miércoles, septiembre 21, 2005

¿QUÉ "TROYA" NOS INTERESA? (Retos de la Historia Urbana)


(Foto de la ciudad de Pereira-Colombia en 1963 en http://www.public.iastate.edu)

(Texto Agosto de 2004)

Hace algunos meses, el canal especializado Discovery Channel transmitió un especial sobre lo que al parecer fue la legendaria ciudad de Troya. ¿La conclusión?...no hubo una Troya, sino varias Troyas...incluso la que muestra la lucha por Helena, la que habla de Aquiles y Héctor...es una de ellas, pero –según el documental y las "capas" arqueológicas estudiados- habrían existido unas "Troyas" antes y existieron otras después...aquí entonces salta la pregunta fundamental ¿Qué "tipo de sociedades" fueron las que "construyeron" esas ciudades?. Y una que le sirve de ayuda: qué tipo de sociedades las impulsaron a renacer y qué tipo de ellas las dejaron decaer, cuales sociedades dejaron claro –ej Mompox- que existen ciudades que desestabilizan la regla que las lleva a crecer y por el contrario las ponen en el "decrecimiento" y hasta en la destrucción y abandono parcial o total, momentáneo o definitivo...

Los ejemplos sobre estas preguntas abundan no sólo en Europa, sino en relación con las ciudades de los imperios de Myanmar en Asia...o de los Mayas he incluso lo sucedido con Machu Pichu o con nuestra propia Tairona...nos reafirman que las "ciudades" son esencialmente eso: expresiones históricas, expresiones de los ires, venires y "quedares" de nuestras sociedades...

El debate que nos lleva a hablar de la difícil posibilidad de construir una "Historia Urbana" esta mediada por la forma cómo se ha enfocado, o mejor -algo típico en los procesos dialécticos, de tesis, antitesis y síntesis por los que se mueven los paradigmas de la ciencia- por el qué se ha priorizado a la hora de tratar de entender la Urbana Historia o Historia Urbana...si el privilegio ha sido tan sólo los procesos arquitectónicos asociados a la urbanización, o si el privilegio ha sido los procesos que viven los humanos, las sociedades humanas que nos desenvolvemos dentro y con ellas...o si, de lo que se trata es de entender como lo uno y lo otro interactúan y como la historia urbana es en gran medida la "síntesis dialéctica" de ambos...

Una cosa es, volviendo al ejemplo original, tratar de entender las Troyas desde el análisis de sus edificios, de su extensión territorio espacial, otra es tratar de entender tan sólo las sociedades que siguieron unos ciclos de vida y muerte dentro de estos edificios y otra, el buscar entender que tanto entre el uno (espacio) como el otro (sociedad) existen y se dan y se dieron una serie de relaciones que marcaron al uno con el otro...que las historias de las ciudades están marcadas por esa compleja relación espacio-sociedad, sociedad-espacio y de la cual emana, aparece, surge lo que damos en llamar "Historia Urbana"

PLANEACION VS REALIDADES (Sobre: El Siglo XX y la modernización en Bogotà)

Foto de http://200.71.50.5/space/bc/images/stories
Qué es la modernidad?...qué es ser moderno...la discusión no es fácil, por ejemplo: a nivel urbano no eran más moderna Tenochtitlan o algunas ciudades del mar amarillo que las ciudades de Europa al momento del choque de las culturas?...esa mes tal vez una pregunta primaria, una pregunta necesaria de responder para poder avanzar en la comprensión del tema.

Esa pregunta se une a otra pregunta: la dificultad para ver en los resquicios, en los detalles intrascendentes, supuestamente, esas pequeñas luces de lo moderno en el marco de un contexto de atraso (¿pre moderno?). La ciudad es un espacio para el desarrollo?...o la ciudad es un Objeto del Desarrollo?...buena pregunta, difícil y dialéctica respuesta; tal vez es una pregunta concatenada a unas muy bogotanas (¿o muy colombianas?, o latinoamericanas?, o mundiales?) y es quién gana la pelea por el "poder": la política o la academia; la política o la técnica; y hoy con este gobierno de Lucho Garzón: la política o lo social?...el quien gane, determina los procesos, determina las huellas que van marcando y direccionando la(s) ciudad(es).

Estas ciudades nuestras, algunas están marcadas por las olas de migración: Nueva York, Buenos Aires; pero las Colombianas están marcadas por las olas de migración pero de desplazados por las violencias recurrentes de las que no salimos desde 1782 y tal vez antes: desde los levantamientos comuneros hasta hoy, con décadas intersticiales de aparente paz, (qué es una década para la historia?) es un continuum de violencia en los campos (y hoy en las ciudades) que obliga al desplazamiento hacia el centro, hacia los centros, y qué mejor que Bogota: esto ha influido, influye y seguramente influirá en el futuro de la ciudad y que, por ejemplo, deben ser parte de esa infinita cadena de planes que no se aplican, pero de lo que algo queda: sin decir con ello que es el factor determinante para su archivamiento y posterior desenvolvimiento: no, en nuestro caso son más los avatares políticos que sojuzgan las propuestas tecno-académicas...y a lo cual se debe, no se si sumar, o "consecuenciar" una infinita cadena de planeación, pero de planeación popular espontánea como lo anota el autor.

Queda pues al final una Bogotá que ha superado incluso las proyecciones de quienes creían que al no ser un puerto costero, sino una capital montañera no crecería tan desmesuradamente...pero lo ha hecho y como siempre en la modernidad, y en la post-modernidad: por más que se intente planear a futuro, son las realidades las que planifican esos futuros...

Was ist Aufklärung? (Qué es la Ilustración) DE KANT A FOUCAULT

(TEXTO 1ER SEMESTRE 2005)

El texto de Kant, Was ist Aufklärung? parece ser el padre de otro texto de Estanislao Zuleta sobre la democracia...fundamentalmente en torno a las prominentes dudas que le saltan al ser humano respecto al terror a la libertad que implica la independencia...(tal vez Robespierre fue asesinado no tanto por su terror, 1789-1794, -recién publicado este texto...en Alemania o Prusia...- sino por ese "reino de ciudadanos" que quería crear y del que el quería ser su máximo icono...) del miedo a "madurar" a superar "la minoría de edad". Creo también que este texto hace parte de esa cadena que hemos visto remontarse a la antigüedad greco latina (occidental) en torno al papel del intelectual, de quien hace "uso público de la razón".

Pocos años después de este libro, vendría la sangrienta, exageradamente sangrienta revolución francesa, donde incluso se planteo la "des-cristianización" a cambio de la "Marart-ización" y en la cual fueron masacrados por miles los curas, el texto de Kant, sin hacerlo abiertamente (¿o si?) pone en la picota pública el papel de los dirigentes religiosos a quienes implícitamente reconoce su formación superior. También, es una critica a los sistemas totalitarios que vendrían luego, y que habían existido ya, pues estos han pretendido coartar la libertad de pensamiento, a cambio de los dogmas que profesan como verdades "ultimas".
Desde el punto de vista propiamente histórico y de la teoría de la historia el siguiente monologo (1784) es muy valioso: "¿vivimos ahora en una época ilustrada?, responderíamos que no, pero si, en una época de ilustración".... "es este tiempo la época de la ilustración o el siglo de Federico" (). Empero Foucault nos llama la atención sobre como el texto, más que una discusión sobre una época o un momento, si se quiere lo que nos plantea es una actitud y una actitud de un ethos filosófico que puede ser individual o que puede ser colectiva y la lleva luego a su análisis sobre la modernidad y la postmodernidad, donde recoge a Baudelaire y sostiene que este plantea como la modernidad es un modo de relación que el hombre debe establecer consigo mismo.

Es curioso como Kant dice abiertamente "frente a las artes y las ciencias nuestros señores no tienen ningún interés en jugar el papel de tutores de sus súbditos"; es decir, pone en un lado, los aspectos de la libertad religiosa y en otro los avances de la ciencia, y, entiende (¿?) qué papel juegan "los señores" frente a ambos conocimientos. Incluso en esa línea esta la frase "¡razonad tanto como queráis y sobre lo que queráis, pero obedeced!"...esa es la diferencia entre la Prusia de Kant y la Francia revolucionaria...y es parte de lo que resalta Foucault (Francés) y discute con Kant al respecto: "el contrato del despotismo racional con la razón libre" para el francés ello es un chantaje y por ello prácticamente lo desecha.

Foucault, llama la atención sobre la diferencia entre el humanismo y la ilustración, ya que para éste el primero son diversos momentos y el segundo es un sólo momento (allí me parece que hay una contradicción, pues una "actitud" no necesariamente es temporal).

Finalmente comparto el pesimismo del filosofo frances, que era el mismo de Zuleta: ha difícil será que alcancemos como colectivo social la mayoría de edad que plantea Kant...es más fácil que otros piensen por nosotros y parece ser que genéticamente como individuos y como sociedades somos facilistas.

lunes, septiembre 19, 2005

Discurso del Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez en la Asamblea General de la ONU, 15 de septiembre de 2005


El propósito original de esta reunión ha sido desvirtuado totalmente. Se nos ha impuesto como centro del debate un mal llamado proceso de reformas, que relega a un segundo plano lo más urgente, lo que los pueblos del mundo reclaman con urgencia, como lo es la adopción de medidas para enfrentar los verdaderos problemas que obstaculizan e impiden los esfuerzos de nuestros países por el desarrollo y por la vida.
Cinco años después de la Cumbre del Milenio, la cruda realidad es que la gran mayoría de las metas diseñadas, pese a que eran ya de por sí modestísimas, no serán alcanzadas.
Pretendimos reducir a la mitad los 842 millones de hambrientos para el año 2015. Al ritmo actual la meta se lograría en el año 2215, ve a ver quién de nosotros estaríamos allí para celebrarlo, si es que la especie humana logra sobrevivir a la destrucción que amenaza nuestro medio ambiente.
Habíamos proclamado la aspiración de lograr en el 2015 la enseñanza primaria universal. Al ritmo actual la meta se alcanzará después del año 2100, preparémonos pues para celebrarlo.
Esto, amigas y amigos del mundo, nos lleva de manera irreversible a una amarga conclusión: las Naciones Unidas han agotado su modelo, y no se trata simplemente de proceder a una reforma, el siglo XXI reclama cambios profundos que sólo son posibles con una refundación de esta organización. Esto no sirve, hay que decirlo, es la pura verdad.
Esas transformaciones, a las que desde Venezuela nos referimos, al mundo, tienen para nosotros, desde nuestro punto de vista dos tiempos: el inmediato, el de ahora mismo, y el de los sueños, el de la utopía; el primero está marcado por los acuerdos lastrados por el viejo esquema, no le rehuimos, y traemos, incluso, propuestas concretas dentro de ese modelo en el corto plazo. Pero el sueño de esa paz mundial, el sueño de un nosotros que no avergüence por el hambre, la enfermedad, el analfabetismo, la necesidad extrema, necesita –además de raíces– alas para volar. Necesitamos alas para volar, sabemos que hay una globalización neoliberal aterradora, pero también existe la realidad de un mundo interconectado que tenemos que enfrentar no como un problema sino como un reto, podemos, sobre la base de las realidades nacionales, intercambiar conocimientos, complementarnos, integrar mercados, pero al tiempo debemos entender que hay problemas que ya no tienen solución nacional, ni una nube radioactiva, ni los precios mundiales, ni una pandemia, ni el calentamiento del planeta o el agujero de la capa de ozono son problemas nacionales. Mientras avanzamos hacia un nuevo modelo de Naciones Unidas que haga cierto y suyo ese nosotros de los pueblos, hay cuatro reformas urgentes e irrenunciables que traemos a esta Asamblea, la primera, la expansión del Consejo de Seguridad tanto en sus categorías permanentes como en las no permanentes, dando entrada a nuevos países desarrollados y a países en desarrollo como nuevos miembros permanentes. La segunda, la necesaria mejora de los métodos de trabajo para aumentar la transparencia y no para disminuirla, para aumentar el respeto y no para disminuirlo, para aumentar la inclusión. La tercera, la supresión inmediata, seguimos diciéndolo desde hace seis años desde Venezuela, la supresión inmediata del veto en las decisiones del Consejo de Seguridad, ese vestigio elitesco es incompatible con la democracia, incompatible con la sola idea de igualdad y de democracia.
Y en cuarto lugar el fortalecimiento del papel del Secretario General, sus funciones políticas en el marco de la diplomacia preventiva, debe ser consolidado. La gravedad de los problemas convoca a transformaciones profundas, las meras reformas no bastan para recuperar el nosotros que esperan los pueblos del mundo, más allá de las reformas reclamamos desde Venezuela la refundación de Naciones Unidas, y como bien sabemos en Venezuela, por las palabras de Simón Rodríguez, el Robinson de Caracas: "O inventamos o erramos".
En la reunión de enero pasado de este año 2005 estuvimos en el Foro Social Mundial en Porto Alegre, diferentes personalidades allí pidieron que la sede de Naciones Unidas saliera de Estados Unidos si es que continúan las violaciones a la legalidad internacional por parte de ese país. Hoy sabemos que nunca existieron armas de destrucción masiva en Iraq, el pueblo estadounidense siempre ha sido muy riguroso con la exigencia de la verdad a sus gobernantes, los pueblos del mundo también: nunca hubo armas de destrucción masiva y sin embargo, y por encima de Naciones Unidas, Iraq fue bombardeado, ocupado y continúa ocupado. Por eso proponemos a esta Asamblea que Naciones Unidas salga de un país que no es respetuoso con las propias resoluciones de esta Asamblea. Algunas propuestas han señalado a una Jerusalén convertida en ciudad internacional como una alternativa. La propuesta tiene la generosidad de proponer una respuesta al conflicto que vive Palestina, pero quizás tenga aristas que hagan difícil llevarlo a cabo. Por eso traemos aquí otra propuesta, anclada en la Carta de Jamaica, que escribió Simón Bolívar, el gran Libertador del Sur, en Jamaica, en 1815, hace 190 años. Ahí propuso Bolívar la creación de una ciudad internacional que sirviera de sede a la idea de unidad que planteaba. Bolívar era un soñador que soñó lo que son hoy nuestras realidades.
Creemos que ya es hora de pensar en la creación de una ciudad internacional ajena a la soberanía de ningún Estado, con la fuerza propia de la moralidad de representar a las Naciones del mundo, pero esa ciudad internacional tiene que reequilibrar cinco siglos de desequilibrio. La nueva sede de Naciones Unidas tiene que estar en el Sur, "¡El Sur también existe!", dijo Mario Benedetti. Esa ciudad que puede existir ya, o podemos inventarla, puede estar donde se crucen varias fronteras o en un territorio que simbolice al mundo, nuestro Continente está en disposición de ofrecer ese suelo sobre el que edificar el equilibrio del universo del que habló Bolívar en 1825.
Señoras, señores, enfrentamos hoy una crisis energética sin precedentes, en el mundo, en la que se combinan peligrosamente un imparable incremento del consumo energético, la incapacidad de aumentar la oferta de hidrocarburos y la perspectiva de una declinación en las reservas probadas de combustibles fósiles. Comienza a agotarse el petróleo.
Para el 2020 la demanda diaria de petróleo será de 120 millones de barriles, con lo cual, incluso sin tener en cuenta futuros crecimientos, se consumiría en 20 años una cifra similar a todo el petróleo que ha gastado la humanidad hasta el momento, lo cual significará, inevitablemente, un aumento en las emisiones de dióxido de carbono que, como se sabe incrementa cada día la temperatura de nuestro planeta.
Katrina ha sido un doloroso ejemplo de las consecuencias que puede traer al hombre ignorar estas realidades. El calentamiento de los océanos es, a su vez, el factor fundamental detrás del demoledor incremento en la fuerza de los huracanes que hemos visto en los últimos años. Valga la ocasión para transmitir una vez más nuestro dolor y nuestro pesar al pueblo de Estados Unidos, que es un pueblo hermano de los pueblos de América también, y de los pueblos del mundo.
Es práctica y éticamente inadmisible sacrificar a la especie humana invocando de manera demencial la vigencia de un modelo socioeconómico con una galopante capacidad destructiva. Es suicida insistir en diseminarlo e imponerlo como remedio infalible para los males de los cuales es, precisamente, el principal causante.
Hace poco el señor Presidente de Estados Unidos asistió a una reunión de la Organización de Estados Americanos, a proponerle a la América Latina y al Caribe incrementar las políticas de mercado, la apertura de mercado, es decir, el neoliberalismo, cuando esa es precisamente la causa fundamental de los grandes males y las grandes tragedias que viven nuestros pueblos: el capitalismo neoliberal, el Consenso de Washington lo que ha generado es mayor grado de miseria, de desigualdad y una tragedia infinita a los pueblos de este continente.
Ahora más que nunca necesitamos, señor Presidente, un nuevo orden internacional, recordemos que la Asamblea General de las Naciones Unidas en su sexto período extraordinario de sesiones, celebrado en 1974, algunos de quienes están aquí no habían nacido, seguramente, o estaban muy pequeños.
En 1974, hace 31 años adoptó la declaración y el programa de acción sobre un nuevo Orden Económico Internacional, junto con el plan de acción la Asamblea General adoptó el 14 de diciembre de aquel año 1974 la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados que concretó el Nuevo Orden Económico Internacional, siendo aprobada por mayoría aplastante de 120 votos a favor, 6 en contra y 10 abstenciones –esto era cuando se votaba en Naciones Unidas–, porque ahora aquí no se vota, ahora aquí se aprueban documentos como este documento que yo denuncio a nombre de Venezuela, como irrito, nulo e ilegal, se aprobó violando la normativa de las Naciones Unidas, ¡no es válido este documento!, habrá que discutir este documento, el Gobierno de Venezuela lo va a hacer conocer al mundo, pero nosotros no podemos aceptar la dictadura abierta y descarada en Naciones Unidas, estas cosas son para discutirlas y para eso hago un llamado muy respetuoso, a mis colegas los Jefes de Estado y los Jefes de Gobierno.
Ahora me reunía con el presidente Néstor Kirchner y bueno, yo sacaba el documento, este documento fue entregado cinco minutos antes, ¡sólo en inglés!, a nuestros delegados y se aprobó con un martillazo dictatorial, que denuncio ante el mundo como ilegal, irrito, nulo e ilegítimo.
Oíganme una cosa, señor Presidente, si nosotros vamos a aceptar esto, es que estamos perdidos, ¡apaguemos la luz y cerremos las puertas y cerremos las ventanas! Sería lo último: que aceptemos la dictadura aquí en este salón.
Ahora más que nunca –decíamos– requerimos retomar, retomar cosas que se quedaron en el camino, como la propuesta aprobada en esta Asamblea en 1974 de un Nuevo Orden Económico Internacional, para recordar algo, digamos lo siguiente, el Artículo 2 del texto de aquella carta, confirma el derecho de los estados de nacionalizar las propiedades y los recursos naturales que se encontraban en manos de inversores extranjeros, proponiendo igualmente la creación de carteles de productores de materias primas. En su Resolución 3.201 de mayo de 1974, expresó la determinación de trabajar con urgencia para establecer un Nuevo Orden Económico Internacional basado –oiganme bien, os ruego– "en la equidad, la igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y la cooperación entre todos los estados cualesquiera que sean sus sistemas económicos y sociales, que corrija las desigualdades y repare las injusticias entre los países desarrollados y los países en desarrollo, y asegure a las generaciones presentes y futuras, la paz, la justicia y un desarrollo económico y social que se acelere a ritmo sostenido", cierro comillas, estaba leyendo parte de aquella Resolución histórica de 1974.
El objetivo del Nuevo Orden Económico Internacional era modificar el viejo orden económico concebido en Breton Woods.
Creo que el Presidente de Estados Unidos habló aquí durante unos 20 minutos el día de ayer, según me han informado, yo pido permiso, Excelencia, para terminar mi alocución.
El objetivo del Nuevo Orden Económico Internacional era modificar el viejo orden económico concebido en Breton Woods en 1944, y que tendría una vigencia hasta 1971, con el derrumbamiento del sistema monetario internacional: sólo buenas intenciones, ninguna voluntad para avanzar por ese camino, y nosotros creemos que ese era, y ese sigue siendo el camino.
Hoy reclamamos desde los pueblos, en este caso el pueblo de Venezuela, un nuevo orden económico internacional, pero también resulta imprescindible un nuevo orden político internacional, no permitamos que un puñado de países intente reinterpretar impunemente los principios del Derecho Internacional para dar cabida a doctrinas como la "Guerra Preventiva", ¡vaya que nos amenazan con la guerra preventiva!, y la llamada ahora "Responsabilidad de Proteger", pero hay que preguntarse quién nos va a proteger, cómo nos van a proteger.
Yo creo que uno de los pueblos que requiere protección es el pueblo de Estados Unidos, demostrado ahora dolorosamente con la tragedia de Katrina: no tiene gobierno que lo proteja de los desastres anunciados de la naturaleza, si es que vamos a hablar de protegernos los unos a los otros; estos son conceptos muy peligrosos que van delineando el imperialismo, van delineando el intervencionismo y tratan de legalizar el irrespeto a la soberanía de los pueblos, el respeto pleno a los principios del Derecho Internacional y a la Carta de las Naciones Unidas deben constituir, señor Presidente, la piedra angular de las relaciones internacionales en el mundo de hoy, y la base del nuevo orden que propugnamos.
Permítanme una vez más, para ir concluyendo, citar a Simón Bolívar, nuestro Libertador, cuando habla de la integración del mundo, del Parlamento Mundial, de un Congreso de parlamentarios, hace falta retomar muchas propuestas como la bolivariana. Decía Bolívar en Jamaica, en 1815, ya lo citaba, leo una frase de su Carta de Jamaica: "Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos, ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, de los reinos, a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración." Urge enfrentar de manera eficaz, ciertamente, al terrorismo internacional, pero no usándolo como pretexto para desatar agresiones militares injustificadas y violatorias del Derecho Internacional, que se han entronizado como doctrina después del 11 de septiembre. Sólo una estrecha y verdadera cooperación, y el fin de los dobles raseros que algunos países del Norte aplican al tema del terrorismo, podrán acabar con este horrible flagelo.
Señor Presidente:
En apenas 7 años de Revolución Bolivariana, el pueblo venezolano puede exhibir importantes conquistas sociales y económicas.
Un millón 406 mil venezolanos aprendieron a leer y a escribir en año y medio, nosotros somos 25 millones aproximadamente y, en escasas semanas el país, dentro de pocos días, podrá declararse libre de analfabetismo, y tres millones de venezolanos antes excluidos por causa de la pobreza, fueron incorporados a la educación primaria, secundaria y universitaria.
Diecisiete millones de venezolanos y venezolanas –casi el 70% de la población- reciben, por primera vez en la historia, asistencia médica gratuita, incluidos los medicamentos y, en unos pocos años, todos los venezolanos tendrán acceso gratuito a una atención médica por excelencia.
Se suministran hoy más de 1 millón 700 mil toneladas de alimentos a precios módicos a 12 millones de personas, casi la mitad de los venezolanos, un millón de ellos lo reciben gratuitamente, de manera transitoria. Estas medidas han generado un alto nivel de seguridad alimentaria a los más necesitados.
Señor Presidente, se han creado más de 700 mil puestos de trabajo, reduciéndose el desempleo en 9 puntos porcentuales, todo esto en medio de agresiones internas y externas, que incluyeron un golpe militar facturado en Washington, y un golpe petrolero facturado también en Washington, pese a las conspiraciones, a las calumnias del poder mediático, y la permanente amenaza del imperio y sus aliados, que hasta estimula el magnicidio. El único país donde una persona se puede dar el lujo de pedir el magnicidio de un Jefe de Estado, es Estados Unidos, como ocurrió hace poco con un reverendo llamado, Patt Robertson muy amigo de la Casa Blanca: pidió públicamente ante el mundo mi asesinato y anda libre, ¡ese es un delito internacional!, ¡terrorismo internacional!
Pues bien, nosotros lucharemos por Venezuela, por la integración latinoamericana y por el mundo.
Reafirmamos aquí en este salón nuestra infinita fe en el hombre, hoy sediento de paz y de justicia para sobrevivir como especie. Simón Bolívar, padre de nuestra Patria y guía de nuestra Revolución, juró no dar descanso a su brazo, ni reposo a su alma, hasta ver a la América libre. No demos nosotros descanso a nuestros brazos, ni reposo a nuestras almas hasta salvar la humanidad.
Señores, muchísimas gracias.

lunes, septiembre 12, 2005

(Notas para una...) HISTORIA DE LA HISTORIA EN EL SIGLO XX...



"El corto siglo XX acabó con problemas para los cuales nadie tenía, ni pretendía tener, una solución. Cuando los ciudadanos de fin de siglo emprendieron su camino hacia el tercer milenio, a través de la niebla que les rodeaba, lo único que sabían con certeza eran que una era de la historia había llegado a su final. No sabían mucho más." E. J. Hobsbawm, Munich, 1996.[i] (Foto Montaje: www.redvoltaire.net)
(NOTAS DEL IIo SEMESTRE DEL 2004)
INTRODUCCIÓN
Este texto se propone hacer un recuento de lo que ha sido la profusa y profunda evolución de la historia durante el siglo XX, para ello trataremos de hacer un recorrido lo más prolífico posible, partiendo, especial, más no únicamente; de las excelentes recopilaciones hechas por Ruiz-Domènec y Tosh, las cuales recorren los nombres de buena parte de las y los historiadores, por cierto, con contadas excepciones, provenientes únicamente de las metrópolis Europeas y Norteamericanas (¿Dominantes?) que han intervenido en este proceso el cual, más allá de ese geo centrismo desconocedor de lo que se hace en otros lados del planeta... definitivamente, hizo avanzar la historia como ciencia, así sea por el sólo hecho de hacerla pensarse a si misma: La Historia, pues, no escapo al ritmo revolucionario (y) de cambios del siglo XX.
I.
El siglo XX fue el siglo donde los historiadores replantearon en el concierto mundial el tema de la Historia y de la Historia Política en particular...Podríamos pensar que durante las primeras décadas del ese siglo, prácticamente hasta los 70’s u 80’s hubo un cierto menosprecio por la que había sido la forma de historia dominante durante, válgame Dios, más de 19 siglos...porque eso fue la historia hasta que comenzaron a revaluarla...la historia de la política...eso era: la historia de los personajes, de los personajes asociados a la política...eso era desde Hecateo de Abdera, desde Polibio, desde Herodoto, desde Tucìdides, más allá de que primaran las narraciones, que primara la narratividad, detrás de ella lo que estaban eran los personajes poderosos...Y era la historia entendida como el sometimiento de los hombres al destino: Heròdoto, Polibio; a las ambiciones del poder: Tucìdides, Maquiavelo, Lord Acton; al azar entendido como “fortuna”: Tácito, Voltaire; a las leyes de Dios San Agustín, Beda; y más recientemente a una idea: Herder, Ranke, Humboldt; a un poderoso impulso: Burckardt; a la economía Smith, Marx... Leopold Von Ranke, el gran historiador Alemán, desde su Weltgeschichte llevo la historia política a los más altos niveles en aquellos periodos...era la historia, donde se pretendía superar la narratividad de una manera u otra poco objetiva y se planteaba la necesidad de sustentarla sobre hechos, sobre documentos...pero de todos modos seguía siendo eso: la historia de los personajes. Llego el siglo XX y con su llegada, la abstracción en el arte, la atonalidad en la música, la relatividad en la física, el psico-análisis; en fin, llego barriendo el siglo XX y con el, también, todo un distanciamiento intelectual con esta historia...aparecían Meinecke en Alemania, Bloch y Febvre en Francia, Collingwood en Inglaterra, Sánchez Albornoz en España, Croce en Italia... Vino la valoración de la “historia de la calle”...del poder, pero del poder en todas sus manifestaciones no sólo el de los centros de gobierno: la historia “total”...vino Jaques Le Goff, abiertamente enfrentado a un S. Jhon Seeley, flamante historiador Británico quien planteaba que “La historia es la política del pasado; la política es la historia del presente”[ii] ; la historia desde abajo, del pueblo, enfrentada a la historia desde arriba, a esa historia de los grandes hombres; la historia del “actor” histórico, del individuo, enfrentada a la historia de lo colectivo; vino también la historia de los cambios económicos y sociales, de las estructuras, a largo plazo, la de Longue Durèe, enfrentada a la historia de los acontecimientos a la histoire èvènementielle; la historia que buscaba poner como preeminencia absoluta “lo objetivo” (que era el reto que le ponía Ranke a los historiadores) y esta “Nueva historia” –después habría otra “nueva” y seguramente luego vendrá otra “nueva”...¿dialéctica?...- donde se alentaba la quimera, la perspectiva particular...donde los procesos impersonales, las masas son las verdaderas protagonistas de la historia: a través de las tendencias que muestran la demografía, la economía, la etnología, desplazando los hechos, las batallas, los personajes... [iii]
II.
La segunda guerra mundial, con sus Personajes...sirvió para todo un debate: sobre el comportamiento social de los individuos...donde porque no decirlo, sus ecos todavía resuenan como El Tambor de Hojalata, cómo no iba a participar la historia en la discusión sobre la relación que existe y existió entre la sociedad alemana y un personaje como Hitler, o entre la rusa y Stalin... se cuestionaron diversas cosas, posteriormente, y además obviamente se dio el enfrentamiento entre quienes querían interpretar la historia desde abajo y quienes querían interpretarla desde arriba, desde estos personajes y quienes los rodeaban; quienes (historiadores estructurales) quisieron entender el movimiento social, las maquinas de gobierno, los procesos de toma de decisiones, los motivos conscientes o inconscientes (los sico-historiadores). Cabe anotar, que, durante la guerra, como era obvio, y dentro del esquema de la historia política, el tema de “la nación”, de la “historia nacional”, como parte del esfuerzo por levantar la moral –Inglaterra p.e- se fortaleció; en esta senda se encuentra The Englishman and his History de Hebert Buttefield, publicado en 1944[iv] 1948, y los años que siguieron, con el gesto moral del papel jugado por la Unión Soviética en la derrota del Nazi Fascismo, indudablemente, y por lo menos hasta 1956, fortalecieron el marxismo: Cristopher Hill, en Marxism and History escribía aquel año: During the century which has passed since the publications of The Communist Manifesto, the influence of Marxism has been more obvious in history than in any other branch of knowledge. We can list six main ways in which the ideas of the Marx and Engels have, directly or indirectly, transformed the study of history over the last hundred years (1) Of all development during this period, the recognition of the crucial importance of economic history has been the most striking (...). (2) Second only in significance to this great changes has been the growing recognition of the role of economic classes in historical development (...) (3) Historians during the last century have also come to recognize the social origins of human thinking, of ideology.(...) (4) Together with this has gone a new relativism in the approach of historians. The great nineteenth-century historians approaches history with moral standards which they believed to be absolute, although they were in fact the product of nineteenth-century capitalism. Most modern historians recognize that moral standards change as society changes (...) (5) During the past century there has been a revolution in the sources from which history is written. Where previously these sources were primarily literary - chronicles, memoirs, letters, diaries, newspapers- they are now primarily documentary: public records, parish registers, charters, inscriptions, etc., and even archaeological-actual old tools, machines, buildings and fields (...) (6) Finally, because Marx established the ultimate priority of economics facts, to which all political and cultural activities of man can in the last resort be related, it is to Marx that we must look back for the modern sense of the unity of the history. [v] Esta extensión hacia las Ciencias Sociales de diversos matices, y de la cual indudablemente, peso mucho en el concierto mundial la escuela de los Annales se vio reflejada no sòlo en Europa sino en EEUU, por ejemplo con Richard Hofstadter`s, en textos como History and the social sciences publicado en 1956 Empero no podemos olvidar que en 1955 se publicaba The King`s Peace, y en 1958 The King`s war, ambas obras que abrían el espacio hacia la utilización de la imaginación, The Historian’s Imaginative, cuyos exponentes destacados son C.V. Wedgwood y Richard Cobb. Para 1961-4 se publica el libro de E.H. Carr What is History?, en el se reflejan los hechos de la guerra, en la discusión sobre la historia política y especialmente sobre el progreso, Carr dice:Progress does not and cannot mean equal and simultaneous progress for all (el progreso ni significa, ni puede significar progreso igual y simultaneo para todos) y paginas más adelante asevera[vi]: Y por fin llego a la pregunta de cuál es el contenido esencial del progreso atendiendo a la acción histórica. Los que luchan pongamos por caso, por extender a todos los derechos civiles, o por reformar la práctica penal, o por allanar las desigualdades de raza o de riqueza, conscientemente se proponen el sólo alcance de esas metas; no tratan, de forma consciente de "progresar" de plasmar en la realidad alguna "ley" o "hipótesis" histórica de progreso. Es el historiador quien aplica a sus acciones su hipótesis de progreso, quien interpreta sus acciones como progreso) [vii] ...En esa misma línea, la de Historia como progreso, dentro de la historia política, se publico The Death of The Past en 1969 de J.H. Plumb. Los 60’s fortalecieron la reacción contra la historia escrita por las elites (History-writing by elites) y se apunto a la historia escrita por el pueblo (The People) ello mostraba cierta impaciencia con las abstractas tendencias del marxismo en las aulas académicas, se buscaba el rescate de la experiencia del pueblo raso en el pasado, la obra màs influyente de esta tendencia fue The Making of The English Working Class , publicado en 1963 de E. P. Thompson’s; desde allí se marco una tendencia que se ha denominado The New Radicalism y en la que se destaca la History Workshop como movimiento de académicos e Historiadores de Trabajadores fundada hacia 1967 y de la cual es exponente Raphael Samuels (People`s History en People`s History and Socialist Theory del cual es editor y fue publicado en 1981); estas tendencias han tenido especial importancia para el Marxismo Británico. Hacia 1966, Emmanuel Le Roy Ladurie, va a dar un gran impulso, pioneril, a lo que podríamos llamar “La autoridad de los números”, ¿la cliometria?, en su análisis del estudio de caso socio económico denominado The Peasants of Languedoc En 1969, se publica un curioso libro, El pasado y el presente: Historia y Sociología de H: R: Trevor-Roper donde se plantea la historia (inglesa) desde una conditional prophecy [viii] Paul Veyne en su libro ¿Cómo se escribe la Historia? de 1971, si se quiere, inicia el ataque a la concepción aún predominante esos años (La marxista en alianza con los Annales), donde ser historiador se había convertido en ser militante político, en observar críticamente el pasado para construir un futuro revolucionario...Veyne decía NO, decía que “la historia es simplemente un relato verídico”... o más fuerte aún “la historia no es una ciencia y no tiene mucho que esperar de las ciencias; la historia no explica y no tiene método; mejor aun, la historia de la que tanto se habla desde hace dos siglos no existe” [ix]...era un ataque directo a los historiadores marxistas quienes se creían en posesión de leyes sociales...Eric J. Hosbawm -de los atacados- califico este período como de nebulosidad, como un momento de separación de fines y objetivos, de métodos y maneras de escribir la historia. Jaques Le Goff consideraba en estos momentos que la política ya no era la "columna vertebral" de la historia en el sentido de que la "política no puede aspirar a la autonomía"...[x] Ha decir de Burke, el retorno al tema político producido en la 3a generación de los Annales fue una reacción contra Braudel –“Capitalismo y Vida Material 1400-1800”, de 1973- y también contra otras formas de determinismo (especialmente el "economismo" marxista). Esa reacción, claramente está vinculada con un redescubrimiento de la importancia que tiene la acción frente a la estructura, así como con la percepción de la importancia de lo que los norteamericanos llaman "cultura política", la importancia de las ideas y de las mentalidades. En este escenario la obra de Theodore Zeldin sobre el estudio del pasado de las mentalidades France, 1848-1945 en dos volúmenes publicados en 1973 y 1977 abogaba por lo que el llamaba una personal o historia individual. Gracias a Foucault, esta corriente también se extiende en la dirección de la "micropolítica", es decir, la lucha por el poder en el seno de la familia, en las escuelas, en las fábricas, etc[xi].Como resultado de estos cambios, los Annalistes planteaban para 1975 que "la historia política se encuentra en un proceso de renovación".[xii] Foucault intento analizar a fondo la “genealogía del poder”...cuando llego Veyne entonces era “el poder en el amor”, el mundo del poder a través del amor (o del sexo) Los 70’s también sirvieron de escenario para la reivindicación del Gender: genero, del feminismo en la historia –en la escuela de The New Radicalism- una de cuyas exponentes es Carroll Smith Rosenberg la cual discutía el estatus de segunda clase dado a las mujeres en la historia (we turned to our history to trace the origins of women`s second-class status)[xiii] y lógicamente se planteaba la sexual opresión. Howard Zinn, especialmente en The Politic of History, de 1970, a decir de Jhon Tosh: makes fundamentally the same point with regard to national consensus. A consensus may minimise conflict, but it also reflects a passive acceptance of stereotypic ideas, which allows little room for a sense of positive alternatives and a readiness to entertain other values. Zinn –prosigue Tosh- advocates a history which opens our eyes to the experience of other, less privileged groups, and which discloses some of the possibilities that might lie before us –a history to `pull us out of lethargy’…[xiv]. A propósito de esto, exaltemos que la irrupción de los países recién descolonizados, retomo el escenario de la historia nacional, dentro de la historia política, destacándose el Historiador de Ghana: A. Adu Boahen quien publicaría en 1975: Clio and Nation-Building in Africa La historia cuantitativa, se hablaba de la Clio-metria (la diosa de la historia-medida) seguía su traslado a la historia política y tratando de entender esta historia a partir de las cuantificaciones de los resultados electorales, frente a ello se planteaba que si bien era fácil mal interpretar las estadísticas, también se podría decir lo mismo de la posibilidad de malinterpretar los textos, en parte de esta discusión estuvo la historia sobre los esclavos en el sur de los EEUU en Time on The Cross de Robert William Fogel y Stanley Engerman, publicada en 1974. De igual manera había una The revival of narrative (reflection on a new old history) tal cual como se denominaba el artículo de Lawrence Stone[xv]
III
Todo lo citado da pie para que se considere que en los años 60’s y 70’s los historiadores se alinearon con las ciencias sociales, pero al nacer los 80’s (y los 90s) cuando, especialmente, se profundiza todo un debate sobre los estudios de textos o estudios textuales y se empiezan a relativizar los mismos, se considera que progresivamente hace irrupción el “postmodernismo” en la historia. De igual manera las distancias con el marxismo, al iniciarse los 80`s., cada vez fueron más grandes...para sólo hablar de Francia, se consolidaran un Raymond Aron situando el azar en el centro del estudio histórico. Un Michel Foucault, al lado de Veyne recuperando la herencia de Nietzsche dando vida a un ambicioso proyecto sobre las relaciones del cuerpo y la sociedad. Y Georges Duby el cual apostó por el imaginario de la sociedad y por la dimensión narrativa de los textos ; pero tampoco se puede olvidar a Le Roy Ladurie con su aproximación a la antropología; o Philipe Ariès compañero de Duby en La Historia de la Vida Privada... Ricos en estos nuevos matices, los 80`s para 1981 -y para salirnos de Europa, así como antes citamos África- en el subcontinente Hindú, Ranajit Guha, se encarga de destacar el papel de las nuevas clases en la naciente nación, recién separada de Inglaterra, allí, dentro del citado The New radicalism que enfatiza la People`s History explora las “subalternas alternativas” que se enfrentan a la “elitist Historiography” y se funda para ese año la revista Subaltern Studies donde publicara On some aspects of the Historiography of Colonial India; estos años también van a mostrar dentro de esta escuela radical un reflejo de lo acaecido en los 50`s y los 60’s cuando alrededor del movimiento por los derechos civiles en los EEUU, se va a ir consolidando una black history, su ejemplo más difundido es el texto There is a River: the Black Struggle for Freedom in America que se publica en 1981, de Vincent Harding donde además se plantea que no sólo es un reconocimiento al pasado negroide de los EEUU, sino, fundamentalmente un enfrentamiento y una denuncia a las distorsiones de la tradicionalmente dominante historia construida a partir de una imagen blanca de los blancos americanos... Ese mismo año, Michel Howard, una autoridad en historia militar, rompe estereotipos (Beyond stereotypes) y plantea duras criticas al manejo de la política exterior británica en los años de la pre segunda guerra mundial, demostrando, históricamente como estos desaciertos alentaron a Hitler... [xvi] y el año siguiente aparece Historical Sociology, de Philip Abrams, donde se planteaba The History must draw closer to sociology...en la línea de la Historia como ciencia social.[xvii] Hayden V. White, frente a la pregunta respecto a dónde se debe ubicar la historia, ya que ni es un texto, ni es una “narrativa maestra”, dice “El texto ha de entenderse como una simbolización de tres marcos concéntricos que operan en horizontes semánticas diferenciados: 1. La historia política 2. El contexto social relevante 3. La historia de los modos de producción y la sucesión y destino de las diversas formaciones, desde la prehistoria a todo lo que tiene reservado para nosotros la historia futura por lejana que ésta sea”...[xviii] A pesar de esto, hoy se reconoce que White hizo esfuerzos por acercar los estudios de Levi Strauss y Roman Jakobson con el Marxismo... 1984, E. J. Hobsbawm, en Marx and History (que luego seria publicado recientemente, hacia 1997 en On History); se cuestiona irónicamente lo que sucedìa en sus años de formación: Among the young Communist s there we used to joke: the communist philosophers were Wittgensteinians, the communist economists were Keynesians, the communist students of literature were disciples of FR Leavis. And The Historians? They were Marxists, because there was no historian that we knew of a Cambridge or elsewhere -and we did hear and know of some great ones, such as Marc Bloch – who could compete with Marx, as a master and inspiration. Paginas màs adelante se plantea: How, then, can we summarize Marx`s impact on the writing of history a hundred years after his death? We may make four essential points. (1) Marx’s influence in non –socialist countries is undoubtedly greater among historians today than ever in my own lifetime –and my memory goes back fifty years- and probably than ever before since his death. (…) This needs to be said, because at this moment there is a fairly widespread move away from Marx among intellectuals, particularly in France and Italy. (…) (2) As it is written and discussed today, at least in the most countries. Marxist history takes Marx as its starting –point and not as its point of arrival. I do not mean that is necessarily disagrees with Marx’s texts, although it is prepared to do so where the4s are factually wrong or obsolete. (…) (3) Marxist history is today plural. A single ‘correct’ interpretation of history is not legacy that Marx left us: it became part of the heritages of Marxism, particularly from 1930 or thereabouts, but this is not longer accepted or acceptable, at least where people have a choice in the matter (…) (4)[xix] La historia marxista no está hoy, y no puede, aislarse del resto del pensamiento histórico e investigación. Esto una declaración del doble-lado. En una mano, los marxistas no tienen un gran rechazo - excepto como fuente de la materia prima para su trabajo - las escrituras de los historiadores que no demandan ser marxistas, o de hecho quiénes son contra-Marxistas. Si son buena historia, tienen que ser tenidos en cuenta. Esto no nos para sin embargo, de criticar y de emprender una batalla ideológica contra incluso un buen historiador que actúa como ideologizador. En la otra mano, el marxismo transformó las principales corrientes de la historia, de tal manera que es hoy a menudo imposible decir si un trabajo particular ha sido escrito por un marxista o un no-Marxista, a menos que el autor anuncie su posición ideológica (Traducción Propia).…)[xx] En 1985, Norman O Brown publicará Life against Death. The Psicoanalytical Mening of history y allí, en la introducción, acuña esta frase “La humanidad no tiene ninguna idea de lo que desea verdaderamente. En eso Freud tenía razón: nuestros verdaderos deseos son inconscientes”...[xxi] 1986 con el artículo de la historiadora Joan Wallach Scott, si bien no sale de The New Radicalism, que planteamos con la Smith-Rosenberg, si plantea that gender was not only a crucial dimension of social stratification, but a form of identity and a culturally powerful means of signifying other forms of power; En esa misma re-mirada de el Gender en la historia, la historiadora Gisela Bock sale un poco del camino explorando una reinterpretación de la historia de la masculinidad... [xxii] A finales de esta década, el Aleman, Reinhart Koselleck desarrolla su tesis de la experiencia como mediadora del método histórico: *la historia notación (Aufschreiben), que esta construida a partir de la experiencia original, donde basta ser un curioso para registrar a través de anotaciones *la historia acumulativa (Fortschreiben): la experiencia distanciada por una o dos generaciones, es aquí donde la critica ulterior separa a los buenos observadores de los simples panfletarios: una historia que desarrolla los datos, los textos son desconfiables pero es necesario conferirles sentido. *y la historia reescritura (Umschreiben). La experiencia de los procesos de larga duración que permiten esa reescritura y situar los acontecimientos donde aparece la personalidad del historiador, si se quiere el "enfoque subjetivo" del mismo.[xxiii] En la revista de los Annales de 1989 con el titulo Lànnèe 1789 Francoise Furet decía algo que debió haber desconcertado a más de uno: que unos meses, esta bien escrito: “meses”, de ese año fueron decisivos en el cambio histórico denominado Revolución Francesa. Pero en verdad la Glasnost, la transparencia había impulsado valiosas reflexiones aún al interior de la Unión Soviética, por ejemplo, para 1987, B.G. Mogilnitsky había publicado un ensayo donde miraba el marxismo con profunda desconfianza.[xxiv] La caída del Muro de Berlín, desde mi parecer, es un punto alto, pero parte del proceso que rompía el estudio de las leyes de la regularidad, que había sido la principal ocupación de los historiadores...especialmente de los historiadores políticos...de una manera u otra la posición que venía desde Voltaire, de las tinieblas a la luz se caía definitivamente... El nuevo líder de lo que se ha denominado la 4ª generación de los Annales, Roger Chartier planteo en Cultural History: Between Practices and Representations una edición de la Universidad de Cornell, su idea central, que era moverse “de la historia social de la cultura a la historia cultural de la sociedad”... Así el nuevo historicismo es un análisis material de la cultura (pero) alejado del marxismo, bajo el nuevo historicismo subyace una concepción posmoderna de la historia basada en el postestructuralismo, lo que le conecta directamente con Michel Foucault. Para 1991, Brook Thomas en Renaissance self-fashioning planteo que, por ejemplo, para esta corriente el estudio de los textos literarios era (o es) la manera más adecuada para comprender el pasado europeo...en este camino, Stephen J Greenblat está convencido de que lo literario y lo histórico forman una constructed intertextually...Lawrence Stone, al otro lado del mundo, en los EEUU advertía sobre los peligros de las nuevas metodologías: el uso de la lingüística , la antropología cultural y el nuevo historicismo...en un artículo denominado: History and post modernism...el ritmo de renovación, según Ruiz-Domeneq disminuyo... Para principios de los 90’s el semiólogo (¿?) Estonio (¿soviético?) Yuri M. Lotman escribe Cultura y explosión , y allí, sin deleznar la propuesta de la escuela de la Longue Durèe plantea que si bien esta escuela proporciona los resultados mas convincentes en el estudio de los procesos lentos y graduales, escapa a ella “la imprevisibilidad de los procesos explosivos”...”la casualidad en la irrupción de los acontecimientos” y partiendo de la hipótesis de excluir a Pushkin de la literatura, o de preguntarse qué hubiera pasado si el Golpe Comunista contra Gorbachov hubiera tenido éxito, llega a una paradoja: Qué aspectos del pasado tienen mayor incidencia en el proceso histórico, los que afectan la gradualidad o los explosivos? Y concluye “ambos son las dos ruedas de la bicicleta de la historia”... Richard Tuck en el capitulo 9 de la recopilación denominada Formas de Hacer Historia (cuyo primer y ultimo capitulo redacta Peter Burke) escribe el texto denominado Historia del Pensamiento Político, en la línea en la que se vienen desarrollando los hechos, dice que la filosofía política sólo puede leerse sobre un telón de fondo de práctica lingüística, pues las sociedades y los textos que de ellas emanan están mediados por los estereotipos, por los lenguajes, por los paradigmas. Recoge los planteamientos o el Teorema (político) de Keneth Arrow el cual probaba la inexistencia de un método de procedimiento neutral para integrar los valores individuales en un conjunto de principios sociales que no infringieran algunos supuestos absolutamente obvios y fundamentales que se plantearían probablemente casi todos los ciudadanos, así salta una pregunta: ¿los valores (políticos) tienen carácter social o son tradicionales?; el autor también abordaba la necesidad de entender la explicación de por qué un agente histórico hizo algo, y con frecuencia no había un método claro y único para determinar lo que quería como prueba penetrante...además de la característica de que los planteamientos de un autor, son diferentes, a veces substancialmente, al comparar escritos de diferentes momentos de su vida [xxv]. En ese mismo Libro Burke plantea que las tendencias culturales y sociales no pueden analizarse de la misma manera que los acontecimientos políticos que requieren una presentación más estructural. Y plantea un dilema: Si explicamos las diferencias de comportamientos social en diversos periodos mediante discrepancias en las actitudes conscientes o las convenciones sociales, corremos el riesgo de la superficialidad, en tanto si –los y las historiadores- explicamos las diferencias de comportamiento por la diversidad de la estructura profunda del carácter social, corremos el riesgo de negar la libertad y la flexibilidad de los agentes individuales en el pasado. A este dilema se respondió con la concepción de “Habito” cultural, de Pierre Bordieu, que ha diferencia de “la regla” ofrece una combinación de presiones con libertades.[xxvi] En 1993 por los ambientes de la británica Oxford se decía que la historia tal y como se había elaborado en el siglo XIX y XX no era más que un esoteric intellectual game . Pero era precisamente en Inglaterra donde Catherine Hall realizaría para esos años una durísima critica, típica de The New Radicalism al desconocimiento que habían hecho los historiadores británicos del aporte de sus colonias negras a su historia como imperio; la necesidad de que se reconociera la complejidad de la relación entre la metrópoli y la periferia, y especialmente denunciaba the confident identification of `british’ with ‘white’...[xxvii] . He incluso el cinismo ingles parecía realzarse con la obra de Allan Bullock, quien en Has History ceased by relevant?, publicado en The Historian 43 de 1994, según Tosh, recogía la línea de el curioso Trevor-Roper que citáramos, y volvía a la historia como Qualified predictions ... [xxviii](perdóneseme: aún se creía que la historia era predecible?...por Dios!). Atravesando esa misma época, hace menos de una década, 1995, Furet, (comunista militante hasta la invasión rusa a Hungria en 1956) escribe: “La energía interior del militante comunista proviene de la sensación de realizar la historia como si ésta fuera el bien soberano, así como de emplear los medios de la fuerza al servicio de un buen fin. Lejos de parecer un disfraz de cinismo esa mezcla de géneros se considera como un imperativo categórico contra el “idealismo”..."...y da para justificar históricamente las masacres de Stalin...[xxix] El año anterior, en 1994, se publicará en EEUU Democratic Subjects de Patrick Joyce, un exponente de lo que venimos llamando una concepción postmoderna en la historia, nuestro editor citado, dice que Joyce advocated a `history of the social` in which `the social´ is taken to be not a material reality, but a discursive construct[xxx] Tres años antes, la feminista marxista de los 70s Joan Scott -¿también- daba su salto al postmodernismo pasando de estudiar las estructuras patriarcales las cuales fomentaban la desigualdad sexual en las sociedades industriales a darle mayor significado a los procesos de respuesta y contrarespuesta en los cuales prioriza la utilización del psicoanálisis y la lingüística...[xxxi] Obviamente esta tendencia postmoderna ha tenido duros críticos, por ejemplo, Gertrude Himmelfarb que defiende el estatus de los hechos en la interpretación de la historia, los acusa de relativismo epistemológico, de ser una historia con una identidad sectaria y plantea que esta historia es una necesidad política, en tanto, Arthur Marwick concluye su defensa planteando que Postmodernism is really a throwback to outdated nineteenth-century notions of methaphysics[xxxii]
IV.
Cuando llego –otra vez- “El Fin de la Historia”...cuando paso...quedo un Balance el que hace Ruiz-Domènec, y que aquí utilizamos para concluir, cuando nos plantea que desde 1998 los historiadores regresaron sobre tres principios: - (de nuevo) la investigación de las fuentes primarias - la lectura interpretativa de los significados sociales, culturales y políticos de los textos analizados (pasados) - la presentación narrativa de los resultados: por encima de la investigación y el análisis: la historia es una narración... [xxxiii]
Citas y Pies
[i] Ruiz-Domènec José Enrique, Rostros de la Historia, Veintiún Historiadores para el siglo XXI, Atalaya, Barcelona España, 2000, Pág. 77. [ii] Peter Burke y otros, Formas de Hacer Historia, Alianza Universidad, Madrid, 1993, Pág. 14 [iii] Es necesario notar la escuela conductista, que en esas primeras décadas planteaba encontrar las leyes cuasi científicas del comportamiento humano y con el, no sólo de las sociedades, sino de los personajes mismos (Collingwood investiga las pruebas y desde allí trata de interpretar lo que hacían las personas estudiadas). Hay que decir algo: al comenzar esta renovación, historiadores como Febvre y Braudel pueden no haber ignorado la historia política, pero tampoco la hicieron objeto de su máxima prioridad... [iv] Ya durante la Guerra fría, se publicaría en Chicago The Genius of American Politics, de Daniel Boorstin, que prolongaba esta línea “nation” [v] Hill Christopher, Marxism and History, Modern Quarterly 3 (1948), pps 55-8; en Jhon Tosh (Edited by), Historians on History: an anthology, Pearson education Limited, Essex-England, 2000, [vi] Lastly, I come to the question what is the essential content of progress in terms of historical action. The people who struggle, say, to extend civil rights to all, or to reform penal practice, or to remove inequalities of race or wealth are consciously seeking to "progress", to realize some historical "law" or "hypothesis" of progress. It is the historian who applies to their actions his hypothesis of progress and interprets their actions as progress … [vii] What is History?, Penguin, 1964 [viii] Tosh Jhon, opus cit, pàg 195 [ix] Veyne Paul, Comment on écril l`histoire,Paris, Seuil, 1971 (trad. Madrid, Fragua, 1972) citado por Ruiz-Domènec en Opus Cit pps 95-96 [x] Le Goff J. “Is politics still the backbone of history?” en Historical Studies Today. Camps F Gilbert y S Graubard, 1972, New York en Burke Peter, La Revolución Historiográfica Francesa, Gedisa, Barcelona, 1996, Pág. 88. [xi] Le Roy Ladurie: Montaillou Village Occitan de 1975 en Burke Peter, La Revolución , Opus Cit, Pág. 89 [xii] Julliard J., "La politique" en Faire de l´histoire, Volumen II, 1974 , Le Goff y Nora, 1974 (Traducido al ingles como Construncting the past: Cambridge, 1985, Incompleta pues sòlo se tradujeron 10 ensayos ), Citado en Ibid. Pág. 89. [xiii] En Jhon Tosh, Opus Cit p. 127 [xiv] Tosh Jhon, Ibid, pàg 179. (apartes del texto de Zinn en las páginas 188-194) [xv] Past and Present 85, 1979, pp 3-24, Tosh Jhon Opus Cit pps 254-264 [xvi] The Lessons of History, Oxford University Press, 1989, pp 12-30,Tosh Jhon, opus cit, pps 179, 180-7 [xvii] En Tosh Jhon, Ibid, pps 224-230. [xviii] Citado –sin clarificar la fuente previa- por Ruiz-Domènec en Opus Cit Pág. 131 [xix] (4) Marxist history today is not, and cannot be, isolated form the remainder of historical thinking and research. This a double-side statement. On the one hand, Marxists no longer reject –except as the source of raw material for their work – the writings of historians who do not claim to be Marxists, or indeed who are anti-Marxist. If they are good history, they have to be taken account off. This does not stop us. However, from criticizing and waging ideological battle against even good historian who act as ideologists. On the other hand, Marxism has so transformed the mainstreams of history that is today often impossible to tell whether a particular work has been written by a Marxist or a non-Marxist, unless the author advertises his or her ideological position [xx] Marx and History, (primera publicación en New Left Review 143 en Febrero de 1984) reimpreso en On History, Weidenfield and Nicolson, 1997, pp 207, 221-5, Tosh Jhon Opus Cit. [xxi] Norman o. Brown, Life Against Death. The Psychoanalytical Meaning of History (195), Middletown, Wesleyan University Press, 1985, p. 18. citado por Ruiz-Domènec en Opus Cit Pág 134. [xxii] Joan W. Scott, Gender: a useful category of historical analysis en Her Gender and the political of History, Columbia University Press, 1988, pp 28-31, 41-6; Tosh Jhon Opus Cit pps 128, 135-143 [xxiii] En Ruiz-Domènec, Opus Cit pps 220-221 [xxiv] B. G. Mogilnitsky, Some tendencies in the Development of Contemporary Bourgeois Historical Thougtht, en Western and Russian Historiography, (Ed, Henry Kozicki), Londres 1992, pp 45-70 [xxv] Tuck Richard, Historia del Pensamiento Político, Capitulo 9 en Peter Burke y otros, Formas de Hacer Historia, Alianza Universidad, Madrid, 1993, pps 241-53 [xxvi] Burke Peter, en Ibid, pps 34-36 [xxvii] Histories, empires and the post-colonial moment en Iain Chambers and Lidia Curtis (eds) The Post Colonial Question: Common Skies, Divided Horizons Rout ledge, 1996, pp 65-70, 76; Tosh Jhon, Opus Cit pps 151, 159-166. [xxviii] Tosh Jhon, Ibid, Pág. 195, se encuentra además un aparte del texto de Bullock en las páginas 203-211. [xxix] Le passé d’une illusion, Paris , Laffont, 1995 (trad. FCE). [xxx] Tosh Jhon, Ibid. Pág. 273. aparecen apartes de un artículo de Joyce llamado The End of social history? Publicado en Social History en 1995. [xxxi] Tosh Jhon, Opus Cit. pàg 273, se publican apartes del artículo Women`s History (por cierto editado por Burke en New perspectives on historical writing… [xxxii] Two approaches to historical study: the metaphysical (including “postmodernism” ) and the historical, en Journal of Contemporary history 30 (1995); Tosh Jhon Ibid pps 299-305 [xxxiii] Ruiz-Domènec José Enrique, Opus Cit, Pág. 19.

viernes, septiembre 09, 2005

Subjetividad y Objetividad en la Historia (Acercamiento a la)


Éstas en el texto más visitado en éste blog
Si lo usas: por favor: CITA LA FUENTE dado que es un documento copyright  Creative Commons ejemplo: Parra, O. (ESCRIBE tu fecha actual). Subjetividad y Objetividad en la Historia (Acercamiento a la)  Recuperado de http://oparrahistoria.blogspot.com/2005/09/subjetividad-y-objetividad-en-la.html
Fue escrito como ensayo académico en el marco de mis estudios de Maestría de Historia.
Publicado impreso originalmente en  Libro Revista #HazPlural2  con la corrección de estilo de @LaPavaNavia
También lo encuentras en 
GRACIAS

ACERCAMIENTO A LA SUBJETIVIDAD Y LA OBJETIVIDAD EN LA HISTORIA

 “Procedimientos estrictamente científicos, en los que cada afirmación va acompañada de pruebas, referencias y citas”[1].


“La historia es siempre historia contemporánea disfrazada”. (B. Croce)


a.      Introducción

 

Intentar escribir un texto sobre la objetividad y la subjetividad en la historia es una tarea compleja: compleja en espacio, pues abarca demasiados ángulos; y en tiempo, pues podríamos remontarnos a las críticas que se hicieron entre ellos los ‘padres’ de la historia occidental respecto de la historia que buscaba poner como preeminencia absoluta “lo objetivo” (que era el reto que le ponía Ranke a los historiadores).

Podríamos traerlas al presente, como lo intentamos acá, sin olvidar los debates de los años cincuenta, sesenta y setenta que hubo sobre la historia[2]  y sobre la Nueva historia, en la que se alentaba la quimera, la perspectiva particular (¿subjetiva?).

Y es que establecer una relación entre el objeto a conocer y el sujeto que pretende conocerlo no solo implica todo un debate epistemológico sobre la relación entre el uno y el otro, sobre las complejidades del objeto en sí que se pretenda estudiar, sus formas y sus contenidos, sino también sobre las formas externas e internas del sujeto que pretende conocer el objeto. También es importante todo lo que existe alrededor: el espacio, el tiempo, los mecanismos que se dan entre el sujeto y el objeto, ese espacio, ese vacío, pues generalmente –y afortunadamente– no son el uno (sujeto) y el otro (objeto) unidos en uno solo, sino distanciados, separados. Se ha dicho, incluso, que el principio de la comprensión histórica es una apreciación de la otredad del pasado.

 

 

b.      Objetividad, subjetividad e ideología

 

Voy a comenzar este aparte a partir de las reflexiones que me generó la lectura de Eagleton (1998), precisamente porque hace aportes en torno al sujeto y lo intrínseco del sujeto y en torno a ese espacio (espacio-temporalidad, para los historiadores) en que se construye la lectura entre el sujeto y el objeto. Y no es extraño que inicie por acá, pues la ideología no podría más que estar centrada en el sujeto y viceversa (si bien difícilmente se podría reducir al espacio de la subjetividad).

La ideología tiene una relación con el poder: la legitimación del poder de un grupo o del de la clase social dominante (pág. 24[3]) o, como retoma de Thompson (1980), “estudiar las formas en que el significado (o la significación) sirve para sustentar las relaciones de dominio”.

Entonces, en este punto surge algo interesante. Primero, que las fuentes de los historiadores son situaciones que se dan dentro de un juego de poderes (diferente sería la lectura si Bolívar hubiera perdido a que si hubiera ganado). Segundo, que luego son leídas a partir de descripciones mediadas por ese juego de poderes (el caso de Stalin borrando a Trotsky de las fotos de la revolución bolchevique). Tercero, que el historiador, el sujeto, en diversas ocasiones lee ese objeto que ya posee dos juegos de poder a partir de su propio juego de poder (una cosa es en los años setenta haber sido parte de la renovación crítica de la historia colombiana y otra haber seguido dentro del esquema de la historia tradicional, con las implicaciones político-sociales que ello conlleva).

Eagleton, en ese camino, nos plantea que las ideas están ligadas a las formas de poder, bien sea del poder existente o de los antipoderes, pero se ligan. Sobre esa base, cualquier idea de un historiador –y en general, de cualquier académico o intelectual– está mediada por ese juego de poderes y contrapoderes de los cuales, aparentemente, no se puede escapar. Esto, pues, para no llegar todavía a la complejidad de Foucault (1977), que propone que el poder está esparcido en cada de una de nuestras acciones e inacciones.

Aquí, entonces, salta el siguiente interrogante: si la historia y el historiador cumplen un papel en la legitimación del poder, ¿de qué objetividad o de qué subjetividad podríamos hablar en semejante escenario cínico?  La historia promociona creencias (la historia llegó a su fin). Naturaliza y universaliza tales creencias (es normal que haya llegado a su fin). Denigra de las ideas que pueden desafiar el poder, las excluye (los que no creen que haya llegado a su fin son dinosaurios; por tanto, deben ser excluidos). Oscurece la realidad (no hay más alternativa que el neoliberalismo; no, no hay más). Es decir, la historia contribuye a la mistificación del poder. Si la historia en general ha sido, en gran parte, hasta los inicios del siglo XX, y después ha sido una historia política, valdría la pena pararnos en la diferencia que establece Eagleton (pág. 31)  entre política e ideología, pues ello nos ayudaría a entender la historia política como el objeto de estudio que ha sido.

Pues bien, él nos dice que mientras la política son “los procesos del poder por los que las órdenes sociales se sostienen o desafían”, la ideología “denota las formas en que se aprehenden estos procesos del poder en el ámbito de la significación”. (Ojo: en el ámbito de la significación). Y los historiadores somos, muchas veces, quienes le ponemos esa significación, la carga valorativa y, por ende, la subjetividad. Máxime si pensamos –y puedo estar adelantando una definición macro de ideología– que es con la ideología que tiene el historiador en su presente (pues es necesario anotar que su sistema ideológico puede cambiar, y a lo mejor treinta años después puede seguir teniendo el mismo nombre y apellido  pero es “otro historiador”) la que va dar significación a esos hechos políticos que pretende leer. El reto del historiador es saber de si lo que pretende es leerlos para interpretarlos o simplemente leerlos para reflejarlos, o leerlos y transcribirlos lo más literalmente posible, o peor: leerlos (tal vez desde la verdad histórica) para amañarlos y volverlos propaganda o contrapropaganda de un régimen cualquiera.

¿En cuál de las opciones es mayor la posible carga de subjetividad? Podría decirse que cuanto más trate el historiador de interpretarlo, más subjetividad hay. Pero también podría ser desde el momento mismo en que él escoge los hechos que piensa estudiar. Por ejemplo, ¿porque no hemos estudiado cómo fue la campaña de Morillo en nuestra historia? ¿Por qué estudiamos lo que hicieron sus rivales y no lo que hizo “el pacificador”? Aquí surge un interrogante que me persigue, aunque sé que se me podrá decir que tal postura pretende devolvernos al positivismo alemán de Ranke o al francés de Langlois y Seignobos: ¿quién diablos le pidió a los historiadores que explicaran, que interpretaran? ¿Es esa realmente nuestra tarea? ¿O nuestra tarea es construir relatos históricos de manera más verídica posibles y dejarles a otros las interpretaciones? ¿Acaso no podemos ser ciencia si no interpretamos? ¿O, incluso como lo reclaman algunos obtusos (¿marxista-estalinistas?), si no ‘predecimos’? ¿Acaso el embrollo en que estamos metidos, las críticas que nos merecemos, no tienen que ver precisamente con que los historiadores nos hemos salido de los confines (fácticos) que teníamos como ciencia?

Y digo esto porque el hecho de explicar implica asumir una posición, y el asumir una posición lleva implícita la subjetividad.  Las ciencias se construyen con hechos, lo demás no es episteme, qué pena pero es doxa. Para Althusser (1976), la ciencia o teoría es un tipo de trabajo específico que tiene sus propios protocolos y procedimientos, que están separados de la ideología por lo que él llama un “corte epistemológico”. Afirma que las teorías sociales, al igual que las matemáticas, se verifican por métodos que son puramente internos. Las proposiciones teóricas son verdaderas o falsas al margen de quien las suscribe, por unas razones históricas dadas e independientemente de las que están en su origen. Un claro regreso a la concepción del racionalismo de la Ilustración. Lo cierto es que difícilmente la ciencia se puede reducir a la ideología. Frente a esto, Eagleton (pág. 171) nos dice que los intereses son constitutivos de nuestro conocimiento y no (como creía la Ilustración) obstáculos en su camino.

Por su parte, Hobsbawm nos acepta que en la historia que él ha escrito se notan su edad, sus antecedentes, sus creencias, las experiencias en su vida. Eso quiere decir que las visiones generacionales existen; la perspectiva con que se contempla el pasado puede ir cambiando a medida que la vida avanza (¿o se estanca?). Y más adelante el autor deja todo más claro: “Los historiadores no se colocan ni pueden colocarse fuera de su tema como observadores y analistas objetivos sub specie aeternitatis. Todos nos vemos sumidos en los supuestos de nuestro tiempo y nuestro lugar” (Hobsbawm, 1998. Págs. 8, 230, 275). Le Goff plantea que “cada época se fabrica mentalmente su representación del pasado histórico” (1995. Pág. 29) o al menos de la parte de la historia que le interesa. Es lo que podríamos llamar “el presentismo”, una especie de influencia deformadora del presente sobre la lectura del pasado.

Ricoeur es incluso más puntual: “La historia quiere ser objetiva y no puede serlo. Quiere hacer revivir y solo puede reconstruir. Quiere convertir a las cosas en contemporáneas, pero al mismo tiempo tiene que restituir la distancia y la profundidad de la lejanía histórica” (Ricoeur, 1961. Pág. 226). Claro que en otro texto había planteado que la objetividad que se puede esperar de la historia es la de “la rectificación del ordenamiento oficial y pragmático de su pasado operado por las sociedades tradicionales”, y lo asemeja a la rectificación de “las apariencias en la percepción y en las cosmologías” (1955. Págs. 24-25). Veyne (1971) decía que “la historia es simplemente un relato verídico”, o más fuerte aún: “La historia no es una ciencia y no tiene mucho que esperar de las ciencias; la historia no explica y no tiene método; mejor aún, la historia de la que tanto se habla desde hace dos siglos no existe”.

Así las cosas, nos toca bajar la cabeza (¿será?); y, con Pomian, recordar que esta pelea en torno a la objetividad la perdimos hace más de un siglo, pues cuando nació la historia de la historia, lo hizo parada en la crítica a esa supuesta objetividad, a los hechos dados de una vez por todas; lo hizo mostrando que éramos ilusos (Pomian, 1975. Pág. 236). Es decir, a duras penas un ‘observador marciano’ podría intentar escapar a la carga subjetiva; pero en realidad ni él podría, pues es un sujeto, un sujeto marciano, y como tal también la posee.

 

 

c.       Lo inconsciente en la historia y en los historiadores

 

Para Habermas, las instituciones sociales dominantes son algo afín a las pautas de conductas neuróticas: encierran la vida humana en un rígido conjunto de normas compulsivas y con ello bloquean el camino de la autorreflexión crítica. Nos volvemos dependientes de poderes, sujetos a límites culturales que parecen naturales. Los instintos (¿o acciones de conocer?), así coartados, se reprimen, como lo dice Freud, o se subliman en cosmovisiones, sistemas de valores compensatorios de esa autorrepresión, analizando las disidencias potenciales hacia formas ilusorias (para ilusos). Para él, el autoengaño es solo un disfraz que una persona asume.

Lo que sucede más bien es que lo que se revela tiene lugar en términos de lo que se oculta y viceversa (Eagleton, págs. 172, 174); como plantea Lacan: la etapa del espejo como formadora de la función del yo. El niño se identifica con el reflejo imaginario, el sujeto humano va más allá de su verdadero estado de difusión o descentramiento y encuentra una imagen consoladoramente coherente de sí mismo reflejada en “el espejo” de un discurso ideológico dominante. Según Althusser, no se establece una distinción real entre sujeto y objeto: sujeto y objeto se deslizan incesantemente entre sí en un circuito cerrado. Desde ese punto de vista, Althusser nos dirá que la ideología puede resumirse como “una representación de las relaciones imaginarias de los individuos con sus condiciones reales de existencia. […] Los hombres expresan realmente no la relación entre ellos y sus condiciones de existencia, sino la manera en que viven la relación entre ellos y sus condiciones de existencia: esto presupone tanto una relación real como una relación ‘imaginaria’, ‘vivida’. […] En la ideología, la relación real está investida inevitablemente en la relación imaginaria” (Althusser, 1969. Págs. 223-224).

Ya en el siglo XIX, Marx, Engels y otros perciben bien que los humanos se engañan a sí mismos en relación con el significado de sus propios actos; y reconocen que sobre la conducta de una persona, los individuos externos pueden proporcionar una explicación más convincente de lo que se puede decir de sí mismo. Luego vino la concepción del inconsciente freudiano, en el que un conjunto de apariencia –estructurales, si se quiere– incluye la falsedad en su verdad. Posteriormente –en una síntesis en la que seguramente estamos dejando otros pensadores por el camino– llegó la noción sobre el consciente y el inconsciente frente al sujeto “historiador”: para Althusser, las relaciones con la realidad social son principalmente inconscientes, pero si nuestra experiencia consciente es difícil generalmente, nuestra vida inconsciente es aún peor. En ese sentido, es de imaginarse, por ejemplo, los dilemas subconscientes o inconscientes que tuvo un homosexual como Foucault a la hora de escribir su texto sobre la sexualidad; y así como él, bendecidos aquellos que al menos saben qué tienen en su subconsciente y desgraciados quienes –nosotros, la inmensa mayoría– no tenemos la más mínima idea de cuáles son nuestras motivaciones más profundas, peor aun cuando se agrega que “suele considerarse que el mecanismo de racionalización está en la raíz del autoengaño” (Jon Elster, Fingarette).

Cabe resaltar que el autoengaño es aquella condición en la que uno tiene deseos que niega o desmiente, o de los cuales simplemente no es consciente” (Eagleton, pág. 81). ¿Cuánto de ello se refleja en nuestra obra? Y lo más complejo: ¿cómo tratar de evitarlo? En 1985, Norman O. Brown publicó Life against death. The psicoanalytical meaning of history y en la introducción acuña esta frase que resume este punto: “La humanidad no tiene ninguna idea de lo que desea verdaderamente. En eso Freud tenía razón: nuestros verdaderos deseos son inconscientes”.

 

 

d.      Fuentes

 

Paul Veyne (1971) escribió que la historia tenía que ser “una lucha contra la óptica impuesta por las fuentes”. Y sí, hay un problema grave en las fuentes. Supuestamente, ellas escriben “la verdad”; el problema es que tres fuentes pueden tener tres “verdades” o incluso más sobre el mismo hecho. Por ejemplo: Guantánamo es un centro de torturas, Guantánamo es un centro de detención cinco estrellas, Guantánamo es una combinación de lo uno con lo otro. Un historiador que trate de entender a Guantánamo dentro de cien años encontrará esta y otras versiones. ¿Y cuál es la verdadera? Si no nos ponemos de acuerdo ahora –por las posiciones encontradas que tenemos–, cómo lo hará un historiador dentro de cien años, que tal vez recogerá todas las versiones, hará un ejercicio de abstracción y buscará el los pedazos de verdades y mentiras que le den “la verdad”.

En la obra de Volsohinov (1973), la ideología es la lucha de intereses sociales antagónicos a nivel de los signos. ¿Y los signos, qué son los signos? Son, por ejemplo, los textos que luego se convierten en nuestras fuentes históricas, ¿o me equivoco? Los signos son las huellas del poder social en las estructuras léxicas, de forma que puedan servir para oscurecer el actor concreto de un acontecimiento social, de una manera conveniente para los intereses ideológicos dominantes (la controvertida posición que se le da a José María Carbonell en las gestas de la independencia). Esto, pues, para no mencionar solo las oportunidades del habla en las conversaciones, sino en algo íntimamente relacionado con las fuentes: “las posibilidades expresivas perennes”. Richard Tuck, en el capítulo 9 de la recopilación denominada Formas de hacer historia, escribe el texto “Historia del pensamiento político”, en el que dice que la filosofía política solo puede leerse sobre un telón de fondo de práctica lingüística, pues las sociedades y los textos que de ellas emanan están mediados por los estereotipos, por los lenguajes, por los paradigmas[4]

En ese mismo libro, Burke expone que las tendencias culturales y sociales no pueden analizarse de la misma manera que los acontecimientos políticos, que requieren una presentación más estructural. Y plantea un dilema: si explicamos las diferencias de comportamientos sociales en diversos periodos mediante discrepancias en las actitudes conscientes o las convenciones sociales, corremos el riesgo de caer en la superficialidad; por otro lado, si los historiadores explicamos las diferencias de comportamiento a través de la diversidad de la estructura profunda del carácter social, corremos el riesgo de negar la libertad y la flexibilidad de los agentes individuales en el pasado.

Ante su dilema, Burke respondió con el concepto de hábito cultural, de Pierre Bordieu, que a diferencia de la regla, ofrece una combinación de presiones con libertades (Burke, 1993. Págs. 34-36). Le Goff (1995. Pág. 11) nos dice que en el siglo XX se criticó la noción de hecho histórico, “que no es un objeto dado, puesto que resulta de la construcción de lo histórico”; es decir, el hecho histórico, como dice L. Febvre (1933), es “no dado, sino creado por el historiador –¿y cuantas veces?–, inventado y fabricado mediante hipótesis y conjeturas”.

Le Goff agregó, además, que para finales del siglo XX se criticaba la noción de documento, “que no es un material bruto, objetivo e inocente, sino que expresa el poder de la sociedad del pasado sobre la memoria y el futuro: el documento es monumento”, apoyándose en Foucault y su arqueología del saber. Aceptaba, entonces, que lo histórico no es algo independiente de los procesos de conocimiento humano, sino que de él forman parte todas sus implicaciones: es el resultado de esos procesos.

Lo histórico no es un mineral o un vegetal, un objeto independiente, sino el resultado (¿subjetivo?) de los procesos de conocimiento. De hecho, ¿el tiempo, la temporalización, acaso no es un invento humano, un requerimiento creado por nuestras sociedades? Es valioso reconocer que, en el siglo pasado, la crítica a la noción del hecho histórico nos llevó al desarrollo de la historia política, y luego la de la historia económica y social, a la historia cultural, a la historia de las representaciones, que asumió diversas formas[5]. Lo que los norteamericanos llaman cultura política es la historia de las ideologías (de la forma en que se concebían las sociedades a sí mismas), la historia de las mentalidades (la de las estructuras mentales comunes en cierto espacio y tiempo), y una que es vital al recobrar extratextualidades o extradocumentos pues recoge la imagen, lo literario, lo artístico[6]: la historia de los imaginarios o de lo imaginario, y en ese camino la de los rituales subyacentes: la historia de lo simbólico (¿la historia psicoanalítica?). Ello fue un salto cualitativo en la forma de leer las relaciones entre lo material y lo espiritual, los análisis del “poder” multiforme y no solo político… En fin. Se le hizo caso a Febvre (1949) cuando pidió “por medio de todo cuanto el ingenio del historiador le permita usar para fabricar su miel, a falta de las flores habitualmente usadas”. De tal manera que años después Paul Veyne dijo que los historiadores “tomaron gradualmente conciencia de que todo era digno de historia”; es decir, el gran aporte del siglo XX fue haber revaluado las fuentes[7]. ¿O fue el gran embrollo?

No. Fue un salto, un salto que a muchos dejó en el aire, y aún no aterrizan. Por ejemplo, asistimos a una discusión inacabada en torno a las causas primeras, la complejidad del motor de la historia. En ese camino aparecen las masas y lo que es más ininteligible: la historia poco documentada de los individuos que han conformado esas masas (¿qué sabemos de los soldados que combatieron al lado de Bolívar?); es decir, el pasado de un tipo de personas que generalmente es irrecuperable, pues son personas que no se han podido expresar y su testimonios tampoco se han recopilado en documentos.

Las masas, esas sumas de individualidades desconocidas, marcan su impronta en la historia: ¿qué los llevo a insurreccionarse por la falta de pan en la Francia revolucionaria? Pero muchas veces ni siquiera dándoles voz a los sin voz somos capaces de mejorar las fuentes: qué decir de los problemas de memoria o, peor incluso, de las memorias selectivas, del silencio selectivo, como, por ejemplo, el de múltiples comunidades en el mundo que optan por ‘enterrar’ los conflictos del pasado como forma de recuperar su normalidad –caso que seguramente hemos visto, vemos y veremos en Colombia–.

Ello nos sirve para poder establecer el contraste entre la historia común (que le interesa al común) y la historia académica (la que le interesa a la academia). Así, el esfuerzo de contrastes entre memorias es titánico. Otro problema al cual se refiere Hobsbawm (pág. 238) son los consensos históricos, “la pauta general de las ideas que tenemos sobre nuestro tiempo, pauta que se impone a nuestra observación” y que en nuestra contemporaneidad, para el caso de una historia global, nos la impone la cadena norteamericana CNN. ¿O no? Y si Le Goff (1995. Pág. 23) nos decía que los hechos históricos resultan de un “montaje y que establecerlo exige un trabajo tanto histórico como técnico”, ¿qué decir de esta época que nos ha tocado, en la que inclusive algunos filmes muestran cómo se podría inventar una noticia a través de la manipulación de una cadena como la mencionada? ¿Acaso lo de las armas nucleares de Hussein no fue eso, un montaje, un montaje desmontado, pero al fin y al cabo un montaje? Esto pues para no adentrarnos en la discusión sobre cómo las imágenes quedan en la memoria consolidando imaginarios sociales y así mediatizan una de las bases de la historia.

 

 

e.       La verdad


La verdad es una legitimidad social; es decir, cuando todos decimos que algo es falso (la Luna es cuadrada), empezamos a legitimar una verdad (la Luna tiene la forma de... una naranja). Por ejemplo, la película The Matrix nos dice que todo es un invento, que las máquinas han creado un mundo de ideas. Si como sostiene Althusser (1969. Pág. 234), la ideología “expresa un deseo, una esperanza o una nostalgia, más que la descripción de la realidad”, ¿eso no quiere decir que algunos relatos históricos son simples manifestaciones ideológicas y, por ende, absolutamente subjetivas?

En la esfera de la ideología, la verdad universal y la verdad particular concreta se deslizan la una en la otra incesantemente, sorteando la mediación del análisis racional (Eagleton, pág. 42); es decir, están mediadas. El análisis racional pasa por mediaciones de carácter ideológico. El historiador pertenece a una clase social; es imposible que no. Que se rebele contra ella (bien sea un proletario que quiere ser burgués, bien un burgués que quiera ser proletario o un pequeño burgués que quiera ser lo uno o lo otro), es otra cosa. De todos modos es valiosa la definición de Poulantzas: la ideología, las ideas, expresan el modo en que una clase social vive en relación con la experiencia vivida por otras clases (Poulantzas, 1973).

Es imposible olvidar que la historia también es una práctica social (Certeau, 1975); las concepciones emergen a partir del antagonismo, y si es a partir del antagonismo, es a partir del subjetivismo. Si las clases subordinadas se incorporan a la cosmovisión de sus gobernantes, de tal manera que “la ideología congela la historia en una segunda naturaleza, presentándola como algo espontáneo, inevitable e inalterable. Es esencialmente una reificación de la vida social. [...] La naturalización tiene su vínculo obvio con la universalización, pues lo que se considera universal suele considerarse natural, pero de hecho ambos mecanismos no son sinónimos” (Eagleton, pág. 88).  

Qué implicaciones tiene lo anterior para leer con objetividad procesos sociales, digámoslo abiertamente, procesos de lucha de clases, si los mismos están mediados por dicha subordinación, prácticamente invisible, en ese instante histórico y menos visibles aún en el presente. ¿O nos atrevemos a decir que son más visibles ahora porque hemos tomado distancia del hecho histórico? Es posible que sean más visibles, pero lo son bajo nuestra mirada actual, lo son desde nuestra subjetividad, lo son desde nuestra carga interpretativa: desde la tribuna es muy fácil gritarle al torero o al futbolista qué debe hacer (¿y en este patético caso qué debió haber hecho? Las famosas “opciones contrafácticas”), pero son ellos quienes tienen al contrincante en frente, y el hecho es lo que hacen o hicieron y no lo que hubiéramos querido que hicieran.

Según eso, una cosa es que interpretemos lo posible, y otra, lo que es o lo que fue. Incluso, esta carga se va a notar más en los famosos juicios de la historia (“¡lo juzgara la historia!”, dicen, precisamente, supuestamente los más ideológicos: los políticos), en los que  con los lentes del presente se juzga el pasado, olvidando que con los lentes del futuro se juzgará el presente. Claro, juicios mediados por unos mediadores mediatizados: los historiadores profesionales, que muchas veces caen en la tentación de abusar del saber lo que sucedió después.

Si se retoma el concepto expresado por Marx en La ideología alemana –que se puede sintetizar en que una ideología obtiene legitimidad utilizando el recurso de ‘universalizarse’ o ‘eternizarse’–, estamos diciendo que una determinada situación permea los hechos que luego consideramos históricos o historiables, todos ellos; incluso, hace que solo sea historiable lo que haga parte de ese marco, del cual no escapa ni siquiera la microhistoria y tampoco lo haría la propuesta del hindú Ranajit Guha, de destacar el papel de las nuevas clases en ese new radicalism que enfatiza la People’s history, donde se exploran las alternativas subalternas que se enfrentan a la elitist historiography”; ni tampoco lo haría la black history, cuyo ejemplo más difundido es el texto de Vincent Harding There is a river: the black struggle for freedom in America, que se publicó en 1981 como un enfrentamiento y una denuncia a las distorsiones de la tradicional historia dominante, construida a partir de una imagen únicamente blanca de los americanos blancos (Tosh, 2000).

“Al igual que la universalización, la desnaturalización, forma parte del impulso deshistorizante de la ideología, de su negación tácita de que las ideas y creencias son específicas de una época, lugar y grupo social particular. Como reconocen Marx y Engels en La ideología alemana, concebir las formas de conciencia como algo autónomo, mágicamente absueltas de determinantes sociales, equivale a desvincularse de la historia y a convertirlas en un fenómeno natural” (Eagleton, pág. 88). Si aceptamos esta definición, estamos diciendo que existe una importancia definitiva en el hecho de contextualizar, poner en contexto las fuentes. Pero surge una dualidad curiosa: ¿acaso no ponemos el contexto a partir de las ideas y creencias específicas de la época, el lugar y el grupo social al que pertenecemos? Es decir, ¿cómo podemos nosotros mismos escapar a nuestra propia pre-contextualiación, que de una manera u otra nos carga con matices subjetivos a la hora de intentar contextualizar un hecho histórico?

Con mis estudiantes he tratado muchas veces de poner en contexto a partir del esquema de la burbuja del tiempo. En otras palabras: he intentado que traten de entender que su temporalidad no es la temporalidad de aquellos a quienes se estudia. Otros profesores utilizan el símil de que “el pasado es otro país donde las cosas se hacen de manera diferente” (Hobsbawm, 1998. Pág. 203). Es un ejercicio muy complejo, para que los patrones culturales, morales, estéticos –inmersos, como ya lo dijimos, en nuestro subconsciente– no moldeen esa burbuja. (“Los mejores intérpretes de ese país seguiremos siendo forasteros”, anota Hobsbawm). Como ha comentado Raymond Williams, esta fantasía objetivista presupone que las condiciones vitales reales “pueden ser conocidas independientemente del lenguaje y de los registros históricos”. No es –observa Wiliams– como si existiese “primero la vida social material y a continuación, a cierta distancia temporal o espacial, la conciencia y “sus productos”. La conciencia y sus productos son siempre parte, aunque de manera variable, del proceso social material” (Wiliams), como agrega Eagleton, “pues aunque [Marx y Engels] afirmen en vena empirista no tener otras preconcepciones que la de partir de los ‘hombres reales’, está bastante claro que lo que para ellos es real no está en modo alguno libre de supuestos teóricos”. Entonces, también en este sentido, “el proceso vital real está ligado con la conciencia: la de los propios analistas” (Eagleton, pág. 108). Así Hobsbawm (1998. Pág. 236) nos dice que incluso el pasado documentado cambia a la luz de la historia subsiguiente, es decir, a la luz de las interpretaciones que se le hacen en su futuro inmediato. Incluso nos habla de la “climatología histórica” (pág. 238) (¿cuanto más cercano, más caliente?, ¿cuanto más lejano, más frío?). Pero eso son: interpretaciones. El pasado no cambia, lo que cambia es la interpretación que se hace de él; el problema surge cuando nos preguntamos qué tanto es el pasado la interpretación del historiador.

El alemán Reinhart Koselleck desarrolla su tesis de la experiencia como mediadora del método histórico. Él propone la historia notación (aufschreiben), que está construida a partir de la experiencia original, en la que basta ser un curioso para registrar la historia acumulativa (fortschreiben), a través de anotaciones. En la experiencia distanciada por una o dos generaciones, la crítica ulterior separa a los buenos observadores de los simples panfletarios: por un lado tenemos una historia que desarrolla los datos, los textos son desconfiables pero es necesario conferirles sentido, y por el otro lado está la historia reescritura (umschreiben), la experiencia de los procesos de larga duración que permiten esa reescritura y situar los acontecimientos. Es ahí donde aparece la personalidad del historiador y, si se quiere, su enfoque subjetivo (Ruiz-Domènec, 2000. Págs. 220-221).

Vale la pena tener en cuenta que el “idealismo”, con el significado efectivo de deshistorizar o suponer una esencia humana invariable(E, 111)[8],  en el conflicto entre la episteme y la política, “la realidad no es tal, sino que deviene y para que llegue a ser es necesaria la participación del pensamiento” (Lukács, 1922. Pág. 204). Un periodista en la Colombia del siglo XIX
–digamos que el periodista más objetivo que existía en esa época– describió la realidad, la realidad sobre la cual posteriormente el historiador del siglo
XXI pretende hacer una lectura. Pero resulta que la lectura de aquella realidad, desde el punto de vista de Lukács, es una construcción, y en esa medida, lo que es más complejo, es una destrucción: por ejemplo, ‘destruye’ aquellas cosas que no considera relevantes describir y que pasados dos siglos tal vez fueran lo que era necesario describir. A esto se le ha llamado falsa conciencia; es decir, el intervalo, el vacío, la disyunción entre las cosas que creemos conocer y las cosas como son, y este camino llevado al extremo nos diría que prácticamente nunca sabremos qué es la realidad.

“La verdad, según la perspectiva historicista de Lukács, es siempre relativa a una situación histórica particular, nunca una cuestión metafísica más allá de la historia” (Eagleton, pág. 130). Por otro lado, “la verdad significa para Manhein aquellas ideas que se adecuan a un momento particular del desarrollo histórico” (Manhein, 1954. Pág. 87). Estas definiciones pueden ser válidas –tal vez, hasta muy válidas– para el significado de verdad. Pero, primero, hacen un énfasis en el relativismo de la verdad (se relativiza, pues siempre está atada a la historia) y, segundo, reafirman aún más su carácter subjetivo[9]

Una cosa es rechazar la posición (le critica Eagleton a Althusser) “historicista” (¿adjetivo peyorativo?) según la cual la teoría no es más que una expresión de condiciones históricas
–una posición que tiende a suprimir la especificidad de los procedimientos teóricos–, y otra cosa es afirmar que la teoría es totalmente independiente de la historia o (ojo) afirmar que se autovalida totalmente. En ese sentido, es diferente afirmar que las circunstancias históricas condicionan cabalmente nuestro conocimiento, a creer que la validez de nuestras pretensiones de verdad es simplemente reducible a nuestros intereses históricos, como en el fondo lo asume Nietzsche.

 

f.       Una propuesta

 

Necesitamos ser lo más objetivos posibles a la hora de escoger los materiales. Para Hobsbawm, la verdad “es la distinción fundamental […], absolutamente central, entre los hechos comprobados y la ficción, entre afirmaciones históricas basadas en hechos y sometidas a ellos y las que no reúnen estas condiciones” (Hobsbawm, 1998. Pág. 8). El autor  deja en claro que la distinción no llega hasta decir que “los hechos existen solo en función de conceptos previos y de problemas formulados en términos de los mismos” y que incluso “el pasado que estudiamos no es más que una construcción de nuestra mente”. Desde ese punto de vista –permítaseme decirlo–, la historia sería un cuento, en la cual el cuentero dice lo que a bien tenga en gana. En términos menos procaces, estaríamos confundiendo history con story, historia con relato.

Y comparto en parte la visión de Hobsbawn: una cosa es que nuestra subjetividad incida en la escogencia (porque, de hecho, existe tanto la suppresio veri como la suggestio falsi) de los hechos[10], de los datos (y que a partir de ello se construyan diversos relatos históricos) y otra cosa es que “los hechos, hechos son y punto” y lo que es “falso demostrable es demostrable falso”, lo que se llama la supremacía de las pruebas. En 2008 el presidente de Colombia era el señor Álvaro Uribe Vélez y punto. Este señor en sus inicios parlamentarios fue catalogado como liberal de izquierda y punto. Son hechos. En ese camino, Gertrude Himmelfarb condena el estatus de los hechos en la interpretación de la historia, los acusa de relativismo epistemológico, de ser una historia con una identidad sectaria y plantea que esta historia es una necesidad política. Entre tanto, Arthur Marwick cuestiona si el “Postmodernism is really a throwback to outdated nineteenth-century notions of methaphysics[11] (o en español: ¿el Posmodernismo es realmente un regreso a las nociones metafísicas del siglo XX?).  

Aceptémoslo, es imposible, descartar la subjetividad a la hora de interpretar, pero que al menos haya objetividad factual. Le Goff acepta que existen unos procesos de manipulación (de los hechos y de los documentos) que se manifiestan en la constitución del saber histórico, pero que asimismo hay continuos “desenmascaramientos” y “denuncia de las mistificaciones y falsificaciones”, y agrega que si bien la memoria es un lugar de poder, donde se pueden dar manipulaciones conscientes o inconscientes, donde se puede obedecer a intereses intelectuales o colectivos, de todos modos “la historia, como todas las ciencias, tiene como norma la verdad” (1995. Págs. 12, 34-35).

La verdad se construye tratando de escuchar la mayor cantidad de lados posibles de una situación (grave cuando no tenemos la expresión de un lado; por ejemplo, de las clases dominadas, o lo que generalmente sucede: ¿dónde está la voz de los derrotados?).

Para entender la historia del conflicto armado colombiano, necesitamos y necesitaremos oír por lo menos tres lados: el de las partes, el de las contrapartes del conflicto y uno esencial: el de las víctimas. Y otro: el de quienes lucharon porque no hubiera conflicto, el de aquellos que trataban de estar por fuera de esos tres lados. Es decir, hay que ser lo más riguroso posible en la comparación de fuentes, e incluso el historiador debe involucrarse en la potenciación y, si es el caso, en la creación misma de fuentes que le permitan esta comparación. Y así se me considere rankeniano, “los hechos son sagrados, los juicios son libres”.



·         Althusser, L. 1970. La revolución teórica de Marx, siglo XX. México.
·         Norman Bethune. 1975. Elementos de autocrítica. Medellín.
·         Burke, P. y otros. 1993. Formas de hacer historia. Alianza Universidad, Madrid.
·         Certeau, M. De La escritura de la historia, Universidad Iberoamericana, Mexico, 1993
·         Eagleton, T. 1997. Ideología, una introducción. Barcelona, Paidós.
·         Febvre. L. 1993. Combates por la historia. Barcelona, Planeta-Agostini.
·         Foucault, M. 1990. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. México, Siglo Veintiuno.
·         Hobsbawm, E. 1997. Sobre la historia. Barcelona, Crítica (Grijalbo Mondadori) (1998).
·         Le Goff, J. 1995. Pensar la historia. Barcelona, Paidós (1977).
·         Lukacs. 1969. Historia y consciencia de clase: estudios de dialéctica marxista. México, Grijalbo.
·         Manheim, K. 1973. Ideología y utopía: introducción a la sociología del conocimiento. Madrid, Aguilar.
·         Brown, N. 1985. Life against death. The psychoanalytical meaning of history (195). Middletown, Wesleyan University Press. (Citado por Ruiz-Domènec).
·         Pomian, K. 1975. «L´histoire de la science et l´histoire de l´histoire», en annales, Economies Sociétés, Civilisations, XXX. Págs. 5, 935-52. (Citado por Le Goff).
·         Poulantzaz, N. 1979. Poder político y clases sociales en el Estado capitalista. México, Siglo Veintiuno.
·         Ricoeur, P. «Histoire de la philosophie et historicité», en R. Aron (Comp.) L´histoire et ses interprétations. Entrentiens autour d´Arnold Toynbee. Paris-La Haya, Mouton. Págs. 214-227 (C. por Le Goff). Historia y verdad. 1990. Barcelona, Encuentros.
·         Ruiz-Domènec J.E. 2000. Rostros de la historia, veintiún historiadores para el siglo XXI. Atalaya, Barcelona (España).
·         Thompson, J.B. 1984. Studies in the theory of ideology. Cambridge. (Citado por Eagleton). Tosh, J. (edited by). 2000. Historians on history: an anthology. Pearson education Limited, Essex-England.
·         Veyne, P. 1972. Cómo se escribe la historia. Madrid, Ed. Fragua. Comment on écrit l´histoire. Essai d´épistémologie. 1997. Paris, Seuil. (C. por Le Goff).
·         Voloshinov, V.N. 1992. El marxismo y la filosofía del lenguaje: los principales problemas del método sociológico en la ciencia del lenguaje. Madrid, Alianza.
·         Wiliams, R. 1997. Marxismo y literatura. Barcelona, Península Pies. 







[1] Monod y G. Fagniez. “Avant-propos” (286). En Revue Historique. 1.1 1876 p. 4 G.,
[2] Passmore. 1958. The objectivity of history, tomo XXXII; Blake, C. 1959. “Can History be objective?”. En P. Gardiner (comp) Theories of history, Glencoe, III, Free-Press; Leff, G., History and social teory, Londres, Merlin, 1969; La légende des camisards: une sensibilité au passé. París. Gallimard, 1977. (Citador por Le Goff). 


[3] Si bien las normas APA con las que fue escrito este texto no establecen la necesidad de colocar el número de la página, dado que el texto va dirigido a un público muy amplio, la muy juiciosa correctora sugirió agregárselo para así ubicar al lector.
[4] Recoge los planteamientos o el teorema (político) de Keneth Arrow, el cual probaba la inexistencia de un método de procedimiento neutral para integrar los valores individuales en un conjunto de principios sociales que no infringieran algunos supuestos absolutamente obvios y fundamentales que se plantearían probablemente casi todos los ciudadanos. Así surge una pregunta: ¿los valores (políticos) tienen carácter social o son tradicionales? El autor también abordaba la necesidad de entender el porqué un agente histórico hizo algo, y con frecuencia no había un método claro y único para determinar lo que quería como prueba contundente, fuera de la característica de que los planteamientos de un autor son diferentes, a veces sustancialmente, en los textos publicados en diferentes momentos de su vida. Tuck Richard. 1993. “Historia del pensamiento político. Capítulo 9 en Burke, págs. 241-253 
[5] Al comienzo de los años ochenta (y de los noventa) cuando, especialmente, se profundiza en el debate sobre los estudios de textos o estudios textuales y se empiezan a relativizar, se considera que progresivamente hace irrupción el Postmodernismo en la historia. De igual manera llegan las distancias con el marxismo, que cada vez fueron más grandes. Para solo hablar de Francia, se consolidaron un Raymond Aron situando el azar en el centro del estudio histórico; un Michel Foucault, al lado de Veyne, recuperando la herencia de Nietzsche, dando vida a un ambicioso proyecto sobre las relaciones del cuerpo y la sociedad; y Georges Duby, quien apostó por el imaginario de la sociedad y por la dimensión narrativa de los textos; pero tampoco se puede olvidar a Le Roy Ladurie, con su aproximación a la antropología; o Philipe Ariès, compañero de Duby, en La historia de la vida privada.
[6] Hayden V. White, a propósito de la pregunta sobre dónde se debe ubicar la historia, ya que ni es un texto, ni es una “narrativa maestra”, dice que “el texto ha de entenderse como una simbolización de tres marcos concéntricos que operan en horizontes semánticas diferenciados: 1. la historia política, 2. el contexto social relevante, 3. la historia de los modos de producción y la sucesión y destino de las diversas formaciones, desde la prehistoria a todo lo que tiene reservado para nosotros la historia futura por lejana que esta sea”. En Ruiz-Domènec, 2000, pág. 131 
[7] Cristopher Hill, en Marxism and history, 1948, escribía a propósito de esto: “During the century which has passed since the publications of The Communist Manifesto, the influence of marxism has been more obvious in history than in any other branch of knowledge. We can list six main ways in which the ideas of Marx and Engels have, directly or indirectly, transformed the study of history over the last hundred years. (1) Of all development during this period, the recognition of the crucial importance of economic history has been the most striking. (2) Second only in significance to this great changes has been the growing recognition of the role of economic classes in historical development. (3) Historians during the last century have also come to recognize the social origins of human thinking, of ideology. (4) Together with this has gone a new relativism in the approach of historians. The great nineteenth-century historians approaches history with moral standards which they believed to be absolute, although they were in fact the product of nineteenth-century capitalism. Most modern historians recognize that moral standards change as society changes. (5) During the past century there has been a revolution in the sources from which history is written. Where previously these sources were primarily
literary-chronicles, memoirs, letters, diaries, newspapers-they are now primarily documentary: public records, parish registers, charters, inscriptions, etc., and even archaeological-actual old tools, machines, buildings and fields. (6) Finally, because Marx established the ultimate priority of economics facts, to which all political and cultural activities of man can in the last resort be related, it is to Marx that we must look back for the modern sense of the unity of the history. En Hill Christopher, Marxism and history, Modern Quarterly 3 (1948), págs. 55-58; en Tosh, J. 2000 

[8] Nota al margen: pienso que sí existe una esencia humana invariable, estoy prácticamente seguro de ello, de que los seres humanos solo hemos cambiado en nuestra relación (¿técnica y tecnológica?) con el entorno, pero que esa esencia humana existe, está ahí y está asociada a los sentimientos. Ahora bien, ello tiene grandes y graves implicaciones para la comprensión de la historia. El siglo XXI es el siglo del reconocimiento de que los seres humanos no solo actuamos bajo premisas de la inteligencia racional-cerebral, sino que actuamos bajo otra premisa, tal vez más fuerte que la primera: la de la inteligencia emocional-corazón (si queremos, podemos quitar el poético término “corazón”, pero igual queda esa inteligencia). Si lo reconocemos, entonces asistiremos a una situación en transición: hemos llegado a un punto donde sabemos que si escarbamos y escarbamos, vamos a encontrar causas últimas de origen económico. Sí, pero también tendríamos que reconocer que muchas de las decisiones, de las actuaciones que sacuden a los protagonistas de la historia, (aun a ese complejo termino denominado masa) están ligadas a procesos de esa inteligencia (así se critique) emocional. Así entonces, volveremos al inicio de la nota con la siguiente pregunta: ¿Qué tanto ha influido esa esencia emocional en las decisiones que se han tomado a lo largo de la historia?

[9] “El marxismo es tan solo la forma de conciencia histórica adecuada al momento presente, y se debilitara por completo cuando su momento, a su vez, se haya superado” (Eagleton, 157). 
[10] Hobsbawm aborda el caso de Price, critica su frase “el objetivo del análisis histórico es la recuperación, de la realidad vivida de la gente en su pasado”, y cuestiona cuál realidad, qué parte de ella, la de quién, la de quiénes, es la que escoge el historiador. He allí el sesgo (Hobsbawm, 1998: 200-201). 

[11]Two approaches to historical study: the metaphysical (including “postmodernism”) and the historical”, en Journal of Contemporary history 30 (1995). En Tosh, J. 2000: 299-305. Publicado por Orlando Parra G.