La investigadora Jenny Pearce de la prestigiosa universidad inglesa London School of Economics y el profesor de la Javeriana Juan David Velasco lideraron un gran estudio sobre el perfil de las élites en Colombia desde 1991. El Espectador habló con Pearce sobre los hallazgos de su investigación.
Jenny Pearce investiga a la sociedad colombiana desde hace décadas.
Foto: Cortesía
La investigación
asegura que desde 1991 solo el 0,02 % de la población ha direccionado el rumbo
de un país que hoy tiene 50 millones de habitantes. Además, documenta que 68
familias han manejado la política y que aún prevalece el patriarcado en la
cúpula del poder público. El estudio perfila quiénes y cómo son las élites que
han ocupado los máximos cargos en el Gobierno, los organismos de control, las
altas cortes, el Congreso, los gremios económicos y los propietarios de las
empresas más grandes del país. El Espectador entrevistó a la
profesora Jenny Pearce al respecto.
Usted es investigadora de una de las universidades más prestigiosas del
mundo, como el London School of Economics. ¿Por qué una académica inglesa se
interesó en estudiar las élites colombianas?
El enfoque de mis estudios en América Latina ha sido la violencia. Se
necesita más participación e inclusión en la sociedad para transformar las
condiciones que reproducen las violencias. Soy politóloga, pero me considero
también una antropóloga de la paz. La violencia y sus múltiples expresiones
impactan más sobre las comunidades pobres, pero son los que tienen más poder y
riqueza los que determinan la orientación de la economía y los valores que
sustentan las diferenciaciones sociales, económicas y políticas. Aunque
llamamos “élite” a los que tienen ese poder, lo hacemos con poca precisión, a
pesar de una larga historia de debate intelectual. América Latina tiene un
problema de violencia aguda y preocupante. También es la región más desigual
del mundo. Colombia es el más desigual de los países de la OCDE y el segundo
más desigual entre 18 países de América Latina, según el Banco Mundial.
Desigualdad, violencia y élites son temas conectados.
¿Exactamente qué quiso explorar en su investigación?
Desde los años 70 he venido a Colombia para estudiar este país que
aprecio muchísimo. De ahí surgió mi interés por estudiar las “élites” de acá,
pues es un reto enorme entender por qué en cuatro décadas los niveles de
desigualdad social se mantienen casi iguales, a pesar de que las personas más
ricas ya no son las mismas. Antes los más adinerados eran Carlos Ardila Lülle y
Jaime Michelsen Uribe, y hoy son Luis Carlos Sarmiento y Jaime Gilinski. Algo
semejante ocurre con el poder político: los presidentes han tenido diferentes
orígenes, algunos pertenecen a familias presidenciales bogotanas (Pastrana y
Santos) y otros vienen de la provincia (Gaviria y Uribe). Entonces, vemos un
cambio en la composición de las élites, pero no transformaciones reales en la
desigualdad y la violencia. Ahora, es necesario entender mejor el concepto de
“élite”, no para fomentar odio o rabia contra los poderosos, sino para generar
un debate sobre cómo la concentración de poder político, social y económico se
relaciona con factores que reproducen violencias e impiden transformaciones
necesarias para una sociedad.
mapa del poder político en Colombia desde 1991
Foto: Cortesía de Jenny Pearce
A propósito de violencias, Colombia ha intentado muchos procesos de paz.
¿Qué encontró su investigación sobre cómo se comportaron los dueños del poder
en estos intentos?
Colombia es el décimo país con más negociaciones y acuerdos de paz
firmados con grupos guerrilleros y paramilitares en la historia del mundo.
Precisamente, desde los años 80 hasta ahora se han desarrollado 16
negociaciones de paz y se han desmovilizado más de 75 mil excombatientes. Con
las Farc ocurrió el Acuerdo de Paz más amplio y sofisticado, pero a pesar de
esto el país se encuentra en una nueva fase de conflicto armado, con
indicadores que podrían asemejarse a lo que ocurría a finales del siglo XX e
inicio del siglo XXI en cuanto al número de masacres, la oleada de
desplazamientos forzados masivos de poblaciones, confinamiento,
descuartizamientos, etc. Por eso en nuestro estudio planteamos que no sería
posible hacer una paz completa y reducir todas las expresiones de violencia si
las élites no se comprometen a construir un Estado de derecho equitativo en
todos los territorios, acepten una tributación más progresiva y se construya
una seguridad pública y humana accesible a todos y todas que trascienda la
protección de fincas, empresas y sitios de recreo. La seguridad debería
proteger la democracia y la participación de la ciudadanía.
Aproximarse a esos grupos de poder es tarea difícil. ¿Cómo hizo esta
investigación que es la primera en Colombia en documentar con nombres y
apellidos quiénes han sido los dueños del país en los últimos 30 años?
En Colombia se han utilizado múltiples apelativos para referirse a las
personas que mandan. En ningún otro país he visto esa abundancia de términos
como cacaos, delfines, clanes, caciques, notables, barones, etc. Por eso, un
primer paso consistió en tener claridad conceptual. Preferimos el concepto de
“élites” que significan individuos, familias y redes que tienen la capacidad de
dictaminar y reproducir los principios de dominación en una sociedad. Para
identificarlos construimos un banco de datos que examinó el período entre 1991
y 2022. Así, buscamos a las personas que habían ocupado los máximos cargos en
las diferentes ramas del poder público. En el Ejecutivo se tuvieron en cuenta a
presidentes, ministros y gobernadores; en el Legislativo a congresistas con dos
o más reelecciones; en la Rama Judicial a los magistrados de las seis altas
cortes, el fiscal general, el jefe del Ministerio Público, el contralor y el
defensor del Pueblo.
¿Y en el poder económico qué observaron?
Identificamos a los propietarios o accionistas principales de las
empresas más grandes de Colombia, según el ranquin que publica Semana y la
Superintendencia de Sociedades. Igualmente, miramos quiénes habían ocupado las
dirigencias de los gremios económicos más influyentes en el sector agropecuario,
industrial, comercial, de servicios y financiero. Vale la pena destacar que
también se midió la tecnocracia, con cargos como el ministro de Hacienda, el
director de Planeación Nacional y el Banco de la República (gerente general y
miembros de la junta directiva). Toda la información que obtuvimos es
verificable, pues la obtuvimos de respuestas a derechos de petición, registro
de prensa y datos oficiales publicados en las páginas de las entidades públicas
y privadas que estudiamos. Debo agradecer a mi equipo de trabajo en Colombia,
que estuvo liderado por el profesor de la Javeriana Juan David Velasco Montoya.
También hicimos muchas entrevistas en Bogota, Medellín y Cali.
¿Cómo definiría a los dueños del poder en Colombia? ¿Cuáles son sus
características principales? ¿Y esas características cómo pueden explicar la
realidad de Colombia, sus problemas políticos y de corrupción, el manejo
clientelista del poder local? Es decir, ¿ese diagnóstico sobre las élites da
razones nuevas para explicar por qué Colombia tiene tantos problemas y una
democracia tan frágil?
Según el Banco de Datos, aproximadamente el 0,02 % de la población
decide la dirección del país y la economía. Encontramos que así sean un número
restringido, realmente las élites colombianas son dispersas y fragmentadas. Por
eso en el estudio utilizamos el concepto de “constelación” para concluir que en
la historia nunca un grupo de poder ha sido completamente hegemónico debido a
las fracturas regionales, los orígenes sociales diversos, sus visiones de
género distintas, las áreas de controversia permanentes sobre los impuestos, el
modelo aperturista o proteccionista de la economía y la forma de construir
Estado en los territorios. De manera que las constelaciones de élites pelean
entre sí y se disputan frecuentemente quién dicta los principios de dominación.
Por ejemplo, la élite judicial fue crucial para evitar que Álvaro Uribe pudiera
perpetuarse en el poder, a pesar de que tenía mayorías en el Congreso y una
aprobación ciudadana del 80 % al finalizar su mandato. Esta misma élite
judicial fue clave para el desarrollo del Acuerdo de Paz con las Farc, al cual
diversos sectores ligados al uribismo se opusieron por distintas razones.
Además de esas diferencias, ¿encontraron ustedes puntos en común entre
esas élites?
A pesar de la fragmentación hay diversos temas sobre los cuales las
élites han construido acuerdos básicos. Por ejemplo, la sacralización de la
propiedad privada, el apego a las reglas de juego de la democracia
representativa, la orientación de la política exterior hacia Estados Unidos y
la primacía social y cultural de los hombres blancos que nacieron en la región
Andina y se educaron en universidades privadas de Bogotá. Es relevante apuntar
que cada constelación tiene rasgos particulares: la élite económica y
tecnocrática es más cerrada, pues se trata de hombres blancos que estudiaron en
la Universidad de los Andes y en el extranjero; la élite judicial ha permitido
una mayor movilidad social, pues los magistrados han incluido a más mujeres,
indígenas, negros y personas de la región Caribe. La investigación nos mostró
que las personas que mandan aquí siguen educándose en las universidades
privadas de Bogotá: Los Andes predominan en la tecnocracia y las dirigencias
gremiales; la Javeriana en ciertos ministerios, y el Externado en la mayoría de
las altas cortes.
¿Qué tan diferentes son nuestras élites con respecto a las del Reino
Unido, por ejemplo? En otros términos, ¿hay diferencias notorias entre las
personas más poderosas de Colombia y las de los países europeos?
Cuando empecé a trabajar en Colombia en los años 70 vi similitudes en lo
que se podría llamar el “clasismo inglés y colombiano”. Sin embargo, las
historias son muy diferentes. En Inglaterra la élite aristócrata latifundista
fue derrotada políticamente -aunque no socialmente- en la guerra civil del
siglo XVII. Los principios de dominación allí han incluido un fuerte poder
cultural y social que logró construir un sentido de Nación bajo la hegemonía de
la coalición de comerciantes e industriales, que buscaron dominar “las olas del
mar”. En Colombia se ha hecho muy difícil construir una nación, porque las
coaliciones entre élites tienden a ser muy inestables. También por la
subrepresentación de la sociedad en los cargos directivos del Estado y la
economía. Por eso, cuando se logran consensos como en el Frente Nacional, se
excluyen -y con violencia del Estado- a enormes sectores de la población,
generando así espacios para las contestaciones violentas e insurreccionales.
Gustavo Petro ganó la Presidencia con promesas de cambio profundo en el
modelo agrario. Según su estudio, ¿ve posible que el gobierno que llega pueda
sacar una agenda reformista tan ambiciosa?
Petro tiene la oportunidad histórica de unir a dos países diferentes. Si
se analiza el patrón de votos en las elecciones presidenciales de 2018 y 2022
se observa que ha logrado consolidar mayorías electorales en el Pacífico y el
Caribe, dos regiones donde se ha concentrado la violencia y la desigualdad.
Pero también ha enganchado en grandes ciudades como Bogotá, Barranquilla, Santa
Marta y Cali. En ese sentido, puede impulsar una amplia coalición de sectores
urbanos y rurales. Sin embargo, el peso de la historia es fuerte, pues en
Colombia desde el gobierno de Alfonso López Pumarejo, pasando por los mandatos
de Alberto Lleras Camargo y Carlos Lleras Restrepo, hasta el punto uno del
Acuerdo de Paz con Juan Manuel Santos, se presentaron frenos e incluso
retrocesos en los planes de redistribución de la tierra. Entonces surge la
pregunta: ¿será sostenible el plan de reforma agraria teniendo en cuenta esos
vetos históricos por parte de ciertas élites regionales? La clave estará en la
celeridad con la que hagan la reforma, la solidez del catastro multipropósito,
la fijación de altos impuestos a los latifundios improductivos, la eficacia
administrativa de las diferentes agencias estatales y asegurar que haya
alternativas a la violencia para resolver los conflictos agrarios.
También hay mucha expectativa sobre los cambios que vendrán en el modelo
extractivista, de pensiones y de salud. ¿Cómo lo analiza usted?
Si se analiza el ranquin que publica la Superintendencia de Sociedades
sobre las empresas con mayores ingresos operacionales, veremos que en la cima
de la lista están aquellos holdings financieros, compañías
petroleras y EPS que se perjudicarían directamente con estas iniciativas
presidenciales. En términos estadísticos, podemos estimar que llegaría a
afectar a las personas jurídicas que controlan más del 40 % del PIB, si lo relacionamos
con el tamaño de los activos y los ingresos operacionales de estos en 2021. Es
decir, si Petro cumple a cabalidad con lo que se comprometió en campaña sobre
descarbonización de la economía, pensiones y EPS, se echaría encima a los
poderes económicos más fuertes. La gran incógnita es cómo reaccionaría lo que
llamamos la élite oligárquica por la importancia que dan a la defensa de su
riqueza, pues nunca en la historia de Colombia un presidente llegó a la Casa de
Nariño con unas propuestas de reforma tan ambiciosas en diferentes frentes a la
vez.
Finalmente, quisiera preguntarle por el rol de las mujeres en las
cúpulas del Estado y la economía. ¿Cuáles son los hallazgos en esa materia que
más le llaman la atención en su investigación?
Las mujeres siguen estando ampliamente subrepresentadas en cargos de
dirección públicos y privados. El estudio mostró que de 1.281 personas que
integran las élites colombianas en las últimas tres décadas, solo 178 eran
mujeres, es decir, el 14 %. En el Ministerio de Hacienda, la gerencia general
del Banco de la República y la Defensoría del Pueblo nunca se han elegido a
mujeres en la historia. En gremios tan importantes como la Andi, Fasecolda,
Fenalco, Fedepalma y Fedegán, por citar algunos ejemplos, tampoco ninguna mujer
ha sido elegida presidenta. Un contraste se da en la JEP, donde casi la mitad
de la magistratura está conformada por mujeres. En eso el estudio arrojó que la
élite judicial ha sido la más incluyente en temas de género.
Periodista de la Unidad Investigativa de Noticias Caracol y colaborador del diario El Espectador. Periodista y magíster en Estudios Políticos.@jdlaverde9
ORIGINAL DE https://www.elespectador.com/politica/1281-personas-han-sido-las-duenas-del-poder-en-colombia/
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