideario no cuenta con medios de comunicación y hasta ahora su presencia se siente más en las redes sociales. Algunos dirigentes del Centro Democrático como Francisco Santos están proponiendo la creación de un medio de comunicación que defienda su ideario. Lo cierto es que el discurso de paz de Santos en la última campaña tuvo mejor entrada en los medios nacionales y regionales que su contraparte uribista. También está el hecho de que toda la denominada intelligentsia es antiuribista. Con excepciones como el diario El Colombiano de Medellín y la Universidad Sergio Arboleda, los medios tradicionales y los centros académicos son bastante críticos de lo que encarna el Centro Democrático.
Las elecciones de 2015
La nueva derecha que representa el uribismo tiene ideas, figuras, mensajes con llegada a la opinión y los primeros triunfos electorales en varias regiones. Su próxima prueba de fuego se dará en el nuevo Congreso cuando tendrán que organizar y funcionar como bancada opositora. Aunque en la actualidad la nueva derecha representa apenas el 20 por ciento del Congreso, tiene el mérito de ser más coherente que la nueva izquierda que acaba de conformarse y que representa el otro 80 por ciento.
Esta última, encabezada ahora por Juan Manuel Santos, en el fondo es una colcha de retazos que se ha logrado mantener unida por la ilusión de la paz, la mermelada y el antiuribismo. El Centro Democrático es todo menos una colcha de retazos. Como dijo William Ospina en su controvertida columna apoyando a Zuluaga en la pasada campaña, el uribismo sabe lo que representa, odia a sus enemigos y uno sabe a qué atenerse
domingo, junio 22, 2014
#COLOMBIA: una #sociedad habituada a la #cultura de la #mafia.
JUDICIAL 21 JUN 2014 - 9:00 PM
Dos décadas después de este homicidio
El estremecedor relato del fiscal del caso de Andrés Escobar
El próximo 2 de julio se cumplirán 20 años de la muerte del jugador de la selección de Colombia. El fiscal que investigó este asesinato reconstruyó para El Espectador un crimen que todavía nos duele.
EN http://www.elespectador.com/noticias/judicial/el-estremecedor-relato-del-fiscal-del-caso-de-andres-es-articulo-499808 Por: Juan David Laverde Palma
Corría el minuto 35 del partido de Colombia contra Estados Unidos cuando al intentar cortar un centro, Andrés Escobar hizo un autogol. El juego quedó 2-1 en favor de los americanos. La selección resultó eliminada.
Pasaron ya 20 años desde su asesinato y esta Colombia violentada y herida sigue poniendo muertos por cuenta del fútbol. No parece haberse sacudido jamás de esa cultura de la bala fácil, del crimen impune, de la muerte en la esquina. Y, sin embargo, la vergüenza nos alcanza para dolernos todavía por ese horrendo homicidio del que fue víctima Andrés Escobar. Esa madrugada del 2 de julio de 1994 Humberto Muñoz Castro, chofer de los hermanos Gallón Henao, le descargó seis balas. Cuando le preguntaron si le habían dado la orden de matarlo, sin inmutarse, frío, contestó sin rodeos: “Todavía no me habían dado la orden”. Dos décadas después Jesús Albeiro Yepes, quien fue el fiscal del caso, por primera vez se animó a contarle a un medio de comunicación todo lo que vivió ese día y cómo le dolió esa muerte. Este es su relato:
“Yo iba en un taxi de madrugada cuando me explotó la noticia. Sin preámbulos el locutor sentenció: ‘Acaban de matar a Andrés Escobar’. El taxista paró el carro, se llevó las manos a la cabeza, se quedó en silencio por un minuto hasta que pegó un grito: ‘¡jueputa!’. Luego me preguntó desconcertado: ‘¿A dónde es que vamos, señor?’. Le indiqué. Cuando llegamos a mi casa le fui a pagar y no tenía ‘devueltas’. Me dijo ‘hasta luego’ y se fue. La verdad es que ni le pagué la carrera. Eso fue muy duro, ambos quedamos en estado de choque. Entré a la casa todo ido y a la media hora me llamaron de la Fiscalía para que me presentara. La revolución en Medellín a esa hora de la mañana era absurda. El director de Fiscalías de Medellín, Mario Nicolás Cadavid, nos comisionó el caso a Carlos Alberto Rico, Abelardo Duica y a mí.
Fue muy duro porque yo era hincha del Nacional y Andrés era un ídolo. Además de ser un gran jugador en el momento de los criollos dorados del verdolaga, siempre se le conoció como ‘El Caballero de las Canchas’, tenía un temperamento pacífico y era de esos que hacía faltas fuertes y se devolvía a presentar excusas. ¡Cómo olvidar su gol en Wembley! Lo de Andrés tiene todos los rasgos de una tragedia griega. Era querido por todo el país. Y en la selección, único. Terrible todo.
A Andrés lo mataron como a las 4 de la mañana en el parqueadero El Indio, en la vía Las Palmas, en Medellín. Y cinco horas después ya sabíamos que los asesinos se movilizaban en dos camionetas, ya habíamos entrevistado a la gente de la discoteca en la que estaban y reconstruido los detalles del matoneo que sufrió. La gente empezó a llamar enloquecida dando información. El Mundial aún no había acabado y esa muerte provocó una indignación internacional. Hasta un minuto de silencio hubo en algún juego. No habían pasado ni 10 días desde su autogol en el juego con Estados Unidos y su muerte multiplicó la vergüenza de Colombia en una época en la que Medellín era sinónimo de sicarios en moto, poderes criminales y narcotráfico.
Andrés estaba esa noche con Juan Jairo Galeano y dos amigas en la discoteca. Desde la mesa de Pedro y Santiago Gallón, quienes estaban con un grupo de amigos, le empezaron a gritar ‘Autogol, Andrés, autogol’. Lo provocaron una y otra vez. Él pidió respeto y se alejó. Luego le gritaron ‘Leo, pantaloncillos Leo’. Andrés estuvo incómodo toda la noche. Cuando salió del lugar, ya en su carro, se dio cuenta de que los que lo molestaron estaban en el parqueadero El Indio e ingresó allí. Volvió a pedirles respeto. Ahí discutió con Pedro Gallón y luego llegó Santiago, el mayor, y lo recriminó. Después le dijo: ‘Usted no sabe con quién se está metiendo’. En esas el chofer de los Gallón, Humberto Muñoz, escuchó esa frase, se bajó del carro apurado y mientras Santiago le repetía a Andrés esa frase: ‘usted no sabe con quién se está metiendo’, como para demostrar que Andrés realmente no sabía con quién se estaba metiendo, se arrimó a su carro y le descargó el revólver en la cabeza. Seis tiros.
Andrés no llegó a provocar una pelea, tanto que no se bajó nunca de su carro, sólo bajó la ventana del vehículo y reclamó respeto. Pero vinieron los insultos, la frase aquella y su muerte. Quizás Andrés pudo haber sido imprudente, su carro estaba en otro lugar y él ingresó al parqueadero El Indio para decirles que no lo molestaran. Claro, no sabía a quiénes les exigía una gota de respeto. Su amiga lo trasladó a una clínica, pero falleció en el camino. Los Gallón se fueron de inmediato en sus camionetas. A las 9 de la mañana nos informan que una persona había denunciando el robo de una camioneta en el sector de Buenos Aires. La camioneta correspondía con la descripción de uno de los carros de los asesinos.
El denunciante era Humberto Muñoz, el mismo que le había descargado seis balas a Andrés apenas unas horas antes. Él decía que lo habían asaltado, le habían hecho tiros y lo habían amarrado. Incluso mostró sus muñecas magulladas por una cuerda. Pronto confirmamos sus mentiras y descubrimos que esa era la camioneta y ese el asesino. Muñoz creó una historia ficticia a instancia de los hermanos Gallón. Los organismos de inteligencia nos dieron abundante información sobre los Gallón y sus actividades. A las 2 de la tarde ya sabíamos quién era el asesino, que los Gallón estaban involucrados y el rastro del arma homicida.
Tres horas después ya habíamos dado las órdenes de allanamiento y hacia las 11 de la noche ya teníamos las camionetas, el revólver, todo. Incluso los Gallón se habían comunicado con el fin de que se les dieran garantías para entregarse. Al amanecer del día siguiente ya estaban en la Fiscalía. En 24 horas se supo todo, se resolvió todo y se capturaron las personas. Muñoz confesó ese día el crimen, pero dijo que no sabía que se trataba del jugador Andrés Escobar. Siempre alegó que estaba medio dormido en la camioneta cuando escuchó a su jefe, se bajó del carro y asesinó a Andrés como por inercia.
Ese día aprendí el poder de un Estado: si tiene voluntad y decisión es posible descubrir hasta el más planeado de los crímenes. El poder del Estado es infinito. Para resolver este caso hubo un despliegue de poder pocas veces visto en Colombia, quizás en dos o tres crímenes. Entendí entonces que el Estado lo puede todo, lo que pasa es que no le da la gana o la negligencia es total. Yo recuerdo que Muñoz estuvo varias horas en silencio, evadiendo nuestras preguntas hasta que se soltó y dijo que la coartada buscaba encubrirlo todo. Entonces el ambiente en Medellín estaba muy tenso. La gente buscaba lincharlo. Incluso ofrecían dinero para que fuera enviado a la cárcel de Bellavista en Medellín. Era una locura.
Dispusimos su traslado a la Modelo de Bogotá. Yo vine a indagarlo dos días después. Él insistió en que lo mató, pero que nunca supo a quién estaba matando. Respecto al hecho mismo de que había asesinado a un ser humano no parecía sentir molestia o angustia. En la indagatoria le pregunté si sus patronos le habían dado la orden de disparar, y él contesto expresamente: ‘Todavía no me habían dado la orden’. A ese hombre nunca lo vi llorar ni mostrar arrepentimiento alguno. Era frío, como fría fue su forma de encubrir el crimen. Esa mañana se cortó el bigote y se hizo tallar las manos para fingir el asalto.
Apenas terminó la indagatoria regresé a Medellín y dictamos medida de aseguramiento en contra de él y de los hermanos Gallón por homicidio. Pronto nos dimos cuenta de que los Gallón tenían mucha relación con autoridades. Uno percibía que acudían a muchos intermediarios entre las estructuras de poder para que no los persiguiéramos. Y hubo algo particular: varios de los narcotraficantes de los ‘12 del patíbulo’, cuyos crímenes fueron perdonados en 1993 por su colaboración contra el cartel de Medellín de Pablo Escobar, terminaron declarando en la Fiscalía en favor de los Gallón. Recuerdo que la mayoría de ellos pasaron por la oficina para dar sus versiones. O sea, los Gallón no solamente tenían dinero, sino poder y amigos en el Estado.
Además me parece que la justicia les dio un trato muy indulgente porque terminaron siendo procesados por encubrimiento, pero no se les investigó ni como cómplices ni como determinadores del homicidio. Un fiscal de segunda instancia revocó la decisión que se había tomado de procesarlos por asesinato y por eso estuvieron muy poco en la cárcel. Nuestra teoría era que los Gallón implícitamente le habían dado una orden a Muñoz, porque ellos lo que evidenciaron con el crimen de Andrés Escobar fue una estructura de poder y, obviamente, no se trataba de un poder pacífico, sino criminal. Lo que se decía en nuestra providencia era que cuando un hombre con ese poder dice delante del conductor de manera repetida y desafiante ‘usted, hijueputa, no sabe con quién se está metiendo’, es porque él mismo considera que representa un poder intimidante, un poder incluso capaz de la eliminación física. Y lo que hizo Muñoz respondía a una estructura de poder que esperaba de él decisiones, acciones.
Sin embargo, un fiscal superior no aceptó esa tesis. Los Gallón presentaron el tema como un error del conductor bajo el argumento de que estaba medio dormido y que cuando se despertó consideró que estaban en peligro y por eso actuó en su defensa. Esa teoría pendeja tuvo eco en la segunda instancia. Lo que pasa es que en 1994 el nivel de jurisprudencia sobre estructuras delictivas de poder no tenía el desarrollo de hoy, en donde, por ejemplo, ya se habla de la determinación moral implícita. Sobre los ‘12 del patíbulo’ jamás entendí a qué horas terminaron declarando en el proceso. En el fondo creo que más que servirles, lo que hicieron fue llenar el expediente de papeles. Acuérdese que en esa época se habló mucho del tema de las apuestas y se creó la idea de que la muerte de Andrés estaba relacionada con eso. Pero eso nunca tuvo respaldo. Ellos finalmente lo que sirvieron fue a la causa de los hermanos Gallón.
El conductor Muñoz fue condenado a 43 años de cárcel, pero no pagó ni 12. Desde 2005 está libre. Los Gallón fueron sentenciados por encubrimiento. Años después otro de sus hermanos fue extraditado a Estados Unidos y en 2010 Santiago fue condenado por financiar al paramilitarismo. ¿Usted por qué cree que llegamos tan rápido a los Gallón en 1994? Desde esa época había mucha información de inteligencia sobre ellos que los asociaba con actividades del narcotráfico. Vale decir que jamás fui amenazado en esta investigación.
¿Que cómo me afectó a mí el crimen de Andrés Escobar? Mire, a mí me mataron un hermano, y yo entendí que a él lo habían matado por esas cosas absurdas por las que en Colombia matan a la gente: una pelea que las autoridades no resolvieron a tiempo y eso desencadenó una serie de problemas que terminaron en un homicidio absurdo. En Colombia las tragedias humanas están en gran parte relacionadas con unas actitudes de negligencia eterna y absoluta de las autoridades. Es horrible la cantidad de muertos que este país ha puesto por esa manera tan negligente y displicente con que suelen asumir las autoridades los procesos judiciales.
En mis tiempos como fiscal entendí que el Estado tiene todo el poder del mundo, que si quiere resolver un crimen lo puede hacer en 24 horas si le da la gana, como pasó con el de Andrés Escobar. Pero al final lo que uno retrata es una negligencia infinita. Desde los escritorios no se investiga nada. Le digo más: Colombia todavía no ha superado la muerte de Andrés. Yo todavía me pregunto quién mató a Andrés Escobar. La respuesta simple y plana es que lo mató el señor Muñoz Castro. Pero eso no responde el problema. El problema es por qué un hombre como Muñoz Castro mata de esa manera, y la respuesta no puede ser sino una sola: porque somos una sociedad habituada a la cultura de la mafia.
Colombia todavía vive el oscurantismo de esa anticultura que sigue disponiendo de la vida humana de la misma manera, con la misma frialdad, con la misma indiferencia y con ese silencio oficial. Las causas de esta muerte están vivas aún. ¡Esto no ha cambiado! Es que aquí se bajan de un carro y le van disparando a alguien como si fuera cualquier animal. Aquí la vida no vale nada. Colombia sigue siendo eso, todavía no lo hemos superado. Cualquier cristiano que revise la historia de este país se dará cuenta de que el Estado y la sociedad colombiana han sido de una contemplación eterna con esas expresiones de violencia. Yo lo retrato más o menos así: nos pasamos 50 años justificando a los que mataban en nombre de la justicia social; cuando eso se desbordó empezamos a justificar a los que mataban en nombre de la defensa social. En ese saco de justificaciones estuvo antes, durante y después el narcotráfico. Y cuando todo eso nos superó empezamos a justificar la violencia a través de la justicia.
Aquí la gente pide, por ejemplo, que se condene a un hombre así no haya pruebas. Es una tragedia todo. Veinte años después de ese crimen que indignó a Colombia y al mundo no hemos cambiado nada. Seguimos igual de mal”.
jlaverde@elespectador.com
@jdlaverde9
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