miércoles, septiembre 04, 2019

Los humanos evolucionaron para esperar lo peor.

Piense mal y sobrevivirá. Permanezca alerta a cualquier ruido mientras está de regreso a su cueva. Abra los ojos por si un león lo acecha tras la hierba. Al detectar algo, una sombra, un movimiento inusual, cualquier cosa, no dude. Corra, escóndase, súbase a un árbol. Es preciso ser más astuto y más rápido que los demás. El más torpe y confiado de la tribu suele terminar en el estómago de un felino.

En la sabana africana, hace 70.000 años, esperar lo peor era apenas lógico. Ya no. El homo sapiens pasó de ser un animal como cualquier otro a ocupar lo más alto de la cadena alimenticia. Aún así –explican los psicólogos evolucionistas– se niega a aceptar que su mundo es un lugar mejor. Todavía cree que la está pasando mal, que todo está a punto de irse por un barranco.
Sigue tan negativo como en la Edad de Piedra y si tiene dudas de su destino recurre a un invento de la modernidad: lee los periódicos del día para confirmar que el mundo está de cabeza. ¿Alguien puede explicarlo?
“Los pesimistas tienen buena prensa, pero se equivocan”, responde Steven Pinker (Montreal, 1954), uno de los intelectuales más influyentes de esta época. Toda una estrella de rock de la psicología, con cinco charlas TED y una melena blanca que no pasa por alto, cada vez que está frente a un micrófono incita al debate, inspira o exaspera. La lista de sus admiradores la encabeza Bill Gates, el segundo hombre más rico del mundo, y la de sus críticos feroces, John Gray, el reputado filósofo británico.
Esta semana conversó con EL COLOMBIANO en Medellín, donde estuvo por invitación de Comfama. En una habitación de hotel con acceso a electricidad, aire acondicionado, un grifo con agua potable, un inodoro y televisión a color, lujos impensables hace 150 años incluso para las familias más ricas de Estados Unidos y ahora comunes en el 95 % de los hogares con menos recursos. Menciona esta cifra y sigue con un chaparrón de datos de su más reciente ensayo, En defensa de la Ilustración. Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso (2018), que Gates convirtió en un best seller al definirlo como su “libro favorito de todos los tiempos”.

“Los datos nos dicen que la mejora sí ha sido posible, pero la mayoría de personas no los conocen”, insiste (ver gráficos). Como un mantra, repite que usted vive hoy una vida más larga, saludable, segura, rica, libre, pacífica y estimulante que las de quienes lo precedieron.
Los humanos evolucionaron para esperar lo peor. Su amígdala cerebral se desarrolló para garantizar que las amenazas se recordaran con más prioridad que las oportunidades. ¿Cómo desafiar la biología?
“Hay un sesgo de negatividad en la psicología humana. Recordamos las cosas malas con mayor precisión, eso nos mantiene alertas, pero, por supuesto, no podemos ser pesimistas todo el tiempo. Nos quedaríamos en la cama, acurrucados, con las sábanas sobre la cara y no haríamos nada. Si bien enfrentamos problemas, también tenemos cómo sobreponernos a ellos. Ya lo hemos hecho en el pasado. Por eso es crucial estar al tanto de las formas en que el mundo ha mejorado”.
Podría decirse que el progreso es la regla y Colombia, con todos sus problemas bien conocidos, una excepción...
“Colombia ha atravesado cosas terribles, pero la historia de las últimas décadas ha sido de mejora: la tasa de homicidios se ha reducido en más de la mitad en los últimos 25 años. El país se ha vuelto más próspero y la guerra contra las Farc terminó, eso supuso el fin de la última guerra en el hemisferio occidental y el último remanente de la Guerra Fría. Así mismo, debo decir que los colombianos son, en promedio, más felices que muchos otros países, entre ellos Estados Unidos y la mayoría de los países europeos. Por supuesto, Colombia todavía tiene terribles problemas por resolver. Aún así se ha movido en la dirección correcta”.
¿Cómo le explica al hijo de una víctima del conflicto armado colombiano su teoría de que la violencia está en declive y que nació en el mejor momento de la historia?
“Me está haciendo la pregunta equivocada. Debería indagar cómo le explica eso a todas las personas que están vivas hoy pese al conflicto. ¿Cuántos más habrían sido asesinados si la tasa de violencia hubiera permanecido igual? Se lo planteó de otra forma: digamos que hubo un tratamiento para el cáncer que salvó al 90 % de las personas que lo padecían, entonces en vez de concentrarse en lo qué diría ese 10 % de los pacientes que no se curaron, usted se esfuerza más para llegar al 100 % de los afectados. Es una equivocación cuestionarse qué decirles a las personas que aún son víctimas si estamos interesados en el país en su conjunto. Tenemos que mirar a todos, no solo los peores casos”.
A propósito de replantearse interrogantes, dice que la pregunta clave no es si todas las personas tienen lo mismo. El problema es si todas tienen lo suficiente o no...
“Debemos eliminar la pobreza, pero no tenemos que hacer que todos tengan los mismos recursos. Si el bebé de alguien muere, si no tiene dinero para enviar a sus hijos a la escuela, si no tiene ropa, si tiene hambre, entonces no importa si su vecino vive en una mansión. Lo que importa es si sus hijos viven o si tienen suficiente comida. Si quemamos las propiedades de los ricos, incluyendo al vecino con la casa gigante, eso reducirá la desigualdad, pero no salvaría a los niños”.
¿Cómo rescatarlos de la pobreza?
“Podría hablarse de redistribuir el dinero de los dueños de esas mansiones, pero esto parte de un supuesto equivocado: solo hay una cantidad limitada de riqueza en el mundo, una especie de pastel que se divide en pedazos, unos mucho más grandes que otros. Esto no es así. La riqueza puede aumentar enormemente, no es fija y últimamente crece con pasos de gigante. Le doy un dato: el producto bruto mundial actual ha crecido casi 100 veces desde que la revolución industrial estaba en pleno auge, en 1820, y casi 200 veces desde el comienzo de la Ilustración en el siglo XVII. ¡Bum! Lo que sí impacta el bienestar y es moralmente importante es mejorar la vida de los pobres. China, por ejemplo, ha tenido una reducción masiva de la pobreza en estos 30 años. Ellos no lo hicieron tomando el dinero de los ricos porque no había suficientes. Lo lograron haciendo que todo el país se desarrollara económicamente”.
No solo avanza Occidente, al hablar de China insiste en que la humanidad está mejor que nunca. Suena demasiado optimista.
“No soy un optimista ni siempre veo el vaso medio lleno. Me gusta definirme con una palabra que inventó el médico sueco Hans Rosling. Soy un posibilista. Miro hacia atrás, veo lo que la humanidad ha logrado y confío en que podemos seguir mejorando. También sé que no hay garantía del futuro. Depende de lo que hagamos ahora, igual sé que no podemos solucionar todo. Eso no sería progreso, sería un milagro. Pero, ¿pueden los problemas ser menos severos? ¿Pueden más personas tener vidas mejores? La respuesta es sí. Basta con mirar los hechos”.



Steven Pinker estuvo en Medellín. FOTO Esteban Vanegas
Steven Pinker estuvo en Medellín. FOTO Esteban Vanegas
Mencione algunos que lo enorgullezcan...
“La esperanza de vida al nacer en todo el mundo ahora es de 71 años, y en los países desarrollados, 80 años; durante la mayor parte de la existencia humana fue de 30. La pobreza extrema ha disminuido del 90 % de la población mundial a menos del 10 %. Y el 90% de la población mundial menor de 25 años puede leer y escribir, mientras que en la mayor parte de la historia de Europa, no más del 15 por ciento era alfabeta, en su mayoría hombres. Las muertes en guerras han caído a la cuarta parte desde 1980. Y siguen las noticias. La igualdad para las minorías raciales y religiosas, las mujeres y los homosexuales apenas era un ideal hace 250 años; ahora es un reclamo casi universal. Hace 200 años, nadie hubiera señalado la pena de muerte como una forma de violencia, lo habrían llamado justicia, y al matoneo lo habrían tildado como cosa de niños”.
Y, sin embargo, muchos creen que el mundo empeora...
“El problema es que la mayoría de la gente obtiene su visión de la realidad de los periódicos, noticieros de televisión y redes sociales. Las noticias son sobre cosas que sucedieron, usualmente sobre las que salieron mal. No se informa sobre lo que no pasó. Nunca vemos a un periodista diciéndole a la cámara: “Estoy cubriendo en vivo desde un país donde no ha estallado una guerra” o “desde un lugar donde no hay una epidemia”. Eso no es noticia. Para conocer todo lo que sucede hay que mirar los números. Las estadísticas tienen en cuenta todas las muertes de la guerra y también a todas las personas que no fallecieron en ese conflicto”.
En su libro usted evidencia que desde finales de los setenta hasta hoy, el tono utilizado por los medios es cada vez más negativo. ¿Cómo podrían las noticias reflejar mejor el progreso?
“El periodismo debe replantear la idea de que solo las malas noticias son periodismo serio y que las buenas noticias son propaganda gubernamental, relaciones públicas o noticias sobre cachorros o historias de las hermanas de la caridad. Si solo dan noticias negativas, la gente decepcionada puede llegar a una especie de fatalismo. ¿Por qué molestarse en tratar de hacer del mundo un lugar mejor si la gente lo ha estado intentando durante 30 años y las cosas se ponen peor? Piensan: nuestras instituciones están fallando, la democracia no funciona, mejor traigamos a un hombre fuerte, a alguien que diga que va a drenar el pantano para aplastar a la maquinaria, para empezar de nuevo. Aquí aparece el autoritarismo carismático, lo opuesto a la democracia liberal”.
Se refiere al caso de Donald Trump que ganó las elecciones convenciendo a la gente de que Estados Unidos y el mundo estaban atravesando sus momentos más oscuros, apelando a la intuición sobre los datos.
“El populismo autoritario es lo opuesto a los valores de la ilustración, una amenaza al progreso. Se basa en el carisma. Tengo un líder poderoso en vez de las leyes e instituciones y los controles y equilibrios. Trump favorece el proteccionismo económico en vez del comercio global, que es una fuente de prosperidad y paz. Además, trabaja en contra de las soluciones al cambio climático”.
En sus redes es bastante activo trinando contra Trump, pero también sostuvo un debate con Elon Musk sobre la inteligencia artificial. El creador de Tesla teme que los robots puedan hacer todo mejor que los humanos y que las máquinas declaren la guerra. Usted, en cambio, ha dicho que sus predicciones son apocalípticas.
“Existe la idea de que a la par que la inteligencia artificial mejora, intentará hacer con nosotros lo que hicimos con los animales, dominarlos. Esto se fundamenta en el error de confundir la inteligencia con la dominación, con la lógica del homo sapiens, que es producto de la evolución. La evolución es un proceso competitivo, pero un sistema diseñado por los humanos en lugar de uno que involucre la selección natural darwiniana no necesariamente sería así. Depende de cómo ha sido programada. Ahora bien, un genio malvado como en una película de James Bond podría diseñar robots para que sean agresivos o para que se hagan cargo de la situación. Seríamos víctimas de ese genio, muy humano, no de la inteligencia artificial”.
Por supuesto siempre podrá imaginar el peor de los escenarios, es un hábito prehistórico con el que no es fácil lidiar. Al terminar la entrevista, Pinker propone otra alternativa ante la amenaza de los robots asesinos. Finalmente, ya hay suficientes problemas que se podrían estar solucionando en este momento, como para desviar la atención en ese tema: “Simplemente no construya uno”

CONTEXTO DE LA NOTICIA

La invasión alienígena es quizá la historia más contada en la ciencia ficción de Hollywood, desde La Guerra de los Mundos hasta el Día de la Independencia. Si bien Steven Pinker no es un fanático de este género, hizo sus predicciones ante una situación hipotética, catastrófica, nada optimista.
–¿Qué pasaría si una civilización extraterrestre llegara a la Tierra? Teniendo en cuenta que, a pesar de todo el progreso, la mayoría de los miembros de la especie humana consideran a la mayoría de las otras especies como alimentos o cosas, ¿harían lo mismo los aliénigenas con las personas? –le pregunto.
–Las civilizaciones altamente desarrolladas, sin importar dónde vivan, tienden hacia la paz y la tolerancia. Una civilización planetaria tan avanzada como para viajar enormes distancias en el espacio hacia la Tierra probablemente tendría tecnología para producir alimentos sin matar criaturas. Si nos fijamos en nuestra evolución podríamos estar yendo en una dirección en la que ya no explotamos a los animales. Existen formas sintéticas de carne, sabrosas, y por razones éticas y ecológicas esa es la dirección en la que podría encaminarse el planeta. Del mismo modo, la tendencia durante las últimas décadas en la Tierra ha estado lejos de la guerra.
–No es que hayamos perdido los impulsos violentos. En su libro, The Stuff of Thought (2007), usted señaló que el 80 % de las personas ha fantaseado con matar a alguien que no les agrada, pero no lo hacen.
–Es cierto que sentimos gran placer al ver la violencia simulada, en las tragedias de Shakespeare, las series de asesinatos, en las películas de vaqueros y en los videojuegos –continúa Pinker–. La sacamos de nuestro cuerpo y la disfrutamos sin que nadie muera, con solo un puñado de píxeles en vez de una gota de sangre. Si eso es lo peor que hacemos, es inocuo.
–¿Entonces los humanos tampoco suponen una amenaza para los marcianos?
–Puede que la dirección natural de la civilización sea encontrar formas de controlar la violencia.
–Voy a tachar una confrontación intergaláctica de mis preocupaciones –bromeo.
–Sin duda. Si esa otra civilización alienígena también está lo suficientemente avanzada habrá descubierto que la guerra es una idea estúpida.




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